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Full text of "Sobre voces aragonesas usadas en Segorbe"

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SOBRE VOCES ARAGONESAS 

USADAS EN SEGORBE 



SOBRE VOCES 



ARAGONESAS 



USADAS 



EN SEOORBE 



POR 



C TORRES FORNES 




VALENCIA.— 1903 

TIPOGRAFÍA MODERNA, A CARGO DB MIGUEL GIMENO 
ATSLLAHAS, II 



ES PROPIEDAD 



INTRODUCCIÓN 



El lenguaje es un fenómeno que, cualquiera 
que sea la opinión que se tenga acerca de su 
origen, da suficiente materia á la observación, 
surgiendo teorías cual si fuese una ciencia na- 
tural. Las palabras tienen mucho de semejantes 
con las especies botánicas en la forma de con- 
servarse, propagarse, alterarse y degenerar. 

El lenguaje tiene siempre su parte histórica, 
y es seguro que errará el que prescinda de ella. 
Muchos arcanos de la geografía del lenguaje 
han de estudiarse á la luz del pasado. 

La tarea del gramático no debe ni conviene 
que se limite á distinguir las buenas de las 
malas locuciones: el análisis científico ha de 
ingerirse en el estudio del país con sus vicisitu- 
des históricas, políticas, religiosas, etc. Muchas 
veces después de este estudio hallan los críticos 
la razón lógica de la existencia de modismos, 
palabras y voces en los idiomas, dialectos y lo- 
cuciones locales. 



Las locuciones de Segorbe, que en la pre- 
sente época disuenan del vigente idioma caste- 
llano, hemos de explicarlas con la reflexión 
puesta en nuestra historia y en la procedencia 
de sus moradores en los tiempos de formación 
y constitución del romano. 

De ninguna manera podemos asentir á que 
las pequeñas particularidades de nuestro lengua- 
je popular se juzguen barbarismos de gentes in- 
cultas ó de generaciones corruptoras. Son cosa 
muy distinta. Representan nuestra inclinación 
hacia el arcaísmo castizo y nuestra connaturali- 
zación y participación en las glorias y lustre del 
Aragón antiguo. 

El olvido en que se ha tenido en España al 
lenguaje aragonés después de la unidad política 
y administrativa establecida por Felipe V ha 
llegado á tal punto, que insignes escritores, em- 
peñados en fomentar la propia unidad en la lite- 
ratura española, no han dado muestras de cono- 
cer el lenguaje aragonés, al que consideramos 
un hermano gemelo del castellano. Cuando esto 
ha acontecido en el terreno de la literatura ge- 
neral al lenguaje regional hablado en el corazón 
de Aragón, nada nos extraña que apenas se 
pensase en la existencia del habla aragonesa en 
la comarca de Segorbe. 

En la existencia y uso de ciertas voces, lo- 
cuciones, concisiones de concepto, giros del 
lenguaje, etc., que pueden notarse en Segorbe, 



3 

pocas han sido las gentes ilustradas que han re- 
conocido en aquellas formas de expresión el ca- 
rácter aragonés dé nuestro lenguaje. Por ello 
nos hemos propuesto en el presente libro alle- 
gar indicios, síntomas, pruebas y razones en pro 
del aragonismo lingüístico en la comarca de 
Segorbe. 



i 

I 



CONSIDERACIONES HISTÓRICAS 



I 



En nuestro suelo sonó la voz humana quizá 
más pronto que en muchas partes de España. 
Difícil es hacer consideraciones sobre el len- 
guaje de los hombres que primeramente habita- 
ron nuestra Península en general y esta pequeña 
parte en particular. 

Los primeros pobladores de la Iberia funda- 
ron la antiquísima Segóbriga,«Caput-Celtiberiae» 
como la llamó Plinio, y de su lenguaje apenas 
podemos ocuparnos por falta de datos. Partire- 
mos de la dominación romana. Estos domina- 
dores en el orden arquitectónico construyeron 
en Segorbe acueducto, murallas y torres, cuyas 
obras, subsistentes en parte, demuestran el po- 
der y formidable defensa que en Segóbriga acu- 
mularon los romanos'. 



^ Durante los últimos siglos el desarrollo urbano des- 
truyó varias de estas torres que flanqueaban las murallas 



6 

Los romanos nos dieron el latín, y con él> 
incorporadas, un sinnúmero de voces y pala- 
bras ibéricas, ó sea de la primitiva lengua de 
los españoles. En el idioma latino y sus dialec- 
tos debe encontrarse el origen desconocido ó 
mal explicado hasta de ahora de no pocos vo- 
cablos que se usan en nuestro romance, y en el 
que hay su porción correspondiente al habla de 
los celtíberos. El elemento céltico es dificilísimo 
de apreciar por haberse confundido desde re- 
mota edad con el latino, y por no haberse toda- 



romanas. En la actualidad sólo quedan dos bien conserva- 
das. Estas torres, que no cedieron al golpe de los arietes en 
tiempo de los romanos, vienen teniendo por enemigo la pi- 
queta. La torre de la Cárcel corrió peligro de ir al suelo en 
el año 1872; hubo entonces el incivil intento de derribarla. 
Afortunadamente la Comisión provincial de Monumentos 
pudo impedirlo. Para llegar á este resultado, nombró aque- 
lla corporación dos miembros de su seno, muy ilustrados y 
competentes; fueron D. Manuel Montesinos y D. Juan Anto- 
nio Balbás. Reconocieron estos señores las torres, murallas 
y puertas antiguas de la ciudad, y dictaminaron sobre el 
asunto en un luminoso informe. No le transcribimos, porque 
gran parte de él se reñere á la descripción técnica de las 
obras y á consideraciones económico-administrativas sobre 
el ningún provecho ó acaso perjuicio que el derribo repor- 
taría al municipio, cosas bien conocidas en Segorbe. Acom- 
paña á este dictamen un erudito resumen de los pareceres 
sustentados por los más renombrados historiadores sobre 
Segóbriga, y aplauden la autorizada opinión de Fernández 
Guerra al decir que la Segóbriga antigua es el Segorbe 
de hoy. 

El último párrafo del informe es una severa, pero mere- 
cida, lección á los segorbinos; dice así: «La torre en nada 



7 

vía averiguado las relaciones de identidad ó 
afinidad entre el lenguaje céltico y el vascuence. 
Durante la época romana, en España el latín 
llegó á conocerlo toda clase de gentes. De aquel 
entonces data la invariable costumbre de llamar 
en latín á los pollos y gallinas para ofrecerles la 
comida. No conocemos mujer alguna que á la 
acción de soltar un puñado de maíz en el galli- 
nero deje de acompañar las palabras latinas 
pillos^ pidos (pullus). 



» impide el tránsito público, á causa de hallarse situada en la 
» línea de los muros de la fachada de las casas y en el punto 
»más ancho de la calle, ni sirve de obstáculo á las mejoras 
» que. en lo sucesivo puedan hacerse en Segorbe; es, por el 
» contrario, altamente beneficiosa su permanencia, pudién- 
»dose destinar á uno de los muchos servicios públicos, bien 
»sea para cárcel ó depósito municipal, bien para cuerpo de 
» guardia ú otros análogos; daría de este modo el Ayunta- 
»miento una p*-ueba evidente y manifiesta de su protección 
»y amor por los monumentos que recuerdan las glorias y 
» heroicas hazañas de su país, y que á su vez son preciados 
» títulos de lustre y esplendor que ennoblecen á los pueblos 
» cultos que tienen la dicha de poseerlos.» 

Acorde con este informe fué el dictamen de la Real 
Academia de San Fernando. Gracias á todo ello recayó por 
la superioridad resolución favorable á la conservación de la 
torre, y hoy podemos contemplar esta maciza y severa mole 
que, juntamente con la torre del Bochí y la puerta de la 
Verónica, pregonan el poderío de la céltica y romana Segó- 
briga. 

Lo más lamentable de este asunto es que hayan sido 
segorbinos los que pretendieron borrar con sus propias 
manos estos testimonios de nuestra antigua grandeza. 

Con los diversos datos y elementos de razón, tenidos en 



8 

Era ya unánimemente usado el latín por el 
pueblo cuando sobrevino la irrupción de los 
bárbaros. 

El primero de sus reyes que pudo conquis- 
tar á Segóbriga fué Valia, año 417. 

Los bárbaros influyeron poderosamente en 
el idioma; no desimplantaron el habla romana, 
por el contrario la fomentaron: su legislación se 
escribió en latín, y éste era el lenguaje de su 
religión; pero introdujeron en la latinidad ma- 
neras y voces godas que dieron nuevo semblan- 



cuenta por los historiadores, figuran las torres, murallas y 
puertas como de una importancia de primer orden entre el 
conjunto de consideraciones históricas que hicieron á Enrí- 
quez, Vasco, Beuter, Ocampo, Diago, Cortés y otras reco- 
nocer en Segorbe la antigua Segóbriga. Si Zurita, IMorales y 
Mayáns hubiesen tenido idea exacta de estas obras, no hu- 
bieran dado la importancia que dieron á otras conjeturas. 
No hubiesen dudado de ser Segorbe la antigua Segóbriga, y 
tampoco hubiera nacido larga y porfiada discusión sobre 
esto. Felizmente el docto académico D. Aureliano Fernán- 
dez Guerra ha reunido nuevas é irrevocables pruebas deta- 
llando minuciosamente la crítica histórica y decidiendo la 
cuestión en términos que no queda ya la menor sombra de 
duda respecto á que el Segorbe actual pertenece ó corres- 
ponda á la Segóbriga antigua. 

Al cerrar esta nota hemos de significar el grande interés 
que para los amantes de Segorbe deben de tener estas 
obras. Ellas son las principales muestras de nuestros blaso- 
nes. Segorbe está llamado á vivir más de recuerdos que de 
esperanzas, y para buscar glorias y grandezas locales, la ge- 
neración presente y las venideras tendrán que registrar los 
anales del tiempo añejo. 



9 

te al lenguaje, constituyendo lo que han dado 
en llamar latín gótico, corrupto, mixto, baja 
latinidad, etc., etc., de lo que ya se lamentaba 
San Isidoro. 

El cambio del nombre latino Segóbriga por 
el de Segorbe ya se hizo antes del año 6io. Se- 
gún afirma el cardenal Loaysa' en la división 
de obispados establecida en España en tiempos 
de Gundemaro, rey de los godos, mucho antes 
que la de Wamba, se halla ya el obispado de 
Segóbriga con el nombre mismo de Segorbe. 
Y parece por esta lectura que los que se firma- 
ban en latín en aquellos siglos ponían Segóbri- 
ga, y los que en romance Segorbe, por estar ya 
corrompido el vocablo. 

La diócesis segobricense, instituida en tiem- 
po de los romanos y continuada durante el po- 
der de los godos, debió ser causa para que 
aquí tuviese subsistencia el habla latina. 

El territorio de esta diócesis comprendía la 
mayor parte de las tierras que fueron Celtibe- 
ria meridional. No seguiremos á los geógrafos 
modernos intentando hacer la reconstitución 
ideal del viapa de la Celtiberia, ni á los autores 
de Historia eclesiástica conjeturando los anti- 
guos límites de esta antiquísima diócesis. Obs- 
cura se encuentra esta cuestión de límites; pero 
hay en ella algo que está claro, y es ello pre- 



citado por Escolano, tomo II, pág. 342. 



cisamente lo que más nos interesa en estos 
momentos. El límite entre la diócesis segobri- 
cense con las de Dertosa y Valentía era en la 
época goda límite meridional de la Celtiberia. 
Acomodábanse por esta parte las demarcacio- 
nes civil y eclesiástica á los contornos determi- 
nados por una curva que, viniendo por Ayora, 
Requena, Alpuente y Segorbe, continuaba si- 
guiendo la Sierra Iduveda (Espadan). Plinio 
dijo al poner el pie en la vertiente occidental 
del monte Iduveda: «Ya estamos en la Celti- 
beria», consignando también que el poder de 
Segóbriga se extendía hasta las puertas de Za- 
ragoza. Con lo cual es evidente el hecho de 
que los prelados segobricenses extendían su ju- 
risdicción á muchas partes que hoy se incluyen 
en los territorios de Aragón y Castilla. De 
modo que dentro de la Celtiberia y de la dió- 
cesis segobricense se encontraron comprendi- 
dos los pueblos en que más arraigo hizo el 
habla romana primero y las mudanzas godas 
después. Con ello hubo campo idóneo para el 
desarrollo del romance español en sus peque- 
ñas variantes de aragonés y castellano. 

No vemos motivo alguno para que en el te- 
rritorio que después fué reino de Valencia de- 
jasen de seguirse las propias alteraciones en el 
habla romana que acaecían en Castilla y Ara- 
gón. Pero dada la irregularidad con que se des- 
compuso la latinidad, es de presumir que los 



pueblos edetanos é ilercabones, al finalizar el 
poder de los godos, tuvieron diferencias de len- 
guaje vulgar con relación al de la Celtiberia. Al 
estudiar las diferencias que hoy tiene el lengua- 
je en el reino de Valencia, no debe despreciar- 
se lo que pudo, tener de distinto en la época 
goda. 

Parece que la condición de provincia ó te- 
rritorio de los celtíberos la respetaron los roma- 
nos primero y después los godos; por ello las 
relaciones de Segorbe con los pueblos hoy lla- 
mados aragoneses fueron continuas é ince- 
santes. 

La transformación del habla romana fué in- 
cesante en todos los pueblos latinos durante el 
poder de los godos. En España la evolución 
lingüística había hecho mucho camino hacia el 
romance cuando, llegado el siglo viii, vino la 
invasión de los árabes. 

La venida de los árabes á España la deter- 
minaron las enconadas luchas entre los espa- 
ñoles en los últimos tiempos de la monarquía 
electiva de los godos. 

Hallábanse los españoles en aquel entonces 
ebrios de pasiones: el espíritu patrio parecía 
estar extraviado. Wamba fué rey por no dar 
lugar á que el desprecio de la corona le costase 
la vida. Una sola batalla perdida por un partido 
en el Guadalete fué bastante para que los ára- 
bes se enseñoreasen de la península. El encono 



12 

entre los nuestros era grandísimo; llegó á decir- 
se: «Antes que mi contrario, el moro Muza». 
¡Como si Muza hubiese de ser mejor para la 
patria! Los árabes puede decirse que no vinie- 
ron á España, sino que los trajeron algunos es- 
pañoles. La venida de estas gentes del África 
fué un rudo golpe para el latín, y sus modifica- 
ciones romancescas quedaron profundamente 
afectadas por el idioma árabe. 

Veamos ahora cómo describe nuestro sabio 
Obispo Aguilar la venida de los árabes á Es- 
paña': 

«A últimos de Julio del año 711, siguiendo 
»el cómputo comúnmente adoptado, sucedió la 
» derrota de D. Rodrigo junto al Guadalete, 
» vencido tal vez más por los españoles, judíos 
»y partidarios de Witiza, que por los árabes. 
»La noticia voló en pocos días por todos los 
» ámbitos de la península, haciendo saltar de 
»gozo á los judíos, que creyeron llegado el mo- 
» mentó de constituir su soñado imperio, ó al 
» menos de apoderarse de las riquezas de los es- 
» pañoles, concertándose con los invasores para 
» entregarles las ciudades y ocupar luego las 
» casas que la muerte, cautiverio ó la huida de 
»sus dueños dejaban desiertas. También se ale- 
»graron los partidarios de Witiza, creídos que 



^ «Noticias de Segorbe y su Obispado», tomo I, capítu- 
lo VI, pág. 56. Segorbe 1890. 



13 

»la derrota de D. Rodrigo les pondría á ellos 
»en el gobierno; pero el gozo se trocó en duelo 
»al ver que los musulmanes, de auxiliares, con- 
»virtiéndose en señores, se internaban en el 
»país, tratando como enemigos á cuantos no se 
»les sometían, sin distinguir entre witicistas y 
»rodriguistas, dispensando su principal confian- 
»za á los judíos y á los pocos que, renegando 
»de Cristo, abrazaban el islamismo. 

tEl asombro y la confusión de los españo- 
»les fueron tan grandes, que el enemigo halló 
»en muy pocos lugares resistencia. Los altos 
» empleados y pudientes de las comarcas prime- 
»ramente invadidas se retiraron con los bienes 
»que pudieron llevar consigo de Andalucía á 
»ToIedo, á Mérida, á Zaragoza, etc., llegando 
» algunos á los montes de Asturias y á las varias 
«cuencas del Pirineo, en donde pasado el pri- 
»mer estupor organizaron la resistencia, princi- 
»pio de la reconquista.» 

Algún tiempo tardaron en llegar los árabes 
á Segorbe. D. Adolfo Miralles de Imperial' in- 
cluye esta ciudad entre las poblaciones que su- 
frieron el furor musulmán. Tomándolo de Diago, 
dice que Segorbe fué entonces saqueada y pa- 
sados á cuchillo gran número de sus habitantes; 
robaron los invasores cuanto encontraron en la 



* «Crónica de la provincia de Castellón», libro 11, cap. I, 
página 39. 



í4 

Catedral y la convirtieron después en mezquita, 
año 716. 

Es imposible indagar hoy en qué consistió 
ó qué proporciones revistió la resistencia que 
Segorbe opuso á los musulmanes. Tenemos que 
contentarnos con saber que hubo resistencia, y 
que por ello vino cruel castigo á los segobricen- 
ses. La causa de los musulmanes tuvo que ven- 
cer obstáculos locales para dominar en el país. 
Estos obstáculos fueron indudablemente la ad- 
hesión firme de los segobricenses á la religión 
cristiana y al tradicionalismo hispano. 

Los cristianos que pudieron escapar del fu- 
ror musulmán quedaron reducidos á la sumisión 
ó al cautiverio. Ellos debieron de constituir aquí 
un núcleo de población mozárabe, cuya latente 
vitalidad duraría muchos años fortalecida con el 
recuerdo de las víctimas inmoladas por sus opre- 
sores. 

Dan noticia de la existencia de población 
mozárabe en Segorbe á raíz de la invasión sa- 
rracena Villagrasa, Cortés y Aguilar. D. Miguel 
Cortés, canónigo que fué de esta Catedral', en 
un documento manuscrito, nutrido de datos y 
noticias que á Segorbe interesaba hacer cons- 
tar, entre otras cosas, dijo: «El año 717 el ge- 
»neral moro Tarif, tomando á Tortosa, á Te- 



* Informe sobre los términos de Navajas y Segorbe, fe- 
chado en Valencia á 13 de Abril de 1845. 



15 

»ruel, á Sagunto y á Valencia, tomó también á 
»Segorbe, y desde entonces desaparecen sus 
» obispos, aunque á los cristianos de la ciudad 
»se les permitió el ejercicio de su religión en la 
» iglesia de San Pedro, extramuros de la ciu- 
»dad.» 

La pequeña discrepancia entre la fecha que 
fija Diago y la que Cortés dice es insignificante 
á nuestro objeto y fácil de explicar por trueque 
del itinerario ú orden de los sucesos llevados á 
cabo por Tarif. Al decir Cortés que desde en- 
tonces desaparecen sus obispos, quiso dar á en- 
tender que ya no hay noticia de ellos. Pudo 
muy bien ocurrir que los tuviese, como sucedió 
en otros puntos de España. El Obispo Aguilar 
admite esta posibilidad como muy probable'. 

Si continuó habiendo Obispo en Segorbe en 
los comienzos del dominio musulmán, es indis- 
cutible que aquí quedó numerosa población mo- 
zárabe; si no le hubo, puede objetarse porque 
serían los cristianos cautivos en insuficiente nú- 
mero para tener entre ellos tan alta dignidad 
eclesiástica. De todas maneras resulta que, en 
mayor ó menor número, quedaron en Segorbe 
cristianos cautivos ó mozárabes, á los que se 
les permitía el ejercicio de su religión en la igle- 
sia de San Pedro. 

Entre nuestros antepasados quizá hubiese 



«Noticias de Segorbe y su Obispado», tomo I, pág. 6i. 



i6 

algunos tan alentados que, no queriendo sufrir 
ó no pudiendo tolerar el poder agareno, toma- 
sen refugio en el Pirineo aragonés y se uniesen 
á las huestes de Garci-Jiménez. Este fué el cau- 
dillo aragonés que reclutó las gentes de esta 
parte de España y apartó con ello el lenguaje 
de los visigodos, abrigándolo algún tanto del 
contacto inmediato del de los árabes. La huida 
hacia Covadonga ó al Pirineo catalán era mucho 
más difícil desde nuestra región: Pudo suceder 
que el espanto que á los segobricenses causara 
la visita de Tarif decidiera á parte de ellos á 
buscar la salvación ó la venganza uniéndose á 
las huestes del caudillo aragonés. Cuando menos, 
deudos ó amigos de los segobricenses no falta- 
rían entre aquellos cristianos libres. 

En proporción á lo que era entonces la po- 
blación española, la emigración hacia el Pirineo 
fué escasa: todos no podían, y muchos no que- 
rían abandonar sus pueblos; la inmensa mayoría 
de los españoles quedaron por de pronto en sus 
casas, resignados á sufrir el nuevo dominio. 

Es de suponer que, formalizada la recon- 
quista en Aragón, las comunicaciones entre 
cristianos cautivos y libres fuesen incesantes; 
la población mozárabe de aquí, identificada se 
encontraba con la de Aragón, y de ambas partes 
salían los mozárabes que podían huir á nutrir 
las filas de la reconquista. Todas las probabili- 
dades están de parte de relaciones estrechas 



'¡^... .. 



17 

habidas entre nuestro paí$ y el alto Aragón 
con motivo de la reconquista. 



II 



Los árabes que con la invasión se estable- 
cieron en España formaban una población exclu- 
sivamente masculina; privados aquí de sus mu- 
jeres, echaron mano de las españolas, muchas 
de ellas sin amparo de padres, hermanos ó 
esposos, y la descendencia de estas uniones 
aprendía el lenguaje de la madre, que después 
mezclaba con el del padre. 

Los niños tienen gran aptitud para apren- 
der los idiomas de viva voz. Por razones de ín- 
dole fisiológica, basta que oigan por algún tiem- 
po una lengua para expresarse en ella. El mejor 
método para la enseñanza de idiomas consiste 
en poner á los niños entre los naturales de la 
nación cuyo lenguaje se trata de hacerles apren- 
der. Cuando al fin dicho se trasladan las fami- 
lias al extranjero, al regresar á su vecindad, los 
pequeños han aprendido la lengua extraña, los 
adultos muy poco, y cuando el idioma es difícil, 
nada. 

Haciendo aplicación de este hecho natural 
á las circunstancias de España creadas por la 
invasión árabe, se pueden hacer algunas deduc- 
ciones. 



i8 

Ya dijimos que con la invasión no vinieron 
mujeres. Nuestra población femenina hablaba 
el latín clásico ó el vulgar, según eran en cate- 
goría social las mujeres. 

Las costumbres caballerescas y galantes de 
la raza árabe, para ser activas, habían de sol- 
ventar las dificultades del idioma, y á los árabes 
les fué más fácil aprender el lenguaje vulgar que 
la complicada sintaxis del latín clásico. El vul- 
gar podría ser para los árabes, tan pagados de 
la lengua de su raza, lenguaje soez, pero no un 
testimonio de fe cristiana, cual era para ellos el 
latín. Los motivos de religión, muy poderosos 
en aquellas circunstancias, fueron tan contrarios 
á la latinidad clásica como favorables al lengua- 
je vulgar. 

Es evidente que todos ó casi todos los niños 
nacidos en España durante el siglo viii mama- 
rían en su lactancia un lenguaje latino más ó 
menos vulgar, y la vulgaridad se acrecentaría al 
contacto de las palabras árabes pronunciadas 
por el padre. Estas condiciones de lenguaje, 
entrañadas en las primeras generaciones de los 
árabes españoles, difícilmente podían extinguir- 
se en lo sucesivo. 

La población árabe usó por necesidad ma- 
terial, y sin escrúpulos de religión, el lenguaje 
vulgar, y los mozárabes se acomodaron más á 
su uso porque ello les apartaba de los peligros 
que la latinidad llevaba consigo. 



19 

No vemos en este lenguaje vulgar más dife- 
rencia que la del nombre; los cristianos llamá- 
banle romance y los árabes aljamia. Habitada 
estaba España por árabes, cristianos libres, mo- 
zárabes ó cristianos cautivos ó sometidos y mu- 
ladíes ó renegados, y todos tenían miras par- 
ticulares, políticas ó religiosas que trascendían 
profundamente al lenguaje. 



III 



No puede desconocerse que al comenzar la 
época árabe en España había en ella un nume- 
roso populacho falto de toda cultura, del que 
apenas importa saber en qué proporciones con- 
currían á formarle los árabes y muladíes. Este 
populacho, rodeado continuamente de los exce- 
sos de unos tiempos fecundos en tropelías y ar- 
bitrariedades, hallábase sin disciplina social. El 
calificativo de árabes ó de muladíes era para 
gran parte de aquella muchedumbre poco más 
que una marca de ganadería. 

La fatalidad de las circunstancias colocó 
-entre este populacho á los mozárabes más hu- 
mildes. El hecho de tener adoptado como len- 
guaje el latín hispano, les imprimía el sello de 
la degradación social y les hacía pertenecer al 
pueblo ínfimo. 

Este lenguaje era para la gente literata de 



20 

aquel entonces el conjunto de corrupciones y 
adulteraciones causadas por depravación y aban- 
dono intelectual y alejamiento de todo estudio; 
no tenía representación en la escritura, y las 
voces de que se componía se encontraban en el 
arroyo. 

Por todo esto, el lenguaje vulgar era muy 
mal visto por la parte intelectual de la pobla- 
ción de aquel entonces: lo mismo le repudiaban 
los latinos que los árabes ilustrados, y todos se 
empeñaban en no reconocer más que dos len- 
guajes, el latín y el árabe. El lenguaje latino- 
hispano usado por el vulgo merecía por igual el 
desprecio de los árabes que de los latinos. 

El árabe se habló en España por los invaso- 
res en primer lugar y después por la propaga- 
ción en los hijos del idioma del padre. Ya diji- 
mos que los hijos de los primeros invasores 
tomarían el lenguaje de la madre; después uni- 
rían á aquél el del padre, pues en la infancia 
esta dualidad de idiomas es cosa fácil de poner, 
rodeados de circunstancias á propósito. 

Ser el lenguaje del dominador y hasta cier- 
to punto símbolo del poder musulmán, eran 
condiciones muy favorables para la propagación 
y arraigo del árabe. 

Así vemos que los muladíes, más atentos á 
las conveniencias del tiempo que á las de la 
conciencia, fingían abolengos orientales, usaban 
nombres oriundos de aquellas regiones, esforzá- 



banse por arabizarse y reprendían á los depen- 
dientes suyos que no disponían de algún voca- 
blo de cortesía del nuevo idioma. 

De la política de los árabes surgía la mar- 
cha de los acontecimientos en aquellos tiempos. 
Los mozárabes, ilustrados por necesidad, cono- 
cían ambos idiomas. La política imperante no 
era á propósito para cultivar latinidades. A las 
clases directivas de aquella sociedad había que 
hacerles toda expresión y comunicación en su 
idioma. Para la vida pública era preciso poseer 
el árabe; el latín quedó relegado á la vida pri- 
vada; el árabe era la lengua oficial, y el latín fué 
llamado el lenguaje de los cristianos. De mane- 
ra que en el comercio ordinario de la vida el 
árabe era de mucha mayor aplicación que el 
latín; por ello el número de personas conoce- 
doras de éste disminuyó considerablemente. 

El P. Burriel, á propósito de esto, dijo': 
«Duró entre los españoles dominados de los 
» moros la lengua latina, á lo menos como len- 
»gua erudita y necesaria á la religión. Mas con 
»el tiempo la lengua vulgar de esta rama de la 
» nación fué la árabe, que en el siglo ix cultiva- 
»ron muchos cristianos en Córdoba con tal afi- 
»ción, que competían y aun excedían en primor 
»á los moros, desdeñando y olvidando la lengua 
»latina propia de su nación y religión.» 

^ Citado por Bernardo Aldrate en su obra del «Origen 
y principios de la lengua castellana», libro I, pág. 142. 



Lo dicho por el P. Burriel no demuestra la 
desaparición completa del latín, como se ha su- 
puesto por algunos, sino el disgusto que le cau- 
saba la desatención hacia la latinidad y el des- 
acierto en que se incurrió apartándose de una 
lengua que siempre fué símbolo de la civiliza- 
ción. 

Conservación y uso constante del latín por 
parte de los cristianos ilustrados hubo siempre* 
Son muchos los doctores de la Iglesia mozára- 
bes que escribieron en aquel idioma, y muchas 
también las actas de Concilios y de martirios 
que se escribieron en latín, así como numerosas 
las colecciones canónicas y litúrgicas. 

Esta conservación de la latinidad era sola- 
mente en el reducido círculo de la literatura y 
de la erudición eclesiástica; en el terreno vul- 
gar, el latín había perdido por completo todo 
uso, y el árabe era ya lenguaje de intimidad y 
de sociedad hasta para los mismos mozárabes. 

Y tanto es así, que obispos españoles del 
siglo IX mandaron traducir del latín al árabe los 
libros santos'. La Iglesia siempre procuró que 
la doctrina de Jesucristo . fuese explicada en 
todos los idiomas. Nuestro paisano el fraile do- 
minico P. Diago, cuando escribió sus décadas 
en el convento de Segorbe, ya nos dio la noti- 



^ «La ciencia española», por Marcelino Menéndez Pela- 
yo, tomo III, pág. 134. Madrid, 1888. 



23 

cia, hoy muy útil, de que los frailes de Santo 
Domingo, desde el año 1237, trabajaron acti- 
vamente para establecer la enseñanza del idio- 
ma arábigo, tan necesario á sus misiones. 

Las obras escritas en latín clásico difícil- 
mente podrían consultarlas las muchedumbres 
iliteratas y aun los que, como lengua vulgar, 
usasen el romancé hispano-Iatino. Los doctos y 
admiradores del idioma del Lacio resistieron 
seguir al vulgo por el camino del romance; ten- 
drían como una indignidad escribir los libros 
santos en aquel bastardo lenguaje. 

¿Quién había de creer entonces que aquel 
lenguaje tan despreciado por todos constituía las 
primeras manifestaciones de lo que fué después 
excelente escritura é incomparable decir de 
Fr. Luis de León, Fr. Luis de Granada, los 
PP. Nieremberg y Avila, Santa Teresa, Cer- 
vantes y Quevedo? 

Los hombres estudiosos en las últimas eta- 
pas de la dominación árabe, y aun antes, exten- 
dían el examen literario á los trabajos aporta- 
dos por ambas partes; así, que hubo sabios que 
lo fueron en ambos géneros de literatura. 



IV 



Buscando nosotros restos del dominio árabe 
en la comarca, lo que hallamos es de poca sig- 



24 

nificación. Como si fuera consigna entre lite- 
ratos, llevan éstos á cualquier escrito que de 
cosas árabes trate, ponderaciones fantásticas é 
imágenes voluptuosas. El azul de los cielos, per- 
fumes, jardines, flores y fuentes figuran casi 
siempre en los artículos que se ocupan de mu- 
sulmanes asuntos. Dejemos para escritores de 
más vuelo estos deportes, y para otras comar- 
cas, las milesias de elegante traza; en la nues- 
tra, de la época árabe, sólo encontramos grande 
animación en los campos y prosa orgánica en 
sencillas viviendas. 

Los castillejos de Ahín, Almedíjar, Azuébar, 
Valí de Almonacid y otros, son obras que ape- 
nas merecen citarse. 

Los habitantes de la cuenca del Palancia 
vivían más diseminados que ahora: la vida era . 
menos urbana y más campestre. Las caseríos de 
los valles de Almonacid, Aurín, Cánava y otros 
han desaparecido, y las tierras son al presente 
términos municipales de Algimia y Yall de Al- 
monacid, Castelnovo, Altura', etc. 

Los caseríos de Mosquera, Campillo, Argui- 
nas"", etc., han quedado en fincas de un solo 
dueño. Muchos de los actuales pueblos de la 
comarca tomaron entonces origen. Allí donde 



^ Según D. Miguel Cortés, en la época romana Segorbe 
partía mojones con Artana, Eslida, Jérica, Liria y Sagunto. 

'^ Locum supra Torres Torres qui dicitur Arguinas cum 
términis suis in Darocha («Repartimiento», pág. 266). 



25 

los árabes encontraron terrenos á propósito para 
el cultivo y agua para beber y regar, instalaron 
sus viviendas. La mayor parte de la población 
habitaba en el campo, y los peligros de las gue- 
rras hacíanles unas veces huir y otras buscar 
abrigo en los castillos vecinos. En este ambien- 
te campestre de la comarca no es probable tu- 
viesen gran vida, literatura, ciencias y artes. 
Estas sencillas apreciaciones no armonizan con 
lo que cuenta el historiador Escolano. Escribió 
este autor en sus «Décadas» : «Un sabio moro del 
» Valle de Segorbe contaba haber leído en un 
» libro arábigo que cuando los suyos tenían el 
» poder en España, florecía en Jérica la escue- 
»la general de este reino y los maestros de las 
» ciencias que entre ellos se enseñaban. Según 
»que hallaban por experiencia que los natura- 
»les de ella se aventajaban á los demás en suti- 
»lidad de ingenio, merced del cielo que unos 
» atribuían al clima y otros á la calidad de las 
» aguas, por donde comúnmente son tenidos los 
»de esta villa y del cuartel de Segorbe por los 
» andaluces del reino de Valencia'.» 

Es un absurdo suponer que las condiciones 
climatológicas y topográficas de Jérica fuesen 
solamente en aquel período de la historia aptas 
para producir sutilidad de ingenios. Las mis- 



^ Escolano. «Décadas de la Historia de Valencia», edi- 
ción de D. Juan B. Perales, tomo II, pág. 330. Valencia, 1889. 



26 

mas causas debían seguir produciendo igua- 
les efectos, y al presente no se notan en el país 
rasgos intelectuales superiores á los del resto 
del reino de Valencia. De ser cierto el cuento 
que Elscolano refiere, mayores serían las huellas 
de la cultura de aquella época. 

Lo que sí parece ser cierto es la residencia 
en el castillo de Jérica, al que llamaban de 
los xerifes (nobles), de la ilustre familia de los 
Jazrrachíes, descendientes de Saad-ben- Abada, 
el valeroso campeón del Islam, indicado para 
primer califa, aunque no llegó á serlo, y de 
quien procedían también los reyes de Granada\ 

D. Julián Rivera, actual catedrático de len- 
gua árabe en Zaragoza, en un artículo sobre las 
tribus árabes en el reino de Valencia, habla de 
los Tihries, rama de la tribu de Caraix (á la que 
pertenecía Mahoma), descendientes del emir 
Yusuf, antecesor de Abderramán I. Los Tihries 
tomaron el apellido mozárabe Alpuente, por ser 
heredado de este castillo. Los de la tribu de 
Cadaa, tan célebre en los fastos arábigos, eli- 
gieron por residencia la villa de Onda, y los 
Abdaríes, Sagunto^ 

Es verdaderamente una nota saliente el he- 
cho de residir estas nobilísimas familias árabes 



^ «Valencia», por D. Teodoro Llórente, tomo I, pág. 361. 
Barcelona, 1887. 

* «El Archivo», núm. 11. Denia, 1886. 



27 

en nuestra zona; pero ello no es motivo bastante 
para que consideremos las cosas árabes intro- 
ducidas y arraigadas en nuestra comarca de una 
manera excesiva. Al contrario, domina en nos- 
otros la idea de una relativa y preponderante 
subsistencia en el país de las tradiciones visigo- 
das conservadas por los mozárabes. La época 
árabe, que bajo ciertos aspectos fué muy inte- 
lectual en España, no dejó aquí recuerdos que 
se hayan transmitido en obras, ciencias ni lite- 
ratura. De aquella época, y revelando lenguaje 
mozárabe, podrá ver el lector en el lugar co- 
rrespondiente de este libro algunas palabras de 
nuestra nomenclatura rural. 



V 



Los hechos mejor conocidos de nuestra his- 
toria y que más influencia han ejercido en el 
lenguaje de esta comarca, corresponden al rei- 
nado de D. Jaime I de Aragón. Los años de 
lucha, más ó menos activa, entre la decaída mo- 
risma valenciana y la pujante acción del Con- 
quistador, tuvieron trascendencia muy directa 
en favor del aragonismo en nuestro suelo. 

Entre cuantas personas figuraron en la re- 
conquista de Valencia, ninguna ha causado tanta 
influencia en el lenguaje de la comarca de Se- 
gorbe como Zeit-Abuceit. No vaya á creerse 



28 

fué esta influencia de carácter literario ó que 
dejó sentirse transitando por los senderos de la 
erudición. La expresada influencia actuó con- 
servando las tradiciones del país, y se determi- 
nó como una consecuencia lógica y necesaria 
de la actitud política adoptada por Zeit-Abuccit 
en el año 1229. 

En lo sucesivo de este trabajo tendremos 
ocasión de citar repetidas veces á Zeit-Abuceit; 
y para dar á entender la importancia mucho 
más grande que tuvo en tiempos anteriores á 
los de su llegada á Segorbe el expresado per- 
sonaje, basta decir que poseyó los reinos de 
Valencia y Murcia. Zeit-Abuceit había estado 
en la batalla de las Navas al lado de Mirama- 
molín, y como vio rotas por los aragoneses las 
cadenas con que estaba atrincherado su real, 
juzgó que iba á ser vencido por allí, dando su 
caballo al dicho Miramamolín para que se salva- 
se. Después de la derrota, de gobernador que 
era Zeit, se alzó con el reino de Valencia y des- 
pués con el de Murcia, que hasta entonces había 
sido de aquél, juntamente con los de Sevilla, 
Jaén y Granada. Aquellos dos primeros reinos 
los poseyó Zeit-Abuceit hasta el año 1223, en 
que la gente de Cuenca, Huete, Alarcón y Moya 
se juntaron por mandato del rey D. Fernan- 
do III de Castilla, y corriendo las tierras de Va- 
lencia, obligaron á Zeit á pagar tributo al caste- 
llano. Pronuncióse después contra él el reino 



29 

de Murcia, y en el de Valencia alzóse Zam, cau- 
dillo de Denia, hijo de Madet y nieto de Maho- 
med-Lobo, rey que fué del propio reino de 
que ahora se apoderaba su nieto. 

Llegados á las postrimerías del poder sarra- 
ceno, fué Segorbe la población escogida por 
Zeit-Abuceit para reunir á sus más fíeles ser- 
vidores, y la población conservóse adicta mu- 
cho tiempo después de transitar por terri- 
torio valenciano los ejércitos de la recon- 
quista. 

Al fijar la atención en la reconquista del 
reino de Valencia, distínguense dos elementos 
principales, uno aragonés y otro catalán. La 
acción de los aragoneses fué la base político- 
militar que preparó la reconquista de Valencia. 
Los autores que han escrito anales de Aragón 
y los que escribieron crónicas catalanas, han 
estudiado cada cual á su respectiva región sin 
particularizar mucho en la parte que aisladamen- 
te les afecta. Dentro de un mismo asunto se han 
reducido á enaltecer á sus paisanos. Los histo- 
riadores de Valencia, dicho sea en su honor, 
han sabido guardar justo respeto á la imparcia- 
lidad histórica, y no han actuado de catalanis- 
tas ni de aragonistas. 

Para nosotros ofrece un interés de primer 
orden la acción aragonesa en el reino de Va- 
lencia, antes de incorporarse los catalanes á las 
huestes de Aragón. Consideramos una conse- 



30 

cuencía de dicha acción el lenguaje aragonés 
que predomina en nuestra comarca. 

Ya en los tiempos del rey D. Pedro, padre 
de D. Jaime I, D. Pedro Ruiz de Azagra con- 
quistó á los sarracenos las tierras del Rincón de 
Ademuz. 

La brevedad nos impone omitir el relato de 
las hazañas de este caballero navarro antes de 
posesionarse del señorío de Albarracín. Cuando 
se halló instalado en él, gozaba de cierta inde- 
pendencia en sus relaciones con los monarcas 
de Castilla y de Aragón. Después de muerto 
Aben-Lobo, á quien debía atenciones, llevó á 
cabo una incesante guerra contra los moros, y 
con continuas correrías dio gran ensanche á su 
estado. Llegó á inspirar temor, ó por lo menos 
respeto, á los reyes cristianos. Atrajo hacia sí 
numerosas gentes de Navarra, Castilla y Ara- 
gón, y durante algunos años estos guerreros, 
con sus excursiones, fueron la inquietud de los 
emires de Valencia. 

En los pueblos conquistados por este Aza- 
gra, primer señor de Albarracín, de seguro no 
instalarían catalanes. El lenguaje de aquellos 
guerreros era el castellano de su época con las 
modalidades aragonesas, y éstas fueron las que, 
andando el tiempo, observó en los comienzos 
del siglo pasado en Titaguas el sabio D. Simón 
de Rojas Clemente. 

Tan grande como fué la influencia y pode- 



31 

río de dicho Azagra, mayor la tuvo su hijo don 
Pedro Fernández de Azagra; tal caso se hacía 
de éste en Aragón, que por su intervención no 
estalló la guerra civil á la muerte del rey don 
Pedro, y mereció el honor de conseguir la liber- 
tad de Jaime I, niño de cinco años retenido 
como prisionero en Francia en poder de don 
Simón de Monforte, después de la desgraciada 
batalla de Murel. Este hecho de armas ocurrió 
en 13 de Septiembre de 12 13. 

Después que fué recibido por el rey de Valen- 
cia Zaén y echado de ella Zeit-Abuceit, éste se 
retiró á Segorbe, en cuyo castillo se hizo fuerte. 
Adheridos á la causa de Zeit-Abuceit estaban 
los pueblos de este distrito y de las cuencas 
altas de los ríos Mijares y Turia con todas las 
tierras que hay por esta parte hasta Teruel. De- 
jando la población de Segorbe bien asegurada, 
y quizá vigilada por los de Azagra, partió con 
su hijo Zeit-Mahomet para Zaragoza á entrevis- 
tarse con el rey de Aragón. 

Expúsole Zeit á D. Jaime I sus agravios con 
Zaén, y le pidió su auxilio para obrar manco- 
munadamente en contra de éste. 

No parecieron mal á D. Jaime I las propo- 
siciones de Zeit. También fueron del agrado de 
los ricos-hombres de Aragón, los que expusie- 
ron al rey que, mediante un tratado y el soco- 
rro de los amigos que en sus Estados conserva- 
ba el destronado emir, prometía resultado más 



32 

fructuoso una campaña contra Valencia que 
una expedición marítima, expuesta á tantas 
eventualidades'. El tratado se hizo en Calatayud 
á 21 de Abril de 1229. En él, Zeit-Abuceit y 
su hijo ceden la cuarta parte de lo que podrán 
conquistar en el reino de Valencia al rey don 
Jaime y á su hijo D. Alfonso, que prometen 
ayudarles en la empresa, y sp reservan además 
las conquistas que por sí mismos hagan sin ayu- 
da de Zeit. Estas pocas noticias da de aquel 
tratado ó convenio el barón de Tourtolón, las 
que tomó de un documento que se halla en el 
archivo de Aragón (pergaminos de D. Jaime I, 
número 373). Escolano añade además"" que 
«Zeit-Abuceit exigió de D. Jaime que no se lla- 
mara rey de Valencia durante la vida de Zeit». 
Ambos contratantes diéronse la tenencia de 
Castillos. De este tratado es evidente que deriva 
la retención y conservación en favor de Zeit- 
Abuceit de Segorbe y su comarca hasta mucho 
después de caer Valencia en poder de don 
Jaime. Durante los catorce meses que estuvo 
el Conquistador dirigiendo personalmente la 
conquista de Mallorca al frente de los catalanes 
y algunos caballeros aragoneses, Zeit-Abuceit 
pudo sostenerse en Segorbe y retener á sus ór- 



* <D. Jaime I el Conquistador, según las crónicas y do- 
cumentos inéditos, por Ch. de Tourtolón, tomo I, pági- 
na 200. 

* Escolano, tomo I, pág. 209. 



33 

denes esta comarca, favorecido por el apoyo con 
que robustecían su poder los Azagras, Jiménez 
de Árenos y otros caballeros aragoneses. 

Las huestes de Zaén, que desde Valencia 
á Tortosa paseaban y maltrataban el país, no 
pudieron hacer lo propio en Segorbe: los in- 
tentos de encender el fuego de la rebelión 
en la comarca, los sofocaron pronto los arago- 
neses. 

Vuelto de Mallorca el rey D. Jaime, siguió 
otorgando su amparo á la causa de Zeit, pero 
á éste le vemos figurar en la corte cual si fuera 
un rico-hombre. En ocasión en que el rey don 
Jaime se disponía á reconvenir á D. Blasco de 
Alagón, que se anticipó á tomar la plaza de 
Morella, quiso hacerlo en presencia de su séqui- 
to, del que formaban parte Fernández Azagra, 
Atho Orella y Zeit-Abuceit'. La presencia de 
este último entre los ricos-hombres de Ara- 
gón formando en la escolta de D. Jaime I es 
muy frecuente notarla leyendo nuestras histo- 
rias de la Edad Media. La categoría de Zeit- 
Abuceit, á juzgar por esto, estaba equiparada á 
la de los ricos-hombres de Aragón, y la pose- 
sión de Segorbe, con su comarca, considerada 
como un Estado de señorío dependiente del 



^ «D. Jaime I el Conquistador, según las crónicas y docu- 
mentos inéditos», por Ch. de Tourtoulón, tomo I, pág. 274. 
Valencia, 1874. 



34 

Conquistador. Para el antiguo emir de Valen- 
cia no podía ser esta distinción cosa tan alta 
como la que le había usurpado Zaén, pero era 
la mayor distinción que podía otorgar el rey de 
Aragón. A tanto la hacían llegar algunos ricos- 
hombres, que hasta se permitían tratar al rey 
de igual á igual. Muchas veces aquellos seño- 
res, con derecho bastante, designaban como 
suyos castillos que estaban por tomar á fuerza 
de armas. Por ello, cuando se rendían los fuer- 
tes á la persona del monarca sin emplear la 
fuerza, suceso en aquella guerra muy frecuente, 
se originaban incidentes de amor propio ó de 
conveniencia material que siempre lastimaban 
ó debilitaban la autoridad real. Del cúmulo de 
alegatos y reclamaciones que había en derredor 
del monarca, podrá formar idea el lector tenien- 
do presente el capítulo 146 de la crónica del 
rey D. Jaime, en la que se lee: «Sobre las pre- 
sas tocaba al rey la quinta parte nada más; el 
resto había que distribuirlo. » 

Laboriosos y antojadizos solían ser en aque- 
lla época de guerra los trámites para obtener la 
posesión ó dominio de cuanto podía constituir 
objeto de propiedad. Lo mismo la adquisición 
de una alhaja que la de un señorío de proce- 
dencia sarracena, no se alcanzaba sin contra- 
dicción más ó menos manifiesta. Las riquezas 
de los moros huidos eran solicitadas por los de 
su propia raza que se quedaban en el país y por 



35 

los conquistadores. Los ímpetus de la codicia 
hallábanse desbordados. Así que la posesión 
de la comarca adherida al señorío de Zeit- 
Abuceit, mediante el apoyo de los aragoneses, 
se conservaba en una especie de equilibrio in- 
estable. Zeit-Abuceit, á pesar del gran interés 
que por él tenía D. Jaime, era un árbol caído 
del que todos esperaban sacar astillas. La espe- 
cie de protectorado que para muchos sarrace- 
nos ejercía en favor de Zeit-Abuceit el rey de 
Aragón, seguro es que suscitaría simpatías entre 
árabes y aragoneses que no se borrarían des- 
pués por entero, pero todo ello no resolvía en 
definitiva el problema de la paz pública en Se- 
gorbe. El dominio de Aragón había de consoli- 
darse por otros hechos que vinieron después. 
El Estado de Zeit-Abuceit, ó sea la cpmarca de 
Segorbe, estaba de hecho incorporado á Ara- 
gón; pero esto no podía decirse públicamente 
ante el temor de apartar algunos sarracenos del 
servicio de la reconquista, á la que servían in- 
conscientemente. Las resoluciones y disposi- 
ciones que venía adoptando D. Jaime en lo que 
afectaba á esta comarca, las hacía suyas Zeit- 
Abuceit. Ambos se proponían con las mayores 
ansias facilitar la conquista de Valencia. Du- 
rante los años intermedios entre el convenio 
de Calatayud (1229) y la rendición de Burria- 
na (1233), los sarracenos de Segorbe, halagados 
de continuo por Zeit y los aragoneses, pudieron 



36 

perder parte de los odios tradicionales y aver« 
sión hacia los conquistadores. En todo este tiem- 
po la influencia aragonesa en el lenguaje de la 
comarca fué exclusiva é incesante. La influencia 
catalana no podía sentirse en Segorbe durante 
unos años en que todavía no estaban incorpo- 
rados los catalanes á los aragoneses para la con- 
quista del reino de Valencia. 



VI 



Publicada por el Papa Gregorio IX la Cru- 
zada contra los reinos musulmanes de España, 
y acordado por las Cortes de Monzón (1232) 
hacer la guerra á los sarracenos de Valencia, 
sólo era cuestión de fecha el fijar el día en que 
había de comenzar la empresa. 

D. José Puiggarí', en un estudio sobre es- 
trategia y costumbres militares de la Edad Me- 
dia, trae á la memoria el capítulo CXXIII de 
la «Crónica del Rey D. Jaime». En dicho estu- 
dio se lee: 

«Para correr tierras de moros y apoderarse 
»de Burriana asignó día á los ricos-hombres, á 
»los maestros del Temple, Hospital, Uclés y 
»Calatrava, que se hallaban en territorio suyo^ 



^ De «La Ilustración Española y Americana», año 1880^ 
tomo I, págs, 47-78 y otras. 



37 

»para que á primero de Mayo del año 1233 
» fuesen á reunírsele en Teruel, pero ninguno 
»de los asignados acudió dentro del plazo, si 
»bien comparecieron Bernardo de Montagut, 
» obispo de Zaragoza, D. Pedro Fernández de 
»Azagra y otros caballeros de su mesnada, uno 
»de ellos D. Jimeno Pérez de Tarazona, señor 
»de Árenos, hasta ciento veinte señores y las 
» milicias de Teruel.» La presencia del de Aza- 
gra y del de Árenos parecen puntualizadas en 
este capítulo de la «Crónica del Rey D. Jaime». 
Azagra ya es conocido por lo que dijimos ante- 
riormente del D. Jimeno Pérez de Tarazona: era 
hijo del Justicia mayor del reino, dignidad la 
más alta después de la persona real. De sus re- 
laciones de amistad primero y de familia des- 
pués con Zeit-Abuceit da idea el P. Mariana^ 
diciendo: «Del matrimonio de Zeit-Abuceit con 
»D.^ Dominga López nació una niña llamada 
»Alda Hernández, mujer que fué después de 
»D. Blasco Jiménez de Tarazona, que sucedió 
» entre otros muchos señoríos que eran del rey 
»su suegro, y los heredaron después los de 
» Árenos.» 

Zurita"" viene á decir lo propio en el siguien- 
te párrafo: «Zeit-Abuceit; antiguo emir de Va- 
»lencia, sirvió de intermediario entre los sarra- 



Mariana. «Historia de España», tomo I, pág. 388. 
Zurita. «Anales de Aragón», tomo I, pág. 147. 



38 

ícenos y el rey D. Jaime de Aragón. Al abju- 
/>rar su religión había conservado las costumbres 
»de los musulmanes y practicaba la poligamia. 
»Por gestiones de Sancho Ahones, obispo de 
» Zaragoza, casó ante la Iglesia con una dama de 
«aquella ciudad. De esta unión tuvo una hija 
»que fué casada con D. Blasco Jiménez, hijo de 
» Jiménez Pérez de Tarazona, señor de Árenos.» 

Se llama la atención en la «Crónica del rey 
D. Jaime hacia Azagra y Árenos entre los ca- 
balleros de mesnada, sin duda alguna por la 
acción política ó diplomática que estaba á sus 
alcances ejercer en la comarca. Estos dos caba- 
lleros tenían un completo conocimiento de este 
país y de sus habitantes, lo que era muy impor- 
tante al cruzarlo primero y dejarlo á su reta- 
guardia después. 

A la cabeza de las tropas aragonesas entró 
el Conquistador en las tierras de Valencia. No 
ocurrió nada de particular hasta llegar á Jérica. 
Esta población se opuso al paso por ella del 
ejército real. D. Jaime no trató entonces de 
rendirla, pasando de largo junto á ella: sólo se 
entretuvo el tiempo necesario para talar sus 
campos. Segorbe tuvo abiertas sus puertas al 
rey de Aragón, y continuando su marcha llegó 
á Torres-Torres. Los de este castillo se ence- 
rraron en él, y el ejército aragonés les taló los 
campos. Ya entonces se le unieron los soldados 
del Temple y San Juan con las milicias de va- 



39 

rias ciudades, con las que, reforzado considera- 
blemente el ejército de D. Jaime, partió para Bu- 
rriana. 

Ante los muros de ella se completó el ejér- 
cito con la llegada de las tropas feudales y co- 
munales que no habían podido llegar á Teruel 
el día fijado en la convocatoria. En este nume- 
roso ejército estaban en mayoría los soldados 
catalanes sobre los aragoneses. El sitio de Bu- 
rriana por el Conquistador es el primer acto 
que la reconquista catalano-aragonesa llevó á 
efecto en el reino de Valencia. En los hechos 
militares de este reino, ejecutados por los ara- 
goneses anteriormente, no tuvieron ninguna in- 
tervención los catalanes. Con la llegada de éstos 
vino también su lengua, y allí donde se fijó el 
elemento catalán, brotó después el dialecto va- 
lenciano. 

Rendida Burriana á los dos meses de sitio, 
la presencia, por algún tiempo, en ella del rey 
apresuró la rendición de villas y castillos, algu- 
nos importantes como Peñíscola, Alcalá y Cer- 
vera. 

Urgentes asuntos reclamaron la presencia 
del rey en Cataluña. Dejó entonces el monarca 
á Burriana y marchó á Barcelona. 

Prosiguióse más adelante la guerra contra 
los musulmanes. Derrotados éstos en la batalla 
del Puig en Agosto del año 1237, puso esta 
victoria expedito el camino al ejército cristiano 



40 

hasta las puertas de Valencia. Instalado el cam- 
pamento real en las afueras de la ciudad, bien 
pronto fueron acudiendo las fuerzas sitiadoras. 
Muchos mercaderes de Montpeller y de Lérida 
aparecieron en el campamento, donde se vendía 
«toda clase de artículos para los sanos y para 
»los enfermos; éstos podían cuidarse en el cam- 
»pamento como si estuvieran en Lérida ó Bar- 
»celona» (palabras de la «Crónica del Rey don 
Jaime»). 

Obligada Valencia á capitular, entregóse á 
D. Jaime I mediante condiciones estipuladas y 
firmadas en 28 de Septiembre de 1238. Según 
fué lo tratado, los habitantes tuvieron cinco 
días para dejar la ciudad con todo lo que pu- 
dieran llevar consigo. El rey garantizó con una 
escolta su seguridad hasta Cullera, que queda- 
ba, con Denia y la parte del reino de Valencia 
al Mediodía del Júcar, en poder del emir Zaén. 

Los sarracenos que quisieron permanecer en 
Valencia conservaron todos sus bienes muebles 
é inmuebles, con el libre ejercicio de su religión 
y de sus leyes. 

Dueño el Conquistador de Valencia, hubo 
de procederse al reparto de los bienes abando- 
nados por los sarracenos que habían preferido 
dejar el país. 

El rey dio además feudos en el reino de Va- 
lencia á los caballeros aragoneses y catalanes. 
Las probables donaciones que el rey hiciese 



41 

así que tomó Burriana no constan en ninguna 
parte, según afirman los historiadores. Las que 
hizo con motivo de la victoria del Puig y toma 
de Valencia, están consignadas en el libro del 
«Repartimiento», del que más adelante nos ocu- 
paremos. En las donaciones que corresponden 
á los años 12377 1238 se respeta casi por com- 
pleto el señorío de Zeit-Abuceit en Segorbe. 
Los propietarios no fueron inquietados en la 
posesión de sus tierras ó propiedades particu- 
lares. Pero quizá por conveniencia ó mero asen- 
timiento de Zeit-Abuceit, no muy firme en el 
dominio de los pueblos de la Sierra de Espadan, 
se hiciesen donaciones que fortalecieran hasta 
cierto punto la posesión de Segorbe. Dióse á 
Fr. B. dh Bort, comendador de Alcalá, el cas- 
tillo de Almedíjar; á Berenguer, obispo de Bar- 
celona, el castillo de Almonacid y todo su valle; 
á D. Pedro Fernández de Azagra, los castillos 
de Chelva y Eyetura (Altura); al obispo sego- 
bricense Jimeno, unas casas en Valencia y la 
Alquería de Navajas'. D. Jaime hizo también 
esta otra donación en el año 1237: «A P. Fe- 



^ La Alquería de Navajas estaba situada en una llanura 
donde se recogían las aguas; podía haber algunos edificios 
en ella; nada de lugar fuerte, cosa tan estimada en unos 
tiempos en que el aprecio de las poblaciones se graduaba 
por lo que eran sus castillos ó murallas. Lo insignificante de 
la donación como poblado lo representa el sello de su mu- 
nicipio con sólo una encina en campo abierto. 



42 

rrandi de Albarracín (Azagra); Vallem de Cana- 
va juxta Segorbium IV nonas augusti.'» 

Este valle de Cánava no han debido los au- 
tores entender cuál era. Ni en el Escolano an- 
tiguo, ni en la edición moderna de Perales, ni 
en Diago se hace expresa manifestación de esta 
donación. D. Juan Antonio Balbas prescindió 
de ella cuando recogió en un capítulo de su 
libro las donaciones hechas por el Conquistador 
en la provincia de Castellón. 

La explicación de la aludida omisión es sen- 
cillísima para nosotros, que somos hijos de este 
país. Durante el reinado de D. Martín de Ara- 
gón se levantó en el Valle de Cánava el gran- 
dioso monasterio de cartujos; divulgóse por los 
monjes la semejanza de este valle con el en que 
Jesucristo sufrió la pasión, y desde entonces se 
le conoce con el nombre de Vall-de-Christi ó 
Valdecristo, al que en tiempos del Conquista- 
dor se llamaba de Cánava. Las tierras de los 
contornos adyacentes á la derruida Cartuja con- 
tinúan llamándose Cánavas, conforme á la de- 
nominación primitiva. 

Conocidas que fueron en Cataluña las ex- 
traordinarias y fáciles victorias alcanzadas por 
el ejército conquistador, así como las riquezas 



^ «Repartimiento de los reinos de Mallorca, Valencia y 
Cerdeña», por D. Próspero de Bofarull, cronista de la coro- 
na de Aragón, pág. 372. Barcelona, 1856. 



43 

que los musulmanes abandonaban, vinieron en 
tropel los catalanes á recoger los provechos del 
éxito y participar del botín. Gran multitud de 
catalanes se esparcieron por Valencia y pue- 
blos de su litoral. 

Con esta numerosa masa inmigrante llegó á 
Valencia su dialecto catalán. Como dicho len- 
guaje se usaba por el rey vencedor y por gran 
parte del ejército victorioso, era, al menos en 
ciertas ocasiones, el de actualidad y el que im- 
ponían las circunstancias. En toda la costa valen- 
ciana prevaleció prontamente, por ser lugares 
donde los catalanes recién llegados estaban 
acumulados en gran número; los vacíos que de- 
jaban los sarracenos eran en seguida ocupa- 
dos por los catalanes. 

Los sarracenos de Segorbe no se movieron 
entonces de sus casas, sometidos como estaban 
á Zeit-Abuceit, pero no satisfechos todos con él. 

Los cristianos seguro es que se hallarían 
entonces poseídos de lisonjeras expectativas. 

Las circunstancias de esta comarca eran 
como de una interinidad poco á propósito para 
que acudiesen á ella catalanes ansiosos de esta- 
blecerse en este terreno. Mayor prosperidad y 
riquezas y más ancho campo para instalarse fa- 
milias catalanas ofrecíales la parte del reino de 
Valencia, que ya habían abandonado gran nú- 
mero de musulmanes de todos sexos y edades. 

En la comarca de Segorbe no había vacíos 



44 

de población que ocupar á raíz de la rendición 
de Valencia, y por eso no se establecieron en- 
tonces en la comarca los catalanes con sus fa- 
milias. Lo cual equivale á decir que la primera 
y más grande invasión de lenguaje catalán que 
inundó á Valencia no alcanzó á Segorbe y su 
comarca. 



VII 



Dos años antes de la rendición de Valencia, 
en el de 1236, hallándose Zeit-Abuceit en Te- 
ruel, reconoció ser su obispo y de los lugares 
que conservaba en su poder el prelado segobri- 
cense D. Guillermo. Eran los dichos lugares 
Arenoso, Montan, Castielmontán, Cirát, Tormo, 
Fuentes, Villanueva, Villamalur, Terdelas, Ar- 
tos, Ayódar, Buynegro, Villamalea, Onda, Nu- 
les, Usón, Almenara, por un lado, y por otro, 
Alpuente, Cardelles, Andilla, Tuéjar, Chelva, 
Domeño, Chulilla y Liria, con todos sus térmi- 
nos, castillos y alquerías, y Segorbe con todos los 
pueblos situados en el centro de los primeros*. 



^ La copia original de esta escritura la conserva el Ca- 
bildo de Segorbe, la publicó el P. Villanueva en su «Viaje 
literario á las iglesias de España», la traen también Perales 
en la última edición de Escolano y Balbas en «El libro de la 
provincia de Castellón». El obispo Aguilar razonó algún 
tanto este documento con sumo acierto y lo publicó en las 
«Noticias de Segorbe y su Obispado». 



45 

En el año 1238, á 19 de Abril, hallándose 
el mismo Zeit-Abuceit en Albarracín, renovó la 
donación anterior, pero no nombrando otros 
pueblos que loa que necesitaban confirmación. 
En los anteriores otorgamientos se situaba aquel 
rey de Valencia, cosa que no aprobaban los ca- 
balleros aragoneses y otras personalidades que 
rodeaban á D. Jaime I. 

Después de la capitulación de Valencia, la 
autoridad y prestigios de Zeit-Abuceit, no sólo 
como rey que él se titulaba, sino como á señor 
y dueño de esta comarca que D. Jaime le con- 
cedía, se debilitó muy de prisa. Era á todas 
luces una personalidad enteramente gastada. Ni 
á los dignatarios del clero en Valencia ni á los 
caballeros aragoneses inspiraban gran respeto 
los derechos y providencias del destronado 
emir. 

Entre los sarracenos que no habían abjura- 
do de su falsa religión, las simpatías que antes 
sintieran por Zeit tornáronse enojos. Los cam- 
bios habidos en la conducta de Zeit-Abuceit, 
después de hecho público su bautismo y de 
apoderarse de Valencia, fueron muy ostensibles; 
la fe musulmana se dio por burlada con los pro- 
cedimientos que seguía aquel personaje. Costa- 
ríales algún trabajo á los sarracenos convencer- 
se de que había abrazado sinceramente la reli- 
gión cristiana, porque siendo emir dispuso el 
martirio de muchos cristianos en Murcia y Va- 



46 

lencia; una de sus últimas hazañas, en la segun- 
da de aquellas ciudades, fué mandar degollar en 
su propio palacio á dos religiosos de San Fran- 
cisco recién llegados de Teruel. El recuerdo 
de los anteriores hechos retardaría en los mu- 
sulmanes la convicción de que Zeit-Abuceit 
había abjurado de Mahoma; pero las providen- 
cias que á diario disponía pregonaban muy claro 
las nuevas creencias que Zeit había abrazado, 
con notorio disgusto de la población musul- 
mana. 

En el año 1242, al tiempo de otorgar las 
capitulaciones para fundar el lugar de Villaher- 
mosa, dispuso «que si alguno de los nuevos po- 
»bladores, y aun sus sucesores, muriesen sin 
» recibir por negligencia los Santos Sacramen- 
»tos, se les quitase á sus herederos la quinta 
»parte de toda la hacienda que dejasen.» Esta 
disposición, unida á otras providencias de la 
misma tendencia cristiana, desengañó por com- 
pleto á los sarracenos, que, contra las mismas 
afirmaciones de Zeit, se habían obstinado hasta 
entonces en ver en él un musulmán de alta je- 
rarquía. 

No tardaron en salir por toda la comarca 
gritos de rebelión contra Zeit-Abuceit, que los 
caballeros aragoneses no se apresuraron á sofo- 
car. Al contrario, cabe sospechar que gérmenes 
laborantes de esta rebelión nacieron dentro 
del partido aragonés y aun del clero valenciano. 



47 

Alzáronse los sarracenos de esta comarca 
contra Zeit-Abuceit, al que ya llamaban y co- 
nocían por D. Vieente. Muchos de ellos, que 
eran de los lugares vecinos á Segorbe, se apo- 
deraron al punto del castillo de esta población. 
Al propio tiempo otros muchos insurrectos an- 
daban por la Sierra de Espadan y Eslida for- 
mando tan importante hueste, que el rey de 
Aragón tuvo que ponerse al frente del ejército 
cristiano para ejercer mejor la acción diplomá- 
tica al amparo de la fuerza y sofocar la rebe- 
lión. 

Sometiéronse prontamente al Conquistador 
los moros de Eslida, Ahín, Veo, Jinquer, Pal- 
mes y Zueras, y en un privilegio otorgado por 
D. Jaime I en Artana á 29 de Mayo de 1242' 
concedióles en propiedad todos los términos, 
sin otro tributo que el diezmo que pagaban an- 
tiguamente, exceptuando los árboles y sus fru- 
tos, y la parte de censo por casas y estableci- 
mientos. Además les fueron concedidos, entre 
otras cosas, el libre uso de su religión; el que 
los hijos heredasen de sus padres; el poder en- 
señar el Corán y demás libros de su religión; 



^ La copia de estos privilegios se encuentra en la «Co- 
lección de documentos inéditos para la Historia de Espa- 
ña», tomo XVIII, en <E1 libro de la provincia de Castellón», 
publicado por D. Juan A. Balbas, Castellón 1892, y en la 
«Historia de D. Jaime I», compuesta por Cr. de Tourtoulón, 
tomo II, pág. 65, Valencia 1874. 



4» 

que su cadí juzgase las causas sobre casamien- 
tos, divisiones de herencias, compras y toda 
clase de negocios. Estipulándose además que 
ningún hombre que profesara otra religión que 
la de Mahoma podría ser recibido en aquellos 
territorios, ni residir en ellos sin el permiso de 
sus habitantes, aun cuando fuera enviado por el 
mismo rey'. 

Análogas concesiones que las hechas á los 
moros en Artana se otorgaron á los de Segor- 
be y Castelnovo. El examen de documentos 
posteriores á la época de D. Jaime I, da razón 
de que los sarracenos habitantes de dichas po- 
blaciones hacían oración en sus mezquitas y 
vivían con cierta autonomía en sus aljamas. 

Según un documento de fecha 23 de Abril 
de 1389 que se guarda en el archivo municipal 
de Segorbe, «se reunieron á la puerta de la 
» mezquita que está junto á la iglesia de San 
» Pedro, al salir de la oración, los moros Alii 
»Perriel tenyent lugar de alamy por Abrassim 
»raucin alami de la dita morería, Samet monen, 
»abdulacies almonestet viejos ó jurados en el 
»anyo presente de los moros e aljama de la dita 



^ Esta última concesión cuidó Mr. Tourtoulón de ano- 
tarla en su obra con el testimonio de Diago. En tiempos de 
éste se conservaba esta acta en los archivos de la Bailía de 
Valencia, prinier gran libro de enajenaciones del patrimo- 
nio real, fecha 238. 



49 

» morería et en andalla edeiz síndico sobredito 
»de la dita morería Samet alamín. Massomat 
»sibel Massomat edris Cahat almiarí Massomat 
»racín Massomat almari ^abat alñireti Samet 
»hadir Samet silil Ali xilenxi Ali quasim Mas- 
»somet perello Sucass alacbori Alii sierel ^araig 
» xilenxi Massomat racín Alii sabori ^amet 
»alquarir Alii laurelin Alii cahat Alberdo Alii 
» alacbori Abrasfn albordo Alij Alliri ^ahat edeiz 
» menor Jucass alinez Massomat Masson, moros 
»del Raual de la ciudad de Segorbe.» 

Esta lucida representación de los moros de 
Segorbe, después de hacer oración en la mez- 
quita, como queda dicho, marchó al encuentro 
de los representantes de la ciudad, que lo eran 
el honrado D. Juan de Aviñón, justicia; Fernan- 
do Ximénez, Juan Vicente de Paracuellos, Do- 
mingo de Carrión, Martín Sánchez de Sadojrní, 
Ximeno de Cucalón, Bartolomé, DestUam, Jaime 
Blandina, Fernando Ffillach, García Aragonés y 
F. de Cariñena, jurados; y juntos todos, ante el 
notario Miguel del Castillo, desistieron los moros 
del pleito que contra la ciudad habían promo- 
vido, allanándose al pago de ciertos impuestos. 

Se guarda en el archivo municipal de Se- 
gorbe un cuaderno que contiene listas cobra- 
torias de los contribuyentes de Segorbe en el 
siglo XVI. Dicho cuaderno está dividido en dos 
secciones, una de cristianos y otra de moros; 
éstos eran próximamente la tercera parte. 



50 

Cuando los jurados de Castelnovo en el 
año 1345 (según decimos en otro lugar de este 
libro) comparecieron, en unión de los de Se- 
gorbe, ante D. Pedro de Jérica, fueron previa- 
mente autorizados para llegar á concordia por 
la aljama de Castelnovo, reunida al efecto en 
la plaza pública. 

La población sarracena en Castelnovo debió 
ser numerosa: lo hace creer así la escritura de 
repoblación otorgada después de la expulsión 
morisca entre D.^ Beatriz de Borja, señora de 
la villa y Baronía de Castelnovo, de una parte, 
y de otra, cincuenta cristianos viejos. Contiene 
el mencionado documento la exposición eleva- 
da por los cristianos á la referida señora pre- 
tendiendo repoblar la villa, y su lectura revela 
la importancia que tuvieron los moriscos en 
Castelnovo y los alcances de la expulsión. 

En la expresada escritura se lee: «Como la 
» dicha villa y Baronía de Castellnou estaba 
»póblada de extraños viejos y de muchos mo- 
»ros y obtemperando al mandato Real se han 
» embarcado todos y pasado á tierra de África, 
»y assí ha quedado la dicha Baronía en parte 
» despoblada, desierta y sin vecinos ni habitado- 
»res en sus casas y tierras, y nosotros los dichos 
«particulares deseamos poblar la dicha villa y 
» Baronía, y avasallarnos, estar, habitar, residir 
»y morar en aquéllas, y suplicamos á la dicha 
»Señora Doña Beatriz de Borja, señora de la 



5» 

» villa y Baronía, sea servida de admitirnos á 
»nosotros y á nuestros sucesores y de los que 
»por tiempo serán señores de la dicha villa y 
» Baronía y por nuevos pobladores, vecinos y 
»habitadores de aquélla. La dicha Señora Doña 
» Beatriz de Borja, señora de las dichas villa y 
» Baronía se ha contenta de admitirlos al dicho 
» vasallaje y á la dicha nueva población, vecin- 
»dad y habitación de la dicha villa y Baronía 
»de Castellnou, y para el dicho effecto se han 
5> hecho, tratado y convenido por entre las dichas 
» partes los pactos abajo escritos en el modo, 
» forma y manera que abans se contiene'.» 

El pueblo de Algimia de Almonacid, que 
era la aljama del Valle de Almonacid, quedó 
enteramente despoblado con la expulsión mo- 
risca, y el entonces su señor, D. Pedro de 
Urrea, lo repobló con 27 familias de cristianos 
procedentes de Navarra y de Puebla de Are- 
noso. 

Estas y las demás aljamas de moros en la 
comarca de Segorbe datan de la insurrección sa- 
rracena habida contra Zeit-Abuceit el año 1242. 
D. Jaime, para someterlos á su obediencia, otor- 
gó grandes y extraordinarias concesiones á los 



^ Lo transcrito literalmente forma como un preámbulo 
en la escritura del convenio; consta éste de cuarenta y cua- 
tro cláusulas; lleva el documento la fecha de 15 de Julio 
de 161 1, y se guarda copia original en el archivo de la villa 
de Castelnovo. 



52 

sarracenos, desviándoles de su rebeldía y con« 
siguiendo que únicamente los más impetuosos 
rechazasen el supremo dominio de Aragón. 

Discrepan los historiadores en si llamaban 
Alzarach, Aladrach, Alazarach, Azadrach, Aza- 
draque ó Al-Azak al jefe moro que en el 
año 1242 insurreccionó primero la comarca de 
Segorbe, y casi todas las montañas del reino de 
Valencia después. 

Es lo probable que todos estos nombres fue- 
ran expresiones confusas del nombre árabe 
Alazrach, que significa el azul según unos y el 
celoso también según otros. En el primer caso d 
en el segundo, usándose por los sarracenos el 
romance vulgar para motejar los nombres, dirían 
el Blau, Blou ó Blay^ expresiones que en len- 
guaje mozárabe significan el azul y el celoso. 

Eiy recuerdo de Mur-Blay (moro azul ó moro 
celoso) tiene Segorbe desde tiempos inmemo 
ríales una calle que lleva por nombre dicho 
apodo: ello demuestra no fué Segorbe extraño 
á los hechos del inquieto caudillo sarraceno. 

En El Celtibero^ periódico decenal que se 
publicaba en Segorbe, y número correspon- 
diente al i.^ de Enero del año 1850, se publi- 
có la escritura de capitulaciones del castillo de 
Segorbe. 

No hemos podido averiguar el paradero del 
documento original. De su traducción ó copia 
permítasenos decir debió de trabajarla persona 



53 

enteramente desconocedora en la materia, y el 
escrito no resulta presentable al objeto de este 
trabajo. Únicamente consignaremos aquí su 
fecha: Luna once de este año mil doscientos ochenta^ y 
en que, según la expresada copia, aparecen en 
las capitulaciones del castillo de Segorbe. 

Por las noticias que asoman en documentos 
muy posteriores al año 1242, es de creer que 
los sarracenos de Segorbe, así como los de los 
pueblos limítrofes, acogiéronse á una especie de 
indulto otorgado por D. Jaime I. 

Es racional creer que un pueblo que vivía 
tan dividido como el musulmán, en Segorbe es- 
taría dividido, siguiendo unos á Zeit-Abuceit, 
otros á Zaén, otros ansiando solamente la paz, 
fuera quien fuese el que la diese. Pero D. Jaime, 
quizá por haber prometido en sus primeras vi- 
sitas á Segorbe no desamparar á los sarracenos, 
<3 por razones que desconocemos, hizo cuanto 
pudo para retenerlos en el país, particular- 
mente en la Sierra de Espadan. Respeto, sim- 
patía ó lealtad es incuestionable que inspiraban 
á D. Jaime los sarracenos de esta comarca que 
le habían auxiliado en los comienzos de sus con- 
quistas en el reino de Valencia. 

La vida sarracena recibió de D. Jaime cier- 
ta sanción legal. 

Desde luego en los vecinos pueblos de la 



Corresponde este año al 1242 de la Era cristiana. 



54 

Sierra de Espadan aceptó ó dispuso el Conquis- 
tador las cosas de tal manera, que podía hacer- 
se en ellos vida enteramente musulmana. El lec- 
tor se convencerá de ello recordando el privile- 
gio otorgado en Artana que insertamos más atrás. 

Debemos citar también al mismo fin otro 
privilegio análogo que contiene la Carta-puebla 
otorgada por D. Jaime I á los moros habitantes 
en el valle de Ujó, por el cual podían rechazar 
ó expulsar de su valle á todo hombre que pro- 
fesase otra religión que la de Mahoma'. 

Los privilegios concedidos antes del año 1 245 
por D. Jaime á los sarracenos de estos pueblos^ 
las aljamas que entonces se constituyeran y los 
distintos señoríos adjudicados á magnates ara- 
goneses, vinculados en pueblos que pertenecían 
al territorio de Zeit-Abuceit, alteraron profun- 
damente la fisonomía social de la comarca de 
Segorbe. Este orden de cosas dio lugar á que 
los obispos de Valencia, combatiendo el resta- 
blecimiento de la diócesis segobricense, dijesen 
«que las donaciones hechas por Zeit-Abuceit á 
»los obispos segobricenses del dominio espiri- 
»tual de Segorbe y su distrito no tuvo ejecu- 
»ción, por cuanto después los moros de aquel 
»país se le habían rebelado y el rey D. Jaime 
»los conquistó á fuerza de armas.» 



^ Tomado del libro de la provincia de Castellón, por 
D. Juan A. Balbás. 



55 

Nosotros creemos, por el contrario, que los 
sarracenos de Segorbe y su distrito fueron, más 
que vencidos por las armas del Conquistador, 
atraídos por su política. Ello debió anular los 
prestigios de Zeit-Abuceit, alejándole de toda 
intervención autoritaria en las cosas de la co- 
marca. Hay que reconocer que hizo D. Jaime 
cuanto pudo por sostener en Segorbe á Zeit- 
Abuceit; cuando esto fué imposible, le dio com- 
pensaciones. 

Todas las grandes concesiones hechas por 
D. Jaime á los sarracenos parecen complacen- 
cias y afectos de gratitud hacia antiguos aliados 
suyos, con los cuales se consideraba obligado; 
por ello debemos de suponer que llevó las con- 
cesiones hasta el límite de lo posible y quizá 
llegando á lo inconveniente. 

. La suave y benigna política de D. Jaime para 
con los sarracenos de esta comarca se había 
agriado un poco en Jérica. Los habitantes de 
esta villa habían sido, entre los de la comarca 
de Segorbe, los únicos que á la llegada del rey 
de Aragón, de paso para Burriana, le hicieron re- 
sistencia, no respetando los pactos hechos entre 
aquél y Zeit-Abuceit. Este proceder no lo olvidó 
el Conquistador, y en el año 1235 envió contra 
los jericanos á Guillen de Mongrín, el que tomó 
la población el día de Santa Águeda del mismo 
año, haciendo los soldados saqueo en la villa. 
D. Jaime la tuvo desde entonces por suya, y 



56 

Zeit-Abuceit no la incluyó entre los pueblos ce- 
didos después al obispo segobricense. 

Donaciones en esta villa hechas por D. Jai- 
me no aparecen hasta el año 1 249, lo cual nos 
induce á creer que Guillermo de Mongrín y sus 
gentes dejaron la población tan pronto como 
cumplieron la misión que les fué confiada. 

Con estos incidentes de Jérica ocurridos en 
las primeras fases de la reconquista, podemos' 
considerar á dicha población como la que tuvo 
mayores motivos para despoblarse de sarrace- 
nos; pero de los sarracenos de la fortaleza, que 
se quedaron parte de éstos en algunos puntos de 
los alrededores, hoy partidas del término muni- 
cipal de Jérica, lo expresa claramente la siguien- 
te donación hecha por D. Jaime en el dicho 
año 1249. 

« A Hamel Ambediz y otros noventa y nueve 
sarracenos la alquería que se llama Tula, y la 
alquería denominada de Acullo con todos sus 
términos y pertenencias y la heredad que fué 
de Abcadahom y cinco j ovadas de tierra que 
pertenecieron á Tobet, según se divide por los 
términos puestos entre el término de Jérica y 
el de Tula, de una sierra á otra; la quinta parte 
franca al señor rey'.» 



^ Traducido del libro del «Repartimiento de los reinos 
de Mallorca, Valencia y Cerdeña», por D. Próspero de Bo- 
ferull, pág. 483. 



57 

Las consideraciones históricas del presente 
capítulo X revelan la marcha lenta y gradual 
que condujo á esta comarca desde el dominio 
árabe á la dependencia de D. Jaime I. La con- 
quista de Segorbe por los aragoneses fué más 
política que militar. El rey de Aragón la hizo 
suya por procedimientos que resultaron una 
verdadera evolución desenvuelta durante los 
años 1228 al 1242. Los sarracenos de Segorbe 
no recibieron de los cristianos las bruscas aco- 
metidas que en otras partes los inundó de es- 
panto y les resolvió á huir de prisa, sin pensar 
en otra cosa que en salvar la vida. Lenta y casi 
pacíficamente iba D. Jaime echando las más só- 
lidas bases á su dominio real en Segorbe. 

Así es de ver que en este año 1242 el rey 
de Aragón dio la escribanía de la Curia de Se- 
gorbe á P. Cubells. «A P, de Cubells, escribania7n 
curiae civitatis segorbicencis in vita. III Kalendas 
Septembrts.y>'' Esta donación es un dato bastante 
para significar que ya estaba ó había de estar 
en lo sucesivo á cargo del rey de Aragón la ju^ 
risdicción civil y criminal en Segorbe, y á esta 
fecha es positivo que Zeit-Abuceit no se había 
alejado de Segorbe. Pero las actuaciones del es- 
cribano Cubells, á juzgar por la potestad que le 
había nombrado, es indudable que fueron fun- 



^ «Repartimiento de Mallorca, Valencia y Cerdeña», por 
D. Próspero de Bofarull, pág. 326. 



58 

dones emanadas de la soberanía de D. Jai- 
me I. 

Introducido paulatinamente el dominio ara* 
gonés en Segorbe, los sarracenos pasaron al 
través de un período de preparación que pudo 
conducirles suavemente á la dependencia de los 
aragoneses. Muchos sarracenos, colocados en 
circunstancias tan favorables para la amistad, 
con los nuevos dominadores se adherirían á la 
causa de Aragón. 

En los años sucesivos al de 1242 prosiguió 
D. Jaime sus conquistas al Sur del río Júcar, y 
la ocupación de ricas poblaciones de aquella ri- 
bera promovió de nuevo entre los catalanes la 
emigración hacia Valencia. 

Hubo gran trasplante de población catalana 
en la región meridional de la ribera antes nom- 
brada, y que había sido despoblada por los sa- 
rracenos. 

El barón de Tourtoulón dice á este propó- 
sito': «El reino de Valencia, que se extendía 
»más por la parte de Aragón que por la de Ca- 
»taluña, parecía pertenecer especialmente á la 
» conquista aragonesa; pero como Estado marí- 
»timo, tentaba la ambición de los catalanes, que, 
» dueños ya de las islas Baleares, supieron apro- 
»vecharse perfectamente del jardín de España.» 

En Segorbe y su comarca no hubo motivos 



* Tomo I, pág. 268. 



59 

bastantes para despoblarse de sarracenos por el 
año 1242 y los sucesivos. De manera que esta 
segunda irrupción de lenguaje catalán que llegó 
al reino de Valencia se esparció casi en su tota- 
lidad por la parte meridional de dicho reino de 
Valencia. 

Los alicientes que los catalanes apetecían, 
eran en Segorbe más escasos y puestos á la 
mano de los aragoneses, quienes se les disputa- 
ron impulsados por un mal calculado interés ó 
por afecto y afición de colindantes. 

D. Roque Chabás, ocupándose de la génesis 
del Derecho foral valenciano, se expresó así: 
«Bien sea por razón de clima ó por apego á ran- 
»cias preocupaciones de los magnates aragone- 
»ses, no sacaron ellos gran provecho de la con- 
»quista. Fueron heredados en la parte contigua 
»á Aragón, y allí educaron á los pobladores en 
»el habla y costumbres legales de los sarrace- 
»nos, ó como aquí llamaban á los aragoneses ó 
» churros, si bien este último nombre designa 
» etimológicamente á los que venían de las ribe- 
>ras altas del Turia ó Guadalaviar. Segorbe fué 
»el núcleo principal de todos ellos»'. 



^ «Génesis del Derecho foral de Valencia», por D. Ro- 
que Chabás, canónigo archivero de la Metropolitana de la 
misma, pág. 12. Valencia, 1902. 



6o 



VIII 

Que había cristianos en Segorbe al tiempo 
de la reconquista, lo dice claramente Villagra- 
sa'. AguilarV reproduce el dicho del anterior, 
pero no hace suya la afirmación de que fuesen 
únicamente tres las casas ó cristianos que había 
en aquel entonces, como Villagrasa opinó. La 
cifra tres, de cualquier manera que se interpre- 
te y á cualquier fecha que se refiera, nos pare- 
ce exigua: probablemente serían en gran nú- 
mero. 

Refieren las crónicas de este reino y los his- 
toriadores de nuestro obispado, que luego que 
tuvo noticia el obispo Jimeno de que el Con- 
quistador, en virtud del concierto celebrado con 
Zeit-Abuceit, era dueño de Segorbe, se apresu- 
ró á celebrar la primera misa en esta ciudad, y 
según se desprende, lo hizo sin contar con la 
aquiescencia de aquéllos. 

Momentos antes de la ceremonia tocaron á 
misa, sonando una campana. Esto hubiera sido 
enteramente innecesario de ser solamente tres 



^ «Antigüedad de la iglesia de Segorbe», por D. Fran- 
cisco Villagrasa, pág. 72. Valencia, 1664. 

* «Noticias de Segorbe», parte primera, pág. 83. Segor- 
be, 1890. 



6i 

las personas ó familias cristianas, porque es evi- 
dente que ya hubieran tenido previa noticia de 
suceso tan fausto para ellas. 

Si se tocaba la campana era porque se avi- 
saba al pueblo que no había concurrido todavía 
al lugar de la ceremonia, ó queríase notificar á 
toda la población que el obispo iba á ejercer 
actos de jurisdicción propia ó delegada del ar- 
zobispo de Toledo. Celebrar en aquella ocasión 
por primera vez en Segorbe el Santo Sacrificio 
de la misa, era hacer una ceremonia doblemen- 
te trascendental: dicho acto significaba, de he- 
cho, el término de un régimen positivo que lle- 
vaba consigo el predominio de la raza árabe é 
inauguraba el gobierno latino en la población. 
Prescindiendo del carácter religioso de la cere- 
monia, como acto de trascendencia en aquel 
entonces tan significativo, debió de haber re- 
vestido solemnidad apropiada y no hacerse en 
una forma poco menos que furtiva. El obispo, 
al disponerse á celebrar la misa de que trata- 
mos, no parece sino que había lanzado un reto 
á las dificultades, prescindiendo de D. Jaime I 
en un paso tan importante para posesionarse de 
la capitalidad de la diócesis segobricense. 

Haciéndose cargo de estas circunstancias, 
los cristianos, que hasta entonces habían gemi- 
do en el cautiverio, quizá dudasen de ser ya lle- 
gada la ocasión de su libertad. Estos cristianos 
sometidos hasta aquel momento al dominio sa- 



62 

rraceno, necesitaban de gran abnegación para 
hacer actos ostensibles, de nuestra religión, y 
todos no querrían hacer explícita manifestación 
de sus creencias, mayormente hallándose como 
se hallaban la mayor parte de los mozárabes en 
España insuficientemente adoctrinados en los 
deberes cristianos, sin que esto fuese óbice 
para que otros fuesen muy doctos en letras di- 
vinas y humanas, y algunos ganasen la palma 
del martirio. Tampoco es fácil que creyeran por 
entero en el completo éxito que habían alcanza- 
do las armas cristianas y abrigasen temores para 
el porvenir. Aquellos momentos fueron induda- 
blemente de indecisión para los cristianos. 

Armóse cierto alboroto contra el obispo al 
tiempo de celebrar la misa, y se ha atribuido 
aquel desorden á la morisma excitada por el ta- 
ñido de la campana. Para examinar este extre- 
mo, debemos pr'eviamente decir que el cele- 
brante, ó sea el obispo Jimeno, había adquirido 
anteriormente cierta notoriedad en Valencia, y 
sido objeto de desatenciones y censuras por 
parte del rey D. Jaime y sus principales secua- 
ces. A este propósito dice el obispo Aguilar': 
« Como la diócesis de Valencia pertenecía anti- 
>guamente á la metrópoli de Toledo, el arzo- 
>bispo D. Rodrigo encomendó á D. Jimeno que 



^ «Noticias de Segorbe y su Obispado», parte primera, 
página 8o. 



63 

»la representase y tomase posesión al tiempo 
»de la reconquista. Con este fin dijo en la ca- 
» pilla de San Vicente Mártir la primera misa, 
«celebrada durante el sitio, y el día de la en- 
»trada quiso celebrar la primera en la Catedral; 
»pero los soldados le impidieron la entrada, 
» porque el rey había encargado la purificación 
»de la mezquita al arzobispo de Tarragona. Aun 
» halló medio de celebrar en la capilla de San 
» Miguel la primera misa de la ciudad y de en- 
»terrar en la catedral el primer cristiano que 
» falleció, lo cual no bastó para asegurar el de- 
»recho del de Toledo contra la voluntad de don 
» Jaime, que había prometido agregar la dióce- 
»sis reconquistada al arzobispo de Tarragona, 
»y así quedó definitivamente resuelto por el 
»Papa.» 

El obispo vino á Segorbe, juntando á los 
intereses de prelado segobricense los que al 
metropolitano de Toledo interesaban, y cuya 
representación ostentó ya en Valencia con des- 
dichado fruto. Las pretensiones del arzobispo 
de Toledo, representado por nuestro obispo, 
tenían mucho que les era contrario en este país 
y que desde luego rechazaba la carta de don 
Jaime. Sostener la jurisdicción metropolitana 
de Toledo en Valencia y Segorbe, era defender 
una causa calificada de extranjera; el rey opo- 
níase á ello, y bien claramente se deduce del 
hecho de mandar impedir á viva fuerza que 



64 

nuestro prelado penetrase en la catedral de Va- 
lencia á decir la primera misa. 

Las distinciones y contentos dedicólos el 
rey á los obispos de Tortosa y Valencia. Don 
Jaime desaprobaba las pretensiones del obispo 
Jimeno, porque con ellas se daba jurisdicción en 
sus Estados á un metropolitano que, siendo de 
Castilla, era un extranjero para Valencia. 

Estos incidentes, al trascender al pueblo 
valenciano, determinaron la unánime adhesión 
de éste al rey, al arzobispo de Tarragona y á los 
obispos de Tortosa y Valencia. 

Las pretensiones del arzobispo de Toledo, 
representado por nuestro obispo, fracasaron 
respecto á su jurisdicción en Valencia. Por lo 
que tocaá Segorbe no sucedió así, y con sen- 
sible daño territorial de la diócesis segobricen- 
se quedó ésta sufragánea de Toledo, y nuestro 
obispo sumido en un cúmulo de materia litigio- 
sa para contender con los obispos colindantes 
sobre la pertenencia de muchas parroquias. 

Si hubo descontento con nuestro obispo en 
Valencia por las razones dichas, no es difícil 
que el desagrado se propagase después á Se- 
gorbe. Es cosa muy frecuente que una pobla- 
ción secunde lo hecho por la vecina cuando 
existen semejantes motivos ó pretextos entre 
localidades próximas. Nada extraño sería que 
al llegar á Segorbe el obispo Jimeno á decir la 
primera misa en señal de posesión de la capita- 



65 

talidad de su obispado y de jurisdicción del Me- 
tropolitano de Toledo, fuese objeto (como aho- 
ra se dice) de manifestaciones de desagrado. El 
alboroto de que se trata, ¿serían protestas con- 
tra Castilla y en favor del metropolitano de Ta- 
rragona, como único en Aragón? No es esto 
difícil teniendo en cuenta el desagrado con que 
veía en aquel entonces D. Jaime toda ingeren- 
cia de los castellanos en los países conquistados 
por los aragoneses. 

Cuando menos hay que reconocer que los 
partidarios que en Segorbe tenía la causa de 
Aragón y de su rey no serían afectos, ó, mejor 
dicho para suavizar la frase, entusiastas del 
obispo Jimeno. 

La fecha de dicha misa y alboroto la fija 
Villagrasa en el año 1245, pero no funda bien 
su opinión basándola en haber entonces entra- 
do Segorbe en dominio cristiano. En atención 
á lo que llevamos referido, creemos nosotros 
que puede señalarse el año 1 242 como fecha más 
probable de aquellos sucesos. De todas mane- 
ras, el número y calidad de los mozárabes que 
había en Segorbe al tiempo de llegar el obispo 
Jimeno no pudo manifestarse en su totalidad, 
y lejos de ser únicamente tres, lo serían en 
gran número. 



66 

IX 

En el transcurso de este trabajo hemos tro- 
pezado varías veces con el libro del repartiniien- 
to de los reinos de Mallorca, Valencia y Cerde- 
ña; esto nos mueve á dar noticia de él, por lo 
menos en la parte que á Segorbe se refiere. 

Con ello tenemos un nuevo motivo para in- 
sistir en la escasa despoblación sarracena que 
hubo en Segorbe al comenzar el dominio de 
Aragón. 

Este repartimiento se halla contenido en 
unos cuadernos que son los documentos más 
anti;^uos que sobre papel se custodian en el 
archivo de Barcelona. D. Próspero de BofaruU, 
que tomó á su cargo la publicación de estos 
cuadernos, pudo salvar las dificultades que á su 
lectura ofrecen la gran antigüedad y las muchas 
postillas y borrados que contienen. El docu- 
mento parece formado por los apuntamientos 
en que hubieron de llevar su cuenta y razón los 
repartidores nombrados por el Conquistador. 
Sirven de indicación acerca de los sarracenos 
que se ausentaron y de los que permanecieron 
en el país, constituyendo núcleos de cristianos 
nuevos y de moriscos; se prestan también á de- 
ducciones informativas sobre la población mo- 
zárabe, y da idea del estado social creado por 
la reconquista. 



67 

Antes del año 1856 los cronistas é historia- 
dores aprovecharon ya las noticias que el docu- 
mento encierra, pero el texto completo no se 
conocía hasta la fecha dicha en que lo publicó 
Bofarull. 

Nosotros copiaremos literalmente del «Re- 
partimiento» la parte que á Segorbe se refiere 
por lo que se relaciona con el estudio que ve- 
nimos haciendo. Esta copia es como dice á con- 
tinuación: 

Regestrum donationum regni 
Valentie' 

Anno Nativitatis Domini MCCXL octavo. VI 
idus juUii. Donationes de Sogorbio. 

Garda Petri Dosa: turrim que vocatur Selda 
que est in término de Sogorbio cum X jo..eidem 
contiguis et domos in Sogorbio de Exem Aze- 
mem cum stabulo et I ortum III faneccatarum 
ita quod in vita sua predicta non vendat IV 
idusjulii. 

Matheo archipresbitero Turolii: domos in 
Sogorbio de Mahomet Gayvel et de Abrafim 
Gayvel et I orto IIII faneccatarum VIII idusjulii. 

G. almozari et IV alus ballistariis Dertuse 



^ Publicado por D. Próspero Bofarull, tomo XI de la 
colección de documentos inéditos del Archivo general de la - 
corona de Aragón. Barcelona, 1856. 



68 

socis tuis: unicuique singulas domos in alcheria 
de Corvera que dicitur Laurin et tibi dicto G. 
Almozari et III dictorum sociorum tuorum pre- 
dictorum III jo. terre in termino predicte alche- 
rie de Laurin XV Kalendas junii. 

Aunque BofarulI encontró esta donación 
entre las de Segorbe, creyó que se refería á 
Corbera y Llaurí, pueblos de la provincia de 
Valencia. D. Juan Antonio Balbas, aceptando lo 
escrito por BofarulI, no la incluye entre las que 
hizo el Conquistador en la provincia de Caste- 
llón, y la eliminó de la sección de Segorbe. Nos- 
otros nos permitiremos considerarla bien inclui- 
da bajo el supuesto muy factible de que en el 
viejo manuscrito donde BofarulI leyó Cervera^ 
diga Cárrica, y Aurín, donde leyó Laurin: los 
nombres de Cárrica y Aurín no los encontraría 
BofarulI en los censos de población de esta pro- 
vincia, donde Cárrica figura con el nombre de 
Peñalba y Aurín no existe ya como caserío, 
todo lo cual pudo contribuir á esta para nos- 
otros indudable equivocación. 

Es más: aun en el caso de que en el manus- 
crito diga Laurin, nos inclinamos á creer que 
sea nuestro Aurín. En aquel tiempo la antepo- 
sición de la Z á los nombres propios, frecuente- 
mente usada por los mozárabes, no era raro 
verla conservada por los latinizantes del lengua-^ 
je vulgar. 

G. de Anglerola: Domos in Sogorbio de 



69 

Avenlopo et ortum de Raseni XIII Kalendas 
septembris. 

Fratribus de la Merce: domos et ortum in 
Sogorbio. Kalendas septembris. 

A. de Focibus: per hereditatem francham et 
liberam quasdam domos in Sogorbio que sunt 
ante eclesiam Sánete Marie via in medio et con- 
tiguantur domibus Pascuasii Coló et I ortum 
ibidem confrontantem in rivo et in via Castri- 
novi et in orto Apariccii IX Kalendas octobris. 

Saturnino de Montealbo: justitiatum et al- 
modagafiam Segorbii et filio suo Sancio Sancii 
scribaniam curie in vita eorum VI Kalendas 
novembris. 

G. de Minorisa: per hereditatem francham 
domos in Sogorbio que fuerunt Dalcarret sa- 
rraceno que afrontant ex una parte in domibus 
Gastonis de Benayes et ex alus partibus in viis 
públicis et II jo. terre in Albalath et I. jo in Al- 
batet et I vincam de^ peonatis qua est in So- 
penam et aliam vineam de X peonatis in Ram- 
bla et I ortum qui fuit de Avenzulema qui con- 
tiguatur cum orto Bertrán de Turolio VI idus 
januarri. 

C. Scriba notario domini regis: per he- 
reditatem francham domos in Sogorbio que 
fuerunt de Azmet Amalassan et domos de Ab- 
della Mazot et ortum de Amet Abdellalez et 
maleolum vince de Jugef Adub et vincam XX 
peonatarum in Supenam et III jo. terre in Al- 



lo 

balato in quadrella Aparicii pictoris. In obsidio- 
ne Luxem VII idus aprilis. 

Anno de Nativitate Domini MCCXL nono 
Segorbium. 

Gomiz de Montaragone: domos in Segorbio 
franchas et II jo. terre in quadrella de Sope- 
nam III Kalendas martii. 

Marie de Bilxestre: per hereditatem fran- 
cham domos quas tenes in Segorbio et I jo et 
dimidiam in ejusdem término in quadrella vida- 
licet Sancii de Montalbo et I fancchatam pro 
orto VIII Kalendas apriliis. 

Dominico de Turolio: per hereditatem fran- 
cham domos in Segorbio que fuerunt de Alfa- 
qui Dalmalac et de Abella Abenhamalil et 
ortum I fancchata juxta viam Turolii et II jo et 
dimidiam terre in quadrella de Albacet et me- 
diam jo. vinearum in Amara que fuerunt de 
Mahomet Axenvaca et de Mahomet Alentnr et 
aliam terram prope istam ad complementum 
dicte medie jo. XIX Kalendas septembris. 

Marie Cara: per hereditatem propriam fran- 
cham et liberam domos quas tenet in Sugurbio 
et ortum I francata et I jo et mediam in alba- 
lat in cuadrella' Aparicii Kalendas augusti anno 
Domini MCCXL nono. 



* Cuadrellas entre los mozárabes era palabra equivalente 
á bancales ó heredades, y llamábanle de aquel modo en 
atención á estar limitadas por caminos ó sendas, formando 
figuras cuadradas. 



71 

Hemos preferido ofrecer al lector el texto 
latino tal como lo copió BofaruU á su traduc- 
ción castellana. Para el presente trabajo nos ha 
parecido adecuado ofrecer este ejemplo del des- 
aliño de la escritura latina en el siglo xiii, en 
personas inmediatas al rey. El lector juzgará 
cuál sería la latinidad entre los que viviesen 
apartados del real servicio. Los sarracenos cita- 
dos son, como se ve, en corto número, y no 
muchos más los que no se nombran. Son am- 
bos insignificantes, comparados con los que en 
otras poblaciones del reino de Valencia perdie- 
ron sus fincas. 

Pudiera haber sucedido que antes del 
año 1237 el rey hubiese hecho otras donacio- 
nes aquí. Nosotros nos inclinamos á creer que 
no las hizo. Nace esta nuestra creencia de las 
relaciones de inteligencia que mediaban entre 
Zeit-Abuceit y el Conquistador, que ya expusi- 
mos. De la suma prudencia de D. Jaime hay que 
creer no hiciese donaciones que, sacadas délo que 
Zeit retenía para sí, habían de molestar á éste. 

Antes de la toma de Burriana y de Valen- 
cia, la previsión militar del Conquistador con- 
taba con el amparo de Zeit-Abuceit para el 
caso de una derrota del ejército cristiano en la 
costa del Mediterráneo. Retirar los cristianos 
desde Burriana ó el Puig á Teruel hubiese sido 
muy difícil ó imposible; hacerlo á Segorbe era 
lo estratégico. 



72 

Los tratados secretos que dicen algunos his- 
toriadores que hubo entre el Conquistador y 
Zeit es muy fácil abarcasen el punto de un po- 
sible fracaso, que para gloria de Dios y de la 
Patria no ocurrió. Hasta después de tomada 
Valencia hay que considerar á la fortaleza de 
Segorbe como base ó apoyo de las operaciones 
militares del ejército conquistador. 

El papel de Zeit-Abuceit no podemos nos- 
otros reducirlo, como lo han hecho algunos his- 
toriadores, á un mero testigo de los sucesos. 
En los cálculos y previsiones de las primeras 
campañas de D. Jaime en el reino de Valencia 
debió tener el destronado emir intervención in- 
telectual muy importante. 

Pensar que D. Jaime hiciese en estas cir- 
cunstancias donaciones en Segorbe, sería atri- 
buir al rey de Aragón una intemperancia polí- 
tica que no tenía. 

Si del año 1238 al 1242 y de éste al de 1247 
D. Jaime hubiese hecho donaciones en Segorbe, 
probablemente estarían contenidas en el libro 
del «Repartimiento» de que venimos ocupán- 
donos. En las hechas durante los años 1248 
y 1 249 que hemos transcrito figuran solamente 
los nombres de las partidas de Amara, Alba- 
lath, Albatet, Aurín Bajo Sopeña y Rambla*. 



^ Los nombres de Albalato y Albacet los consideramos 
alteraciones ortográficas de Albalat y Albatet. 



73 

La torre llamada de Geldo pudo ser lo que hoy 
llamamos el Censal. Los propietarios sarrace- 
nos de fincas rústicas que perdieron ó dejaron 
perder sus propiedades, no debieron de ser nu- 
merosos. Todo el conjunto de propietarios del 
resto de las demás partidas no nombradas en 
el libro del «Repartimiento» constituían una 
inmensa mayoría, y siguieron con la posesión 
de sus fincas. En las partidas citadas, entonces 
como ahora, los propietarios lo fueron sola- 
mente ,de cuadrículas ó bancales, y en estas 
partidas fueron muchos más los propietarios que 
conservaron sus fincas que los que las perdieron. 

Estos breves comentarios hechos al «Repar- 
timiento» en lo que árSegorbe afecta, ponen de 
manifiesto que había aquí adhesión ó sumisión 
casi completa por parte de las gentes pudientes 
á la causa de Aragón. Las personas que disfru- 
taban alguna propiedad rústica siguieron go- 
zándola después de la reconquista. 

Los habitantes expulsados de Segorbe como 
sarracenos peligrosos y enemigos implacables 
de D. Jaime, fueron gente pobre y desvalida en 
su mayoría. De las personas que tenían alguna 
propiedad, y cuyos nombres hemos podido es- 
cribir al copiar las donaciones, ya se ha visto 
cuántas eran. 

Como decíamos al principiar este artículo 
del libro del «Repartimiento», se infiere el es- 
caso trasplante de población sarracena que 



74 

hubo en Segorbe al comenzar el dominio de 
Aragón. La parte intelectual de la población, 
según todas las probabilidades, no se ausentó 
sino en muy escasa proporción. 

Entre la masa de población intelectual que 
había en Segorbe á mediados del siglo xiii, es 
lo probable que fuesen muchos los cristianos. 
Los de origen mozárabe, en este país, como en 
el resto de España, fueron los que habían rete- 
nido los gustos, tradiciones, creencias y lengua- 
je de los hispano-romanos. 

Los alcances y virtualidad de las tradicio- 
nes lingüísticas son en extremo importantes. 
Un insigne maestro del Instituto de Francia, 
Mr. Morel Fatio, fundador de la filología de los 
países románicos y actualmente la más alta au- 
toridad en la materia que existe en Europa, ha 
estudiado el lenguaje castellano aragonés á pro- 
pósito de sus cursos sobre la lengua provenzal y 
catalana. Ocupándose Mr. Morel Fatio del sub- 
dialecto aragonés de Ribagorza, dejó sentado 
que no admite que dos lenguas se hibriden y en- 
gendren hablas mixtas, aunque convivan siglos 
en una misma población. Así se explica no se 
perdiese en Segorbe la levadura latina durante 
la dominación árabe, con lo cual los restos de 
civilización romana que encontró aquí la recon- 
quista, volvieron á tomar forma adecuada bajo 
el dominio aragonés. 

Y dicho cuanto antecede, creemos oportu- 



75 

no hacernos cargo de la autorizada opinión del 
brigadier Almirante, al significar que en el 
siglo XII la actitud de los árabes en el reino de 
Valencia fué de paz y de huida. 

Desde el punto de vista militar, los ejércitos 
del Conquistador no hicieron cosa distinta de 
pasear por la región el éxito. «No tenemos re- 
latos hechos por cronistas árabes, y no pode- 
mos estudiar estas campañas por partida doble'. » 



X 



Después de sosegada la rebelión de Mur- 
Blau ó Blay y de los sarracenos de la Sierra de 
Espadan, todavía tardó algún tiempo D. Jaime 
en poder satisfacer ó concertar con Zeit-Abu- 
ceit las compensaciones que había de obtener 
el segundo por su alejamiento de Segorbe. Se- 
gún parece, Zeit-Abuceit recibió por este con- 
cepto indemnizaciones. En el libro del «Repar- 
timiento», pág. 195, se nombran á cincuenta y 
dos hombres de su mesnada, á los cuales dio 
D. Jaime ciento treinta y seis jovadas de tierra 
en las alquerías llamadas Alcora, Albaaylet, 
Sagayrent y Arrióla. En Játiva se concedieron 



^ «Bibliografía Militar de España», por el excelentísimo 
Sr. D. José Almirante, brigadier de Ingenieros, pág. XLIX. 
Madrid, 1876. 



76 

á Zeit unas casas; heredades en Cullera y Cor- 
bera; en Valencia, las casas que fueron de su 
madre (pág. 576 del «Repartimiento»). Tam- 
bién se le adjudicaron las alquerías de Aldaya 
y el castillo y villa de Ganalur, á condición de 
que se demoliese la fortaleza. No fueron sola- 
mente éstas las indemnizaciones que obtuvo el 
sobredicho Zeit; debió quedarse al propio tiem- 
po con las tierras llamadas actualmente partida 
de Benasei en Castelnovo. 

Lo hace creer así los distintos nombres de 
Zeit-Bensaid, Benceit, Zeita-Abuceita, con los 
cuales era conocido Zeit-Abuceit, y usados 
también en siglos posteriores á su tiempo para 
designar la partida de Benasei. 

Refiriéndose á fincas del aludido paradero, 
hemos visto indistintamente usados aquellos 
nombres en escrituras autorizadas en el pueblo 
de Castelnovo por mis cuarto y quinto abuelos, 
escribanos que fueron en el siglo xvm del ex- 
presado pueblo. 

No puede dudarse que D. Jaime retrasó el 
pleno y amplio dominio aragonés en Segorbe 
hasta solventar ó resolver los incidentes rela- 
cionados con Zeit-Abuceit. Hacia éste tuvo el 
Conquistador atenciones y miramientos quizá 
compasivos. El respeto señorial y el honor 
(como llamaban los aragoneses) más ó menos 
circunstancial, no cesan por parte del rey para 
Zeit-Abuceit. Desde el tratado de Calata- 



77 

yud (1229) hasta la muerte de Zeit, ambas po- 
testades parecen no discrepar una de otra. 

Pero el tratado de Calatayud ha dado lugar 
á equivocaciones respecto al dominio de don 
Jaime en Segorbe. Después de dicho tratado, 
los ejércitos del Conquistador estuvieron du- 
rante la campaña repetidas veces en Segorbe, 
y es de suponer que unas serían por motivos 
de tránsito y otras para afirmar lo tratado entre 
aquellos personajes. Interpretando mal estas vi- 
sitas del ejército de D. Jaime, se han sacado 
consecuencias inexactas, entre ellas la de Beu- 
ter, afirmando «que habiéndose sublevado la 
» ciudad contra Zeit-Abuceit, su señor, el año 
»de la batalla del Puig, que fué el de 1237, la 
» rindió por ftierza á su corona el rey de Ara- 
5>gón», y la de Zurita dando por sentado que 
fué conquistada en el de 1235. El único inci- 
dente ó rebelión grave suscitada por sarracenos 
de Segorbe fué el ya dicho de Mur-Blau ó Blay 
en 1242, que, como sabemos, no prosperó. 

La situación de Segorbe creada por el con- 
cierto entre Zeit-Abuceit y D. Jaime no cam- 
bió esencialmente desde el año 1229 al 1245. 
Y hemos fijado esta última fecha, porque en 
este año 1245 hizo entrega Zeit-Abuceit á don 
Jaime del apenas ya nominal dominio de Segor- 
be, dando forma de derecho á una cesación de 
imperio señorial que de hecho ya no ejercía el 
primero, quedando con ello la población incor- 



78 

porada á la corona de Aragón. Armonizando 
con lo que acabamos de manifestar, dijo el obis- 
po Aguilar': «El territorio de Segorbe pasó á 
»gobierno cristiano en 1245 por convenio de 
»Zeit.» 

Esta manera de cesar en el dominio seño- 
rial de Segorbe el destronado emir de Valencia, 
no determinó en manera alguna cambio de po- 
blación. Tampoco pudo dar lugar el suceso que 
nos ocupa á la instalación de catalanes aquí; las 
tradiciones lingüísticas del país no sufrieron 
interrupción con el nuevo orden de cosas. 

Al tomar forma propia y adecuada la orga- 
nización social de la comarca de Segorbe bajo 
la tutela de la religión cristiana y de la política 
aragonesa, era de rigor el restablecimiento de 
la capitalidad de la diócesis segobricense de la 
manera como estaba en los primeros siglos del 
cristianismo. 

Los obispos segobricenses vivían desde el 
año 1 1 70, en que se restauró la diócesis en Al- 
barracín. Concluido el dominio musulmán en 
Segorbe, entendió el obispo Jimeno que debía, 
como lo hizo, trasladar la capitalidad de la dió- 
cesis á la expresada ciudad. Resolución tan na- 
tural y lógica ya sabe el lector que fué desagra- 
dable entonces á D. Jaime y contrario sobre- 



^ «Noticias de Segorbe y su Obispado», parte primera, 
página 96. 



79 

manera al clero valenciano. Pero la actitud del 
rey de Aragón se modificó después grandemen- 
te; bien fuese porque ya había fallecido el obis- 
po Jimeno, con el que anduvo muchas veces 
desacorde, bien obedeciendo á reiteradas ins- 
tancias del Pontífice en pro de Segorbe ó bien 
fuera por encontrarse de metropolitano en To- 
ledo su hijo, lo cierto es que en el año 1247, al 
venir á Segorbe el obispo sucesor de D. Jime- 
no, lo hizo con la aquiescencia y beneplácito 
del rey de Aragón. Villagrasa', ocupándose de 
esto, dijo: «Viéndose este obispo D. Pedro am- 
» parado y favorecido del Papa Inocencio IV, 
»y por su respeto de D. Jaime, entró en Segor- 
»be con cartas de D. Vicente, antes Zeit-Abu- 
»ceit,'' que públicamente profesaba la fe católi- 
»ca, para los sarracenos que aun le obedecían, 
»y del rey D. Jaime para los cristianos que es- 
»taban de presidio en el castillo y habitantes en 
»el arrabal, mandándoles recibiesen á su obis- 
»po.» Con lo cual se ve que, cesado Zeit en el 
señorío de Segorbe, quedaron en la población 
antiguos ó influyentes amigos de aquél. El ins- 
talarse en Segorbe el obispo D. Pedro fué gran- 
demente enojoso para el clero valenciano. 

Tocáronse con este motivo los disgustos y 



^ «Villagrasa», pág. 81. 

^ Estas cartas irían dirigidas á personas amigas ó cono- 
cidas. 



8o 

procesos unos con otros: los incidentes ruido- 
sos provocados por el clero de Valencia hirien- 
do los intereses locales y dignidad de Segorbe, 
suscitaron simpatías por el clero aragonés. 

El obispo valenciano D. Arnaldo de Peral- 
ta, en el año 1248, armando clérigos y seglares, 
llegóse con ellos á Segorbe y arrojó violenta- 
mente de su iglesia al obispo segobricense don 
Pedro. La naturaleza de este suceso, unido á 
otros muchos, se tradujo en Segorbe como des- 
afecto de los valencianos para con los segorbi- 
nos, y fomenta las expresadas simpatías hacia 
el clero aragonés. 

Instituido el arzobispado de Zaragoza en 1 3 1 8, 
y hecho el obispo de Segorbe uno de sus sufra- 
gáneos, quedó el clero de esta diócesis más lla- 
mado hacia Aragón. El carácter oficialmente 
aragonés que puede decirse tomó entonces el 
clero de Segorbe, no causó el determinismo 
lingüístico en el sentido aragonés, como se ha 
supuesto. El aragonismo en la comarca ya esta- 
ba en aquella época determinado, y la cultura 
del clero influyó para sostenerlo y darle incre- 
mento. 

Cuando en una masa de población hablan 
todos la misma lengua y sólo unos pocos otra 
diferente, es regla que no tiene excepción que 
los segundos se acomoden al lenguaje de los 
primeros. Es condición indispensable, para la 
más clara inteligencia de los oyentes, hablarles 



8í 

á éstos en su propio lenguaje. El cura párroco, 
en el pulpito ó en el confesonario, no puede 
emplear otra lengua que aquella que usan los 
fieles á quienes predica ó confiesa. 

El clero aragonés pudo en esta comarca dar 
carácter literario al idioma vulgar, pero éste 
era ya definitivamente castellano-aragonés en la 
época de que tratamos. En prueba de lo dicho, 
puede verse cómo en los pueblos del río Mija- 
res, á pesar de haber sido regidos por clero va- 
lenciano, no se introdujo en ellos el dialecto 
catalán-valenciano: la cultura de este clero obró, 
sí, pero para acomodarse al lenguaje castellano- 
aragonés, adaptándose á tradiciones de remotí- 
sima fecha y arraigadas profundamente en los 
pueblos de dicha ribera. 

Las instituciones feudales de orden que pu- 
diésemos llamar cívico-militares, creadas cuando 
la reconquista en los pueblos de esta comarca, 
tampoco desempeñaron directo papel respecto 
al lenguaje; su influencia fué secundaria. 

Usaba en aquellos tiempos todo el vulgo de 
nuestra comarca, como en general el de Espa- 
ña, una manera de hablar muy indecisa; el len- 
guaje apenas había ascendido á la categoría de 
idioma escrito: era el romance español en su 
menor edad, nutrido grandemente de voces 
originarias de Aragón. 

En la mayoría de la región valenciana, lo 
mismo el clero que los señores territoriales, po- 



82 

blando éstos los lugares con vasallos venidos de 
Cataluña y adaptándose los curas al lenguaje 
de sus convecinos, turbaron el desarrollo del 
lenguaje español, como hemos dicho, en su me- 
nor edad y lo destruyeron por completo. Por 
ello en la inmensa mayoría de los pueblos de la 
aludida región reina de una manera casi abso- 
luta el dialecto valenciano. 

En la pequeña parte del reino de Valencia 
que constituye nuestra comarca, por lo general 
pasaron las cosas de otro modo. Las circuns- 
tancias obstruccionaron la introducción del len- 
guaje catalán, que parecía ser la lengua de la 
reconquista: la masa de sus habitantes formóse 
entonces con antiguos pobladores del país y 
aragoneses recién llegados para avasallarse en 
él. Señores de los pueblos de esta comarca fué- 
ronlo los más conspicuos de Aragón. Conse- 
cuencia de todo esto fué la supervivencia del 
lenguaje aragonés, del cual necesariamente ha- 
bía de servirse el clero en sus funciones sacer- 
dotales. 

Todas las circunstancias de carácter social 
y político que siguieron á la reconquista y las 
diversas etapas que trajo el feudalismo, fueron 
un excelente cultivo para el lenguaje de Ara- 
gón en nuestra zona. 

Como centros de muy elevado poder públi- 
co, Jérica y Segorbe han sido en este país du- 
rante la Edad Media los puntos de donde irra- 



83 

diaba más principalmente la acción fertilizable 
para el lenguaje aragonés en nuestro suelo. 

Dicha acción fertilizable ó de incremento 
hacia el lenguaje aragonés fué nula ó no llegó 
á ejercerse en los lugares de estos contornos en 
que el lenguaje español desapareció con la re- 
conquista. Dónde la huida de los naturales dio 
lugar á la instalación de catalanes, ó donde á la 
expresada evacuación de los pueblos no siguió 
la ocupación de los mismos por aragoneses, es 
cosa obvia que no pudo tomar incremento un 
lenguaje no usado en aquellas localidades. Así 
ocurrió, por ejemplo, que en los pueblos de Se- 
rra y Benaguacil, donde á pesar de las relacio- 
nes oficiales que durante el feudalismo los liga- 
ba á Segorbe, no se desarrolló el lenguaje ara- 
gonés. La base de repoblación que hubo en los 
pueblos nombrados últimamente fué catalana; 
por esta razón arraigó en ellos el catalán valen- 
ciano, con casi entera abstracción del aragonés. 
Elemento de feudalización muy importante para 
el desenvolvimiento y nueva estructura social 
en esta comarca fué el repartimiento con que 
D. Jaime favoreció á los que le habían ayudado 
en la reconquista. 

Por punto general, los aragoneses conserva- 
ron las propiedades que les fueron adjudicadas 
en esta zona, y mostraron predilección por ha- 
cer adquisiciones después en ella. Al contrario, 
otros servidores de D. Jaime, particularmente 



84 

catalanes, prefirieron deshacerse de lo que aquí 
les había tocado, para adquirir en los lugares de 
donde eran naturales, ejercían cargos ó iban á 
residir. Así, por ejemplo, ocurrió con el castillo 
y valle de Almonacid, que, dado en el año 1238 
al obispo de Barcelona, pasó poco después á 
ser propiedad de D. Rodrigo Díaz, caballero 
aragonés. Con el castillo y valle de Almonacid 
se comprendían los lugarejos de Ahín, Matet, 
Algimia, San Juan y Torresomera (estos últi- 
mos han desaparecido). Y para demostrar al 
lector cuan larga sería nuestra tarea si tratáse- 
mos de exponer todas las mudanzas señoriales 
habidas en los pueblos, añadiremos que los ci- 
tados pueblos fueron después del duque de 
Sesa y por confiscación pasaron á la corona, 
comprándolos más tarde un conde de Aranda, 
de apellido Urrea. De manera que bastándonos 
para sonar la nota del aragonismo hacer algu- 
nas citas, prescindiremos de tan largo y pesado 
trabajo. 

Todos los historiadores de Aragón y Va- 
lencia encuentran durante el siglo xiii ejercien- 
do señoríos en esta comarca á distinguidos ara- 
goneses. Entre éstos contamos á la orden de 
Calatrava, cuyos caballeros eran señores de Be- 
gís y sus alquerías, por donación que les hizo el 
rey D. Jaime. Pocos años después el comenda- 
dor mayor de Alcañiz, D. Roy Pérez, otorgó 
para Begís carta de población á ciento diez 



hombres mediante escritura otorgada en Segor- 
be á 1 8 de Agosto de 1276. 

Montan, Montan ej os, Fuente la Reina y La 
Villanueva estuvieron sujetos al señorío de don 
Miguel Valterra, personaje aragonés nacido en 
los confines de Navarra. 

Gaibiel era de D. Pedro Gurrea; Higueras 
y Pavías fué para los Urreas. 

En muchos pueblos de la cuenca del Mija- 
res ya dejamos dicho que ejerció el imperio se- 
ñorial Jiménez Pérez de Tarazona. 

Gátova y Marines fueron del ilustre caba- 
llero aragonés Marañón. 

Castelnovo tocó á los Borjas, y cuando en 
años muy posteriores el señorío fué elevado á 
condado, dependían de él las baronías de Sone- 
ja. Mosquera y Azuévar. 

Chelva con su castillo y Altura con sus al- 
querías, ya consignamos haber sido objeto de 
donación en favor de D. Pedro Fernández 
Azagra. 

Pero la médula aragonesa de la comarca, 
donde se encontraba era en los castillos de Jé- 
rica y Segorbe. 



XI 



El entonces inexpugnable castillo de Jérica 
y la posición de la villa sobre el camino de Va- 



*x 



4. 



86 

leticia á Zaragoza, daban á la población especial 
importancia militar. 

Juzgúese como se quiera la táctica militar 
de la Edad Media, siempre encontraremos en 
. los guerreros de aquella época cuidadosa previ- 
sión para el caso de ser precisa la retirada. Por 
grandes que fuesen las probabilidades de un 
avance sin contratiempos por terreno enemigo, 
D. Jaime no descuidaba tener garantida ó pen- 
sada la retirada hacia Aragón para el caso que 
las circunstancias exigiesen esta determinación. 

Nuestras crónicas, más narrativas y críticas 
que filosóficas, apenas han dado razón de las 
previsiones militares del Conquistador al inva- 
dir el reino de Valencia. No se lee en ellas si- 
quiera el desaliento que debió de causar á los 
sarracenos el triunfo diplomático de D. Jaime 
al pasar pacíficamente por Segorbe al día si- 
guiente de pisar el suelo valenciano. 

La atención que el monarca aragonés puso 
en Jérica antes de comenzar la guerra contra 
los sarracenos de Valencia, fué debida al gran 
efecto moral qué buscaba, entrando libremente 
en poblaciones importantes y fuertes. Inaugu- 
rar sus operaciones militares contra Valencia, 
disponiendo de los castillos de Jérica y Segorbe, 
era casi prejuzgar el éxito de la campaña. 

Mucha parte de las tratos y convenios entre 
D. Jaime y Zeit-Abuceit no solía tener deta- 
llado cumplimiento, debido á la indisciplina é 



87 

insubordinación en que los ejércitos y las clases 
directivas de la sociedad de entonces vivían. 
Así pasó con el convenio de Calatayud de 29 
de Abril de 1229. 

Era el de Jérica, entre otros, uno de los cas- 
tillos que Zeit-Abuceit, en virtud de lo conve- 
nido, prometió poner al servicio de D. Jaime, 
cuya promesa no pudo cumplir el primero. Pri- 
vado el rey de esta ocupación pacífica y de sus 
excelentes condiciones topográficas, tuvo que 
suplirla con la ocupación de Begís. 

No convenía á D. Jaime en manera alguna 
que el importante castillo de Jérica, situado tan 
cerca de Aragón, le fuese contrario, y antes del 
sitio de Valencia mandó parte de su ejército á 
atacarle y rendirlo. 

Después de conquistado, púsole en él llave 
que abría y cerraba el paso entre Aragón y Va- 
lencia, la cual estaba en poder de persona de 
su entera confianza. 

Depositarla de esta confianza no tardó mu- 
cho en serlo la ilustre dama aragonesa D.^ Te- 
resa Gil de Vidaura. 

Esta noble señora ha sido, entre todas las 
amantes y las mujeres morganáticas de D. Jai- 
me, la que ha tenido el privilegio de ocupar 
particularmente á los historiadores. Casi todos 
ellos creen deberle conceder un papel impor- 
tante en la vida del rey. 

La novela ó historia que los autores relatan 



88 

sobre estos amores está llena de episodios inte- 
resantes. Haya en ellos más ó menos veracidad, 
no puede desconocerse que el monarca anduvo 
muchos años prendado de la dama, y que ésta 
ejerció gran imperio sobre el corazón del rey. 
En 9 de Mayo de 1255, ^^^s años y medio 
después de muerta la reina D.^ Violante (dice 
el barón de Tourtoulón), «hace D. Jaime una 
» donación á su arriada señora Teresa Gil y á los 
» hijos que de ella pueda tener»'. De modo que 
en 9 de Mayo de 1255 no tenía hijos el rey con 
aquella señora. Pero debía hallarse en vísperas 
de tenerlos, porque el obispo Aguilar^ en uno 
de los muchos párrafos de su obra, en los que 
condensa magistralmente la historia civil para 
intercalarla entre las noticias de la diócesis, dijo 
lo siguiente: «Queriendo el rey establecer á su 
»hijo Jaime Pérez, habido de D.^ Teresa Gil de 
»Vidaura, creó en 3 de Septiembre de 1255 el 
»señorío de Jérica para él. Los términos de esta 
» baronía, según se le habían señalado en 30 de 
»Marzo de 1254, tocaban con Arenoso, Alven- 
»tosa y Begís, término de Vallada, hasta la Ca- 
»rrascade Beriasip y el Villar, del Villar al Re- 
»bollo en el fin del Palancar, del camino de 
»Monterredondo á la pieza de Cambil. Estos 



^ «Tourtoulón», tomo II, pág. 284, Archivo de Aragón, 
pergaminos de D.Jaime, núm. 1.416. 
^ «Noticias de Segorbe y su Obispado», tomo I, pág. 90. 



89 

»términos se ensancharon en los años siguien- 
»tes y se aumentaron los privilegios de la villa, 
» concediendo el rey en 28 de Noviembre 
»de 1255 que pasase por ella la carretera de 
»Teruel, librando de peaje á sus mercancías 
» en 8 de Noviembre de 1256, dando en 10 de 
» Abril de 1257 Alcublas á D.^^ Teresa Gil de 
»Vidaura, y haciendo en 18 de Junio de 1257 
»que Teruel renunciase á sus derechos sobre 
»Toro, Pina y Barracas, repoblados como aldeas 
»de Jérica. El matrimonio de D. Jaime de Jéri- 
»ca con D.^ Elfa Alvarez de Azagra, juntó los 
» estados de Jérica con los de Chelva y Al- 
»tura.» 

Los derechos que Teruel alegó sobre Toro, 
Pina y Barracas se apoyaban en los fueros con- 
cedidos por el rey D. Alonso de Aragón á la 
expresada ciudad en el año 11 76. Contienen 
estos fueros una descripción de los límites de 
la referida ciudad, y la parte de ellos que ahora 
nos interesa dice así': «A la Peña del Cid den- 
»tro de la sierra de Utrillas; así como departe 
»el término con Alcachiz; y de ahí á la Peña Go- 
»losa dentro á Árenos et á Montan Algrán, et 
»á la atalaya de Xérica; y á la atalaya de Bexix; 
»y Alponte.» 



^ Este fuero fué hallado en el Archivo de San Miguel de 
los Reyes en Valencia. Lo publicó D. Isidoro de Antiñón en 
las cartas á su amigo D. Ignacio López de Auso. Valen- 
cia, 1799. 



90 

Por lo que acaba de leerse se deduce que 
el límite meridional de Aragón estuvo algo más 
cerca de Segorbe que lo está ahora, lo cual no 
es despreciable como causa de aragonismo en 
la comarca, y muy digno de tenerse en cuenta 
en favor de la permanencia en el terreno de 
los hijos del mismo cuando vino á dominarlo 
Jaime I. 

La importancia y lijstre social que tuvo Jé- 
rica en la Edad Media fué debida á D.^ Teresa 
Gil de Vidaura. 

No andan acordes los historiadores en la 
fecha en que D. Jaime puso los ojos en doña 
Teresa, pero todos convienen en que le dio pa- 
labra de hacerla su esposa, palabra que por ra- 
zones de Estado quedó incompletamente cum- 
plida. 

Habidos con la expresada dama tuvo dos 
hijos el rey: el mayor, que fué primer señor de 
Jérica, y el menor, de Ayerbe. Tanto la madre 
como los hijos teníanse por reina é infantes, y 
respecto á estos últimos el mismo rey, en testa- 
mento, les llamaba á su herencia, caso que mu- 
riesen sin hijos ó descendientes los dos infantes 
hijos suyos y de la reina D.^ Violante de Hun- 
gría. 

La educación del primer señor de Jérica, 
esencialmente aragonesa, fué dirigida por su 
madre. Eligió para ayo de sus hijos al noble don 
José Jiménez, natural de Teruel, y padre del 



91 

obispo que fué después de Segorbe D. Pedro 
Jiménez de Segura. Aquella dama debió incul- 
car en su hijo la estimación y afecto que ella 
sentía por las tradiciones aragonesas. 

Dada la manera de ser de aquellos tiempos, 
las más distinguidas usanzas y los más exquisi- 
tos gustos aragoneses, se practicarían en Jérica 
como régimen y ordenación de un elevado trato 
social. 

La alta sociedad de la época tendría por un 
principal honor acudir al castillo de Jérica. El 
citado castillo fué el más elevado centro de 
buen tono en la comarca. El hijo del rey de 
Aragón, señor y dueño de la fortaleza y jefe del 
estado de Jérica, recibiría á sus huéspedes con 
la etiqueta palaciega usada en el Aragón ante- 
rior á los tiempos de D.^ Petronila. Y decimos 
esto, pensando que los formulismos palaciegos 
introducidos al advenimiento de los condes de 
Barcelona al trono de Aragón no eran tan agra- 
dables á D.^ Teresa Gil de Vidaura como las 
más modestas ceremonias de los reyes de So- 
brarbe. 

En los años de sosiego y tranquilidad pú- 
blica, la presencia de los señores de Jérica en 
las fiestas y solemnidades que tendrían lugar en 
los contornos les daría gran realce. 

Bendecir ermitas, inaugurar ferias ó mer- 
cados, dar posesión de castillos á nuevos seño- 
res, bautizos, bodas, entierros, etc., etc., eran 



92 

sucesos que tenían á la aristocracia en movi- 
miento. Con estas ocasiones tendría culto aquel 
elegante trato de la Edad Media con que los 
caballeros se esforzaban por hacer cuanto no 
desplaciese á damas y doncellas. 

En los castillos vecinos todo cuanto se decía 
ó hacía en la casa de D. Jaime de Jérica había 
de dársele carácter de buen tono. El lenguaje 
empleado en esta casa es casi seguro serviría 
de modelo en la comarca. 

Heredados en el nombre y estado de Jérica 
se continuaron los descendientes del hijo del 
Conquistador y de D.^ Teresa Gil de Vidaura 
hasta D. Juan Alfonso de Jérica, que falleció 
sin sucesión en el año 1369, por lo cual fué de- 
vuelto al rey D. Pedro IV de Aragón, como 
bienes feudatarios, el estado que nos ocupa. 

En Junio dé 1372 se había verificado en 
Barcelona el casamiento de D.^ María de Luna, 
señora de Segorbe, con el infante D. Martín, 
para quien el rey creó en 6 de JuUo siguiente 
el condado de Jérica, intitulándose en adelante 
señor de Segorbe, conde de Jérica y Luna. 

Después de esta fecha continuó Jérica en 
tan directas relaciones como antes respecto á 
Aragón; pero aquellas relaciones se cultivaban 
bajo la unidad feudataria que pasó á constituir 
la villa hasta el reinado de Fernando I, en unión 
de Segorbe. 

Esta última población no ha sido muy afor- 



93 

tunada con los cronistas que se han ocupado 
de ella. Como ha podido verse en lo que veni- 
mos escribiendo, el papel que desempeñó al 
iniciarse la reconquista de Valencia, por el he- 
cho de ser pasivo y de índole política, apenas 
han dado muestra los historiadores de reparar 
en lo eficaz que fué y en la positiva influencia 
que tuvo facilitando la conquista de Valencia. 
Los historiadores de este reino, estudiando pre- 
ferentemente el aspecto externo de los sucesos, 
no han adjudicado á Segorbe la parte de gloria 
que en la reconquista le corresponde. 

Encumbrados magnates salidos de la casa 
real de Aragón han regido los destinos de Se- . 
gorbe en excesivamente larga época feudal. 

Nuestro régimen señorial después de la re- 
conquista, unas veces atenido al fuero aragonés, 
otras al propio fuero y otras al de Valencia, 
permanece olvidado. De todo ello sólo ha sona- 
do entre los historiadores, cual si fueran un 
retal de la heráldica española, los nombres de 
sus señores primero y de sus duques después. 
Y en verdad, basta con ellos para inferir lo 
grandes que fueron las relaciones de conexión 
y afinidad que tuvo Segorbe con Aragón. 

Las condiciones tan á propósito que reúne 
Segorbe para la vigilancia territorial de Aragón 
y Valencia las estimó D. Jaime I en tanta ma- 
nera, que antes de morir dispuso que jamás 
fuese desmembrado de la corona. A pesar de 



94 

ello, Pedro III, en 21 de Noviembre de 1279, 
constituyó con esta ciudad y sus dependencias 
un señorío para su hijo D. Jaime Pérez, habido 
fuera de matrimonio, el cual casó á poco con 
D.^ Sancha Fernández, hija de D. Fernando 
Díaz, señor de los pueblos del valle de Almo- 
nacid. De este matrimonio nació D.^ Constan- 
za, que por testamento hecho en Segorbe el 
año 1 308 quedó su universal heredera y casó 
con D. Rodrigo de Luna, rico-hombre de Ara- 
gón. De este matrimonio nació D. Artal de 
Luna, y de D. Artal de Luna y D.^ María Sán- 
chez Duerta, el conde D. Lope de Luna y se- 
.ñor de Segorbe. El conde D. Lope fué el más 
poderoso y opulento entre los ricos-hombres de 
Aragón, tanto que el rey D. Jaime II lo casó 
con la infanta D.^ Violante de Aragón, su hija 
legítima, si bien no tuvo hijos este matrimonio. 
Muerta D.^ Violante, casó con una hija del con- 
de de Agaviota, llamada D.^ Brinda, y que era 
sobrina del Papa Clemente V. De este matri- 
monio nació D.^ María, que casó con el infante 
D. Martín, y fueron reyes de Aragón. 



XII 



Los tiempos de D. Martín de Aragón son 
la época de mayor apogeo del aragonismo en 
la comarca. D. Martín y su esposa D.^ María 



95 

de Luna sentían especial predilección por Se- 
gorbe. Son varios los recuerdos de importancia 
que tenemos y que traen á la memoria aquellos 
tiempos. Buena prueba del interés que por Se- 
gorbe sentía D. Martín es la cesión que hizo 
en 1383 de la facultad que tenía del rey don 
Pedro, su padre, para imponer sisas y otras im- 
posiciones sobre pan, vino, carnes, etc., cedien- 
do en beneficio de la ciudad la expresada facul- 
tad de imponer sisas por tiempo de doce años'. 
Utilizar la ciudad para sí estas sisas (impuesto 
de consumos como ahora se llama) era robus- 
tecer grandemente los ingresos municipales. 

Construyóse en esta época la acequia nueva 
tomando las aguas del Palancia, solventando 
D. Martín en favor de Segorbe las dificultades 
que opusieron los pueblos situados aguas abajo. 
Gran parte de la fertilidad de nuestro valle se 
debe á aquel infante. 

Nada tuvo tanta importancia ni puso tan en 
contacto á Segorbe con la médula de la socie- 
dad aragonesa como la cartuja de Valí de Cris- 
to, construida en tiempos de D. Martín. Duran- 
te largas temporadas esta casa fué residencia 
del rey de Aragón. 

D. José M.^ Morro, notario de Segorbe que 
falleció el año 1895, tuvo ocasión de examinar 



^ Pergamino que se guarda en el archivo municipal de 
Segorbe. 



96 

unos apuntes procedentes de Valí de Cristo, 
recogidos por D. Valentín Carnicer, vicario 
capitular de esta diócesis, en la época de la ex- 
claustración. De estos apuntes sacó el Sr. Morro 
las noticias que dio á conocer al público en sus 
artículos sobre la cartuja de Valí de Cristo, pu- 
blicados en los tomos II y III de «El Archivo». 
El obispo Aguilar tuvo también á la vista 
estos apu.ntes cuando se ocupó de la cartuja'. 
Ambos escritores dan pormenores de dos ver- 
daderas solemnidades de corte que los monar- 
cas aragoneses hicieron en este monasterio. Fué 
la una con motivo de la consagración que se 
hizo en 12 de Febrero de 1401 de la pequeña 
iglesia destinada al culto bajo la advocación de 
San Martín mientras se edificaba la mayor, con- 
curriendo al acto el arzobispo de Catania, arzo- 
bispos de Atenas y de Tarragona, el obispo de 
Valencia y el de Tortosa, asistiendo D. Martín 
con los principales personajes de su corte. Pa- 
sado poco tiempo de esta fiesta, murió en Sici- 
lia el único nieto legítimo de D. Martín y de 
D.^ María de Luna. Tal duelo hicieron éstos de 
su muerte, que para buscar consuelo en Dios 
mandaron les construyesen dos celdas en el 
monasterio, convenientemente separadas de la 
comunidad, en las cuales pasaban muchos días. 



^ «Noticias de Segorbe y su Obispado», parte primera, 
página 168. 



97 

asistiendo ambos á los actos religiosos del día 
y de la noche cual si fueran cartujos pro- 
fesos. 

Al mismo tiempo preparaban las cosas para 
edificar el claustro é iglesia mayor. La otra 
gran solemnidad de que hacen circunstanciada 
relación los apuntes, según dicen los escritores 
dichos, fué motivada por la inauguración de las 
obras de esta iglesia mayor. Para colocar la pri- 
mera piedra vino de Sicilia D. Martín, hijo de 
D. Martín de Aragón y de la expresada doña 
María de Luna, y para celebrar este acto hubo 
suntuosas fiestas, á las que concurrió la nobleza 
y muchos prelados. 

De la predilecta inclinación que D. Mar- 
tín y su esposa sentían por este monasterio, dan 
razón las muchas donaciones con que le enri- 
quecieron y las altas y bajas jurisdicciones que 
vincularon en su comunidad. 

Son muchísimas las fechas que encontramos 
en la historia de aquel tiempo, durante las cua- 
les los reyes de Aragón se entregaban en Valí 
de Cristo al descanso y la meditación. 

Todo no fué tranquilidad y sosiego; D. Mar- 
tín tuvo grandes disgustos en Segorbe. En ho- 
nor de esta ciudad debemos de hacer constar 
que no fueron ocasionados por sus habitantes. 
D. Martín convocó Cortes en Segorbe á los va- 
lencianos en 1 40 1. El objeto principal de aque- 
lla asamblea fué procurar la paz entre las 

7 



98 

dos parcialidades en que estaba dividida la gen- 
te del reino de Valencia. Simples divergencias 
de familias aristocráticas y poderosas tomaron 
el aspecto de guerra civil. Cabezas de estas 
parcialidades eran D. Jaime Soler y D. Gilaber- 
to Centelles. Se esperaba que la asamblea de 
Segorbe pondría fin á tan graves discordias, 
pero el resultado fué otro muy distinto. D. Gi- 
laberto Centelles sorprendió en Almedíjar á don 
Jaime Soler, á quien dio inhumana muerte, te- 
niendo después la osadía de presentarse en las 
Cortes como satisfecho de su bárbara hazaña. 
Los de la parcialidad de Soler buscaron al pun- 
to la venganza, y al día siguiente, en represalias 
del agravio recibido, mataron en el camino de 
Valencia á Jaime Jofre, á D. Luis de Torres y 
á otros más del bando de Centelles'. Esta acti- 
tud de los valencianos en las Cortes de Segorbe 
dio al traste con sus sesiones, y D. Martín man- 
dó que se trasladasen á Valencia, donde termi- 
naron en 1403. 

Muerta la reina D.^ María, el rey vivió to- 
davía con más frecuencia en su cartuja, donde 
parecía tener las mayores amistades y descan- 
sos; esta residencia era un lenitivo para el afli- 
gido ánimo del monarca aragonés. 

D. Martín otorgó testamento en Valí de 



Zurita, «Anales de Aragón», libro X, cap. XXXVI. 



99 

Cristo el año 1407, cuando aun vivía su hijo 
D. Martín de Sicilia, el que murió antes que su 
padre. 

Después de muerto el rey D. Martín, toda- 
vía se advierten en Segorbe recuerdos y respe- 
tos afectuosos hacia la memoria del difunto mo- 
narca. Profesaba éste entrañable cariño á su 
nieto D. Fadrique, hijo ilegítimo de D. Martín 
de Sicilia, el que hubiera sido rey de Aragón á 
no ser por el inconveniente de la bastardía. Don 
Martín deseaba esta solución para después de 
sus días, y el solo hecho de haber conseguido 
del Papa Benedicto XIII su legitimación ca- 
nónica, lo hace creer así. Con esto y haber 
dispuesto en su testamento que fuese rey el 
que mejor derecho tuviese, creyó D. Martín 
que D. Fadrique se sentaría en el trono de 
Aragón. 

Al fallecimiento del rey, ocurrido en Barce- 
lona en 29 de Mayo de 1410, trajeron á Segor- 
be al niño D. Fadrique, considerando á esta 
ciudad el sitio más á propósito y seguro para 
residir aquel candidato al trono de Aragón. 
Cinco eran los pretendientes á la corona. El 
tribunal de los nueve compromisarios reunido 
en Caspe, antes de decidir á cuál de los candi- 
datos favorecía el derecho, escuchó las razones 
que los procuradores ó delegados creyeron 
oportuno alegar. D. Fadrique sólo fué defendi- 
do por Segorbe; los procuradores mandados á 



lÓO 

Caspe por el obispo de Segorbe' íuéronlo don 
Pedro de la Casta, Arnaldo de Conques, Gui- 
llen Estrader y Juan de Aguilar, haciendo dichos 
señores de los derechos de D. Fadrique á suce- 
der al rey su abuelo una defensa poco afortu- 
nada. 

Los compromisarios de Caspe, atendiendo 
más á razones de conveniencia para el estado, 
que á los fundamentos de derecho alegados por 
los candidatos, designaron para ocupar el trono 
de Aragón al príncipe castellano D. Fernando 
de Antequera. 

«Proclamado rey D. Fernando — dice don 
» Nicolás Sancho^, — inmediatamente se hicieron 
»tres instrumentos de esta declaración, sellando 
»cada uno de los electores su voto particular 
»con el proemio y conclusión que redactó de 
»su puño el P. Bonifacio Ferrer, entregándose 
»un ejemplar á cada reino en las personas si- 
»guientes: por Aragón, el obispo de Huesca; 



^ De este prelado dice el obispo Aguilar que se llamaba 
Fr. Juan de Tahuste, y era amigo y confesor del rey don 
Martín, cuyos últimos días consoló, y de quien recibió el 
encargo de amparar los derechos de su nieto D. Fadrique. 
Cumplió el obispo su encargo, no perdonando diligencia 
ni dinero para que entre los varios pretendientes al trono 
prevaleciese el derecho de su pupilo. 

^ «Descripción histórica, artística, detallada y circuns- 
tanciada de la ciudad de Alcañiz y sus afueras», por el pres- 
bítero D. Nicolás Sancho, ex prior del monasterio de Rueda,, 
del orden de San Bernardo, pág. 215. Alcañiz, 1860. 



»por Cataluña, el arzobispo de Tarragona, y 
»por Valencia, al P. Bonifacio Ferrer». Lafuen- 
te lo dice también así': «Levantóse un acta que 
» redactó D. Bonifacio Ferrer, de que se saca- 
»ron tres ejemplares testimoniados por seis no- 
»tarios, dos de cada reino, y de ella se dio uno 
»al arzobispo de Tarragona, otro al obispo de 
» Huesca y otro á D. Bonifacio Ferrer, para 
»que se custodiasen en el archivo de cada pro- 
»vincia». El ejemplar que se entregó al P. Bo- 
nifacio Ferrer quedó en la cartuja de Valí de 
Cristo, y hoy es uno de los más preciados ma- 
nuscritos que posee la rica biblioteca del Semi- 
nario de Segorbe^ 

Con la solución dada en Caspe á la sucesión 
de la corona, perdió Segorbe la dicha de tener 
á su señor territorial rey de Aragón. Pero los 



^ «Historia de España», por D. Modesto Lafuente, to- 
mo II, pág. 153. Madrid, 1879. 

^ Me encontraba cierto día en la biblioteca del estable- 
cimiento, y el distinguido canónigo y bibliotecario del Semi- 
nario, Sr. Sanchis Sivera (conocido eft la república de las 
letras con el pseudónimo de Lázaro Floro), que desempeña 
aquel cargo, con exquisita discreción y amabilidad, inte- 
rrumpiendo su tarea de ordenar volúmenes y formar índi- 
ces, me presentó un libro, diciéndome: «Todavía no he te- 
nido tiempo de ver lo que son estos manuscritos de la épo- 
ca del rey D. Martín». Tomé el libro, y al punto tuvimos la 
satisfacción de reconocer en él el protocolo del Parlamento 
de Caspe, que, procedente de Valí de Cristo, es indudable- 
mente el ejemplar que se dio á D. Bonifacio Ferrer, á la 
sazón prior de aquel monasterio. 



usos, costumbres y maneras, practicados y ejer- 
cidos por la cortesam'a aragonesa en Segor- 
be, quedaron implantados ó afianzados en el 
país en condiciones de sólida permanencia. Las 
tradiciones lingüísticas de la comarca recibieron 
una confirmación eficaz durante los tiempos en 
que los reyes de Aragón residían en Segorbe ó 
en Valí de Cristo. 

Es muy digno de notarse que en los últimos 
años del siglo xiv y los primeros del xv, que 
corresponden al reinado de D. Martín, convie- 
nen los críticos en que el romance español com- 
pletó su estructura y adquirió formas determi- 
nadas y definitivas. Bajo aquel reinado, el len- 
guaje aragonés usado en Segorbe, si algo tenía 
aún de indeciso, se vivificó y ennobleció al con- 
tacto de la corte aragonesa. 

Cuando leímos en Blancas discursos pro- 
nunciados por el rey en Cortes generales^ su 
lenguaje nos recordó á cada momento el usado 
en Segorbe. 

Los tiempos posteriores á D. Martín, más 
que de formación del lenguaje, fueron de refor- 
ma ortográfica. Por ello los hechos históricos 
acaecidos después no tienen para nosotros inte- 
rés filológico, y apenas tuvieron trascendencia 
lingüística en la comarca de Segorbe. 



I03 



D. MANUEL GÓMEZ Y MANES 

Y 

D. BERNARDO MUNDINA MILALLAVE 



Ocuparse del lenguaje de nuestra comarca 
y venir á la memoria el recuerdo de D. Manuel 
Gómez, es cosa que ocurrirá á todos los segor- 
binos. 

Vivió aquel señor continuamente preocupa- 
do por las cuestiones generales del idioma, y 
mostró en sus escritos serios inquebrantable su- 
misión á los preceptos de la Academia de la 
Lengua. 

Escribió mucho durante su vida. En los 
años 1849 y 50 publicó un periódico de litera- 
tura, El Celtíbero, en el que aparecieron veinti- 
séis diálogos, é hizo resaltar en ellos, poniendo 
de gran relieve, palabras y voces del ínfimo 
vulgo del campo. 

En el año 1860 escribió un libro con título 
de «Mata-pesares», en el cual reprodujo, modi- 
ficándolos algún tanto, los diálogos publicados 
en El Celtíbero^ formando un libro de 230 pági- 
nas de texto, en donde aparecen cartas, oficios^ 



I04 

exposiciones, datos estadísticos, relatos, con- 
sultas hechas á letrados, anécdotas," etc., etc., 
todo ello procedente de alcaldes pedáneos, 
amantes labriegos, amigos rudos, etc., etc. 

Además, corre impreso un opúsculo de Gó- 
mez que contiene cuatrocientas diez poesías, 
significando en ellas cómo se dicen muchas co- 
sas y cómo debieran decirse. 

Estas obras son las más importantes de Gó- 
mez, y no tenemos noticia que hayan sido ob- 
jeto de crítica literaria ni de impugnación. Tam- 
poco nosotros acometemos ahora esta tarea; 
pero sí las hemos de tener en cuenta al objeto 
de este trabajo, fijándonos especialmente en 
los diálogos. 

El lenguaje que al acaso.se suele hablar por 
acá fué lo que motivó estas publicaciones de 
Gómez. Estamos seguros que respecto al uso 
corriente de la escritura nadie habrá dudado 
que es igual al usado en toda España. Gómez 
cuidó de hacerlo constar así, advírtiendo que 
los diálogos son enteramente palurdos é imagi- 
nativo-históricos. 

Estos diálogos palurdos no están copiados 
de individualidades determinadas. Jelipe y Ja- 
viel, que personifican aquella manera de hablar, 
son creaciones de su ingenio que entrañan una 
especie de catálogo de voces y palabras reco- 
gidas al acaso por el autor, quien las expone y 
hace jugar discretamente á un fin crítico. 



I05 

En el prólogo del «Mata-pesares» lo dice 
claramente: disipar un tanto las nieblas que 
obscurecen los entendimientos de algunos de la 
clase ínfima por una parte, y aprovechar por 
otra lo que dijo el poeta: 

Que de los rústicos labios, 
Entre muchas necedades, 
Salen á veces verdades 
Que no las dicen los sabios. 

La tendencia crítica y los propósitos prin- 
cipales de Gómez, quedan manifiestos en aque- 
llas palabras y este verso que el autor colocó 
en el prólogo de la obra que nos ocupa. 

Que algunos lectores no hayan sacado del 
libro las consecuencias que el autor se propuso, 
eso, es cuestión aparte. 

La casi totalidad de palabras en los diálogos 
están mal pronunciadas: en muchas de ellas 
puede notarse el carácter de origen, en otras se 
advierte aquella movilidad informe que existió 
en la formación del romance castellano. 

La lectura de los diálogos nos hace el efecto 
de hallarnos en tiempos de lucha en las palabras 
y en los días de gran selección espontánea de 
voces que dieron por resultado las palabras 
algún tanto cristalizadas, si así es posible expre- 
sarnos, y su determinación fija en la escritura. 

Jelipe y Javiel son personalidades en las 
que Gómez reunió cuanto de rudo pudo hallar 
é imaginar en el lenguaje. A este fin sacó de la 



io6 

colectividad del vulgo muchos detalles de rude- 
za que se encuentran aislados; los reunió y for- 
mó con ellos dos personalidades. Salieron éstas 
de la pluma del autor tan enormemente rudas, 
que su ficción en la realidad apenas se concibe. 

En lo tocante al discernimiento, Jelipe y 
Javiel son buenas muestras de suspicaces y en- 
tendimientos ineducados. Al contemplarlos ex- 
tendiendo sus juicios á todo el ambiente social 
de la localidad, parecen dos grandes críticos. El 
autor afilió á estos protagonistas entre los labra- 
dores: por eso son disculpables los extremos á 
que recurrió adoptando ciertas voces que nos- 
otros no hemos escuchado, pero convenimos en 
que pueden oirse cuando las gentes incultas se 
encuentran precisadas á dar una expresión so- 
bre cosas que no son de las de su ocupación ó 
de su vida ordinaria. 

Teniendo esto presente, se explica que Gó- 
mez se atreviera á recargar tanto la nota palur- 
da en algunas locuciones escribiendo potronco 
(poltrón), ^;í^rz¿¿?j(engreídos),^¿:¿z/m/<2 (esclavina), 
churritá de gente (multitud de gente), y otras mu- 
chas por el estilo'. Aparte de estas palabras y 
voces extravagantes, y cuya convecindad no 
podemos por entero admitir, hay tal predomi- 
nio de la ese (s) en los diálogos y tales giros en la 
conversación, que, al decir de Jelipe y Javiel, 



El Celtibero^ diálogo 6. Segorbe, 1850. 



107 

recuerda algo que Pereda llama el sabor de la 
tierruca. 

La fecunda imaginación de Gómez recogien- 
do y enlazando materiales sueltos del cauce del 
lenguaje del vulgo, podemos decir que trazó un 
dialecto. Mostró también un excelente espíritu 
de observación para el conocimiento del realis- 
mo de la vida; así pudo penetrar con éxito en 
el naturalismo de la colectividad de nuestro ín- 
fimo vulgo, y trazó siluetas á su antojo, expo- 
niendo con voces incultas escenas llenas de vi- 
gor y de realidad. El conocimiento práctico de 
la sociedad en que se vive, el respeto á la virtud, 
el aplauso para lo bueno, la reprobación de lo 
malo, la belleza moral, el sentimiento estéti- 
co, etc., etc., pueden producirse en todas par- 
tes: hay que recogerlas donde se ofrezcan, aun- 
que surjan entre el cieno de los establos. 

Las gentes del campo precisadas á hacer 
vida rústica son tantas, y de tan distintas mane- 
ras las modalidades rurales, que sus diferencias 
intelectuales siempre serán motivo de estudio y 
excelente materia novelable. Cualquiera que 
sea la rudeza lingüística de las gentes del cam- 
po, independientemente de sus medios de ex- 
presión, podrán albergar y revelar excelentes 
disposiciones para el bien y un alto espíritu en 
orden á la belleza moral ó estética, ofreciéndo- 
se otras veces refinamientos de astucia y mali- 
cia sorprendentes. 



lato muestran con un realismo exacto y alar- 
mante el trastorno de un pueblo durante las 
luchas electorales. Se ve al labriego Javiel trans- 
pirando indignación contra los vicios del sufra- 
gio: los lamentos parecen más auténticos reco- 
gidos en los propios labios rústicos que sufren 
las coacciones. Gómez, poniendo en boca de 
Javiel la relación anterior, nos hizo una pintura 
exacta de nuestras viciosas contiendas electo- 
rales. Con un lenguaje correcto, la relación an- 
terior carecería de tan directa autenticidad. 

Al mismo fin, es decir, á mostrar alcances 
intelectuales dentro del lenguaje rudo, transcri- 
bimos otro trozo de diálogo; se refiere, como á 
continuación se ve, á representaciones teatrales 
hechas por aficionados. El lector tendrá con 
ello una buena muestra del interés que al vulgo 
inspiran las cosas de la escena; verá cómo la 
aspiración artística, á pesar de las rudas expre- 
siones, campea en Jelipe y Javiel; la rusticidad, 
congénita en estos sujetos, no es obstáculo para 
que aprecien con muy buen sentido las condi- 
ciones de carácter, estudio y disciplina que 
han de reunir los actores para el buen desem- 
peño de sus papeles. 

Las partes de diálogo que nos merecen es- 
tas apreciaciones, dicen así: 

Javiel, — «Isieron lo que pudieron los pobres 
»aficionaus, pero eso de salir á las mil y qui- 
»nientas. 



» Luego los papelicos, por lo general, esta- 
ban algo verdes; se conose que sabían cascau 
poco la testerola y tubido pocos ensayos.» 
Jelipe. — «Masiau hisieron; verdá es que tu- 
vieron pocos ensayos porque ya habían estu- 
dian dos de primeria, y por tontas de unos y 
dotros subo de dejar; pero no está ahí el quit 
prensipal: no ves tú que en comedias de afi- 
sionaus toa la vida ha sido y toa la vida será 
que casGuno quisiera tener un Ray en el cuer- 
po y haser los papeles más destinguidos, aun- 
que no sepa más que bramar. Y en toas co- 
medias hay pocos destos; dahí es que se que- 
dan escontentos y de mala humor. Y el diletor 
no puede arremediarlo. Day sorigina que angu- 
nos hasen faltas á los ensayos; otros, aunque 
vayan, párese que resen el papel; otros di- 
sen: «Ya lo diré la noche de la funsión; sáltalo el 
mío > ; y cosas puese estilo que queman y recon- 
denan á los prensipales, y particularmente en 
espesial al diletor, que hase papel destrasa.» 

Javiel, — fEso viene á ser, pues, lo mermo; 
es la comparansa, que cuando la melisia de los 
rialistas, y más de los crestínos y los nasiona- 
les, que tol mundo hasía lo que quiría; no sé 
cómo había quien quisiera ser comendante ú 
mandón', pues si* era blando de morro tos 



^ Almirante, en su «Diccionario Militar», dice: «Mandón: 
»el que ostenta demasiado su autoridad y manda más de lo 
»que le toca.> 



112 

»hasían su santísima voluntad, y si quiría haser 
» valer su drecho, como tos se pensaban ser 
» tanto como él, to era' creticarlo y desirle satis- 
»fecho, vanitoso, etc., etc.'» 

Si yo tomo los diálogos y leo en alta voz, 
los que me escuchan dirán: «El hablar seseando 
es la característica de nuestro lenguaje local». 
Pero si dejo el libro y los mismos que- escucha- 
ban leen por sí, al reparar en la escritura y 
forma ortográfica dirán: «Tales diálogos son 
extraños á nosotros. » 

En términos generales dicen los gramáticos: 
«Hay verdadera correspondencia entre las letras 
»del alfabeto y los sonidos producidos para ci- 
»tarlos». No olvidemos que las letras en el len- 
guaje se representan por sonidos y en la escri- 
tura por signosj éstos son de límites más fijos y 
se aprecian con la vista; los sonidos son de con- 
diciones más vagas, menos susceptibles de lími- 
te físico y se aprecian con el oído. Por este 
motivo la ortografía fonética, esto es, escribir 
como se habla, nunca podrá prevalecer, y siem- 
pre faltaría con ella el modelo que imitar. Apar- 
te del sonido de la ¿ y de la v, que nadie por 
él puede guiarse para usarlas, y de otras cir- 
cunstancias, dicha ortografía no es defendible 
sino para el caso de pronunciar bien. 

Una ortografía de lo mal pronunciado ha de 



El Celtibero^ diálogo catorce. Segorbe, 1850. 



113 

ser por necesidad caprichosa, y tendríamos en 
cada localidad tantas ortografías como son las 
distintas variantes ó vicios de pronunciación. 

En los diálogos de Jelipe y Javiel, lo que 
sobresale y viene bien con la escritura y orto- 
grafía de los mismos es la supresión de la ^ y 
de la c en funciones de la z. Este defecto de 
pronunciación es lo corriente entre nuestro 
vulgo inculto; es un defecto constante y bien 
determinado que podemos llamar de carácter 
local. 

Todos los demás defectos de pronunciación 
son inconstantes y mudables, habiendo persona 
que no sabe pronunciar una palabra bien, y en 
cambio lo hace mal de dos ó tres maneras. Ejem- 
plo: la palabra procurador hay quien, si tiene 
necesidad de citarla tres veces, una dirá precu- 
rador, otrs. perairador y la tercoxdi porcurador. 

Estos defectos de pronunciación son muy ge- 
nerales en toda España entre la gente ruda. Los 
diálogos que compuso Gómez en Segorbe con 
lenguaje tan palurdo los hubiera hecho en cual- 
quier otra localidad, pues en ninguna le hubie- 
sen faltado colecciones de palurdos en que ins- 
pirarse. En Salamanca, por ejemplo, la palabra 
murciélago la notó un observador' pronunciada 
de las siguientes maneras: murciégano, vioriciéga- 
no, mornciégano, 7narraciégano y burrociégano. En 



De la Ilustración Española y Americana , año 1886. 



114 

un mismo pueblo á la cujada se le dice cornija, 
cogujaa y corriijada, y hasta nueve variantes del 
nombre enebro, enjumbre, enjhnbre, injwnbrCy en- 
jimbre, joimbre, jumbrCy gijnbre^jumbrio y juembre, 
derivados todos del \aL\Sx\. juniperiis , que significa 
en este idioma el enebro. Hemos tomado estos 
ejemplos de una provincia que lleva fama de 
hablar bien el castellano, y sin embargo, los 
distintos nombres dados á una misma cosa de- 
muestran los defectos de pronunciación en la 
gente inculta de aquel país. 

En el dialecto de Fonz, presunta cabeza de 
Ribagorza, se dice nusotros, vusotros, llengiia, te- 
niba, siñor, tos (todos), con otras muchas pala- 
bras usadas en el Alto Aragón. En Toledo, 
ciudad muy preciada de la pureza de su habla, 
hay mala pronunciación. En Soria se habla como 
en Calatayud y Tarazona, y eso que se propo- 
nen competir con Burgos. En el dialecto del 
Vierzo se dice enfurruñarse, espatarrarse, tro7i' 
cho, etc., como en Aragón. En Ayerbe, pueblo 
de la provincia de Huesca, situado en la ruta 
de la carretera que conduce de esta ciudad á 
Panticosa, pasó parte de su infancia el doctor 
Cajal. Y en la autobiografía que escribió recien- 
temente, dice que en aquel pueblo llamaban á 
los chicos mocetes; decían aivan, por adelante 
van; foraiio, por forastero; chifletes, por silbatos; 
vesque, por liga, etc. 

Según lo que tenemos observado, la mala 



"5 

pronunciación el vulgo unas veces la emplea 
de propósito, como si quisiera motejar las bue- 
nas locuciones; otras, llevado de su instinto 
ineducado, opuesto á reglas gramaticales que 
estorben ó sujeten la espontánea expresión de 
sus pensamientos. Así vemos que Jelipe y Javiel, 
sin noción alguna académica, manifiestan ó ex- 
presan con su especial hablar cuanto piensan ó 
quieren decir. 

Como circunstancia concomitante á la mala 
pronunciación de un país, se observa en el mis- 
mo la costumbre de usar apodos. Sobre este 
particular tenemos conexiones con Aragón. No 
tanto como en Teruel, donde D. Jerónimo La- 
fuente hizo una tan larga lista de apodos, que 
parece no quedar nadie libre de ellos en la po- 
blación. En la sierra de Albarracín, á propósito 
de apodos, referiré lo que de ella cuenta Polo 
y Peyrolón': Reunidos en cierta ocasión los co- 
frades de San Roque en la casa rectoral del 
pueblo de Tramacastilla para celebrar una junta, 
quiso el párroco cerciorarse de la puntual ó es- 
casa asistencia de los asociados, y al efecto 
tomó el libro de los cofrades y fué leyendo, uno 
por uno, sus nombres y apellidos. La sala esta- 
ba llena, y nadie, sin embargo, decía esta boca 
es mía. 



^ «Costumbres de la sierra de Albarracín», pág. 107, 
Valencia, 1873. 



ii6 

— Hombre, muchos faltan — observó el señor 
cura dejando de leer. 

— ¡Ca! No, señor — contestó el maestro de 
.escuela. — Déme usted ese libro. 

Nada comprendió elpárroco, pero obedeció- 

— Cuquita — voceó el maestro dando princi- 
pio á la tarea. 

— Presente. 

— Goticaaceite, 

— Presente. 

— Mediamisa, 

— Presente. 

— Peroles, 

— Presente. 
Y al punto contestaron uno tras otro á sus 
apodos respectivos, los que momentos antes per- 
manecieron mudos al oir sus nombres y apellidos. 
Esto da idea de cómo reina el mote en 
aquel país para los nombres propios, y anuncia 
al lector los defectos de pronunciación. 

Por lo dicho se ve que la mala costumbre 
de usar apodos está tanto ó más generalizada 
en Aragón que aquí. 

El lenguaje del vulgo en Teruel corre pare- 
jas con el de Segorbe, y se presta á análogas 
ocurrencias jocosas. Para probarlo, insertamos 
la siguiente carta, calcada en el conocimiento 
del vulgo turolense y escrita por el ya citada 
D. Jerónimo Lafuente. Dice así': 

^ «Por mi pueblo», pág. 7. Teruel, 189Ó. 



117 

«wSiñor, Alifonso y Menenciano, que son 
unos charraires y unos hempróquitas, nos han 
dicho que echáramos un mimorial al espen- 
tolau que se ha divirtido compusiendo El ray 
que rabióy hiciéndole presente que ha sido una 
traiduría el no haber metió los nuestros en 
aquel timulto y aquella sinfinidad de nombres, 
y que le pidiéramos á usté esperjuicios. Pifa- 
nio y Liandro, que tienen otro caraite y son 
más respetudos, nos aijonean dijendo que al 
que escribió aquello lo habían de llevar en 
prucisión en una urnia, con piano y todo. 
Grabiel y Usebio, que son unos pelafrustanes 
y han viageao á porrillo, como que han estado 
en presilio, nos han dicho al uído que cuando 
haiga prenunciamiento le han de dar una pa- 
tiadura al empresor como otra que le daron á 
un endeviduo el año de los carlistas, y otras 
pachuchadas al consonante. Pero Colasa, Ge- 
trudes, Remunda, Gacinta, Mateua y Menen- 
cianica, seis mozas mui arrogantes que son 
también del barrio, han comenzado á dar chi- 
llitos, hacer espamientos y á golver por usté 
esplaticando como desagenadas, porque dicen 
que lo que reza su escrito es una groma pa 
hacer rir, y que usté no es nengún creminal 
que merezca ir á Ciauta por decir lo que dice, 
que es el avangelio. Y últimamente, tan güeñas 
intercesuras ha tenido usté, que nos han en- 
chizau con su lavia y con las bocetadas que 



iiS 

^ofrecían, y al verlas tan dispuestas á dar un 
«descándalo y á espizcamos si no le enviába- 
»mos á usté una carta bien puesta, nos hemos 
>premitido escribir á usté con el objeto de que 
» cuando salga otra vez el romance, nos meta 
>en él, y si no cogemos, apáñelo pa que coja- 
»mos, pues queremos que nuestros nombres 
>estén allí premanentes, como lo están, verbo 
»y gracia, los pagareses del zurriburri de usu- 
>reros que vendeman sin tener viñas y ablentan 
»sin tener cincas. — Firmados: Bedijas, Cu loes- 
atrecho, Pantorrülas, El Conejo, Caldereta, Chulíny 
r^La Cliainarra, Treintarriale5y> , etc., etc. 

Comparando la escritura de la carta ante- 
rior con la lectura de los diálogos, se ve un 
mismo porte de lenguaje. Si en aquélla desapa- 
reciese el ceceo y en éstas fel seseo, quedarían 
identificados en el hablar ambos vulgos, el de 
aquí y el de Aragón. 

Los dos escritores hicieron, quizá sin darse 
cuenta de ello, un argumento formidable contra 
la ortografía fonética'. Y comparando sus es- 
critos, aun se notan más los inconvenientes 
de aquella ortografía; los propósitos de promo- 
ver la risa en el lector hicieron á Gómez, más 



* Una ortografía que fuese copia fiel de lo pronunciado 
había de cambiar en cada dialecto y en cada época, multipli- 
cando así las dificultades. («Introducción á las obras grama- 
ticales de Andrés Bello», por Marco Fidel Suárez, pág. 72. 
Madrid, 1885;. 



119 

que á Lafuente, extremar las deformidades de 
la escritura, hasta el punto de enturbiar el tipo 
del lenguaje corriente. 

Lo expuesto hasta aquí hace que consi- 
deremos á los diálogos hechos en molde caste- 
llano con gran contacto valenciano y nutridos 
de aragonismo, formando un conjunto de es- 
tructura deforme, pero deformidad puesta en la 
pronunciación. 

Esta no es la opinión que su autor tenía de 
ellos. En el último número de El Celtibero^ ha- 
blando de sus diálogos, dijo: «En este lenguaje 
» incorrecto y baturrillo, debido á la vecindad 
»con la ciudad del Cid, donde se habla el lemo- 
»sin adulterado... en una palabra, en ese lengua- 
»je confeccionado con los desechos de la len- 
»gua castellana y del dialecto valenciano, ma- 
»ridaje por cierto informe y repugnante, se han 
»anatematizado», etc. 

No mentó para nada la influencia aragone- 
sa, y los aragonismos los juzgó desechos del 
idioma castellano y valencianismos. 

Dijimos al principio que no todos los lecto- 
res han sacado las consecuencias que el autor 
de los diálogos se propuso al escribirlos. Uno 
de éstos ha sido D. Bernardo Mundina Milalla- 
ve. Este señor escribió una «Historia de la 
provincia de Castellón», y al describir y dar 
noticias de cada pueblo, trata del lenguaje de 
ellos. Por lo que hace á muchos pueblos de esta 



120 

comarca, manifiesta que su le?tgtiaje es igual al 
de Segorbe, Y el de Segorbe lo representó to- 
mando de los diálogos de Gómez las palabras 
que mejor servían á su intento, y redactó otro 
diálogo en el que figuran las frases que le lla- 
maron más la atención ó que le parecieron más 
características, expresándose en los siguientes 
términos': «Para dar una idea del castellano es- 
»pecial que se habla en Segorbe, escribo á con- 
»tinuación un corto diálogo entre- un caballero 
»que se dirigía á tomar las aguas de Navajas y 
»un labrador que encontró en el camino, hijo 
» natural y vecino de la ciudad. 

^> Caballero, — Buenos días, amigo; ¿sigo bien 
»por este atajo para. salir al camino de Na- 
»vajas? 

y> Labrador. — Sí, señor; pero si no lleva 
»usté mucha prisa, yo también voy ansiallá 
»nomás mudarme las esparteñas y cargar estas 
»pocas carabasas. 

»6. — Mucho me alegro; así tendré ocasión 
»de enterarme de este terreno que piso por 
»primera vez y desconozco por completo. Es 
» usted de Navajas? 

»Z. — No, siñor; soy de Segorbe, pa sirvir á 
»usté; pero tengo en este lugar algunas finjas, 
»y siempre que vengo aquí me paese que me 



^ «Historia, Geografía y Estadística de la provincia de 
Castellón», pág. 509. Castellón, 1872. 



I2t 

»falta algo si no paso á coger unos pocos jínjo- 
»les pa mi Jelipe. 

» C — ¿Sabe usted que tiene un mulo muy 
» ligero? 

»Z. — Pues el caballico de usté también 
»paise mu güeno, y es tan fínico, que se mete- 
»ría por el eos de una aúja. 

» C — ¿Me dirá usted qué tal es la ciudad de 
»Segorbe? 

»Z. — ¿Por qué no se viene usté con mí 
»esta noche? Vamos, le convido á señar en mi 
»casa, y dispués de comer y beber hasta que 
»tengamos pro, daremos por la siudá más vuel- 
»tas que una rebaileta ó una galdufa. 

» C — Aprecio sobremanera el ofrecimiento 
»de usted; pero creo que el mejor tiempo de 
» visitar á Segorbe es la feria de la Purísima, sin 
» embargo que sus hermosas huertas deben estar 
» deliciosas en este tiempo. 

»Z. — Pa que usté tenga una idea de sus 
» campos y producsiones, le puedo desir que 
» desde la fínja donde ma topetan con usté 
» ansia allá hay una hermosura de viñas que, 
» además de las pansas que se cogen en tiempo 
»de vendema, paese imposible el vino que se 
»saca. En sus campos se cogen cáicabas, jínjo- 
»les, albercoques y otras frutas, siendo riquísi- 
»mas entre sus verduras las garro fetas. 

» C — ¿Y la población? 

»Z. — La población es grande, sus casas son 



122 

» güeñas, los bancones de hierro, el lindal de la 
» puerta de piedra, la chimenera alta y el rafel 
»del tejau con canal; y no crea usté que le 
» pongo añadijón, que es asina como lo digo. 

»C. — Vamos, no puedo dejar de pasará 
»Segorbe en la primera ocasión que se pre- 
» senté. 

»Z. — No tiene usté más que preguntar por 
»el tío Javiel el herrero al entrar por la carrete- 
»ra de Valensia ó mirar los primeros tejaus, y 
»verá una larga chimenera de hierro que tiene 
»mi casa, y el ruido de la inclusa le conducirá 
»á ella; allí no comemos pan llaudo, sino de 
»jeja, y con buenas güemias que tenemos siem- 
»pre alrededor del aliar. 

y>C. — Pues así quedamos; ya me acordaré 
»de las señas del tío Gabriel el herrero, y usted 
»no olvide á su amigo Agapito. 

»Z. — Corriente; yo aquí me quedo á coger 
»unos margallones; adiós, D. Agapito. Cuando 
»usté venga á Segorbe, le prometo una caber- 
»nera que canta en la mano y un ramo de aba- 
» boles.» 

Cuando leímos el anterior diálogo, nuestras 
primeras palabras fueron de compasión para 
D. Agapito: éste, según parece, debía de ser 
ciego, ya que estando en la época de acudir á 
las fuentes medicinales de Navajas, y hallándose 
en medio de la campiña, no pudo enterarse por 
sí mismo del aspecto de las huertas y de sus 



123 

frutos, ni siquiera de las viñas contiguas al sitio 
donde encontró al tío Javiel. No proseguiremos 
comentando la personalidad de D. Agapito en 
este para nosotros frío diálogo: nos reduciremos 
á analizar más adelante algunas de las palabras 
que el autor puso en boca del tío Javiel. 

Es muy de lamentar que en una obra seria 
y escrita con el propio carácter de seriedad, se 
hayan acogido en serio lo que en los diálogos 
de Gómez se dice con carácter jocoso. 

El autor de Jelipe y Javiel se propuso, entre 
otras cosas, disipar las nieblas que obscurecen 
las inteligencias inferiores y promover la risa. 

No resultan bien interpretados estos propó- 
sitos de Gómez por el autor de la «Historia de 
la provincia de Castellón » . Al contrario, las nie- 
blas hanse extendido á su libro, y el contenido 
de los diálogos, inexactamente apreciado, ha 
ingresado en un texto serio lleno de datos es- 
tadísticos oficiales y noticias estimables. Tam- 
poco cabe suponer en el Sr. Mundina inten- 
tos de promover la risa con ocasión ó motivo 
de publicar su historia. Lo que hizo el autor fué 
hecho en serio. El error partió de haberse in- 
formado mal, inspirándose incompletamente en 
los diálogos de Jelipe y Javiel. 

El que haya en un pueblo un escritor festi- 
vo que cultive, con más ó menos gracia, el gé- 
nero jocoso exponiendo el mal decir de tales ó 
cuales personalidades, no es motivo para con- 



124 

siderar aquel mal lenguaje peculiar del propio 
país. 

El fecundo escritor A. Pérez G. Nieva, en- 
tre sus muchos escritos festivos, publicó un 
cuentecillo sobre la Virgen de la Coscoja, en el 
que disculpa con gracia el supersticioso pánico 
de los habitantes de las aldeas de Castilla. 

Dominados por tradiciones campesinas, ha- 
blan un mayoral de coches y un ventero, veci- 
no éste de la ermita de aquella Virgen, y el 
otro, viajero cotidiano que pasa por delante de 
la puerta: conocen ambos por igual los porme- 
nores, y dan noticias de ellos con el lenguaje 
propio á su condición y oficio. 

Nieva da animación al cuentecillo, haciendo 
que digan aquellos sujetos, con el lenguaje que 
aprendieron de su nodriza, lo. que piensan ó 
sienten sobre el caso. Nosotros no podemos 
traer aquí esta larga historieta. Para exhibir sus 
frases, nos bastará hacer un extracto telegráfico 
de lo que en la cocina de la venta dijo el ven- 
tero. 

— Muíste^ señorito, se hablaba en los alcon- 
tornos del diablo; mas cátate^ sobre too^ y como 
tenía posible, se e7igarabitó Maruja hasta las ca- 
chas: á naide le supo bien. El pae cura, el ar- 
carde, toos se opusieron; ella, mu larga, seguía 
queriendo bajo cuerda, pero diquia una noche 
no le valió la bula de Meco: la probé gritaba y 
después se desmayó; el fresco de la noche hizo 



125 

volver á Maruja de su soponto; acordóse de la 
Virgen de la ermita, que cerrada estaba mucho 
tiempo, la rezó, pidió auxilio; de pronto salió 
una voz que la dijo: «Mi protección no te falta- 
rá». El diablo, que era aquel amante, al ver 
salir de una carrasca á la que podía más que él, 
dio un bufío viu grande y se marchó. La joven 
fué ilesa al pueblo; después rociaron con agua 
bendita los alcontomos de la caña, pa que el dia- 
blo no pasase como ha pasao. Velay por qué se 
llama á esa Virgen la «Coscoja»'. 

Este lenguaje de un ventero de la región 
castellana podrá no haber chocado á los lecto- 
res que hayan conocido el texto íntegro del 
cuentecillo, pero tampoco ninguno habrá visto 
en él una muestra del lenguaje de la provincia 
de Ciudad Real, donde se encuentra la venta 
en que se hizo el anterior relato. 

Leer en los semanarios festivos, almanaques, 
revistas ilustradas, etc., cuentecillos baturros, 
es hoy día muy frecuente. De todos los ámbitos 
de España pueden sacarse jocosidades y cho- 
cantes locuciones que divierten al lector, y na- 
die por estos ejemplos calificará sobre la pureza 
del idioma en la comarca, de donde los cuente- 
cillos salieron ó se suponen acaecidos los he- 
chos. 



* Publicado en La Ilustración Ibérica-* j año III, pa'gi- 
ñas 115, 131 y 160. Barcelona, 1885. 



126 

Compuestas por D. Gregorio García Arista 
se han publicado en Zaragoza unas Qantas Ba- 
turras (cantares), empleando en ellas términos 
usados por el vulgo zaragozano. 

Con verdadero deleite hemos leído las dos- 
cientos sesenta y nueve cantas que el tomito 
contiene, porque en ellas se revela ser igual el 
psicologismo de las gentes iliteratas en Zarago- 
za y Segorbe. 

Se desprende de estas cantas que la conci- 
sión de conceptos es tan característica del vul- 
go de Zaragoza como del de Segorbe, y las 
voces usadas en ellos demuestran que el len- 
guaje vulgar apenas difiere entre ambas pobla- 
ciones. Nadie por ello dudará que la inmortal 
ciudad ha sido cuna de grandes maestros en la 
literatura, y que en ella han escrito preclaros 
varones sobre toda suerte de ciencias y doc- 
trinas. 

Más y mejor que lo dicho anteriormente 
enteran al lector las siguientes cantas que copia- 
mos de la referida obra': 

Átate bien los calzones 
que no te ^^ puan caer, 
que si los ve por el suelo 
se los pondrá tu mujer. 



^ «Cantas Baturras», por D. Gregorio García Arista y 
Rivera, doctor en Filosofía y Letras, obra premiada en los 
Juegos Florales de Zaragoza de 1900. Zaragoza, 1901. 



127 

,E1 casase es/¿í el querer 
como aventar una parva, 
que queda el grano limpico 
después que se va la paja. 

Al parigual que la faja, 
la mujer hay que llevar; 
que debe andar sujetica 
para dejar respirar. 

No giielvo más á chuflar 
pa avisarte que hi venido, 
que anoche salió tu perro 
y pagué caro el chuflido. 

Ya m' hi compi'au una burra 
y pronto tendré mujer, 
luego mercaré una vara 
pa lo que haiga menester. 

Yo bien me trago las glárimas 
pa que no sepas que lloro, 
pero no se seca el Ebro 
bebiéndose el agua á morro. 

Me paices por comparanza 
manzanica sanjuanera, 
que ya sabes tú que son 
pequeñicas, pero güeñas. 

En Tarazona hi nacido 
y te quiero con locura, 
y aunque se empeñen tus padres 
«Tarazona no recula.» 

Cuando me jui me dicías: 
«Vete tranquilo, mañico»; 
güelvo al mes y estás casada, 
y claro que estoy tranquilo. 



128 

Si piensas da7ne dentera, 
te vas á llevar güen chasco. 
¡Mia no venga á resultar 
que te dé yo pa ir pasando! 

Los que te llaman veleta, 
no saben bien lo que tú eres, 
que ella se cambia por Juerza, 
tú te cambias porque quieres. 

Está el cielo mucho nublo, 
y tú mucho enfurruñada^ 
y el aire mucho cargau: 
esto me güele á tronada. 

Masíau sabes que te quiero, 
aunque nunca te lo diga, 
y antes que yo recule 
el Ebro ha di ir hacia arriba. 

Está quietica la tarde 
y también tú estás quietica. 
¡Nunca falta la tronada 
en tarde de calma chicha! 

¿Salite tú con la tuya?, 
antes me dejo hacer piazos; 
que sé llevar los calzones, 
pero no ser calzonazos. 

Que no me venga tu madre 
con que si fué, que si vino, 
porque sus mando á las dos, 
maña, á escardar cebollinos. 

A ini burra no le falta 
pa presona mas que hablar, 
en cuanto siente que pasas 
ya i ha ichau á rebuznar. 



129 

¡Que yo no sirvo pa tú! 
¿Quies dicirme por qué lay? 
¡Que yo no sirvo pa tú, 
después qu' hi sirvido al Ray! 

Hi de mercar un burrico 
pa llévate á ti á la güerta, 
y una cuerda /¿z el burrico 
pa tirar yo de la cuerda. 

Cuatro leguas hi andau 
pa verte, pulida Juana, 
y quatro /// de desandar; 
^y aun estás con mala cara? 

Pa trebajar, mucha rasmia^ 
y /¿r comer, aspacico; 
pa andar mucho, no correr, 
y pa querer, abonico. 

No llores aunque te veas 
con las tripas en la mano, 
porque mi agüela decía 
que el llorar es de gabachos. 

No diré yo si como progreso ó retroceso 
literario, pero es lo cierto que en estos últimos 
tiempos ha invadido la escena de nuestros tea- 
tros gran número de composiciones en las que 
el equívoco, la mala pronunciación, los defectos 
gramaticales, etc., etc., arrancan aplausos y son 
causa de éxito. 

Las escenas de la vida militar, tan fecundas 
en episodios, han dado ocasión para que se es- 



Ánimo, rabia, dicen en Segorbe. 



130 

cribiesen zarzuelas como La banda de trompetas, 
en la que el asistente Carabonita lee una carta 
que deja muy atrás á todas las del Matape- 
sares. En la zarzuela El regimie7ito de Lnpión 
figura un sargento que no entiende nada como 
esté bien dicho. En otra composición del mismo 
género, La Cantina^ sobresale un sargento pe- 
dante que dicta una carta á un soldado palur- 
do, y éste dice, entre otras cosas, que la perso- 
na á quien dirige la carta no tiene sexo. 

Las citadas composiciones y las muchas más 
que pueden añadirse, están escritas para hacer 
reir: los chistes, equívocos, malas interpretacio- 
nes, etc., de que están llenas, hanse entresaca- 
do de los hábitos, ocurrencias ó inclinaciones 
de tales ó cuales soldados, y sería una locura 
achacarlas á todo el ejército. 

En la zarzuela Agua, azucarillos y aguardien- 
te actúa con lucido papel un chulo madrileño, 
síntesis de los de su clase, que cree que las pa- 
labras optimista y pesimista son motes denigran- 
tes, y considera á un herpético como un narcóti- 
co, Y nadie habrá tan insensato en España que 
se juzgue enterado del habla de los madrileños 
con sólo conocer el lenguaje del chulo de la 
zarzuela. 

Por esto debemos dolemos de que los diá- 
logos de Jelipe y Javiel se hayan creído injus- 
tamente lenguaje corriente de Segorbe. 

Fuera estudio interminable detenernos en 



131 

consideraciones sobre la mala pronunciación en 
los diálogos que nos ocupan. Tenérnosle por 
materia que no necesita de esfuerzo para ser 
comprendida, y por asunto en que el lector 
sabe á qué atenerse. Pero téngase en cuenta 
que en la mala pronunciación puede haber in- 
fluencia de causas históricas, á veces difíciles de 
apreciar y más todavía de determinar con exac- 
titud. 

Buen ejemplo de ello son las palabras alher- 
coque y carabasa del diálogo que nos sugieren 
las siguientes consideraciones: 

Albercoqite, — -Los mozárabes, tomándolo de 
los latinos, llamaron barcóc y bercoc^ en su tiem- 
po el albaricoque. Los árabes antepusieron á 
aquellas palabras el artículo al y formaron al- 
barcóc y al-bercóc, de donde derivan el portugués 
y murciano albercoque, el catalán y valenciano 
al'bercóch, y el castellano al-baricoguc. ¿Puede 
proceder de los regionalismos portugués ó mur- 
ciano el albercoque usado por el tío Javiel? Sólo 
vemos en ello una coincidencia casual. 

Carabasa, — Los mozárabes usaron las pala- 
bras calabacha y carabasa para designar el fruto 
que en Castilla se llamó después calabaza. Pro- 
ceden todos del latín cncurbiiasy y en Cataluña 
es corriente la palabra carabasa. Lo mismo que 



^ «Glosario de voces ibéricas y latinas usadas por los 
mozárabes». Simonet. Madrid, i88S. 



132 

los catalanes la usa nuestro vulgo. Dicho esto, 
¿fué el tío Javiel, respecto de sus carabasas, un 
adulterador del latín, un continuador de los 
mozárabes, un adicto al catalán ó un corruptor 
del castellano? 

Del caballico ñnico en que cabalgaba el via- 
jero á Navajas nada decimos, remitiendo al lec- 
tor á nuestro artículo sobre el diminutivo ico. 

Veamos las palabras bien pronunciadas por 
Javiel é intencionadamente puestas por Mundi- 
na en su diálogo para dar relieve al lenguaje é 
intentar hacerle impresionable. Las palabras de 
este diálogo que hemos puesto á continuación 
las usamos en la conversación familiar. Algunas 
tienen valor filológico notable y son dignas de 
veneración; otras están muy bien adaptadas á 
las necesidades del uso, y suplen deficiencias de 
sus correspondientes castellanos. 

Una cosa y otra puede verse á continua- 
ción. 

Ababol. — La palabra ababol es antiquísima 
en España; nombre de una flor coetánea de los 
sembrados de trigo, es por lo menos tan anti- 
gua entre nosotros como el cultivo de aquel 
cereal. Los iberos y celtas la conocieron con 
aquel nombre. Los modernos diccionarios de 
voces ibéricas y latinas usadas en España la in- 
cluyen. Los arabistas del siglo xviii y comien- 
zos del XIX, excesivamente pagados de la in- 
fluencia arábiga en el idioma español, han errado 



133 

al suponer (el principal de ellos Martínez Maria- 
na) procedencia árabe á la palabra «ababol». 
En Aragón, donde tan escaso arraigo hicieran 
las cosas árabes, se ha usado siempre, y en Se- 
gorbe puede que se use desde que la población 
se fundó. 

Cáicabas, — Con los nombres de latonero y 
alatonero en Aragón (del griego, lato), y con los 
de litoner y llidoner en Valencia, se conoce el 
árbol que en Castilla se llama almez (del latín 
celtisy cosa dulce). Al fruto en la primera región 
llámanle pomas" ^ en la segunda Iliróns y en la 
tercera almezas. No se distinguen con aquellos 
nombres diferencias entre los árboles jóvenes 
que no dan fruto ó le dan muy escaso, y que 
por su poco coto se utilizan para aperos de la- 
branza, cayados, etc., y los árboles grandes ma- 
derables destinados á dar fruto ó servir de ador- 
no y comodidad. Los primeros suelen vegetar 
muchos juntos; los segundos, separados ó ente- 
ramente aislados. 

En Segorbe se usan indistintamente los 
nombres aragoneses ó el castellano; pero cuan- 
do se hace especial mención de un árbol de es- 
tos grandes, llámasele caicabero^ y al fruto, cons- 
tantemente, cateabas. Esta distinción ya la notó 



^ En portugués, italiano, rumano y otros idiomas se lla- 
man pomas todo fruto arbóreo con cuesco ó pepitas, bueno 
de comer. . 



134 

con aplauso el célebre naturalista y distinguido 
literato Rojas Clemente. Nosotros la creemos 
importante y digna de figurar en el idioma na- 
cional, ya que precisa más que el castellano y 
los dialectos. 

Cavernera. — Los latinos conocieron con el 
nombre de carduelis^ al jilguero. Los zoólogos, 
desde Lineo, llaman género carduelis al de que 
forma parte nuestra cavernera. De la voz latina 
derivan la italiana gardelliiWy la francesa char- 
donerette y la aragonesa cardelina, que son las 
usadas en los puntos indicados para designar al 
jilguero. En el Maestrazgo la palabra cardelina 
la encontramos transformada en cadernera% en 
Valencia llámanle cagarnera^ y en Segorbe ca- 
vernera, nombre que tiene más conexión con el 
aragonés que con el jilguero de Castilla. El nom- 
bre castellano, según Echegaray, procede del 
latín sibilare, silbar. 

Cós, — Esta palabra es valenciana, y se apli- 
ca al ojo de la aguja de coser: su uso tiene 
aceptación, porque evita determinar de qué clase 
de ojo se trata. En valenciano tiene otras acep- 
ciones muy distintas no usadas en Segorbe: 



^ Dictionaríum Italicarum Gallicarum, etc. Ambrosi 
Calpini, 1565. 

-^ «Historia de Morella», por D. José Segarra, tomo I, 
página 62. Morella, 1868. 

* Vocabulario Valenciano-Castellano», por D. José M.* 
Cuadrado. Valencia, 1868. 



135 

aquí, diciendo cós, nadie entiende cosa distinta 
al ojo de la aguja de coser. La utilidad de esta 
voz es tal, que su uso se extiende á gran parte 
de Aragón, Castilla, Murcia y Navarra. 

Garrofetas. — Se emplea esta palabra en Se- 
gorbe para designar las judías antes de hallarse 
en sazón. La Academia de la Lengua, en su 
Diccionario, incluye la provincial de Cataluña 
y Murcia bajocay y esta es la voz más usual en 
toda España para nombrar las judías tiernas, las 
que en castellano no tienen palabra propia. 

Lo mismo las garrofas que las judías perte- 
necen á la gran familia de las leguminosas: ambas, 
antes de su madurez, tienen parecida figura pro- 
longada y semejante color verde; las diferencias 
de aspecto están en el tamaño. Por lo que fue- 
ron lógicos nuestros antepasados al usar un 
mismo nombre, el aragonés garrofa para la de 
tamaño mayor, haciendo de ella (mucho antes 
que los murcianos tomasen del valenciano ba- 
choca, su bajoca) el diminutivo garrofetas para las 
judías tiernas, que son de menor tamaño. Nos 
parece indudable que la garrofa aragonesa fué 
la que determinó nuestra garrofeia, 

Galdufa. — De esta palabra sólo diremos que 
es aragonesa, y muy usada también en Cuenca 
y Navarra para nombrar la peonza ó trompo, al 
que en catalán se llama baldiifa, 

Güemias, — Ciertos despojos del cerdo, como 
ternillas, pulmones, etc., convenientemente pi- 



136 

cados y aderezados hasta formar una pasta, re- 
llenando con ella un trozo corto y angosto de 
tripa, forma el embutido conocido en Aragón 
con el nombre de güemias, cuya palabra usá- 
rnosla en Segorbe en virtud de la influencia 
aragonesa que durante muchos siglos hemos re- 
cibido. 

Rebaüeta, — D. Manuel Gómez y Manes de- 
dicó á esta palabra el siguiente cantar: 

— ¿Ve V. cómo se entretiene 
Mi graciosísima Lola 
Con su linda rebaileta? 
— Señora, ¡si es perinola! 

La Academia, en su Diccionario, describe 
la perinola diciendo: «Piececita pequeña de ma- 
»dera ú otra materia, que tiene cuatro caras 
» iguales y remata en punta; por arriba es plana, 
» teniendo en medio un palito delgado, el cual 
»se toma con los dedos, y torciendo con ellos 
» baila el tiempo que le dura el impulso. En las 
» cuatro caras hay en cada una una letra, que 
»son S., P., D. y T. La S. significa sacar; la P.. 
»poner; la D., dejar, y la T., todo. Sirve para 
»el juego que se llama con este nombre; de 
»suerte que el que echa la perinola, si al acabar 
» de bailar le cae arriba la S., saca un tanto de 
»los que están puestos; si le cae la letra T., lo 
» lleva todo; pero si saca la letra P., pone otro 
»tanto, y si le sale la letra D., deja, y no gana 
»ni pierde». Este instrumento, conocido en toda 



V ''JD 



137 

España, lo es en Valencia con el nombre de 
ventunlla\ En Segorbe no se usa ni casi se co- 
noce la palabra venturüla, D. Manuel Gómez, 
inspirándose en el Diccionario de la Academia, 
creyó que perinola era el equivalente castellano 
de rebaüeta. 

En Segorbe se entiende por rebaüeta un ju- 
guete pequeño de madera, de figura cónica, 
cuya altura es la tercera parte del diámetro dé 
la base, teniendo también su palillo en el centro 
del círculo para los propios usos que la perino- 
la. Como se ve, son dos instrumentos distintos 
que se diferencian por la figura y aplicaciones: 
el uno se presta á juegos de interés, el otro es 
siempre un entretenimiento infantil. 

En castellano se reserva la palabra rebaüeta 
para designar la mujer pequeñita que se mueve 
ligera como si bailara. En esta comarca, y con 
ella los aragoneses, han aceptado la distinción, 
y el nombre de perinola sirve á un instrumen- 
to y el de rebaüeta al otro. 

Advierta el lector que la palabra rebaüeta 
es de construcción enteramente castellana y re- 
presenta la acción de bailar mucho, que es lo 
que hacen estos dos instrumentos, y que da 
lugar á llamar por algunos á la perinola, rebaile- 



^ Según dice D. José María Cabrera en su vocabulario 
ó colección de todas aquellas voces valencianas de más difí- 
cil equivalencia y que más difieren del castellano. 



138 

ta también, y á la que igualmente en Aragón 
suelen llamar pirulo, 

RafeL — En Aragón se llama ra/e al alero 
del tejado; de esta palabra se hizo probable- 
mente la valenciana ráfol con igual significado, 
y en Segorbe, haciendo prótesis al nombre ara- 
gonés, pronuncian rafeL 

Inclusa. — Yunque en castellano. En latín se 
le conoce con el nombre de incús. De esta pala- 
bra latina derivan la italiana incude, la francesa 
mi enclumey la valenciana y catalana inclusa y la 
aragonesa inclusa. Es una lástima que el caba- 
llero que iba á Navajas sólo notase en esta frase 
un castellano especial. De no ir tan de prisa, es 
posible que hubiese gozado al recoger de los 
rústicos labios del tío Javiel una palabra tan de 
acuerdo con la etimología latina y con el habla 
de importantes pueblos de Europa. 

JinjoL — Azufaifa en castellano. Al autor del 
diálogo entre D. Agapito y el tío Javiel se co- 
noce que la palabra que más le chocó, entre las 
que leyó en Gómez, fué jínjol, y la hace repetir 
al tío Javiel dos veces en el corto diálogo, sin 
ninguna necesidad. 

Las palabras jínjol y azufaifa han sido 
durante mucho tiempo materia de polémica 
entre los etimologistas. El historiador Gaspar 
Escolano dijo que azufaifa es palabra árabe; 
debió tomar la noticia del vocabulario arábigo- 
castellano, escrito por Fr. Pedro de .Alcalá en 



'39 

Granada á principios del siglo xvi. A esta opi- 
nión adhiriéronse muchos en España, lo cual no 
es acorde con la etimología hoy más aceptada. 

Los filólogos convienen en que azufaifa pro- 
cede del griego zizyphys^ que los latinos transfor- 
maron en zizyphus y ziziphuvi; los mozárabes lla- 
maron zuúzufa á la azufaifa'; zázufa, dice el pa- 
dre Lerchundi, la llaman en Marruecos^; zefzttf, 
zifziify en árabe oriental y occidental^ En árabe 
de Siria zaizeftín^. Denominaciones todas que 
recuerdan las españolas de azufaifa, azofeifa y 
azufeifa, y que tienen con aquéllas un eufonis- 
mo completamente armónico-. 

Los defensores de. azufaifa, como mejor lo- 
cución castellana, no defienden ya que sea pa- 
labra árabe; al contrario, que los árabes la to- 
maron de los latinos ó griegos, y amparados en 
la etimología greco-latina, consideran la palabra 
azufaifa como la más propia y de mejor derecho 
para dar el nombre al fruto que nos ocupa. 

Los partidarios de la palabra jínj'ol ponen 
todavía más alto los abolengos de esta voz: ale- 
gan que los celtas ya usaron la palabra jinja 



* Simonet, «Glosario de voces ibéricas y latinas». 

■^ «Rudimentos del árabe vulgar que se habla en el im- 
perio de Marruecos >. Madrid, 1872. 

^ «Charbonneau, en su Dictionnaire frangais-árabe». Pa- 
rís, 1872. 

* Almaccari. «Anales históricos y literarios». Leyden, 
1 854- 1 860. 



140 

para designar la azufaifa, y que en el castellano 
más antiguo que se conoce se le denominó al- 
jujuba. El nombre catalán //«/i?/, el francés juyu- 
bcj el italiano giug^la, el provenzal chicliotirlo 
y el valenciano chinchol, son favorables á la pa- 
labra jínjol. Y por cuenta nuestra hemos de 
alegar que los médicos antiguos prescribían el 
cocimiento, polvos, cataplasmas, etc., á^jujuba 
para recetar cocimiento, polvos ó cataplasmas 
de azufaifas. Pero después de todo esto, los apo- 
logistas de la palabra azufaifa replican en su de- 
fensa diciendo que hubo en tiempos antiquísi- 
mos confusión de nombres de frutos, y el de 
jínjol corresponde á la guinda. La razón es de 
peso: guinda y azufaifa vienen ambos de zizy- 
phwn. Los nombres con que se conoce la guinda 
en diversos romances, persuaden de la posible 
confusión alegada. En castellano antiguo se lla- 
mó á la guinda guiízja, en provenzal se llama 
chidiourla, en francés guigneyen italiano gtnggio- 
La, nombres todos que arguyen en favor de la 
confusión sospechada. 

La Academia tiene aceptada azufaifa, y nos- 
otros sólo consignaremos que jínjol es palabra 
aragonesa; por esta razón el tío Javiel nombró 
\os jmjoles^ , 



^ Para el conocimiento de los distintos nombres vulga- 
res dados en España á las plantas y frutos, puede consultar- 
se la obra «Enumeración y revisión de las plantas de la Pe- 
nínsula hispano-lusitana», por Colmeiro. Madrid, 1886. 



141 

Pro, — Es palabra catalana enteramente con- 
naturalizada en Aragón, de donde nos ha debi- 
do llegar á Segorbe y hacer gran arraigo. 

Pansas. — Pasas en castellano. Andrés de 
Laguna' incluye esta palabra entre los nombres 
catalanes. En Aragón se considera como voz 
propia; en un libro del peaje que se pagaba en 
el puente de Luna, año 1436, se dice: «Carga 
á^ pansas y un sueldo». El condado de Luna y 
el ducado de Segorbe recayeron por muchos 
años en unos mismos señores, y no sería extra- 
ño que los segorbinos de aquel entonces cono- 
ciesen el impuesto de las pansas. 

Margallón. — Palmito en castellano. Laguna, 
en su obra ya citada, página 49, dice: «Sola- 
mente en Castilla se le da el nombre de palmi- 
to; en Cataluña y otras partes se le conoce con 
el de inargallón». En Segorbe se usan los dos 
nombres, haciendo de ellos distinta aplicación. 
Cuando se quiere nombrar las hojas de la plan- 
ta, se dice palma ó palmito; cuando la parte co- 
mible y sus envolturas, margallón. De seguro 
que si el tío Javiel hubiese querido dar noticia 
de una escoba, no hubiese dicho que era de 
viargallón^ sino de palma. Esta distinción se 
hace también en otras partes, y desde luego en 
el Bajo Aragón. 



^ «Pedacio Dioscórides Anarzobeo», traducida é ilustra- 
da por D. Andrés de Laguna. Salamanca, 1565. 



142 

Vendefna. — Es término aragonés, usado en 
equivalencia de vendimia, tan común en Segor- 
be como en la región aragonesa. 

Con las pocas palabras de que nos hemos 
ocupado, se puede ver que actúa en el lenguaje 
en Segorbe una influencia aragonesa muy acen- 
tuada, y que á muchos ha pasado inadvertida. 
Los literatos valencianos tampoco han puesto 
especial cuidado en estudiar la influencia que 
Aragón ha ejercido en el lenguaje de todo el 
reino de Valencia. Mayor atención parecen ha- 
.ber puesto las gentes de su huerta, según nos 
lo da á conocer una novela', hacia los poblado- 
res de este reino que habitan las fronteras del 
de Aragón, identificando á los unos con los 
otros bajo la denominación de churros. Con lo 
dicho damos por terminado el ligero examen 
que veníamos haciendo de algunas palabras del 
diálogo que Mundina compuso con materiales 
de Gómez. Nos movió á ocuparnos de tal diá- 
logo el deseo de llevar algún contrapeso al áni- 
mo de los que hayan formado opinión del ha- 
blar de Segorbe por la lectura de la historia del 
Sr. Mundina. Las demás palabras del diálogo, 
de las que no nos ocuparlos, no ofrecen nada 
de particular: son frases individuales que no 
merecen una tarea de crítica, ó son defectos de 



^ cLa Barraca», por I). Vicente Blasco Ibáñcz, pág. 57. 
Madrid, 1899. 



143 

pronunciación dispuestos para un fin jocoso y 
fáciles de aclarar. Cervantes puso graciosamen- 
te en boca de Sancho zorrinloquios por circunlo- 
quios, y nadie ha necesitado para entenderlo de 
las explicaciones de D. Quijote. 



II 



Después de escritos los diálogos de Jelipe 
y Javiel y otros trabajos análogos, debió Gó- 
mez sentirse tentado á mostrar al público que 
era escritor que conocía bien el castellano co- 
rrecto. Quiso á este fin demostrar práctica- 
mente que no ignoraba las equivalentes pala- 
bras castellanas á las por él usadas en los 
diálogos. Por estas razones suponemos que vi- 
nieran á luz sus cantares, é hizo con ellas un 
trabajo enteramente contrapuesto al de los diá- 
logos. Fué una lástima que con los cantares 
y diálogos no hiciese un estudio de compene- 
tración doctrinal y metódica, nutrido del senti- 
do crítico que en condiciones excelentes po- 
seía. 

Los provincialismos que con el nombre de 
voces incorrectas censura en los cantares, sub- 
sisten en toda España: son en su mayoría pala- 
bras anticuadas de la época de indecisión en el 
lenguaje y de formación del romance. Todavía 
circulan por el fondo del habla castellana, y al- 



144 

guna vez salen á la superficie. Muchas de ellas 
se han conservado retiradas en los dialectos ha- 
blados en la parte oriental de nuestra península. 

En el prólogo de los cantares, dice Gómez: 
«No se verá sino la aplicación en casos dados 
»de lo que contienen la Gramática y Dicciona- 
rio castellanos». Estas pocas palabras condensan 
el programa y el pensamiento que le guiaba al 
ponerse á escribir los cantares. 

Este librito que nos ocupa está dividido en 
tres partes: la primera comprende las palabras 
que llamó locuciones incorrectas; la segunda, voces 
y frases castellanas inoportuna7?iente aplicadas , y 
la tercera, voces inoportunaj?iente aplicadas bajo el 
punto de vista ortográfico y prosódico. 

De las voces incorrectas no dio explicación 
alguna sobre lo que entendía por tales: sólo se 
lee aquel epígrafe como calificativo á ciento no- 
venta cantares que siguen. A éstos alude en el 
prólogo diciendo: «Doy este opúsculo á la es- 
»tampa, al que no he querido privar del atrac- 
»tivo de la rima, pues conteniendo voces y lo- 
»cuciones bárbaras que mucho interesa deste- 
»rrar, conviene que, así como sus correspon- 
» dientes castizas, queden bien clavadas en la 
» memoria, lo cual se consigue fácilmente con 
»la versificación.» 

Entre las palabras que se censuran en los 
ciento noventa cantares que constituyen el pri- 
mer grupo, sobresalen los provincialismos ara- 



M5 
goneses, catalanes y valencianos. Estas voces de 
las regiones dichas suelen oírse en Segorbe (las 
más veces con razón lógica), y son las que de- 
terminan nuestras pequeñas discrepancias con 
el idioma nacional. Todas las demás palabras 
censuradas en estos cantares son defectos de 
pronunciación comunes á la generalidad de Es- 
paña, ó locuciones á la antigua usanza, también 
frecuentes en nuestra patria. 

En los provincialismos no veía Gómez, como 
Pereda' y otros escritores modernos, la savia y 
jugo de la lengua patria. Por el contrario, los 
calificativos de locuciones bárbaras^ voces incorrec- 
taSy escorias y desechos del idioma que empleó, 
dan á entender su opinión en este asunto. 

Rígido y severo, no se encariñó con frase 
alguna de condición regional; la unidad absolu- 
ta del idioma nacional era su norma. 

En testimonio de lo dicho, y para que se 
vea la inquebrantable adhesión que tuvo al Dic- 
cionario de la Academia, diremos: 

La palabra ziurería ha figurado siempre en 
el Diccionario de aquella corporación como 
provincialismo de Aragón; en una de las edicio- 
nes dejó de incluirse, según Borao, por error 
tipográfico. Esta edición fué indudablemente la 



^ cNubes de estío», novela de costumbres de D. José 
María Pereda, de la Real Academia Española, pág. 280. 
Madrid, 1S91. 



146 

que consultó Gómez, y al notar la falta hizo el 
siguiente cantar: 

— Por dulces voy á mandar 
A la nueva zucrería. 
— Ya que dulces quiere usted, 
Mande á la confitería^ 

Sus censuras á la mala pronunciación alcan- 
zan á todos los malos hablistas, y en prueba de 
ello véase el siguiente cantar: 

— ¿'Por qué dices Celidonio, 
Y Adón, Lambertos, Noverto, 
Si se llaman Celedonio, 
Abdón, Lamberto y Norberto?^ 

A las voces antiguas que la Academia ha 
ido apartando del uso, por no ser ya necesa- 
rias, las nombramos nosotros para que no se 
crea que las tenemos en olvido, y hubiéramos 
preferido que Gómez les hubiera dado la hon- 
rosa jubilación de palabras anticuadas, á verlas 
calificadas de desechos, escorias, barbarisjiios y voces 
incorrectas. 

El segundo grupo lleva por epígrafe Voces 
y frases castellanas ifioporttmamente aplicadas, for- 
mando otros ciento noventa cantares: en mu- 
chos de éstos vuelven á aparecer los provincia- 
lismos de manera muy original. Figuran en los 
versos dos personas: una que ofrece las pala- 



^ «Cantares lingüísticos», pág. 17. 
^ ídem, pág. 23. 



147 

bras á la censura y otra que actúa de censor, 
formando de esta manera los equívocos y cierto 
juego de palabras, por lo que cuadra perfecta- 
mente á los cantares del segundo grupo la cali- 
ficación de juguete lingüístico que dijo Gómez 
en el prólogo. En ellos desentendióse, como 
siempre, de toda condición de palabra regional; 
tomó éstas ateniéndose al significado que se 
les da en Castilla, y dedujo después la inoportu- 
nidad de su uso. El ejemplo que á continuación 
transcribimos expresa bien lo que acabamos de 
decir. 

Recuerde el lector que la palabra pudor en 
Aragón equivale á hedor] en Castilla significa 
recato, honestidad, modestia, vergüenza hones- 
ta, y tomando pie de la expresada diferencia 
puso este cantar: 

— Dices que el agua encharcada 
Produce grande pudor. 
O tú ó yo nos equivocamos, 
Pues creo que exhala hedor. 

Después de censurar en otros varios canta- 
res el trueque de las palabras que son al propio 
tiempo castellanas y provincialismos, se ocupó 
de las voces que, siendo siempre castellanas, la 
mala pronunciación designa otra voz también 
castellana, pero impropia al caso, por ejemplo: 

— ^Conque lajaquita torda 
Suele padecer de huérfano? 



148 

— Mas teniendo padre y madre 
No lo entiendo; ¿liuelfago? 

El siguiente ejemplo, de la propia índole 
que el anterior, justifica mucho esta clase de 
censuras; dice así: 

— Un dormitorio te han dado 
Para tu mal aliviar; 
Mas no siendo dormitivo, 
Cuenta con no descansar. 

Con el cual se alude á la mala costumbre de 
confundir en el lenguaje el aposento ó sitio en 
que se duerme con los medicamentos que pro- 
mueven, solicitan ó determinan el sueño, equi- 
vocación muy frecuente en toda España. 

En el mismo grupo segundo, al tratar sobre 
palabras inoportunamente aplicadas, aparecen 
censuradas muy acertadamente, quizá sin darse 
cuenta de ello, los galiparlantes que en España 
usan el con por d ¿a y él en por con^ de lo que 
son muestra los siguientes ejemplos: 

Quiero que con la guitarra 
Se acompañe usté á cantar. 
Con la^ señora, no sé; 
A la, voy á principiar. 

Si mal no recuerdo, has dicho 
Que en D. Ramón has soñado; 
Si con D. Ramón dijeras, 
Te creyera de buen grado. 

El tercer grupo ó el de voces Í7ioporttcnamente 
aplicadas, desde el punto de vista ortográfico y 



149 

prosódico, no ofrece nada de particular. Las 
censuras las expuso en treinta cantares, y se 
refieren principalmente al empleo ó supresión 
de la hy á los usos de la ¿ y de la v y otras in- 
fracciones de la vigente ortografía, interesantes 
al idioma castellano en general. 

Algunos han supuesto que las palabras cen- 
suradas por Gómez en todos los cantares iban 
dirigidas exclusivamente á los segorbinos, como 
especiales infractores del idioma nacional. Esto 
no es exacto, y aquel autor no era capaz de 
incurrir en tal desatino. La positiva ilustración 
de que estaba adornado, es bastante para no 
tener un intento que sería arbitrario y para que 
nadie le suponga caído en tal error. 

Las censuras de Gómez á los malos hablis- 
tas en general, afectan á los segorbinos en par- 
ticular únicamente en lo que á provincialismos 
corresponde, dada nuestra posición geográfica 
y nuestras relaciones históricas. 

Sería muy injusto desconocer el mérito á 
que Gómez se hizo acreedor con la publicación 
de sus cantares. Hay que ver en ellos una ex- 
presiva muestra de la animación literaria de que 
se hallaba poseído, y reconocer su esfuerzo en 
pro del lustre y esplendor del idioma patrio. 



150 



III 



Fué indispensable necesidad ocuparnos de 
la obra de Mundina al juzgar los trabajos de 
Gómez. Ya conoce el lector cómo apreció el 
primero el lenguaje de Segorbe, pero en el mis- 
mo libro dio su autor noticias del habla de todos 
los pueblos de esta provincia. De aquí que, te- 
niendo ahora entre manos la referida obra, le 
consagremos este capítulo, ocupándonos bre- 
vemente de los pueblos que tuvieron ó tienen 
con Segorbe mayores conexiones lingüísticas. 

Debemos señalar lo primero el insinuante 
aragonismo que en ciertas voces anotadas por 
el autor de la «Historia geográfica y estadística 
de la provincia de Castellón» asoma en los 
pueblos de Alcora, Alcudia, Artana, Eslida y 
Sueras. En estas poblaciones la estructura ge- 
neral del lenguaje es valenciano, con reminis- 
cencias aragonesas. El excesivo uso del pro- 
nombre yOy nos recuerda en Alcora una copla 
castellana que remeda con ironía el lenguaje de 
Aragón, y empieza así: «Si te casares con yo». 
«En Artana, Alcudia y Eslida — dice Mundina — 
llaman tíos y tías á toda persona». Lo cual 
hacen, á nuestro entender, no en la acepción 
castellana de hermanos ó hermanas de los pa- 
dres, sino en la aragonesa de persona que no 
tiene tratamiento de mosén, don ó doña. 



De un diálogo valenciano que en el libro 
que nos ocupa representa el lenguaje de Sueras, 
Tales y Veo (anejo de Alcudia), podemos de- 
cir como dijo Cervantes al de Avellaneda: «Pa- 
» recéis aragonés por lo que escaseáis los ar- 
» tí culos.» 

Ya dijimos, respecto al lenguaje de los pue- 
blos de esta comarca, que Mundina manifestó 
ser igual al de Segorbe. Por lo tanto, no debe- 
mos ocuparnos de cada uno en particular; con 
ello repetiríamos tantas veces como pueblos 
tiene la cuenca del Palancia estas palabras: su 
lenguaje es el mismo que en Segorbe. De ma- 
nera que el aragonismo atribuido por nosotros 
á Segorbe, es extensivo á los pueblos de la cuen- 
ca de nuestro río. La propia influencia arago- 
nesa que actúa en el lenguaje de esta ciudad 
subsiste en los aludidos pueblos, y las conside- 
raciones ó reparos que hicimos al lenguaje de 
Segorbe (tal como lo representó Mundina), tén- 
ganse por hechos también á todos los pueblos 
de su río. 

A pesar de la equivocada muestra que para 
representación del lenguaje del río de Segorbe 
eligió Mundina, no deja éste de revelar en su 
libro que puso atención y estudio á los tipos de 
este país. De Geldo dijo muy auténticamente: 
«Hablan como en Segorbe, pero pronunciando 
»con cierta tonada que imita algún tanto al ga- 
» llego.» 



152 

Pero cuando Mundina hace, sin darse cuenta 
de ello, gran revelación de lenguaje aragonés, es 
al ocuparse de los pueblos de la cuenca del 
río Mijares'. Al dar noticia de éstos, hace men- 
ción por separado del lenguaje de cada uno 
de ellos. Juntando nosotros lo que en el libro 
de Mundina se encuentra disperso, resulta que 
Argelita, Ayódar, Fuentes de Ayódar, Ludien- 
te, Montan, Montanejos, Toga, Torralba, Villa- 
hermosa, Villanueva de la Reina, Villamalur y 
Zucaina hablan de la misma manera ó tienen 
idéntico lenguaje. Llámale Mundina lenguaje de 
Argelita. 

No vemos en esta denominación compara- 
tiva otra razón que la del método expositivo 
adoptado en el texto. 

Data la fundación de Argelita de los tiem- 
pos de Zeit-Abuceit, pero es la primera po- 
blación en el orden alfabético con que están 
dispuestos los pueblos en el libro que nos ocu- 
pa, y tiene, como dijimos antes, comunidad de 
lenguaje con los pueblos ya citados. 

Mundina representó á su manera este len- 
guaje común á varios pueblos por medio de un 
diálogo, é incluyo éste en el primer pueblo de 



^ El diligente escritor D. Braulio Foz, en el tomo V de su 
«Historia de Aragón», dejó consignado que en la baronía de 
Arenoso, en algunos pueblos de la cuenca del Mijares, como 
Villahermosa, se habla el español, que allí llaman el ara- 
gonés. 



153 

los citados de que hubo de ocuparse. Argelita 
fué este primer pueblo, y por eso le llamó en 
otros capítulos lenguaje de Argelita. Más claro: 
al tratar después de Ayódar, Fuentes de Ayó- 
dar, Ludiente, etc., dice que se habla en ellos el 
castellano de Argelita, ó sea el del diálogo de 
esta población y de su sierra, que es como 
sigue': 

Pepe. — Chico, ¿te vienes á Onda? 

Rmnón. — Sí, tal cual voy. 

Pepe. — Coge la yanta y vene. 

Ra?nón. — ¡Tío Pepe! Si mi mare nunca ma 
quisiu dar la yanta cuando bajo á Onda. 

Pepe. — ¿Y no tomas un bocau para el ca- 
mino? 

Ramón. — ¡Cá! Tengo yo buenas garras para 
llegar á Onda tal cual. 

Pepe. — Pues vamonos, que yo te daré un 
piazo de pan y un trago de vino agiro, si te gus- 
ta; date prisa, que yo, no más comprar dos co- 
jines para el tío Toni, me vengo pa ca. 

Ramón. — ¿Que el tío Toni no baja hoy? 

Pepe. — No puede, porque está sacando 

fiemo. 

Ramón. — Pues vaya usté andando, que yo 
le alcanzaré. Adiós, dica dempués. 

Puebla de Arenoso figura con diálogo apar- 



Mundina, pág. 8i. 



154 

te para darse á conocer cómo hablan en ella, y 
es éste': 

Pregunta. — Tío Sentó, ¿que ogaño no sube á 
ver á su hija? 

Respuesta, — Sí que hago cuenta de subir; 
este año ya estará más crecidica, y hago cuenta 
de traerla para que pase aquí las carrastu- 
llendas. 

P, — Pues, ¿qué no se asustará de ver tantas 
carachas? Mi maña no pudo el año pasau salir 
de casa de miedo. 

R, — Eso á las muchachas de allá riba les 
sucede á todas arreu. Yo lo que le guardo á mi 
chica para cuando suba son unas mangranas 
que me ha dau un amigo, que son muy güeñas, 
y como son de las agras, se conservan muy sa- 
nas. Vaya, anímese, que yo no puedo entrete- 
nerme: dica más tarde. Adiós, tío Sentó. 

En el capítulo que trata de Cortes de Are- 
noso, da Mundina idea de su manera de apre- 
ciar el lenguaje castellano en esta comarca. En 
este punto dicho escritor da explicaciones en 
términos tales, que acusan en él apartamiento 
ó negación del lenguaje aragonés. El diálogo 
con que representa Mundina el lenguaje de este 
pueblo y el breve comentario que le precede, 
dicen del siguiente modo^: 



jMundina, pág. 466. 
ídem, pág. 266. 



Dialecto, — A fin de manifestar con claridad 
la notable diferencia que existe entre el caste- 
llano que se habla en los diferentes pueblos de 
esta provincia, y para que el lector se persuada 
que no es del todo desacertada nuestra idea al 
clasificarla con el nombre de dialecto castellano 
por su ridiculez y extrañas frases, escribo á 
continuación un corto diálogo del extraño cas- 
tellano de Cortes: 

Vicente. — Pascual: ¡ogaño sí que te divertirás 
en las carrastuUendas, tanto que te gustan las 
carachas! 

Pascual, — Pues usté, tío Vicente, también 
es aficionau á velas. 

Vicente, — ¿Yo? Si quieres que te diga la ver- 
dad, haría carachas todos los domingos arréu. 

Pascual, — Pues su mañico murió de vestirse 
de caracha, según me han contau. 

Vicente. — ¿Tú sabes qué fué? Que mi maño 
bajó aquellos días á Onda y le dieron unas man- 
granas muy agras: el día de carrastuUendas se 
comió una y no le pegó bien; pero vino un ami- 
go y se vistieron tal cual con sus carachas; de 
seguida que vino á casa, le dijo á mi maña que 
le hacía mal la tripa y quería acostarse; lo supo 
mi mare, y antes de acostarse enjalbegó el cuar- 
to para tenerlo mejor; llamó al señor médico, y 
tal cual le miró las garras ya dijo á mi maña que 
era calave, y asina jué, que murió al otro día 
de carrastuUendas por las dichosas carachas. 



156 

«En Cirat- — dice Mundina — hablan el caste- 
» llano con más propiedad que en todos los pue- 
»blos de la provincia de Castellón, y en Ara- 
»ñuel hablan como en Segorbe.» 

Nosotros encontramos en los pueblos de la 
provincia de Castellón, que forman parte de la 
cuenca alta del río Mijares, idéntico lenguaje 
que en los pueblos vecinos que son ya aragone- 
ses. En Olba, Rubielos y otros pueblos de la 
provincia de Teruel, el lenguaje en nada se di- 
ferencia del de Cortes de Arenoso, Puebla de 
Arenoso y demás lugares valencianos de la di- 
cha ribera. 

Apartándonos de las distintas observaciones 
críticas de que pudieran ser objeto los diálogos 
transcritos, llamaremos sobre ellos únicamente 
la atención respecto á ciertas voces. De éstas 
figuran como notas salientes en los referidos 
diálogos las palabras agrá, arréu^ calave, caracha, 
carrasttdlendas y cojines y crecidicay dica dempués, 
dica más tardeyfieviOy garras y güeñas y yanta, inan- 
granay viañOy fuarCy ogañOy tiOy iripay piazo y vene. 

El calificativo de extrañas y frases ridiculas 
aplicado á estas palabras, no es propio. Unas 
como arcaísmos y otras como aragonismos han 
formado parte de los materiales de construcción 
para el idioma nacional, y en este concepto 
nada tienen de extrañas. Lo de ridiculas entra 
de lleno en las leyes del gusto, y los que se de- 
dican á indagar los orígenes del romance caste- 



157 

llano, puede que no se hallen conformes con el 
parecer del Sr. Mundina. 

A una comarca en que saben leer y escribir 
sus habitantes el castellano en la misma ó ma- 
yor proporcióa que el resto de España, no pue- 
de acusársele de hablar mal. Y el que aparezcan 
hoy en rústicos labios palabras ó frases que 
fueron materia prima del idioma actual, lo te- 
nemos como un honor para nuestra comarca. 

Ha llamado la atención á ilustres viajeros 
que han recorrido este país, el hecho de que el 
lenguaje aragonés penetrase muy adentro en el 
reino de Valencia, siguiendo las cuencas de los 
ríos Mijares, Palancia y Turia. D. Teodoro Lló- 
rente', ocupándose de este asunto en sus noti- 
cias sobre las riberas del Mijares y Palancia, se 
expresó del siguiente modo: «Después de la 
»reconquista predominó en el Alto y Bajo Maes- 
»trazgo el elemento catalán, y entre aquellos 
»dos ríos el aragonés; indícalo bien los apelli- 
tdos de las familias más antiguas. Y es digno de 
» notarse que todos los pueblos de la diócesis 
»de Tortosa hablan el dialecto valenciano-cata- 
»lán, y todos los de la de Segorbe el castellano- 
> aragonés; contribuyó, sin duda, la superior 
» cultura del clero á determinar el idioma de 
»cada villa y lugar.» 



^ «Valencia, sus monumentos y artes, su naturaleza é 
historia», tomo I, pág. 330. Barcelona, 1S87, 



158 

Esta idea es la que se tiene en el país, y 
debió ser para el expresado señor una impre- 
sión (Je viaje que consignó en su obra el ilustre 
poeta y cuidadoso cronista de Valencia. Pero 
esta explicación sobre la distribución de ambos 
lenguajes, al mismo Sr. Llórente parece que no 
le satisfizo, porque á continuación del párrafo 
transcrito escribió este otro : < Si las demás 
» circunstancias étnicas que observamos datan, 
» como las lingüísticas, de la reconquista ó se 
» remontan á épocas anteriores, cuestión es difí- 
»cil de resolver. Faltan antecedentes para estos 
» estudios.» 

No tenemos la pretensión de que nuestra 
pequeña contribución al estudio del aragonismo 
en la comarca resuelva por entero el conoci- 
miento histórico de nuestro lenguaje aragonés. 

Los pueblos de cuyo lenguaje hemos trans- 
crito diálogos de Mundina, son los propios lu- 
gares que, según el Sr. Llórente, hablan el len- 
guaje castellano-aragonés. Todos ellos formaron 
en otro tiempo parte del territorio de la Celti- 
beria, y se hallaban comprendidos en el de la 
diócesis segobricense. 

Es incuestionable que la influencia de la 
diócesis segobricense y la superior cultura del 
clero debió contribuir á dar en tiempos anterio- 
res á la dominación árabe cierta unidad al len- 
guaje de la Celtiberia. Después de la reconquis- 
ta, la tan decantada influencia de los límites 



159 

actuales entre las diócesis de Tortosa y Segor- 
be, como límite también del lenguaje, nos pa- 
rece poco reflexiva. Interpuestos entre los obis- 
pados de Segorbe y Tortosa, tiene Valencia el 
arciprestazgo de Villahermosa, cuyas parroquias 
corresponden á los pueblos de la cuenca del río 
Mijares y que fueron motivo de diálogos para 
Mundina, con lo cual dicho está que no es el 
límite actual de los obispados el término del 
lenguaje castellano-aragonés con el catalán- 
valenciano. 

El clero de Segorbe rigió en tiempos de los 
godos el territorio que hoy constituye el arci- 
prestazgo de Villahermosa; pero después del 
siglo XIV este territorio perteneció á Valencia, 
y las influencias del clero después de dicho 
siglo, caso de haber existido, hubiesen sido va- 
lencianas. Lo que sí nos permiten declarar 
nuestras propias observaciones es que dentro 
de lo que fué á un mismo tiempo demarcación 
diocesana y provincia de los celtíberos, late to- 
davía igual tradición lingüística. 

La reconquista influyó sobre el lenguaje en 
las riberas del Mijares y Palancia, más por las 
cosas anteriores que respecto de las novedades 
que introdujo. (Sobre este asunto véase lo que 
dijimos en el capítulo XI). Ahora sólo debemos 
decir que el sostenimiento en la cuenca del 
Mijares del lenguaje antiguo y la valla que no 
llegó á flanquear la invasión catalana, la consti- 



1 6o 

tuyo el señorío de Árenos, adjudicado á Jime- 
no Pérez de Tarazona. 

Con razón decía el Sr. Llórente que nos fal- 
tan datos para remontar el estudio de esta cues- 
tión de lenguaje á los tiempos anteriores á la 
reconquista. Capital civil y eclesiástica de la 
Ilercavonia fué Tortosa: tener esta noticia no 
es bastante motivo para formular diferencias de 
lenguaje con la Celtiberia; pero la capital, Tor- 
tosa, sostenía relaciones marítimas y con los 
pueblos gótico-meridionales, que en Segorbe es 
mucho menos fácil que existiesen. La España 
gótica estaba profusamente dividida en dialec- 
tos y subdialectos, todos rudos, indecisos é in- 
formes; hallábanse en tal estado de desaliño, 
que no hay de ellos monumento alguno litera- 
rio: sólo alguna que otra voz asoma en los do- 
cumentos latinos para revelarnos su existencia. 

Ante tanta falta de unidad en el lenguaje 
hispano-latino usado por el vulgo, no es difícil 
que hubiese diferencias entre celtíberos é iler- 
cavones; pero entiéndase bien, diferencias no 
esenciales, porque éstas fueron posteriores al 

siglo XII. 

Si los límites del lenguaje y de los obispados 
de Segorbe y Tortosa, tal como se hallan cons- 
tituidos actualmente, hubiesen de dar alguna luz 
sobre este asunto, hay que tener presente que 
sólo en la parte baja de la Sierra de Espadan 
es donde puede estudiarse la cuestión. Los pue- 



i6i 

blos de Matet, Algimia de Almonacid, Alme- 
díjar, Chovar y Sot de Ferrer son la frontera 
del lenguaje castellano-aragonés: en ellos con- 
cluía la Celtiberia, y la diócesis segobricense 
sigue en ellos teniendo su término; en tiempos 
pasados hasta ellos llegaba la Ilercavonia, y 
antes, lo mismo que ahora, son el límite de la 
diócesis de Tortosa. 

Prescindiendo en estos momentos de la con- 
dición jocosa de los diálogos de Gómez, de la 
desanimación de los de Mundina y reparando 
en las voces de nuestro vocabulario, hay que re- 
conocer una misma fisonomía de lenguaje con un 
mismo colorido léxico de matices distintos que, 
empezando en la parte baja de la Sierra de Es- 
padan, concluye en las estribaciones del Piri- 
neo aragonés. 



IV 



Porque á Gómez y á Mundina, en sus ob- 
servaciones empíricas, pasase desapercibida la 
presencia del lenguaje aragonés en Segorbe, no 
vaya á suponerse que desautoriza sus trabajos 
ni quita importancia á las observaciones por 
ellos hechas. En honor á dichos señores, debe- 
mos unir sus nombres al de D. Gregorio Ma- 
yáns Ciscar. Para este consumado literato del 

siglo XVIII la lengua de Aragón, en los tiempos 

11 



102 

de la reconquista, se había hecho lemosina, y se 
sintió inclinado á creer que los aragoneses cas- 
tellanizaron su lenguaje lemosín al advenimien- 
to del príncipe castellano D. Fernando de An- 
tequera al trono de Aragón. 

Castellanización del lemosín fué para Ma- 
yáns la causa del lenguaje aragonés usado en 
su tiempo. Lo mismo significó Gómez del habla 
de Segorbe, y Mundina aceptó de plano lo dicho 
por Gómez. Mayáns no desconocía que en Ara- 
gón, antes que lemosín, hubo otro lenguaje 
independiente de los que después le afectaron, 
pero no entró en apreciaciones sobre cuál pu- 
diese ser aquel lenguaje. 

La identidad del lenguaje aragonés y lemo- 
sín en los siglos medios la aseveró Mayáns, al 
decir de Borao, con mala prueba'. No aduce en 
su apoyo sino el breve catálogo de vocablos 
aragoneses declarados por Blancas en sus «Co- 
ronaciones». Contadas estas voces, no son más 
que doscientas diez, y la «Colección», tal como 
la trabajó el insigne Blancas, fué formada con 
palabras sacadas de documentos palaciegos. El 
lenguaje palaciego del tiempo de aquellas «Co- 
ronaciones» nadie duda que tenía mucho de 
catalán, y de catalán nutrido de voces que, 
antes que catalanas, habían sido castellanas. 
Adocivy por traer; agenollarse^ por arrodillarse; 



Borao, pág. 24. 



103 

afaitado, por aderezado; costado, por lado; coji- 
nes, por almohadones; en guisa, por á manera 
de; en tomo, por alrededor; extraños, por ex- 
tranjeros; fillos, por hijos; home^ por hombre; 
non, por no; prender, por tomar; trovar, por ha- 
llar; vegadas, por veces; z;í¿//¿?^ por viejo, etc., 
aunque son hoy palabras de porte valenciano, 
en otros tiempos fueron castellanas y usadas en 
Aragón quizá mucho antes que en Castilla. 

Remontando á mayor antigüedad histórica 
la idea enunciada por Mayáns, se nos figura 
que el lenguaje de la Cantabria y de la Celtibe- 
ria, juntamente con el de todas las antiguas 
provincias comprendidas en la España tarra- 
conense, fuese algún tanto análogo al lenguaje 
del territorio narbonense, que después formó 
parte de Provenza. 

Estas consideraciones, referentes, por lo me- 
nos, á la época visigoda, no fueron objeto de las 
apreciaciones de Mayáns. Este reparó en el len- 
guaje habido en Aragón después de las grandes 
conquistas hechas por los reyes cristianos en el 
siglo XIII, y juzgó fuese de naturaleza lemosina, 
ateniéndose al catálogo de voces contenidas en 
el libro de las «Coronaciones», compuesto por 
Blancas. 

Otros escritores posteriores á Mayáns han 
alegado en pro de la existencia del lenguaje 
lemosín en Aragón, apoyándose en numerosos 
escritos redactados en aquel dialecto después 



104 

del siglo XIII. Por no omitir el nombrar algún 
escritor de éstos, citaremos únicamente al arci- 
preste historiador de Morella D. José Segura 
y Barreda, el cual se expresó del siguiente 
modo: «En una gran parte del Bajo Aragón se 
» hablaba también el lemosín, según vemos en 
» muchas notas de escribanos de Mirambel, Al- 
»cañiz y otros pueblos. La lengua aragonesa 
» antigua tenía muchas voces valencianas; hoy 
»se han desterrado para asemejarse más á la 
» castellana'.» 

Pero estos documentos, en casi su totalidad 
oficiales, no dan idea del lenguaje del pueblo, 
sino que son el resultado de órdenes de los 
monarcas aragoneses reinantes en aquellos si- 
glos. Y si fueron apremiantes las órdenes de 
redactar en lenguaje lemosín los documentos 
oficiales en tiempos de Jaime I, en lo sucesivo 
se atenuó mucho aquel rigor, y hasta los mis- 
mos monarcas se atuvieron al habla predilecta 
del pueblo, como lo demuestran la carta puebla 
de Alcora, las capitulaciones de la villa de 
Viver y la carta de D. Pedro de Jérica á los 
unidos de Valencia, que, á pesar de estar escri- 
tas en el siglo xiv, aparecen redactadas en ro- 
mance español^ Un sabio de tanta autoridad en 



^ «Morella y sus aldeas», por D. José Segura Barreda, 
tomo I, pág. 412. Morella, 1868. 
* Que insertamos en otro lugar. 



i6s 

materias lingüísticas como el insigne Terreros, 
considera el sedimento de lenguaje visigodo en 
Aragón como de purísimo castellano, y entien- 
de que este idioma lo recibió Aragón desde los 
tiempos de Fernando el Magno hasta el siglo xii. 

Amador de los Ríos considera de uso in- 
memorial el romance español en Aragón. 

Del P. Merino escribió Borao: «Este diligen- 
»te investigador, que no debe ser sospechoso 
»de parcialidad, cuando por el contrario afecta 
«despreciar todo lo que no sea Castilla, omite 
»hablar de documentos aragoneses, atribuyen- 
»do en cierto modo el desmejoro de la caligra- 
»fía á la «Coronilla», y no tiene por verdaderos 
»reyes de España sino á los de Castilla; se ve 
» forzado á conceder que el Aragón tuvo sus 
» rimas ó su poesía propia desde el siglo viii, y 
»á confesar que el vulgo, á quien exclusivamen- 
»te se debe la formación del lenguaje, mejoró 
»el idioma castellano con el trato de los arago- 
»neses y otras gentes é hizo culta su lengua, de 
» suerte que ya pudo andar en las escrituras, 
» opinión que en nuestros días ha reproducido 
» Montan en su «Diccionario etimológico»'. 

Los que han seguido á Mayáns al soste- 
ner que el lenguaje de Aragón se hizo lemosín 
en el siglo xiii, sólo podrían referirse al caudal 
de voces traídas con las conquistas hechas por 



Borao, pág. 26. 



i66 

los Berengueres. Su opinión la fundaron tenien- 
do á la vista documentos oficiales de aquellas 
épocas, que sabido es estaba mandado se redac- 
tasen en lemosín. Pero este no era el lenguaje 
aceptado por el pueblo en Aragón. En confir- 
mación de ello, citaremos la autorizada opinión 
de Bofarull, el cual afirma en la «Crónica del 
Rey D. Jaime» que la lengua lemosina «estaba 
»en tal tiempo más en boga en la corte de Ara- 
»gón y que se hablaba en casi todos los domi- 
»nios, á excepción de la parte que correspon- 
»día al primitivo reino de este nombre». Pero 
más gratuito é infundado que todo esto ha sido 
sostener que el lenguaje lemosín se castellanizó 
en Aragón al advenimiento de D. Fernando de 
Antequera al trono. En el protocolo original 
del Parlamento de Caspe, que se guarda en la 
Biblioteca de este Seminario, tenemos una termi- 
nante prueba de que no fué así. Este documen- 
to contiene un mensaje del obispo de Valencia, 
fechado en dicha ciudad á 5 de Mayo de 141 2, 
dirigido á los nueve compromisarios, rogándoles 
cumplieran prontamente su comisión, en aten- 
ción á la grave expectativa en que se encontra- 
ba Valencia, cuyo mensaje está redactado en 
dialecto valenciano. La reina D.^ Violante, viu- 
da del rey D. Juan, hizo un escrito á los nueve 
jueces representando quejas y agravios, cuyo 
escrito, redactado en lenguaje catalán, está fe- 
chado en Barcelona y en el mismo año de 14 12. 



i67 

Los jurados de Zaragoza, Daroca, Alcañiz 
y otras ciudades de Aragón dirigieron mensajes 
pidiendo á los jueces cura y diligencia en concor- 
dia para evacuar su cometido, hallándose estos 
escritos redactados en romance castellano-ara- 
gonés y fechados en las respectivas poblaciones 
aragonesas. Con sólo los citados documentos, 
queda atestiguado que en los comienzos del 
siglo XV estaban enteramente formados los dia- 
lectos hoy existentes en la antigua corona de 
Aragón. Y desde luego los fechados en Zara- 
goza, Daroca, Alcañiz, etc., redactados en len- 
guaje castellano-aragonés, contradicen rotunda- 
mente la suposición de que los aragoneses cas- 
tellanizaran su lenguaje lemosín al advenimiento 
del príncipe castellano D. Fernando de Ante- 
quera al trono de Aragón. 

Y dicho cuanto antecede, debemos mani- 
festar que las exigencias de una crítica impar- 
cial nos han impedido reflejar el favorable juicio 
que nos merece la obra del Sr. Mundina. 

Los párrafos referentes al lenguaje de cada 
localidad de la provincia [son lo menos intere- 
sante que el libro contiene. En la historia, á las 
veces erudita de cada pueblo, comprende por- 
menores y citas curiosas y de interés local que 
no tienen cabida en una crónica general. Lo 
más importante de la obra, á nuestro juicio, es. 
triba en la extensa y bien detallada historia^ 
geografía y estadística contemporáneas que este 



1 68 

libro contiene. Desde este punto de vista, con 
gran paciencia y trabajo debió recoger el autor 
unos datos que forman, cual si fueran un acta, 
la descripción del ser y estado de la provincia 
de Castellón en la fecha en que escribió el señor 
Mundina. 

Las personas que en los venideros tiempos 
hayan de consultar las cosas y pormenores de 
nuestra época, tendrán en la «Historia, geogra- 
fía y estadística de la provincia de Castellón», 
publicada por D. Bernardo Mundina, una valio- 
sa ayuda. 



D. SIMÓN DE ROJAS CLEMENTE 

Al saber un buen amigo nuestro que nos 
proponíamos coleccionar voces aragonesas usa- 
das en Segorbe, nos favoreció grandemente re- 
mitiéndonos desde Titaguas apuntes autógrafos 
de D. Simón de Rojas Clemente. 

No todos nuestros lectores tendrán noticia 
de este sabio; en atención á ello, haremos un 
esbozo biográfico. 

En orden á los conocimientos gramaticales, 
pocos han alcanzado la altura á que llegó este 
jiijo de nuestro país. D. Simón de Rojas Cle- 
mente es una de las glorias intelectuales de Es- 
paña; en las cátedras, academias, revistas, co- 



í69 

misiones oficiales y libros vertió el rico caudal 
de su ilustración. Floreció á fines del siglo xviii 
y en los comienzos del xix, dejando perpetua 
memoria de sí en las ciencias y literatura. 

Nació en Titaguas' en 27 de Septiembre 
de 1777; estudió latinidad en Segorbe con el 
excelente profesor Cister, del que aprendió 
también la Retórica y Poética latinas y castella- 
nas. En la Universidad de Valencia cursó Filoso- 
fía y Teología, obteniendo los títulos de Maes- 
tro en Artes y doctor en Teología con el premio 
que se concedió entonces al alumno más sobre- 
saliente. Siendo casi un niño, hizo oposiciones 
en Madrid á una cátedra de Lengua Hebrea; no 
fué agraciado, pero dejó bien sentada su repu- 
tación, y. pronto le fueron encomendadas las 
cátedras de Lógica y Ética del Seminario de 
Nobles. 

Aplicóse mucho al estudio del Árabe y del 
Griego. Ocuparse de Química, Botánica y Mi- 
neralogía era un bello recreo para nuestro 
eximio paisano. 

Con ocasión de ciertas comisiones oficiales 
pasó á París y Londres, y en los Museos de 
Historia Natural puede decirse que tenía su 
alojamiento. En el año de 1804 se encontraba 



* Para mayores datos y pormenores consúltese la Gaceta 
de iI/¿j5^r/¿/ correspondiente al día 27 de Marzo de 1827, en 
la que se insertó su necrología, y la «Biblioteca valenciana» 
de D.Justo Pastor Fuster, tomo II, pág. 453. Valencia, 1829. 



170 

en Andalucía, donde hizo muchos trabajos nota- 
bles (en aquel tiempo); midió geométricamente 
las alturas de Sierra Nevada y otras del mon- 
tuoso terreno andaluz, formando al mismo tiem- 
po la escala vegetal desde las cimas al nivel del 
mar; examinó las prácticas agrícolas, los usos, 
costumbres, lenguaje y cuanto interesa á un 
viaje eficaz é ilustrado. 

En Sanlúcar de Barrameda establecióse por 
el Estado, y bajo la dirección de D. Simón de 
Rojas, un jardín botánico destinado á prácticas 
agrícolas con las especies botánicas traídas de 
América; pero vino la invasión francesa y no pudo 
seguir aquel centro de estudio. Ocupada toda 
Andalucía por los franceses, se retiró á Madrid 
y después á Titaguas. En su pueblo permaneció 
los años 1812, 13 y 14. El de 181 5 volvió á 
Madrid. Con Lagasca trabajó en coleccionar los 
seres naturales traídos de Santa Fe de Bogotá, 
y contribuyó á la publicación de «La Agricul- 
tura», de Herrera, nivelándola con los conoci- 
mientos de su tiempo. Los sucesos políticos le 
alejaron de Madrid, marchando nuevamente á 
su pueblo. 

Fruto de su inteligencia es el notable tra- 
bajo «Ensayo sóbrelas variedades de la vid», 
publicado en 1807, y vertido en todas las len- 
guas europeas; la traducción francesa fué circu- 
lada por todos los departamentos, y Luis XVIII 
ordenó se repartiesen ejemplares á las autori- 



171 

dades de los pueblos. En Alemania el ilustre 
Schultzer se esforzó en popularizarla. 

Tan notable como el «Ensayo sobre las va- 
riedades de la vid» es el tratado de la «Ceres 
española y la Historia Natural de Granada», 
obras que á su muerte legó al rey D. Fernan- 
do VIL Escribió el «Semanario de Agricultura» 
y otras muchas cosas más. 

Elegido en 1820 vocal de Cortes, fué uno 
de los encargados de la corrección de estilo en 
la redacción del Diario de Sesiones. Contribuyó 
también á la publicación del «Diccionario de la 
Academia de la Lengua», proponiendo muchas 
inclusiones de voces. A su muerte, ocurrida en 
Madrid el año 1827, quedaron inéditos muchos 
manuscritos siiyos. En este caso se encuentra 
un grueso cuaderno, que contiene los apuntes 
de que hemos hablado al comenzar este artícu- 
lo. Estos apuntes eran un mamotreto de los 
distintos que el sabio hijo de Ti taguas haría en 
su vida literaria. 

En el mencionado cuaderno autógrafo están 
sin numerar las páginas y muchas hojas sueltas; 
es indudable que se han extraviado algunas, 
particularmente al principio. 

Los apuntes que nos ocupan son, al parecer, 
las anotaciones que el autor hacía cuando co- 
laboraba en la redacción del «Diccionario», 
publicado el año 18 17. Debía andar aquél pre- 
ocupado en fijar las etimologías de algunas pa- 



172 

labras, como fósil, oxígeno, hidrógeno, hidráu- 
lica, hidrofobia, libre albedrío, mitología, etc., 
pues á continuación de cada una escribió larga- 
mente en caracteres árabes. 

Que nuestro coterráneo había propuesto 
la inclusión de muchas palabras en la edición 
del «Diccionario» de 1817, lo demuestran las 
voces que llevan al margen un asterisco (*), por- 
que en una de las últimas hojas del cuaderno 
dice escrito con distinta tinta: «Las palabras 
señaladas con esta indicación (*) ya han sido 
puestas en el «Diccionario». Se ve en este ma- 
nuscrito que nuestro botánico trabajaba para 
sustituir ciertas definiciones antiguas que trae el 
«Diccionario» por otras que él propuso. Muchas 
de las propuestas fueron aceptadas por la Aca- 
demia, pero otras no. Así, por ejemplo, la palabra 
jerarquía la define la Academia diciendo: «El or- 
»den entre los diversos coros de ángeles y los 
» grados diversos de la Iglesia. Por extensión se 
»aplica á otras personas ó cosas». D.Simón Rojas 
propuso, sin resultado, definirla de esta manera: 
« Jerarquía es el orden y subordinación que en 
» cualquier república bien ordenada tienen las 
»diversas clases de sujetos que la componen.» 

Otras muchas definiciones del porte de la 
anterior contiene el manuscrito, evidenciándose 
con ellos la atención que el Dr. Clemente puso, á 
fin de embellecer y hermosear el idioma caste- 
llano. Pero como nuestro estudio sólo se enea- 



173 

mina á investigar la influencia que ejerció Ara- 
gón en el habla de Segorbe, hemos de alejarnos 
de esta parte de los apuntes para detenernos en 
lo que él llamó lenguaje de Titaguas. 

Este particular estudio no llegó á explanar- 
lo; en los apuntes se encuentra un proyecto de 
estudio, no un trabajo ya hecho; trazó magis- 
tralmente el boceto de su asunto, y quedó la 
obra nada más que comenzada. Rotuló con 
epígrafes varias hojas del manuscrito, y á con- 
tinuación escribió algo en unos capítulos: en 
otros se ven listas de nombres vulgares del país. 
La distribución y forma de antemano trazada al 
asunto, demuestran que su autor era excelente 
observador con hábitos de naturalista. De la 
expresada distribución surgen incidencias que 
revelan la trascendencia del lenguaje aragonés, 
y que nosotros intentaremos aprovechar. 

Y para que en nada puedan confundirse 
nuestras opiniones y noticias con lo dicho, por 
Clemente, lo que éste consignó lo escribimos 
variando el tipo de la letra. 

Es una gran lástima que la interrupción, por 
causas que desconocemos, no nos permita con- 
templar una obra comenzada por persona tan 
idónea. 

Rojas dividió su asunto en dos secciones: 
una gramatical, la otra los vocabularios. 



174 

I 

Pai>te gramatical 
I.* Voces compuestas do osadas en casteDano. 







CASTELJJkNO 


ESTITAGUAS 


SE CC»iFON£ 


EQUIVALENTE 


Manifecero 


Mano y haces 


EntrcHnetido 


Pañomesa 


Paño y mesa 


Mantel 


Agaamanal 






Parígiial 


Paré igual 


Iguales 


Botinchado 


Boto é hinchado 


Hinchado 



En Titaguas se usa mucho el pronombre tú por ti; así se 
dice: confio en /», por confío en ti. 

Empieza á introducirse cierto abuso común en Segorbe 
de suprimir el pronombre KsUd; por ejemplo: hágame el 
favor ^ por hágame usted el favor. ^Qué dice á esto el doctor 
Vicente} y por ^ué dice usted á esto, señor doctor Vicente? 

Usan muy poco del relativo cuy o. i 

Al relativo cual han dado en Titaguas terminación feme- 
nina y neutra, tanto en singular como en plural, confun- 
diendo en éste la masculina con la neutra; por ejemplo: ha- 
blando de peras, icuála quieres} y por^'cuál quieres? Hablando 
de borregos, {cudlos escoges?^ por ^cuáles escoges? ó di los 
que escoges. 

En casi todas las ocasiones que se ofrecen puede notar- 
se la sustitución de cualquiera, quienquiera y cualesquiera 
por cualsiqniera. 

Algo significa también alguna otra cosa] por ejemplo: 
dame pan ó algo, es decir, alguna otra cosa que comer. 
2p El verbo comer se pronuncia en Titaguas comed. 

Los gerundios, precedidos de la preposición en^ se resuel- 
ven muy frecuentemente á la valenciana, es decir, por algún 
tiempo del verbo á que pertenecen con el infinitivo ser; por 
ejemplo: en ser que cene me acostaré^ por en cenando me 
acostaré. 

Muchos verbos de la primera conjugación, que hacen 
irregulares los castellanos añadiéndoles en algunos tiempos 



175 
antes de la e del infinitivo una i que éste no tiene, recobran 
su forma regular en Titaguas. 

Apretar aprieta. apreta 

Atestar atiesta atesta 

Aventar avienta aventa 

Empedrar empiedra empedra 

Fregar friega frega 

Retentar retienta retenta 

Por la inversa, los titagüenos usurpan de los castellanos 
la facultad de intercalar dicha i en algunos verbos en que 
éstos no han querido admitirla hasta el día; tales son: 





EN CASTELLANO 


EN TITAGUAS 


Enredar 


enreda 


enrieda 


Plegar 


plega 


pliega 


Desplegar 


desplega 


despliega 


Escampar 


escampa 


escampia 



El verbo andar conserva en Titaguas su sencilla forma 
regular; así se dice comúnmente ande y no anduve, andará 
y no anduviera, andaré y no anduve. 

Los verbos acabados en acer^ ecer^ ocer, mudan común- 
mente la e radical en g en las personas y tiempos que reci- 
ben z antes de ella, como en el verbo complacer, complazgo 
por complazco, nazgo por nazco, etc. 

A la lista de los verbos de la segunda conjugación que 
admiten i antes de e conjugándose por el verbo ascender, 
cual los trae la Academia en su Gramática, añaden los tita- 
güenos algunos más. 



EN TITAGUAS EN CASTELLANO 



Comprender 

Aprender 

Pretender 



Compriende Comprende 
Apriende Aprende 

Pretiende Pretende 



El verbo responder, además del pretérito respondí y el ' 
participio de pretérito respondió, que son los usuales en 



176 

castellano, tienen en Titaguas estos otros irregulares, res- 
puso^ respuesta^ como si fueran compuestos de poner. 

Bendecir y maldecir sólo se apartan del uso corriente en 
los tiempos siguientes: bendecid por bendije; bendiciera^ por 
bendijera. 

El verbo traer se usa en Titaguas con todas las irregula- 
ridades que el uso general ha sancionado, y muy frecuente- 
mente también con las siguientes: 

Pretérito imperfecto. Trayba. 

Id. perfecto Truje. 

Infinitivo Trair. 

Imperativo Traí. 

Pretérito imperfecto de subjuntivo.. . . Trujera. 

Gerundio Traindo. 

El verbo reir se usa comúnmente con las siguientes 
anomalías: 



EN TITAGUAS 


EN CASTELLANO 


Rir 


Reir 


Ría 


Reía 


Rite 


Ríete 


Riyera 


Riera 


Riyese 


Riese 


Ri 


Reí 


Riré 


Reiré 


Riyere 


Riere 


Riyendo 


Riendo 


Rido 


Reído 



En el verbo ir se usa ves^ por ve; veste^ por vete, é 
indo^ por yendo. 

Son verbos impersonales no cal^ si cal, por no es me- 
nester, ó no falta, ó sí es. 

Los verbos que empiezan por des, pierden generalmente 
la d al pronunciarlos en Titaguas; tales son, entre otros 
muchos, los siguientes: 



177 



EN TITAGUAS 

Esbancar 
Estrozar 
Estroncar 
Esaparejar 
Esabotonar 
Esbaratar 
Escalabrar 
Escantillar 
Escartarse 
Escer rajar 
Esclavar 
Escolgar 
Esvarar 
Espeñar 
Esportillar 
Esposar 
Espotricar 
Espuntar 
Estajar 
Estapar 
Estemplar 
Estejar 
Esto.rnillar 
Estrabar 
Espizcar 
Esconcertar 
Escular 
Esgañitarse 
Esgarrar 
Escomenzar 
Esmontar 
Espartir 
Espellejar 
3.° Adverbios. 

Tal cual que 
A la que 



EN CASTELLANO 

Desbancar 

Destrozar 

Destroncar 

Desaparejar 

Desabotonar 

Desbaratar 

Descalabrar 

Descantillar 

Descartarse 

Descerrajar 

Desclavar 

Descolgar 

Desvarar 

Despeñar 

Desportillar 

Desposar 

Despotricar 

Despuntar 

Destajar 

Destapar 

Destemplar 

Destejar 

Destornillar 

Destrabar 

Despizcar 

Desconcertar 

Descular 

Desgañitarse 

Desgarrar 

Descomenzar 

Desmontar 

Despartir 

Despellejar 

Luego que 
Cuando 



12 



178 

EN TITAGUA3 EN CASTELLANO 



En antes Antes 

De camino Al mismo tiempo 

Tal cual Al instante 

El día que Cuando 

A dos por tres Frecuentemente 

De baldes A ningún precio 

De primeria Primero 

Pues sí Cierto 

Las preposiciones cada por cada uno, y detrás por tras. 
Rojas dejó en este punto varias hojas en blanco, y más ade- 
lante escribió. 

Por la conjunción «mientras», emplean el valencianismo 
Mientras. Así que sólo la usan los titagüeños en lugar de 
«luego que». Cuando la habían desusar como conjunción 
continuativa, la sustituyen sin economizar nada el pesadísimo 
conque. 

Entre las interjecciones, hoyga. Y no con- 
tinúa el artículo, pasando, tras dos hojas en 
blanco, á las figuras de dicción. 

La sinalefa, tan favorita del vulgo español, hija acaso de 
la pereza más bien que de la viveza, del aturdimiento, tor- 
mento y escollo de los extranjeros para la inteligencia del 
idioma hablado, que por una vez que suaviza la pronuncia- 
ción ó sonido quita, en otras cien, mil gracias al idioma, ya 
de suyo generalmente sonoro y armonioso, es también la 
figura querida de los titagüeños hasta un exceso horrible y 
que tendrá por fortuna pocos ejemplos. No contentos con 
quitar la vocal, suprimen al paso muchas veces alguna con- 
sonante, dejando así las voces bárbaramente desfiguradas. 

Quitan siempre una o al gerundio cuando se junta el 
afijo; por ejemplo: mojandos por mojándoos. 

De sintaxis, manifestó: 

Cuando se juntan los pronombres 7ne y se, anteponen los 



179 

<ie Titaguas ordinariamente el primero. Así dicen: (Y ámi 
qué me se da deso?^ por <-y á mí qué se me da de eso? Tam- 
bién dicen qué me séyo^ por qué sé yo. 

De sintaxis figurada puso estos ejemplos: 

No más se reia^ por se reía no más ó se reía y nada más. 
No mucho que y por no será mucho que. Talcual voy y por 
■en seguida voy. Lo que es eso si, por sí. Lo que es córner^ 
bien comemosy por comemos bien. 

11 

Los vocabularios pueden reducirse á los si- 
guientes: 

\P Arcaísmos usados en Titaguas. 

2P Voces usadas en Titaguas con otra 
acepción que en Castilla. 

3.^ Voces castellanas que se pronuncian en 
Titaguas con una corta alteración, subdivididas 
en: i.^, aféresis; 2.^, síncope; 3.^, apócope; 
4.^, prótesis; 5.^, epéntesis; 6.^, metátesis, y 
7.^, antítesis. 

4.^ Voces castellanas que se pronuncian en 
Titaguas con grande alteración y de voces téc- 
nicas agronómicas no usadas en Castilla. 

5.^ Aragonismos y valencianismos. 

6.^ Voces propias de Titaguas derivadas 
del castellano, tomadas de lenguas extranjeras 
de origen desconocido, y voces procedentes de 
otras lenguas y dialectos de la península, ya en 
lo material del sonido, ya en acepción. 

7.0 Sinalefas no usadas en Castilla. Modis- 
mos y refranes propios de los vecinos de Tita- 



1 8o 

guas ó que al menos no son comunes en caste- 
llano, con algunas observaciones. Voces de 
niños. 

8.^ índice alfabético de los nombres que 
dan en Titaguas á algunas plantas de las que 
crecen en su término, con indicación de los 
usuales en castellano. 

I P Arcaísmos. 

Lo más característico del lenguaje arago- 
nés consiste en cierta desviación del idioma 
hispano hacia el arcaísmo. Ciertas voces usadas 
en Titaguas las calificó Rojas de arcaísmos. 
Esta sección pudiera ser la más larga entré los 
vocabularios, y resulta corta en atención á que 
muchos arcaísmos se encuentran usados y bien 
conservados en los dialectos de España, y por 
ello los incluyó en otras secciones. Los arcaís- 
mos usados en Titaguas son conocidos en toda 
España, frecuentemente empleados en Aragón 
y muy oídos en Segorbe, como puede verse ái 
continuación: 



Agüelo 


Abuelo 


Agro y agre 


Agrio 


Allegar 


Llegar 


Arrecoger 


Recoger 


Aj untarse 


Juntarse 


Arrempujar 


Empujar 


Arriscar 


Ponerse en peligro 


Ansa* 


Asa 



* También se usa para designar el hueso, la clavícula^ 
del siguiente modo: Romperse la ansa del cuello^ por frac- 
turarse la clavícula. 



i8i 



Baratar 


Trocar 


Chorrar 


Chorrear 


Desparecer 


Desaparecer 


Fastio 


Hastío, tedio 


Yantar 


Comer 


Iñir 


Eñir 


Logar 


Alquilar 


Otri 


Otro 


Refriar 


Elnfriar 


Rescaldo 


Rescoldo 


Malaltía 


Enfermedad 


Mesmo 


Mismo 


Niervo 


Nervio 


Sinaguas 


Enaguas 


Turrar 


Asar 


Zafrán 


Azafrán 



Estos son los arcaísmos que Rojas consignó 
hasta que interrumpió la escritura en este ca- 
pítulo; el largo espacio en blanco que sigue de- 
muestra que no era esta sección un capítulo 
concluido. 

A los arcaísmos anteriores debemos añadir 
nosotros los siguientes, de gran uso en Aragón 
y conocidos en Segorbe: 



Agora 


Ahora 


Atorgar 


Otorgar 


Ambrolla 


Embrolla 


Asasinar 


Asesinar 


Blau 


Azul 


Cárrega 


Carga 


Cudicia 


Codicia 


Ciminterio 


Cementerio 



I82 



Deposar 


Depositar 


Enterviniendo 


Interviniendo 


Empués 


Después 


Ético 


Tísico 


Escuro 


Obscuro 


Enantes 


Antes 


Estoria 


Historia 


Estentinos 


Intestinos 


Filicidad 


Felicidad 


Fieto 


Feto 


Letrero 


Rótulo 


Mochacho 


Muchacho 


Homecida 


Homicida 


Previlegios 


Privilegios 


Previdencia 


Providencia 


Probes 


Pobres 


Prucisión 


Procesión 


Quisiendo 


Queriendo 


Reconvinió 


Reconvino 


Redículo 


Ridículo 


Refitorio 


Refectorio 


Riguridad 


Severidad 


Sabo 


Sé 


Tubiendo 


Teniendo 


Vieda 


Veda. 



Todos los arcaísmos suelen juzgarse hoy 
como simples desviaciones eufónicas. Nuestra 
opinión se aparta algo de este sentir. El tiempo 
refina ó adultera, pero no para todos, el idioma. 



i83 

Es obra de siglos connaturalizar una mudanza 
gramatical, y lo que suele llamarse corrupción 
de voces, puede muy bien ser, en algunos casos, 
inalterable subsistencia de las mismas al través 
de los siglos. 

La conservación de estos materiales del 
idioma actual entre nuestro vulgo sin las hue- 
llas del tiempo, tiene cierto poético deleite que 
agrada contemplar. Los poetas, comprendién- 
dolo así, se han aprovechado de ello en sus 
versificaciones. 

2P Voces usadas en Titaguas con otra 
acepción que en castellano. 

La razón de esta distinta acepción de voces 
entre Castilla y Titaguas nos la aclaran en gran 
parte los aragonismos. 

Las pocas voces siguientes que Rojas tenía 
ya reunidas en este capítulo sirven de ejemplo 
á lo que acabamos de decir, revelando la acción 
de Aragón en este lenguaje: 



VOCES 



Almenara.. 



Amasador.. 



EN TITAGUAS Y SEGORBE 

Zanja por donde sale el 
agua sobrante al río. 
Abertura en las ace- 
quias para entrar el 
riego en los campos. 



Persona que amasa. 



EN CASTELLANO 

Candelero sobre el 
cual se ponen can- 
diles de muchas 
mechas para alum- 
brar. Señales he- 
chas con fuego en 
las torres para dar 
aviso á io lejos. 

Aposento donde se 
amasa. 



1 84 



VOCES 

Andador. . 
Abrevador. 

Bebedor. . 



Bengala.. . 
Currucíi.. . 

Cárcavo.. . 
Costal.. . . 



Carraspera. 



EN TITAGUAS Y SEGORBE 



Espacio para paseo en 

los jardines. 
Paraje para beber los 

animales. 



El vaso de barro ó de 
otra materia en que 
se echa la bebida á los 
pájaros de jaulas y 
otras aves domésti- 
cas, como palomas, 
gallinas, etc. 

Bastón de junco. 

El conjunto de perros 
que cazan juntos y 
componen una cua- 
drilla. 

Capacidad interior de 
los puentes en los mo- 
linos.» 

Porción atada de mieses, 
hierbas, leñas ó cosa 
semejante. Persona 
desfigurada por exce- 
so de gordura ó muy 
delgada; así se dice: 
«Está hecha un costal 
de paja; parece un 
costal de huesos.» 



EN CASTELLANO 



Fiebre larga no exenta 
de gravedad y de cui- 
dado. 



Persona ó animal 
que anda mucho. 

Persona que da ó 
lleva el agua á los 
animales domésti- 
cos. 

El que bebe. Co- 
múnmente se dice 
del que bebe con 
exceso vino ó li- 
cores. 



Especie de muse- 
lina. 
Ave. 



Cavidad ventral en 
los animales. 

Saco grande de jer- 
ga, lienzo ú otra 
tela en que común- 
mente se transpor- 
tan granos. Pisón 
adelgazado por la 
punta inferior, que 
sirve para apretar 
la tierra de que se 
hacen los tapiales. 
Las heridas, gol- 
pes, quemaduras, 
etcétera, que ra- 
dican en el cos- 
tado. 

Cierta aspereza en 
la garganta que 
impide tragar li-. 
brómente la saliva. 



VOCES 



Cumplido.. 



185 



EN TITAGUAS Y SEGORBE EN CASTELLANO 



La sala principal y ga- 
binetes adyacentes en 
que se recibe á las 
visitas que no son de 
confianza; así se dice: 
«Visitas de cumplido, 
relaciones de cumpli- 
do, personas de cum- 
plido.» 



Hablando de algu- 
nas cosas, largo ó 
abundante. El sol- 
dado que ya sirvió 
el tiempo que le 
correspondía y to- 
davía permanece 
en el regimiento. 
El que es puntual 
en todas las aten- 
ciones y actos de 
urbanidad. Cum- 
plimiento, acción 
obsequiosa. Cum- 
plo y miento. 



3.^ Voces castellanas que se pronuncian en 
Titaguas con una corta alteración. 

Muy pocas voces tenía Rojas acopiadas en 
las distintas agrupaciones que hizo de este ter- 
cer capítulo. Son muy frecuentes en este país 
las alteraciones en las palabras ocasionadas por 
la preferencia del . vulgo hacia ciertas letras. 
Muchas palabras ofrecen la leve diferencia de 
sílaba ó letra sustituida al principio, al medio ó 
al fin por aféresis, síncopa ó apócope, ó letra 
adicional por prótesis y epéntesis, juntándose á 
estas leves diferencias las no mayores de las 
metátesis y antítesis. 

Las anteriores alteraciones del lenguaje ocu- 
rren tanto en Castilla como en Aragón. La per- 
ceptible inclinación que el vulgo de esta última 
región ha mostrado hacia algunas voces de esta 



1 86 

manera alteradas, no nos parece suficiente mo- 
tivo para calificarlas de aragonismos. Lo que sí 
creemos es que, si no se conocieran en Aragón, 
tampoco aquí subsistirían, y Rojas no hubiera 
abierto cuenta con ellas en los términos si- 
guientes: 





EN TITAGUAS 


EN CASTILLA 


i.° Aféresis 


Oceiía 


Docena 


Id. 


Masijo 


Amasijo 


2.^ Síncopa 


Ceazo 


Cedazo 


Id. 


Empastro 


Emplasto 


Id. 


Espargos 


Espárragos 


Id. 


Cujón 


Cugujón 


Id. 


Escullar 


Escudillar 


3.° Apócope 


Vay, vay 


Vaya, vaya 


Id. 


Algui 


Alguien 


Id. 


Foguer 


Foguero ó fogón 


Id. 


Verdá 


Verdad 


4.^ Prótesis 


Atroj 


Troj 


Id. 


Apeligra 


Peligra 


Id. 


Forear 


Orear 


5.** Epéntesis 


Acobardear 


Acobardar 


Id. 


Chimeneía 


Chimenea 


Id. 


Henchizar 


Hechizar 


Id. 


Escalondrijo 


Escondrijo 


Id. 


Indulugencias 


Indulgencias 


Id. 


Teda 


Tea 


Id. 


Enriedo 


Enredo 


Id. 


Peder 


Peer 


Id. 


Escalambrujo 


Escarambrujo 


e."" Metátesis 


Adrento 


Adentro 


Id. 


Cofadre 


Cofrade 


Id. 


Cátreda 


Cátedra 


Id. 


Catredal 


Catedral 


Id. 


Catredático 


Catedrático 



1 87 



7-° 





EN TITAGUAS 


EN CASTILLA 


Metátesis 


Naide 


Nadie 


Id. 


Pedricar 


Predicar 


Id. 


Sastifacer 


Satisfacer 


Antítesis 


Güey 


Buey 


Id. 


Güitre 


Buitre 


Id. 


Golver 


Volver 


Id. 


Cuchara 


Cuchara 


Id. 


Cuchillo 


Cuchillo 


Id. 


Rególver 


Revólver 


Id. 


Pisco 


Pizco 


Id. 


Malandrán 


Balandrán 


Id. 


Mandurria* 


Bandurria 


Id. 


Muñuelos 


Buñuelos 



4.^ Voces castellanas que se pronuncian en. 
Titaguas con grande alteración. 

Seis palabras solamente se encuentran ano- 
tadas en esta sección, y su lectura nos complace, 
porque no hallamos en ellas las deformidades 
enormes que algunos han atribuido al lenguaje, 
vulgar de nuestro país. Sospechamos que Rojas, 
de haber continuado el acopio de estas voces, 
no hubiera aceptado otras que las verdadera- 
mente connaturalizadas en el país y de existen- 
cia real y positiva. 

Las seis palabras dichas son las que siguen: 



EN TITAGUAS 

Carrastuliendas 

Capirucho 

Espargatas 



EN CASTELLANO 

Carnestolendas 

Capricho 

Alpargatas 



Voz empleada ya por el arcipreste de Hita. 



iS8 

EN TITAGUAS EN CASTELLANO 



Estreudes Trébedes 

Demontre Demonio ' 

Zalandraj os Zarandaj os 

Las palabras técnicas agronómicas no usa- 
das en Castilla son aragonismos y valencianis- 
mos en su totalidad. El mismo Rojas lo expre- 
só así, escribiendo á la cabeza del artículo las 
siguientes palabras: «Las voces que se usan ó 
han usado en Castilla con diferente significación 
que en Titaguas llevan 1 (indicación convencio- 
nal). Las que se usan con el mismo en Valen- 
cia llevan 1. Cuantas veces puso la indicación ii , 
escribió junto á ella = del aragonés =. Por lo 
tanto, es de rigor las incluyamos entre los ara- 
gonismos, y con ellos figuran en nuestro voca- 
bulario. A las palabras valencianas de esta sec- 
ción las consideramos, como á las demás, 
valencianismos. 

5.0 Aragonismos y valencianismos. 

Rojas conocía perfectamente que los arago- 
nismos eran parte importantísima del idioma na- 
cional, pero no fijó sus miras en la gran influencia 
ejercida por Aragón en el habla de su pueblo. 
No le era de mayor provecho el reunirlos todos 
bajo el epígrafe de aragonismos usados en Tita- 
guas. Su objeto, quizá más práctico al fin que 
se propuso, fué consignar las diferencias de len- 
guaje entre su pueblo y el castellano académi- 
co: lo esencial era dejar bien sentado que de- 



1 89 

terminadas voces no pertenecían al castellano 
usado en su tiempo; lo secundario, disponer su 
filiación según el origen, procedencia, destino, 
naturaleza, etc. Por ello en todas las secciones 
del vocabulario se encuentran voces tan arago- 
nesas como las que figuran en el capítulo «Ara- 
gonismos». El conjunto de todas ellas encuén- 
trase en nuestra colección de voces aragonesas. 

Los valencianismos ocuparon la sección más 
nutrida de voces en el trabajo de Rojas. Se ad- 
vierte en éste cierta complacencia hacia todo lo 
que es valenciano, y parece estaba adherido 
gustoso á los límites oficialmente geográficos 
establecidos desde los tiempos de la dominación 
árabe. Las conexiones de lenguaje entre Tita- 
guas y Valencia podemos permitirnos decir que 
le eran simpáticas. 

Para calificar de valencianismos muchas pa- 
labras, bastóle el hecho de que estuvieran al 
tiempo que escribía bien naturalizadas en Va- 
lencia. 

Es cosa anómala que palabras de mayores 
abolengos aragoneses que valencianos apenas 
se usen en la primera región y sean corrientes 
en la segunda, pareciendo ser enteramente va- 
lencianos'. 



* D. Juan José Saroihandy, comisionado en clase de 
alumno becario por la Escuela de Estudios Superiores de 
París para que' pasara á Aragón y emprendiese el estudio 
gramatical y léxico de las distintas comarcas aragonesas, ha 



190 

Hay muchas voces comunes á ambas regio- 
nes, sobre las cuales es difícil decidir en dónde 
se usaron primeramente ó qué región le prestó 
á la vecina. Rojas, sobre ellas, se limitó á decir 
en el epígrafe de sus aragonismos las = voces de 
esta índole usadas también en Valencia van se- 



venido haciendo luminosos informes sobre sus estudios. El 
informe publicado sobre el lenguaje de Anso (pueblo situa- 
do en la frontera vasco-navarra) contiene frases que nos son 
interesantes, por cuanto muestran cierta semejanza entre el 
antiguo idioma hispano y el lemosín, lo cual puede notarse 
á continuación: 



ANSO 



^Cómo te clamas? ^'Por qué 
ploras? Fa buena caló. Me 
fan goyo tus guellos. A ple- 
biu, i ya está xuta la carrera. 
Daban da caseta hi staba una 
xerata que itaba muita ñama. 
^Cuálo ya ó nueso? ,iQuí ya 
exe? S'en y iba enta ó mon. 

<2Ya trillan? <*En cuála era? 
Escuite, tía Bos. De gordos 
en tingo, delgaditos en que- 
ribai. ^'Quí le ma dito ixo? 
Hablando, pone maito ó que 
ya fembra y fembra ó que 
ye maito. Se maco. Lo as 
feito aldrede. ^'A dó vas? Ent 
á fuen. 



^Cómo te llamas? ^Por qué 
lloras? Hace buen calor. Me 
hacen gozo tus ojos. Ha llo- 
vido, y ya está seca la calle. 
Delante de la casita había un 
fuego que echaba mucha lla- 
ma. ^Cuál es el nuestro? 
¿Quién es ese? ¿De dónde 
eres? Se iba hacia el monte. 
<Ya trillan ustedes? ^En 
cuál era? Escuche, tía Fula- 
na. Gordas tengo, delgaditas 
quería. ¿Quién se lo ha dicho 
eso? Hablando, pone macho 
lo que es hembra y hembra 
lo que es macho. Es tarta- 
mudo. Lo has hecho adrede. 
^Adonde vas? A la fuente. 
(Tomado del «Annuaire> de 1901 de la Escuela de Estu- 
dios. París, 1900. Versión española de Laborde. Zarago- 
za, 1902). 



191 

ñaladas con un punto (.), y al llegar á los va- 
lencianismos no hizo advertencia alguna. Mucho 
nos extraña esto último porque la influencia 
provenzal fué importante en Aragón, y es ad- 
mirable que la tenacidad de los aragoneses no 
permitiera surgir entre ellos un dialecto como 
los de Cataluña, Mallorca y Valencia. 

Con marcada insistencia quiso el rey don 
Jaime arraigar el lemosín en sus estados. Esta 
lengua la declaró lenguaje de corte, sirviéndo- 
se de ella los príncipes en la esfera oficial y 
particular; en lemosín se redactaban escrituras 
y documentos públicos; era lenguaje de los pro- 
cesos y actos del reino; en él cantaban los tro- 
vadores á las damas, y entre la buena sociedad 
era lenguaje de moda. Con todo lo dicho, el 
pueblo aragonés continuó adherido á sus tradi- 
ciones antiguas, é impidió que los intentos del 
monarca tuviesen éxito. 

Aconteció, sin embargo, que muchos voca- 
blos valencianos pasaron á Aragón, de lo que 
están plenamente convencidos cuantos conocen 
las fuentes del lenguaje aragonés. 

Es bastante común la creencia de que el 
origen más importante del lenguaje lemosín se 
remonta al siglo x, debiéndose su formación al 
borgoñés y al latín corrupto. Cataluña fué la 
región primeramente afectada por el nuevo 
lenguaje. Las relaciones entre aquélla y los 
pueblos aragoneses recayentes á la izquierda 



192 

del Ebro fueron muy estrechas primero, acre- 
centándose después al advenimiento de los Be- 
rengueres al trono de Aragón. Esto persuade á 
reconocer hubo entre ambas tierras un incesan- 
te cambio de voces antes que el lemosín llegara 
á Valencia. 

Durante los siglos xi y xii, Aragón y Cata- 
luña se encontraron en relaciones que con Va- 
lencia no pudo haber hasta la reconquista, ó sea 
entrados en el siglo xiii. De modo que la mayor 
parte de las voces de origen catalán, que son 
muchísimas, comunes á Aragón y Valencia, 
deben, en buena lógica, ser consideradas como 
aragonismos más que como valencianismos. 
Rojas transigió en esto con los hechos consu- 
mados, y se atuvo al común uso de las palabras 
en Valencia. Huyó, sin embargo, de aceptar 
voces claramente castellanas ya adaptadas a la 
pronunciación valenciana, no guardando análo- 
gas miras con las voces aragonesas, las que 
figuran en extraordinaria proporción entre los 
valencianismos usados en Titaguas. 

No vaya á creerse que á todos los valencia- 
nismos los consideramos palabras lemosinas. Lo 
son la mayoría; pero debemos hacer la razona- 
ble consideración de que el dialecto hablado 
hoy en Valencia no se debe exclusivamente á 
la conquista de Cataluña por los franceses, y de 
Valencia por los aragoneses y catalanes. En 
todos los territorios nombrados debió subsistir 



193 

al tiempo de la reconquista un resto considera- 
ble de población mozárabe, y por lo menos 
debió suceder que en la lengua de los muladíes 
y moros se retuviesen multitud de vocablos 
pertenecientes á la antigua aljamia hispano- 
romana, las cuales pasarían al lenguaje de los 
nuevos dominadores. 

Sirvan de muestra á lo dicho las palabras 
pecatoso y corfa, usadas como apodos en la 
aljamia de la España oriental, y corbella, cuya 
invención y nombre se deben á un árabe de 
Zaragoza. Julio Moreto Columela ya se sirvió 
y usó de la palabra corbella. Como éstas, tienen 
existencia y uso en Valencia muchas voces que 
son anteriores al reinado de D. Jaime I y pasan 
por valencianismos, de origen exclusivamente 
provenzal. 

A ciento ochenta ascendía ya el número de 
voces que Rojas tenía recogidas en su cuaderno 
bajo el epígrafe de c Valencianismos usados en 
Titaguas». De estas voces, apartamos las que 
Barao incluye en su «Diccionario» como arago- 
nesas, las cuales figuran en nuestra colección; 
las restantes las hemos sometido al examen de 
personas competentes que, á su ilustración, re- 
unen la condición de haber pasado su vida por 
Aragón en comunicación constante con los 
hijos del país. 

Sobre ellas nos dijo D. Francisco Montolío, 
antiguo y estudioso maestro de escuela, ahora 

13 



194 



de Castelnovo, pero que lo fué durante veinte 
años en Rubielos de Mora, que tan usuales como 
puedan serlo en Titaguas lo son en Rubielos 
las voces siguientes: 



EN TITAGUAS 



EN CASTILLA 



Aconortarse 

Acorar 

Acortar la criatata 

Adonarse 

Adosarse 

Aganchar 

Agoniarse 

Aguaita 

Al compás 

A manido 

Amelarse 

Apencar 

Arrupido 

Atarantarse 

Badar 

Bambolla 

Barra 

Boleada 

Bono 

Bora 

Borradura 

Botifarrón 

Brocada 

Bullir 

Burro 

Cagallón 

Calbote 

Cañamiza 

Cascall 

Cate 



Consolarse 
Aniquilar 
Vestirla de corto 
Reparar 
Resignarse 
Pillar 

Acongojarse 
Vistazo 
A la vez 
Arreglado 
Engolosinarse 
Apechugar 
Encogido 
Aturdirse 
Quebrar 

Ampolla: ostentación 
Quijada 

Envoltura para los recién na- 
cidos 
Tolondro 
Orilla 
Salpullido 
Morcilla pequeña 
Retoño 
Hervir 
Borrico 
Mojón 

Golpe en la mollera 
Agramiza 
Adormidera 
Catar 



195 



EN TITAGUAS 


EN CASTILLA 


Oote 


Hoyuelo 


Cocot 


Empanada 


Cojinera 


Almohada 


Cordil 


Hilo muy grueso 


Correcher 


Guarnicionero 


Cosiol 


Cuenco 


Chano, chano 


Poco á poco 


Chicharra 


Cigarra 


Churritada 


Chorreada 


Desficasio 


Desficacio 


Desfisioso 


Displicente 


Desocupar 


Parir las mujeres 


Donsaina 


Dulzaina 


Emboticar 


Envolver, mentir 


Endeñarse 


Infeccionarse 


Endormiscarse 


Dormitar 


Ensa 


Señuelo 


Erizo de frío 


Escalofrío 


Escarramarse 


Poner las piernas abiertas y 




extendidas 


Esclatar 


Abrir los capullos la flor 


Escorrí 


Sobradero 


Escotiflao 


Herniado del ombligo 


Espentolar 


Destrozar 


Falsón 


Podoncillo 


Fartón 


Tragón 


Filistrón 


Ventanillo 


Furgada 


Metida 


Gallet (al) 


Beber á chorro 


Garcearse 


Corvarse 


Gemecar 


Sollozar 


Groma 


Broma 


Guilopo 


Tunante 


Guiñoso 


Coceador 


Inflarse 


Hincharse 


Laboretas 


Anís (simiente) 



196 



EN TITAGUAS 



EN CASTILLA 



Llus 

Mañán 

Mamantona 

Mechonar 

Menescal 

Mijorrería 

Melsa 

Mochicón 

Molienda 



Molí 
Mostoso 



Mugrón 

Mugronera 

Musol 

Mustela 

Mustio 

Ninote 

Paleta 

Palleta 

Pellorfa 

Pichera 

Pinol 

Pulse 

Racha 

Rastra 

Reglóte 

Reu (a) 

Rodina 

Roña 

Rullo 

Rusiente 



Merluza 

Cerrajero 

Mamadera 

Espigar (carpintería) 

Albéitar 

Pequenez 

Bazo 

Mojicón 

Taleguilla llena de trigo que 
recoge el molinero y entre- 
ga después de hecha la ha- 
rina 

Salmonete 

Sucio, con mocos en el labio 
superior y en las ventanas, 
de la nariz. 

Pezón del pecho 

Pezonera 

Orzuelo 

Comadreja 

Marchito 

Monigote 

Badila 

Pajuela 

Paja de maíz 

Jarro 

Cospillo (aragonés) 

Sien 

Ráfaga 

Sarta 

Regüeldo 

De cualquier modo 

Torno 

Mugre, tacaño 

Crespo, rizo 

Candente 



197 



EN TITAGUAS 


EN CASTILLA 


Safanoria 


Zanahoria 


Saladura 


Salazón 


Sambor 


Infernáculo 


Soca 


Parte de la raíz más gruesa de 




los árboles 


Socarrín 


Quemadura de poca intensi- 




dad en la piel, ó destruc- 




ción por el fuego de peque- 




ña porción de telas ó tra- 




pos 


Sompo 


Soso 


Sofre 


Azufre 


Tanca 


Tapia, cerca, talanca, váida. 


Torna 


Gratificación especial de la 




propia especie que el géne- 




ro que se compra 


Turba 


Vahido 


Vaga 


Lazada 


Votobadéu 


Voto á Dios 



Lo primero que debemos decir ahora es 
que todas estas voces son comúnmente usadas 
y hasta familiares en Segorbe y su comarca. 

El uso de los valencianismos de Titaguas, en 
Rubielos de Mora y en toda la parte meridional 
de Aragón, es una contaminación por vecindad 
irradiada desde Valencia y que se debilita con 
la distancia. 

Para nuestras propias exigencias, escaso 
apoyo dan tan exiguo caudal de voces; pero 
nos vemos precisados á utilizarlas, ya que es la 
única colección de valencianismos del Bajo 
Aragón que conocemos calificados de tales por. 



198 
persona competente. Algo apreciaremos con 
ellos la debilitación del valencianismo desde la 
parte meridional de Aragón hacia el Norte. So- 
metimos al examen de D. Francisco Blasco, 
conocido médico forense de la ciudad de Caspe, 
los valencianismos titagüeftos que nos ocupan^ 
y únicamente consideró el expresado señor vo- 
ces usuales de la ciudad del Compromiso las 
siguientes: 



Acorar 


Cióte 


Mugronera 


Acortar la criatura 


. Cordil 


Mustio 


Aganchar 


Erizo de frío Ninote 


Agoniarse 


Espentolar 


Paleta 


Aguaita 


Fartón 


Pansirse 


Apencar 


Groma 


Rullo 


Bambolla 


Guilopo 


Saladura 


Botifarrones 


Guiñoso 


Socarrín 


Brocada 


Mamantona 


Tanca 


Cagallón 


Melsa 


Turba 


Cañamiza 


Menescal 




Cate 


Mugrón 





También el distinguido literato y notable 
químico de Calatayud D. Benito Vicioso nos 
hizo el favor de ver estos mismos valencianis- 
mos anotados por Rojas en Titaguas, aceptados 
como propios de Rubielos por el Sr. Montolío 
y considerados por nosotros como familiares en 
Segorbe. Sobre ellos dijo que podían conside- 



199 



rarse de uso 


habitual en Calatayud los si- 


guientes: 








Acortar la criatura 


Guiñoso 


Mugronera 


Aganchar 




Guilopo 


Molienda 


Cate 




Inflarse 


Mustio 


Cañamiza 




Menescal 


Racha 


Chicharra 




Mamantona 


Roña 


Endormiscarse 




Melsa 


Rastra 


Erizo de frío 




Mostoso 


Rullo 


Gemecar 




Mugrón 


Saladura 



Reduciendo á números los anteriores datos, 
resulta que de io8 palabras tomadas entre los 
valencianismos usados en el límite meridional 
de Aragón, al llegar á Caspe nos encontramos 
con sólo 34 y perdemos diez más, ó sea queda- 
mos con 24 al tocar en Calatayud. 

Y á propósito de valencianismos, debemos 
advertir que hemos hecho con ellos y los voca- 
blos provenzales y catalanes una masa común 
en todo el transcurso de este trabajo; á ello no 
se oponen nuestras miras respecto al lenguaje 
de Aragón. Pero creemos oportuno insistir en 
que el valenciano es el dialecto quizá más mo- 
derno de entre los de nuestra Península, y tan- 
to del antiguo idioma hispano-romano como 
del castellano anticuado y del catalán tomó su 
caudal de voces; así que sobre estas palabras 
cuya existencia aparece comprobada en Caspe 
y Calatayud, cabe por lo menos la posibilidad 



de que llegasen á Aragón antes de nacer el 
dialecto del reino de Valencia. 

6.^ De las voces propias de Titaguas deri- 
vadas del castellano cita éstas: 

Aguja de cabeza, acarrucar el ojo, esparteñas de cáña- 
mo, silla de reposo y cujón de la manta. 

Las voces tomadas de lenguas extranjeras 
son por punto general galicismos anticuados. 

Palabras de origen desconocido anotó las 
siguientes: 

Gisela: ruedo hecho con las hojas secas de los ajos de 
una rastra, donde se asienta el caldero y sartenes. 

Chosco: tozudo. 

Cáicabas: almezas. 

Cantearse: inclinarse á un lado. No cantearse: permane- 
cer inmóvil y silencioso; no hacer revelaciones de ninguna 
especie. 

Rocha: cuesta. 

Guasqui: arre. 

Abrigamos la sospecha de que las anterio- 
res palabras sean de origen céltico. 

Respecto á voces tomadas de otras lenguas 
ó dialectos de la Península, ya en lo material 
del sonido, ya en su acepción, apenas tenía 
Rojas hechas anotaciones. Solamente figuran 
bajo este epígrafe los siguientes nombres: 

Molla, derivado del murciano y además de la miga de 
pan, significa la parte ó porción blanda de la carne, del te- 
rreno y de otras cosas. 

Amerarse: también derivado del murciano en la signifi- 
cación de empaparse de humedad, especialmente las perso- 
nas cuando llueve. 



HyA 



Botiga: palabra aragonesa é italiana» 
Toñina: voz andaluza que designa el atún fresco y sa- 
lado. 

yP Las sinalefas sólo fueron consignadas 
en número de cinco: 



Aialante 


Ahí adelante 


Astajo 


A destajo 


Casicasi 


Así como así 


Miusté 


Mire usted 


Sinoque 


' Sino es que 



Los modismos nos llamaron hace mucho 
tiempo la atención en Segorbe; los íbamos ano- 
tando siempre que la ocasión de hacerlo se pre- 
sentaba, y llegamos á reunir gran número. 
Creemos que esta nuestra colección era repre- 
sentación gráfica del lenguaje local y la demos- 
tración de su existencia. Llegó después á 
nuestras manos el manuscrito de Rojas, y com- 
prendimos por él que aquellos modismos tenían 
mayor asiento geográfico y eran al propio tiem- 
po una de las tantas pruebas que demuestran la 
•influencia que sobre este país ha ejercido Ara- 
gón. Concluyó de convencernos de esto la lec- 
tura de las curiosas locuciones escogidas por 
Barao, como maneras usuales de decir en Ara- 
gón, que, según dicho señor, no alteran en nada 
el idioma castellano, ni difieren de la sintaxis 
común, ni son otra cosa que combinaciones de 
las sinnúmero que permite un idioma. 

No dejan de despertar interés ciertas locu- 



dones por lo que tienen de comparativas, como 
puede verse á continuación: 

Más listo que Cardona, como alusión al viz- 
conde de este título, que, cuando su grande 
amigo el infante D. Fernando fué mandado 
matar por el rey su hermano en 1363, huyó 
precipitadamente desde Castellón á Cardona, 
pasando el Ebro por Ampurias. Sigo en mis 
trece, estoy e^i mis trece, es modismo á que dio 
origen la obstinada terquedad del célebre anti- 
papa D. Pedro de Luna, empeñado en no re- 
nunciar á sus trece, es decir, al nombre papal 
de Benedicto XIII. Más malo que Piván y ser U7t 
Fierabrás, ambos personajes caballerescos. Sabe 
más que Merlín, nigromante y hechicero como 
Briján. E^i donde Cristo dio las tres voces, denota 
un paraje extraviado ó lejano. Más duro que el 
pie de Cristo, se aplica á cosas materiales como 
el pan, queso, etc. Corre como un desenfrenacb^ se 
aplica al que corre mucho. Pude como un perro 
muerto, denota hedor insoportable. Quedó co?no 
canasta sin culo, moteja al que no cumplió como 
se esperaba de él ó había prometido. Otro día 
será la fiesta en 7ni calle, anuncia que se procu- 
rará el desquite. Ya te has enculao, por ya no 
puedes moverte ó no tienes salida. Estar todo 
como Dios quiere, es una irreverente manera de 
excusar el desorden ó suciedad en la casa. Para 
postres llegó X^ anuncia una nueva complicación. 
En tan bendita hora, califica de grata una solu- 



203 

ción. Ir de capa caída, expresa se anda en deca- 
dencia. Búscate la manta, quiere decir que se 
ignora el paradero de algún sujeto q la solución 
de un negocio. Esto traerá rastro, es afirmar ul- 
teriores males y perjudiciales consecuencias. Se 
desbarató el pastel^ es como decir se deshizo una 
intriga. Tirar de la cuanta, equivale á descubrir 
un secreto. Más morado que un lirio, representa 
la suma lividez de una persona. Más pesado que 
un ruejo, denota que una persona carece de ac- 
tividad. Arrapaba la tierra, es locución emplea- 
da para ponderar un dolor, particularmente del 
vientre. No quiero que 7ne quede ningún retintín, se 
emplea para justificar el proceder resuelto y 
decidido en negocios de interés, particularmen- 
te multiplicando las diligencias en busca de re- 
medios contra las enfermedades. Me rompían la 
puerta, por llamaban á ella fuerte. Más perdido 
que una aguja en el mar, representa que una 
cosa perdida ya no se encontrará, ó que un ne- 
gocio no puede tener buen término. Más perdi- 
do que Carracuca, se usa en sentido de no tener 
salvación. Mear muy alto, es ser muy pretencio- 
so. Parece que el rey le cuida los puercos, acusa 
orgullo en grado sumo. Hacía una noche como 
una boca de lobo, manifiesta que la noche era muy 
obscura. Mearse de risa, no es más que reir con 
mucho gusto. De buenas á primeras, alude al pri- 
mer instante. De buenas se escapó, apercibe que 
faltó poco para ser hallado ó prendido. Ni por 



204 

Dios y es una rotunda é impía negación, por des- 
gracia frecuente en todas las clases sociales. ^A 
qué sanio} ^ impropia manera de decir imposible 
ó no puede ser. Echado de 7ne7?ioria, se dice del 
que se acuesta boca arriba. A dos por tres ^ deno- 
ta frecuencia. Levantarse á repique campana, da 
á entender que se salió del lecho precipitada- 
mente: este modismo recuerda los tiempos en 
que con frecuencia las campanas de las torres 
avisaban á los vecinos la proximidad de algún 
peligro, y era el repique la señal de alarma. Una 
pechada de fruta, es lo que puede colocarse 
entre la camisa y el pecho. Una tripada de peras, 
ciruelas, etc., representa haber hecho excesiva 
comida de aquellas frutas. Ni Cristo que lo fundó, 
se suele decir para recalcar las negaciones. No 
quedó títere con cabeza, es como decir todo fué 
roto, estropeado ó disperso. No hay tu tía, alude 
á que no se admiten reclamaciones. SÍ7i comerlo 
ni deberlo , expresa que, ajenos á un negocio, 
sufrimos sus malas consecuencias. A cierra ojos, 
sin inconveniente. Ahora mismo, por verbigracia. 
No hay un amparo, por no hay nada. Bay, pues, 
quiere decir adiós. Camallí, ca^nallá, es cabalgar 
con una pierna á cada lado de la montura. Co- 
rrer la acidóla, es ir de broma. Correr Ceca y Meca, 
es ser un correntón. Chico^ se dicen así y llaman 
muy frecuentemente unos á otros en el trato 
familiar y cariñoso; sírveles también esta voz 
de interjección para expresar admiración, ex- 



205 

trañeza, sorpresa triste ó alegre: se ha tomado 
del valenciano chic, Dirá7i que, por he de decir, 
Esclatar á llorar, denota que al punto comenzó 
á llorar. En aquellas entremedias, ó sea por en- 
tonces. Cuánto ni más, expresa lo contrario de 
lo dicho, esto es, cuanto más.. Tener gola, dicen 
los titagüeños á comerlo todo ó pasar por todo 
como sea cosa de provecho al cuerpo. Mas él 
ya 710 pudo levantarse, expresa cansancio, embria- 
guez, enfermedad, herida ó cualquier accidente 
grave y repentino. Vaya usté mirando^ es en Ti- 
taguas una admiración despreciativa. Y yo el 
prÍ77tero, este modismo se usa en Titaguas más 
que en Castilla para significar exceso ó que se 
sobresale en aquello de que se habla, sea lo que 
fuere; por ejemplo, dice uno: «hay quien usa á 
cada instante de este modo de hablar»; y res- 
ponde el mismo por quien se dice: «sí, señor^ 
muchos, y yo el primero. Atente y bo7ietc , es ha- 
cer las cosas según el antojo de uno. Co7i todo y 
con eso, como si dijéramos á pesar de eso. To77iar 
mala vuelta, es marchar con mala fortuna ó em- 
peorar en el estado de la enfermedad. Pues va- 
mos, además de los usos comunes, tiene en Ti- 
taguas esta expresión otro muy frecuente y 
fastidioso; cuando se habla amistosamente se 
repite entonces muy á menudo, é intercala en 
cualquier parte sin significar nada ni venir al 
caso, como no sea para denotar el abandono de 
la familiaridad ó la pesadez mental y torpeza de 



206 

la lengua del que habla. Como digo, es locución 
impertinente muy usada, aun cuando no se 
narra. 

Determinadas voces y maneras de hablar 
todavía no consideradas como arcaísmos por el 
Diccionario de la Lengua, muy castellanas, pero 
decaídas y aun ridiculas en el mismo Castilla, 
son 'de uso común en Aragón y Segorbe; las 
podemos considerar hoy como verdaderos mo- 
dismos y tienen frecuente uso, porque nuestras 
clases populares están mucho más adheridas al 
lenguaje antiguo que á las innovaciones. Más 
que los razonamientos dicen sobre ellos los 
ejemplos: Apuntico día ya estábannos en el cazade- 
ro, por al amanecer. A la boquica noche llegába- 
mos á la masía^ por al anochecer. No sé por gtcé 
sus queréis tan mal. En salir de misa del Gallo nos 
verefnos las caras, por al salir de la misa del Ga- 
llo zanjaremos la cuestión. Poniendo de mi parte 
los imposibles, haciendo de mi parte cuanto pue- 
da. No por quererse tanto, han de estar todo el día 
juntos. Por no comprometerme, me fui del baile antes 
con antes, por. no comprometerme me fui del 
baile al punto. En puesto de ir á la huerta, se Tuetió 
en la taberna^ en lugar de ir á la huerta se metió 
en la taberna. 

Los refranes sería muy de nuestro gusto 
poderlos transcribir ó comentar, pero Rojas no 
hizo sobre ellos más que escribir el epígrafe. 

El pueblo en esta comarca es aficionado al 



-.■•^ 



207 

uso de refranes: los intercalan con frecuencia á 
la manera de Sancho Panza en la conversación, 
y los labradores apoyan en ellos sus conjeturas 
sobre las vicisitudes estacionales y porvenir de 
las cosechas. Todas las tradiciones máximas de 
la agricultura las conserva nuestro pueblo en su 
memoria con refrenes. 

Nosotros teníamos anotados muchos refra- 
nes oídos en Segorbe, pero hemos prescindido 
de ellos al encontrarlos consignados en los Dic- 
cionarios y en la obra que compuso D. Francis- 
co Rodríguez Marín' sobre refranes de los países 
románicos. Después de gastar mucho tiempo en 
comprobaciones, hemos formado la opinión de 
que no hay refrán alguno propio de Segorbe. 

De las voces de niños sólo puso el epígra- 
fe, y á continuación papá^ nene^ tete^ tita pon y 
bUj ba, 

8.^ índice alfabético de los nombres que 
dan en Titaguas á algunas plantas de las que 
nacen en su término, con indicación de las 
usuales en castellano. Este índice sería de gran 
interés local, dada la competencia de Rojas 
para la determinación y clasificación de las 
plantas. Pero nuestro sabio naturalista é inteli- 
gente políglota no hizo más que enunciar con 



^ «Los refranes del Almanaque, recogidos, explicados y 
concordados en los diversos países románicos», por don 
Francisco Rodríguez Marín, de la Academia Sevillana de 
Buenas Letras. Sevilla, 1896. 



208 

este epígrafe octavo el estudio que intentaba 
hacer. 

La atrevida revelación que hemos hecho del 
proyecto de estudio que Rojas tenía preparado, 
nos obliga á reclamar la indulgencia de las per- 
sonas ilustradas que se tomen la molestia de 
leernos. Creímos nos fué lícito poner nuestras 
desaliñadas manos en este proyecto, por consi- 
derarlo trazado en términos favorables al cono- 
cimiento de las voces aragonesas usadas en Se- 
gorbe. 

El diminutivo «ico> 
I 

No se nos oculta que para el buen uso de 
los diminutivos es necesario cierta discreción y 
gusto. Todas las cosas materiales, lo mismo que 
las cualidades del espíritu, son susceptibles de 
diminutivo. 

En nuestro idioma admiten diminutivo, no 
tan sólo los substantivos, sino hasta los adjetivos, 
adverbios y preposiciones, sobre todo en el len- 
guaje familiar. 

Más de treinta diversas terminaciones de 
carácter diminutivo tenemos en castellano; entre 
ellas, las en ico^ ito^ tilo son tan generales, que se 
aplican indistintamente á casi todos los nom- 
bres: úsanse las tres como verdaderos sinóni- 
mos. 



209 

Nuestros gramáticos no han hecho divisio- 
nes correspondientes á la estimación ó desafec- 
to que los diminutivos pueden expresar, ya que 
unos denotan compasión, otros ternura ó cari- 
ño, enojo ú odio, burla ó vilipendio, etc. Gene- 
raímente en España se abusa de los diminutivos, 
dando al lenguaje cierto sesgo afeminado. 

Hay en la elección de los diminutivos algo 
que es tradicional: las diferentes regiones de 
España muestran desde muy antiguo predilec- 
ción por uno ú otro. En Aragón, por ejemplo, 
es universal el uso del ico^ al paso que en Va- 
lencia y Castilla predomina el ito. En Andalu- 
cía se sirven del illo^ y en Murcia abunda mucho 
el ico. 

También la elección del diminutivo suele 
depender de las pretensiones sociales de los 
que los usan: la gente modesta y sencilla, que 
respira atmósfera de naturalidad, se sirve con 
frecuencia del ico; las personas pretenciosas que 
buscan posturas señoriles en el lenguaje, tienen 
su uso como una falta imperdonable y le con- 
ceptúan ridículo. 

Si reparamos un poco, echaremos de ver 
que las terminaciones en illo arguyen cierto des- 
precio, tienden al achicamiento, por ejemplo: 
chiquillo^ 7nediquillo; las en ito suelen denotar hi- 
pocresía, por ejemplo: ¡tiene una risita mi snegre- 
cita!; las en ico manifiestan cariño, predilección, 

siendo á lo menos un añadido inofensivo; el ico 

u 



210 

tiende á la alabanza, y cumple mejor que los 
otros en el lenguaje de la buena fe. 

Un poco chocante se hace oír el ico cuando 
se prodiga mucho su uso, pero nunca resulta 
tan empalagoso como el ito é ülo^ usados tam- 
bién con prodigalidad. 

El uso del ico es muy antiguo en Segorbe; 
en prueba de ello, ahí tenemos los nombres de 
las partidas de Puntalicos, Cuevica y Fontani- 
cas en Azuébar. Montañica, RoUico y Huerti- 
cas, en Geldo. Aliaguicas, Carrasquica, Rompi- 
dicos y Solanica, en Gátova. Fontanicas, RoUico 
y Peña los Pajaricos, en Altura. Alcornocarico, 
en Valí de Almonacid. Casica, en Almedíjar. 
Y Fontanicas también en Segorbe, como en 
Azuébar y Altura. 

La frecuencia del uso del ico en Segorbe no 
es tanta como en Aragón, pero sí lo bastante 
para que en ciertas localidades de la próxima 
costa nos califiquen desfavorablemente. 

No hay motivo para lamentarnos por ello. 
Los grandes maestros del idioma le usaron mu- 
cho, ajenos á que personas razonables en años 
posteriores habían de conmiserar su uso. 

El ico es para ciertas gentes un testimonio 
de llaneza, apreciación gratuita y ligera, que 
queda bien desmentida con el uso que hicieron 
de él los ilustres escritores de los mejores tiem- 
pos de nuestra literatura. Fr. Luis de Granada 
se expresa con suma dulzura y propiedad, di- 



ciendo <íie\ pollico que nace se pone bajo de las 
alas de la gallina, y lo mismo hace el corderico». 
Santa Teresa da tonos de candor celestial cuan- 
do escribe «al primer airecico de persecución se 
pierden estas florecicas». El P. Avila aconseja 
conservar «aquella centellica del celestial fuego». 
El P. Nieremberg compara los gustos y entre- 
tenimientos de esta vida «con una gótica de 
miel». Y en las meditaciones del P. Lapuente 
se pueden contar gran número de terminados 
en ico, Lope de Vega compara el meteoro de 
San Telmo «con una estrellicav>. Cervantes se 
expresó con suma propiedad y acierto cuando 
habla tde las tajadicas de carne de membrillo 
con que se regalaba el gobernador de la ínsula, 
y de los zapaticos que para sus hijos ansiaba 
Teresa Panza». En el Palacio de nuestros Re- 
yes, los médicos que actualmente se llaman de 
la Facultad de Cámara, denominábanse en la 
antigüedad «médicos de la áulica de Cámara.» 

Moreto, en su comedia Trampa adelante^ 
pone entre los personajes á Jusepico y Mantee" 
lico. Y Quevedo llamó Pablicos al protagonista 
de su novela El Buscón, 

¿Y puede darse á la versificación mayor 
gracia que la que encontramos en los siguientes 
versos de Calderón á la gitanilla? 

La ropilla, ancha de espaldas, 
Derribadica de hombros 
Y redondica de falda. 



Y para citar también algún nombre ilustre 
entre los contemporáneos, ahí tenemos al re- 
nombrado es'critor escénico Felíu y Codina> 
que en su obra laureada María del Carmen em- 
plea las palabras nenica y font-santica^ y otros di- 
minutivos en ico de excelente efecto y propia 
aplicación. 

<^{Bületico amoroso tenemos, Fernando?» > 
hace exclamar Suárez Bravo á la turba de ele- 
gantes calaveras madrileños que en el año 1834 
formaban la Partida del Trueno^. 

«Me lo sé de memoria desde que era ia?na- 
ñico^y y arrimadicas^ aquí», ha escrito el insigne 
Pereda. 

Tengo por un carácter de religiosidad el 
que llamemos todos en Segorbe al portal de la 
Verónica la cabecica de Nuestro Señor. Esta 
manera de nombrarle tiene cierto sabor piadoso 
que no hallamos en Madrid y Andalucía cuando 
dicen la Cara de Dios. 

No hay motivo para que borremos de entre 
las estaciones Otoño é Invierno el veranico de 
San Martín. No está mal dicho que vamos ó ve- 
nimos del paseico del Obispo. 



^ «Guerra sin ciiarteb, novela de D. Ceferino Suárez 
Bravo, premiada por la Real Academia Española, pág. 135. 
Madrid, 1885. 

^ «Tipos y paisajes>, por D. José María Pereda, de la 
Real Academia Española, pág. 270. Madrid, 1897. 

' «Tipos trashumantes», novela del propio autor ante- 
rior, pág. 281. Madrid, 1888. 



213 

Ahora sigamos diciendo: 

Las mañanicas de Abril 
Son muy dulces de dormir. 

Que nadie con asomos de cultura podrá re- 
procharlo. Prescindiendo de los juicios del agri- 
cultor, bien dicho está: 

Por San Bartolomé 
La noguerica abatogé. 

Y con la propia salvedad repítase siempre 
que venga el caso: 

Por la Ascensión 
Cerecicas á montón. 



i^ii^^^>^^^».<i»» ' » " «^^^^^^^^^mKi^i 



LOS NOMBRES DE LAS PARTIDAS 



Creemos que la nomenclatura de las parti- 
das en los términos municipales no es hija de 
providencia alguna por parte de las distintas 
instituciones que en la historia de los pueblos 
han ejercido el poder público. Estos nombres 
no fueron puestos de manera que pudiéramos 
llamarla oficial ó por disposición-autoritaria. No 
se hizo lo que ahora se estila y la ley dispone 
para rotular calles nuevas ó para cambiar los 
rótulos de las antiguas. 

Los nombres de las partidas surgieron con 
la necesidad de designar un paraje. La natura- 
leza de éste, su composición geológica, orien- 
tación y disposición topográfica; la vegetación 
erial primero y la de los cultivos después; las 
chozas, viviendas y edificios instalados en el 
paraje con la índole individual, colectiva ó cor- 
porativa de ellos; los destinos y gravámenes im- 
puestos á las tierras; los recuerdos de toda es- 
pecie que evocan ciertos terrenos; los accidentes 
de que son ó han sido objeto, etc., etc., fueron 



2l6 

causas de las denominaciones empleadas al de- 
signar el paradero de las fincas rústicas. Y los 
nombres á la larga quedaron permanentes por 
un mecanismo igual al que observamos hoy con 
los apodos puestos á personas. De todas las 
consecuencias que de los nombres de las parti- 
das pueden sacarse, las que más interesan al 
presente libro son las que demuestran la pre- 
sencia de nombres reveladores de una tradición 
latina en el país, apenas interrumpida por la 
lengua árabe y sin casi huellas de lenguaje le- 
mosín. 

Uniendo á la crítica histórica que hemos he- 
cho la indagación filológica, hallaremos tam- 
bién en ésta motivos para reconocer la existen- 
cia de población mozárabe. Las voces ibéricas 
y latinas usadas por los mozárabes en España, 
abundan en Segorbe en la nomenclatura de las 
fincas rústicas. Los nombres que á continuación 
ponemos los creemos usados en Segorbe desde 
antes de la invasión árabe ó durante la domina- 
ción sarracena. 

Albiisquet, — Las influencias godas sustituye- 
ron la palabra latina neimis por boscus, del griego 
bosis, comida; boskás, el que pace; bóske, pasto; 
bóskema^ ganado que se lleva á pastar; de estas 
palabras griegas deriva la baja latinidad boscus y 
btisctcs; los mozárabes antepusieron el artículo al, 
traído por las influencias árabes, de donde re- 
sultó albose, y añadieron la terminación diminu- 



217 

tiva et para el bosquecillo, lo cual dio lugar á la 
palabra albusquet, 

Artell. — Ares, entre los celtas, era fortaleza 
roquera situada á la orilla de un camino. De 
ella procede la mozárabe artell, ó sea sitio fuer- 
te para emplazar las máquinas de guerra que 
defendían un camino ó la comunicación entre 
dos fortalezas. En lo que ahora se llama Mojón 
de Artel ó Artell, estaba el artell que guardaba, 
defendía ó vigilaba la comunicación entre los 
castillos de Segorbe y Castelnovo': en los cam- 



^ En el Castelnovo de hoy hubo fortaleza aneja ó auxi- 
liar de Segóbriga. De esta opinión era el canónigo de esta 
Catedral Sr. Cortés. Los ventanales del arruinado, más 
que ruinoso, castillo, que todavía están á la vista, son de 
época romana. La puerta de la fortaleza ofrece una señal 
muy gráfica de la manera de defenderlas en aquellos tiem- 
pos. La entrada al castillo está situada en el único ángulo 
entrante que hay en el perímetro de los muros. Altos y 
estrechos ventanales, situados en las paredes del ángulo, 
permitían ofender al guerrero que se atrevía á acercarse á 
la puerta. En el testero de ésta, un doble dintel de arcos, 
dispuestos con la conveniente separación, dejaban espacio 
suficiente á los de dentro, sin ser vistos por los de fuera, 
para arrojar piedras ó lancear al que osara aproximarse al 
umbral. 

Los detalles de ejecución monumental que aun se notan 
en lo subsistente de aquellas ruinas, acusan la importancia 
que tuvo esta fortaleza. 

Entre las varias visitas que hemos hecho á estas ruinas, 
tuvimos en una ocasión el honor de acompañar á Mr. Laval, 
ingeniero en la ciudad de Nimes (Francia), al cual le vimos 
hacer la siguiente exploración: levantó con una pequeña 
piqueta por todos 4os ámbitos del local el revoque de yeso 



2l8 

pos próximos al Mojón, las remociones del 
suelo para cultivos descubren con alguna fre- 
cuencia esqueletos humanos. 

Affiara. — Entre los iberos significaba terre- 
no de encinas pequeñas ó coscojas, y también la 
bellota ó fruto amargo de este arbusto. Todavía 
en las huertas de esta partida recayentes á la 
cabeza del riego tienen los labradores que 
arrancar con frecuencia brotes de aquella anti- 
gua vegetación. Al tiempo de la Reconquista, 
en esta partida había viñas: se ve claramente en 
una donación hecha por el rey D. Jaime, donde 
se nombra A?nara y el viñedo que había en ella. 

Albalat. — Los visigodos llamaban así á los 
terrenos que criaban con abundancia el espino 
alba (especie de cardo silvestre). 

Muchos campos de esta índole de vegetación 
espontánea tomaron en otros puntos el apellido 
de sus dueños ó señores, y después, y de esta 



de tiempos muy posteriores á la fábrica de los maros, y se 
encontraron todos los sillares ennegrecidos, quemados por 
la cara exterior, lo cual hace creer hubo un antiguo incen- 
dio y reparación posterior en el castillo. Este ^ebiá hallarse 
habitable antes de la abolición de los señoríos, por cuanto 
todas las actas del concejo redactadas durante el siglo xvm 
empiezan de la siguiente manera: «Reunidos en la casa-cas- 
tillo del señor y dueño de este pueblo, etc.» Én la Eldad 
Media los señores de este castillo fueron muy entonados y 
de lujoso boato; uno de ellos, D. Gilberto de Castellnou, 
acudió á dirigir un torneo en Figueras en tiem|>os de Alon- 
so III, al que asistieron doscientos caballeros de cada bando, 
gastando en la fiesta una cuantiosa suma. 



219 

manera, tomaron denominación, como Albalat 
deis Sorells, de [Ribera, de Segart, de Taron- 
chers, etc. 

Al tiempo de la Reconquista, nuestra parti- 
da de Albalat era ya huerta, según se dice en 
el libro del «Repartimiento hecho por don 
Jaime». 

Albaset, — Es un diminutivo de Albalat: es 
lo mismo que Albatet, de 'Cuya palabra parece 
corrupción, pero que ya se había cometido al 
tiempo de la Reconquista, como podrá verse 
en la parte del «Repartimiento» que incluímos 
en este trabajo. 

Arguinas, — Entre los mozárabes llamábanse 
así una especie de jalmerías instaladas junto á 
caminos muy transitados y donde vendían cosas 
propias para los caminantes. 

Agostzna. — Así llamaban los mozárabes á los 
campos de mal riego y que más sentían la sed 
estival; las huertas que hoy conocemos con aquel 
nombre no tenían buen riego hasta que se los 
proporcionó la acequia nueva construida en 
tiempos de D.^ María de Luna, señora de Se- 
gorbe y esposa del rey D. Martín. 

Albures, — Para los mozárabes quería decir 
tierra blanca de sembradura. 

Alpiota. — Llamaban los mozárabes al alpis- 
tar ó sembrado de alpiste. 

Aurín. — Esta partida tomó el nombre de la 
fuente que hay en ella; llamáronla Aurín los 



hispano-latinos por la riqueza y conjunto de ha- 
cienda que con el riego de sus aguas proporcio- 
na á muchos campos de la misma; en este mis- 
mo sitio hubo un lugarejo, llamado también 
Aurín, que después de muerto Zeit-Abuceit 
fué dado á los Borjas por el rey D. Jaime. 

Balaguera. — El nombre de esta partida de 
Altura es una palabra céltica todB.vía conserva- 
da en el dialecto asturiano, y que quiere decir 
pajeras. 

Barbello. — Era el paraje señalado fuera de 
las poblaciones para albergar ciertos aventure- 
ros de vida errante, á los que llamaban barbello- 
nes; de esta palabra procede probablemente la 
de barbián. También se conocían dichos aven- 
tureros con el nombre de barberaitos, y de ellos 
tomó nombre en Altura la partida de Bar- 
berana. 

Berche. — Los mozárabes llamaban berchele y 
pérchele á una especie de mal mesón ó parador. 
Es voz próxima á la catalana y mallorquína 
porxada, que significa cobertizo y sobradillo, y 
probablemente techo ó cubierta, derivando del 
latín portícula. Por esta partida atraviesa el ca- 
mino que desde Segorbe se dirige á Chelva, y 
es el mismo por donde salían los que de esta 
región marchaban al reino de Toledo. En lo 
que ahora son corrales debía de haber, en 
tiempos remotos, uno de estos mesones, que 
debió ser el que dio nombre á la partida. 



221 

Begez (Be/ez), — Los mozárabes usaban el 
adjetivo be/ez, aplicable á todo lo que está bajo. 
Con este sentido cuadra bien á la partida de 
este nombre, existente en el término de Altura. 

Bañador. — La usaron los mozárabes en sen- 
tido de paraje bañado por el viento, ó sea lugar 
muy ventoso. 

Cabrera. — Para los mozárabes, paraje de ca- 
bras, esto es, la espesura ó bosque destinado 
para pastar esta especie de ganado. 

Costera. — Los mozárabes llamaban costera ó 
costero á todo lo que estaba en cuesta; así cua- 
dra perfectamente á la partida de este nombre 
que tenemos en Castelnovo, y no le convendría 
en la acepción lemosina de orilla ó límite. 

Cuencas. — Del latín concavus hicieron los 
mozárabes concas y los castellanos cuencas, con 
aplicación á los campos situados entre monta- 
ñas afectando la figura de conchas. 

Chirivüla.— Es corrupción de chiriquüla. 
Los mozárabes llamaron chirical al carrascal, é 
hicieron el diminutivo chiric-üla para el carras- 
cal pequeño. 

Fontaneta y Fontfría. — Estas dos partidas 
son nombres ya usados por los mozárabes y de 
origen evidentemente latino. 

Faneca. — Cierta porción de tierra equiva- 
lente á quinientos estadales á propósito para 
sembradura. Esta era medida de tierra que se 
empleaba en el repartimiento hecho por don 



Jaime el Conquistador al asignar fincas á sus 
servidores. 

Gallorí, — Esta partida del término de Altu- 
ra la llamaron así los mozárabes porque produce 
abundantes cosechas en tiempos favorables á la 
agricultura, y nulas cuando no concurren aque- 
llas circunstancias. Gollorí, en el lenguaje de 
aquellos antepasados nuestros, era pérdidas ó 
ganancias extremadas. 

Granellas. — Es partida del propio pueblo 
que la anterior, y los mozárabes usaban de este 
nombre para dar á entender el mucho grano 
que se cogía en ella. 

Guarga, — También partida de Altura, que 
en el lenguaje mozárabe significa guarida, es- 
condrijo, refugio. 

Huerpita, o trillas y har tejuelas. — Los nom- 
bres de estas tres partidas proceden de diminu- 
tivos mozárabes hechos en la palabra latina 
hortus. Los mozárabes, en atención á lo peque- 
ña, llamaron huerpita á la primera; atrillas y 
hartejuelas son, á nuestro entender, corrupcio- 
ciones de hortillas y hortejuelas, diminutivos 
probablemente motivados por escasez de pro- 
ducción ó de riego. Téngase en cuenta que la 
introducción de los abonos en el cultivo es muy 
posterior al tiempo de los mozárabes. 

Jarea, — Llamaban así los mozárabes á la 
falda de una montaña susceptible de riego. 

Jar. — Paraje de humedad. 



223 

Langasto. — El nombre.de esta partida co- 
rresponde á la significación que daban los mo- 
zárabes al paraje desproporcionado por lo lar- 
go. También llaman á esta partida angosto, y en 
ambos casos es clara la procedencia latina ó de- 
rivación de angustusy estrecho, reducido. 

Lascay ó ascay, — El nombre que tiene esta 
partida de la huerta de Castelnovo es también 
mozárabe: significa losar desigual, clapisar de los 
catalanes. 

Lajas. — Rambla de lajas ó partida de lajas, 
por los bolos de piedra grandes de figura de 
redomas, á los que llamaban lajas los mozá- 
rabes. 

Marga, — Los godos llamaban así á la tierra 
natural compuesta de caliza y arcilla, en deter- 
minadas proporciones. 

MallaL — Los mozárabes llamaban así al 
lugar ó paraje donde se recogían por la noche 
los pastores y encerraban el ganado. 

Marjalet y Majadülas. — Son sinónimos di- 
minutivos de la propia época que mallal, de 
donde viene el nombre á estas partidas. 

Matanza. — Era el paraje donde se alojaba 
el ganado de cerda destinado al sacrificio. 

Mar7noraya, — Era para los latino-hispanos 
terreno de mármoles. 

Maza, — Entre los mozárabes, portal ó casa 
fuera del poblado donde se vendía vino, espe- 
cies, etc. 



224 

Marinóle, — Este nombre, de una partida en 
Gátova, es mozárabe: procede, como el de 
muela, en sentido de cerro alto, del latín 7noles 
(mole, dique, murallón). 

Murta, — Los mozárabes llamaron así á las 
bayas que produce el mirto y á toda la planta; 
el nombre de la partida procede de la abundan- 
cia con que se ofrece esta vegetación en aquel 
paraje. 

Muratilla, muratella ó 7noratilla, — Con todos 
estos nombres se conocía en el arte militar de 
los godos el paraje rodeado de murallas ó fosos 
naturales que ponían al abrigo de las sorpresas 
de la caballería enemiga. Los profundos ba- 
rrancos que circuyen esta partida en Segorbe, 
hacen que sea muy propia aquella denomina- 
ción. 

MoncheL — De la palabra latina inons (monte) 
hicieron los mozárabes los diminutivos montü 
chelo, monchelo, monchel, etc., para designar el 
montecillo. 

Susierris, — Es desviación latina hecha por 
los godos de sub-serra, y que aplicada á esta 
partida quiere decir bajo la sierra ó montes. 

Nava, — Campo llano; es voz que deriva de 
la hebrea navah, en sentido de pradería; intro- 
ducida en el lenguaje latino-hispano, era muy 
usual en toda España. Todos los historiadores 
han venido empleándola al narrar las célebres 
jornadas de las llanuras de Tolosa, que tanto 



225 

quebrantaron el poder sarraceno, llamándola 
batalla de las Navas. El uso de navas por llanu- 
ras estaba generalizado en este país, pues tene- 
mos partida de la Nava en Altura, Ahín, Cas- 
telnovo, Gátova, y en Segorbe navas. En Alba- 
rracín hay navas y en Jaca también. 

Navajo. — Es palabra de la misma época que 
la anterior. Los latino-hispanos dieron este 
nombre á las llanuras deprimidas por el centro 
donde se recogían las aguas pluviales. Corres- 
pondiendo á esta disposición topográfica, tene- 
mos partida de Navajo en Segorbe y Altura. 

Tormo. — Este nombre mozárabe se aplicaba 
al peñasco eminente de piedra viva. 

Satarra. — Quiere decir en lenguaje de la 
Edad Media sierra fría. 

Somat. — Para los mozárabes, esta palabra 
declaraba que el terreno que así se llamaba 
producía un trigo de tan inferior clase, que el 
pan que de él se hacía sólo lo comían los sier- 
vos ó cautivos. 

Con los nombres de las partidas hasta 
ahora consignados creemos que hay bastante 
para poder afirmar la existencia del lenguaje 
mozárabe en nuestro país durante toda la do- 
minación sarracena. Pudiéramos haber aumen- 
tado considerablemente esta colección de nom- 
bres: son muchísimos más los que hemos dejado 
por incluir (de los de todo el partido) que los 
que ofrecemos al lector. 



226 

También hay que suponer que muchos nom- 
bres de las partidas, ahora castellanos, entre su 
actual forma gramatical y el tipo latino, pasa- 
ron por las modificaciones mozárabes ó hispano- 
latinas, introducidas gradualmente en la lengua. 
Entre pratum (latín) y prado (castellano), decían 
los mozárabes prato; como entre póns (latín) y 
puente (castellano), dirían los mismos ponie 6 al- 
ponte y etc., pudiéndose hacer la propia obser- 
vación con la mayor parte de los actuales nom- 
bres castellanos de la nomenclatura de las fin- 
cas. Fuera de estos nombres, de uso especial en 
el lenguaje general comúnmente usado, se no- 
tan alguna vez palabras aparecidas en el campo 
del idioma cual si fueran brotes de vegetación 
anteriores al actual cultivo gramatical'. 

Excluyendo los nombres de partidas de ori- 
gen evidentemente latino, quedan escasamente 
tina décima parte. No siendo esta parte de ori- 
gen latino, en ella hay que buscar, con probabi- 
lidad de encontrarse, las palabras árabes de 



^ Éntrelos nombres de plantas, medicamentos y enfer- 
medades, no es raro que reaparezcan hoy voces mozárabes 
y árabes, estando las primeras en mayor proporción que las 
segundas y hasta siendo preferidas aquéllas á éstas: así ve- 
mos que la palabra castellana cáncer es más veces sustituida 
por la mozárabe al-cdncer que por la árabe zaharatán. 

Curiosidad de carácter local para los segorbinos nos 
ofrece la fuente del Argén: diéronle los mozárabes el mismo 
nombre que tenían para nombrar la plata, en atención á la 
estimación que pusieron en lo frescas de sus aguas. 



227 

nuestra nomenclatura. Estas consideraciones 
dan razón del arraigo que tenía el lenguaje vul- 
gar usado por los mozárabes y de la vitalidad 
de aquel pueblo. 

En Segorbe, de indudable etimología árabe, 
tenemos Ahnagrán, ó sea impuesto que paga- 
ban al emir las tierras comprendidas en aquella 
denominación. En Castelnovo están Anquibla ó 
Alqiiibla, que es como si dijéramos situadas al 
Mediodía; Benasei 6 Benzeit era nombre del 
que fué Emir. En varios pueblos se encuentran 
Almunia, ó sea alquería; Azagador, ó paso de 
ganado, y Azudes con la propia significación que 
en castellano. Y no citamos más nombres de 
partidas de origen árabe porque, desconocien- 
do este idioma, sólo hemos consignado las que 
son notoriamente originarias de aquella lengua: 
en manera alguna queremos dar lugar á que se 
piense por alguien que actuamos de arabistas. 

De tiempos todavía más añejos puede ser 
manantial de noticias la nomenclatura que nos 
ocupa, y su estudio hace renacer los tiempos 
remotos con pormenores de la vida ordinaria. 

El nombre de la partida Hontanar lleva 
nuestra imaginación á la época del gentilismo. 
Honta7iar llamaban los gentiles á los montes en 
que celebraban las fiestas en honor de las fuen- 
tes y á dichas fiestas también. 

No menos antigua que el nombre de la an- 
terior partida es el de Tebaida, ya usado por los 



228 

egipcios como una de las partes en que dividían 
el país del Nilo, y que recuerda al propio tiem- 
po la ciudad de Tebas. 

Rocha, en la significación de cuesta, es pa- 
labra de muy difícil filiación léxica: tenemos la 
sospecha de que sea palabra céltica. Es voz muy 
usual en nuestra comarca y en muchos pueblos 
nombre de partida, por lo que le damos cierta 
importancia. Tenemos en nuestro Registro de 
la Propiedad y diversos pueblos que compren- 
de, hasta seis veces repetida la partida de la 
Rocha, además de las de Rocha del Tornero^ 
Rocha del Baile, Rocha del Vizcaíno y Rocha 
de Logroño. Está el diminutivo Rocheta y el 
plural Rocheras. En la jurisdicción hipotecaria 
de Viver se encuentran varias partidas de la 
Rocha. De la parte de Chelva sabemos por el 
sabio Rojas Clemente que rocha es una palabra 
corriente en Titaguas, á la cual consideró aquél 
como de origen desconocido. En Jaca no se co- 
noce. En Valencia pierde la significación de 
cuesta, y se aplica como término lemosín al 
color rojo con el nombre de partida de la Casa 
Rocha, Pero en Albarracín aparece la palabra 
rocha en la forma diminutiva de partida de Ro- 
chilla y en la aumentativa de Rochón. 

Nuestra connaturalización hacia las formas 
latinas puede notarse en los muchos nombres 
de partidas que conservan las raíces matrices 
de aquel idioma, á pesar de las necesarias in-^ 



229 

fluencias árabes que actuaron sobre nuestra co- 
marca. Tenemos las partidas de Olietes, Olive- 
ra, Monte Olivete, Olivares, Olivarda, Olivastrar^ 
Olivardares, Oliveras y Olivos: denominaciones 
todas que recuerdan las palabras latinas oleum 
(aceite) y olivum (olivo). Cuando pudo conocer- 
se en el país el oli (aceite) lemosín, ya circula- 
ban aquellos nombres en Segorbe. El árabe az^ 
zeitey zeitum (olivo) y az-zanbudja (acebnche, 
según Fr. P. de Alcalá), á pesar de haber lle- 
gado á ingresar en el idioma castellano, no han 
penetrado todavía en la nomenclatura de nues- 
tras fincas rústicas. 

AMeer una lista de nombres de partidas del 
término municipal de Segorbe, nos llamó la 
atención no encontrar en ella más nombres de 
Santos que Santa Lucía. En Altura se encuen- 
tran Santa Bárbara, San Sebastián, San Julián 
y Santa Magdalena. En Algimia y Valí de Al- 
monacid, San Juan, y en Sot de Ferrer, Santa 
Ana. Tan escaso número contrasta con la rotu- 
lación de las calles y plazas de los pueblos del 
partido, los que tienen en sus recintos un ver- 
dadero santoral. Así, que presumimos al punto 
que en los pueblos que se vieron libres de la 
dominación sarracena, la nomenclatura de las 
partidas de los campos correspondería á la pia- 
dosa rotulación de las calles. Para hacer la 
oportuna comparación con Segorbe, nos remi- 
tió el registrador de la Propiedad de Jaca una 



230 

lista de aquella nomenclatura, y sólo en el tér- 
mino municipal de dicha ciudad encontramos 
los siguientes nombres de partidas con advoca- 
ción á santos y santas: San Cristóbal, San Juan, 
San Jorge, San Lurce, San Miguel, San Pedro^ 
San Salvador, Santo Tomás, San Francisco, 
Santa Cruz, Santa Águeda, Santa Ana, Santa 
Engracia y Santa Lilaila. Excepción hecha de 
San Francisco, cuyos créditos de santidad pu- 
dieron ser conocidos en el siglo xii, todos los 
demás santos y santas citados son de un culto 
antiquísimo en España, anteriores desde luego 
al dominio sarraceno en nuestra península. Cabe 
sospechar que los santos que probablemente 
tendría la nomenclatura de las fincas rústicas en 
Segorbe durante los últimos tiempos del impe- 
rio y durante la dominación visigoda, desapare- 
cerían aquí durante el poder musulmán. Difícil- 
mente pueden darse cambios de tan alta tras- 
cendencia social como el tránsito de las domi- 
naciones dichas, y sólo mudanzas de la impor- 
tancia expuestas son capaces de causar cambio 
en estas dominaciones. El poder oficial hoy no 
podría hacer con los nombres de los campos lo 
que viene haciendo con los de las calles en las 
poblaciones. 

La condición selvática de la comarca en 
tiempos remotos se evidencia con los muchos 
nombres de partidas que señalan espesura de 
árboles y malezas en sitios que ahora son suelos 



231 

cultivados. Hay nombres de partidas que de- 
muestran antiguas y pobres viviendas campes- 
tres, como también se atestigua con los nom- 
bres de otras partidas la abundancia de anima- 
les dañinos y de caza. A este propósito recuer- 
do haber visto en un documento oficial del 
siglo XVI que el duque de Segorbe prohibió 
vender en las tablas del mercado carne de ja- 
balí por de cerdo, estableciendo penas para los 
que cometieran tal infracción. 

Los que gusten de conocer la adaptación 
propia y práctica de los diminutivos, tienen 
magníficos ejemplos en nuestra nomencla- 
tura. 

Da gran significación á la nomenclatura el 
uso del diminutivo ico. Este diminutivo, tan del 
agrado del pueblo aragonés, está empleado en 
nuestra comarca con la propia ñrecuencia que 
en la de Aragón para designar las partidas. Las 
citas que hacemos en nuestro artículo sobre 
dicho diminutivo atestiguan nuestro aserto y 
arguyen muy en favor de la semejanza de 
gustos que tuvimos con Aragón en la elección 
de diminutivos para denominar ciertas par- 
tidas. 

Entre los nombres de partidas terminados 
en ico que consignamos, figura el de Fontani- 
cas. Es cosa notable hallar conservada y rete^ 
nida en Altura, Azuébar y Segorbe con el di- 
minutivo Fontanicas la palabra foittana, sólo 



232 

usada ya por los poetas amantes de las antiguas 
formas latinas en el lenguaje. Que esta palabra 
la usábamos al propio tiempo que los antiguos 
españoles de Sobrarbe, lo dice la conservación 
de la misma en Jaca bajo la forma aumentativa, 
ó sea partida de Fontanaza. 

La inclinación que los aragoneses muestran 
por las terminaciones en era y ero^ de que tanto 
participa esta comarca, haciendo de exigible 
exigidero; de entrada, entradero; de laurel, laure- 
lero^ etc., puede observarse también en las par- 
tidas de Boqueras y por Bocas; Alcornoqueros, por 
alcornocales; Palomera, por palomar; Avellaneros, 
por avellanos, etc. 

Muchas palabras aragonesas corrientes en 
aquella región no son ya comúnmente usuales 
en nuestra comarca, pero se deduce que lo 
fueron en tiempos pasados del hecho de haber 
dado lugar á designar partidas. 

Hay en Altura la de Alfaz, que en Aragón 
significa alfalfa. 

Gabarda es nombre aragonés de la planta 
conocida en Castilla por mosquetos silvestres. 
Ribas, para los aragoneses, son las llanuras si- 
tuadas entre dos pendientes. Giiarca, en ciertas 
localidades de Aragón, quiere decir paraje 
donde pastan los cerdos; Cornaca y cornaquillo 
son terrenos donde se cría el arbusto conocido 
en castellano por cornejo y que en Segorbe 
llama el vulgo cerecico de pastor, Alfaz, Gabarda^ 



Rivas, Guana y Comaco han perdido en esta co- 
marca el carácter de nombres colectivos, siendo 
muy conocidos como destinados á nombrar las 
partidas de aquellas denominaciones. Esta indi- 
vidualización de nombres y el desconocimiento 
por algunos de la condición de colectivos, de- 
nota decadencia en el aragonismo entre nos- 
otros. 

Se aprecia también la propia decadencia 
del aragonismo en el menor uso que se hace 
hoy de la palabra zaga. Los aragoneses prodi- 
gan y amplían más que los castellanos su uso, 
habiendo hecho de ella zaguero y zaguería, limi- 
tando el uso del tras. La parte que en estas 
modalidades del lenguaje aragonés tomaron 
nuestros antepasados, se ve en los nombres de 
las partidas Zaga-la-Horca, de Valí de Almona- 
cid, y Zaga-el-Santo, en Castelnovo. En confir- 
mación del arraigo que tenían aquí muchas pa- 
labras aragonesas todavía usadas en Segorbe, 
puede verse que dan con frecuencia nombre á 
las partidas de nuestros campos, y entre otros 
tenemos la de Algezares, Abrevador, Arbello- 
nes. Baladrar, Brazal, Bojar, Bajador, Barchilla, 
Censal, Garrofa, Juncar, Ondonera, Olivera, 
Perdiguera, Pedrera, Ruejo, Riera, etc. Pala- 
bras ya anticuadas en Aragón subsisten entre 
nosotros como nombres de partidas; en este 
caso se encuentran Baldornos, ó sea terrenos 
baldíos, y Ga7nelloneSj que eran una especie de 



234 

pilas instaladas en las cercanías de las viñas, las 
cuales servían para pisar la uva\ 

No damos al presente artículo más alcance 
que el de haber saludado el asunto; por eso 
sólo nos es dable decir habernos parecido cosa 
clara y evidente la procedencia y motivos del 
nombre en partidas como Arenales, Barranco, 
Cuencas, Dehesa, Estacada, Fábrica, Hoya, 
Jara, Loma, Llano, Molino, Plano, Realengo, 
Santa Lucía, Tejería, etc. 

La sencillez y gran trivialidad de las consi- 
deraciones anteriores es extensiva á los nom- 
bres de partidas tomados del uso corriente en 
nuestro lenguaje actual ó anticuados de recien- 
te. Cuando los nombres de las partidas fueron 
voces usadas solamente en la larga época de 
formación del actual romance ó son provincia- 
lismos anticuados, las dificultades se acumulan 
en tanta manera, que su conocimiento y el de 
su oportuna aplicación reviste el carácter de un 
estudio etimológico serio y difícil. 

Para hacer este estudio con provecho, juz- 
gamos indispensable disponer de nomenclatu- 
ras procedentes de Registros de la Propiedad 
de todas las regiones de España. Nosotros sólo 
tenemos á la vista estas nomenclaturas de Jaca, 



^ Téngase presente que las huertas llamadas hoy partida 
de Gamellones fueron campo de secano antes de tener el 
riego de la acequia Nueva. 



235 

Albarracín y Valencia. La compulsación de di- 
chas nomenclaturas con la de Segorbe revela 
muy claramente la influencia aragonesa que 
actúa en nuestra comarca. Los nombres de las 
partidas en Valencia difieren casi por igual con 
los de Albarracín, Jaca y Segorbe. 

Debemos advertir que en la lectura de las 
listas nominadoras de las partidas hemos trope- 
zado con nombres cuyas palabras, definidas por 
los Diccionarios, no cuadran de ninguna mane- 
ra al terreno ó paraje de las fincas; no nos ha 
sido posibfe comprender el significado que les 
darían los antiguos, y desde luego había de ser 
otro que el actual. En este caso se encuentran 
Jauta, Rando y otras. Sobre determinados nom- 
bras de partidas no hemos podido encontrar 
explicación ó etimología que satisfaga nuestras 
propias exigencias; Cuchaní^ Chuchín y otras más 
se encuentran en este caso. 

Damos por terminadas estas sucintas indi- 
caciones sobre la nomenclatura de las fincas 
rústicas, advirtiendo al lector que no conside- 
ramos imposible figuren entre las partidas nom- 
bres peregrinos ó antojadizos, hijos del capricho 
de cualquier remoto antecesor nuestro. 



236 



El romance 



La sedimentación lingüística no pudo ser 
uniforme en el suelo hispano. Las distintas ra- 
zas prehistóricas y los diversos pueblos de que 
dan noción los documentos más antiguos, son 
materia contributiva á la fragmentaria compo- 
sición de nuestro lenguaje vigente. El conoci- 
miento originario del romance español es indis- 
pensable indagarle con el examen de todos los 
medios de expresión incrustados en el vulgo y 
usados actualmente por éste: llámenseles pro- 
vincialismos, maneras ó voces locales. 

Creo fundadamente que en las maneras ac- 
tuales de comunicarnos con los animales hay 
restos toscos del lenguaje informe del hombre 
incivilizado. Riiiquio decimos para llamar al 
cordero; riiino y coch coch para acariciar al cerdo; 
silbamos pausadamente para llamar las palomas, 
y con ciertos sonidos sibilantes invitamos á be- 
ber ú orinar al caballo, muía, asno, etc. Las pa- 
labras chuchos^ misino y zape^ empleadas al diri- 
girnos al perro ó al gato, ya denotan mayor 
civilización y quizá lenguaje celtibérico. 

Hay en la lengua española matices célticos 
y arcaísmos muy perceptibles que pudieron 
salir en parte de Segóbriga y llegar á Castilla 



237 

por conducto de Aragón. El hecho positivo de 
que la civilización aragonesa absorbió las apti- 
tudes de la Celtiberia meridional, es un razona- 
ble punto de partida del anterior supuesto. 

No limitamos nosotros la influencia céltica 
á haber dado voces á la lengua latina, incorpo- 
rándose después estas voces á aquella lengua. 
Palabras célticas que no han llegado á figurar 
en los Diccionarios latinos se encuentran hoy 
en los castellanos. Su presencia en éstos es sín- 
toma de antiguos dialectos latinos, entre los 
cuales el de la Celtiberia había de ser impor- 
tante. 

Enlazadas y absorbidas, como decíamos 
antes, las aptitudes de la Celtiberia meridional 
por Aragón, en las tradiciones aragonesas se 
encuentra vertida la parte que aportó la comar- 
ca de Segorbe á la formación del romance. 

Como puede suponerse, no todas las pala- 
bras de los dialectos latinos ingresaron ó sufrie- 
ron la descomposición necesaria para figurar en 
el romance español, muchas de ellas quedaron 
sin ascender al rango de voces nacionales. Por 
ello pudo decir el anónimo autor del «Diálogo 
de las lenguas»: «Cada provincia tiene sus vo- 
cablos propios y sus maneras ¡propias de decir», 
maneras y vocablos que es lo probable sean 
anteriores á la escritura castellana. 

En la génesis y desarrollo del romance que 
hemos dado en llamar castellano, no deben 



238 

de identificarse, cual si fueran una misma cosa, 
hablar y escribir romance. Romancear el latín 
en la conversación familiar, es hecho antiquísi- 
mo; escribir en romance, mucho más moderno. 
Considerar comienzo del romance castellano la 
época y fecha en que aparecen los primeros 
documentos escritos, no es más que un conven- 
cionalismo de nuestros filólogos. Las mismas 
personas que escribían antes del siglo xii en 
latín, es lo probable que usasen en sus conver- 
saciones íntimas, palabras ó períodos roman- 
ceados. 

A esta nuestra manera de pensar podemos 
darle el apoyo de D. Francisco Javier Simonet. 
Según este sabio, «en el poema del Cid se hace 
» mención de un moro latinado que andaba al 
«servicio del emir de Molina, y que habiendo 
» entendido ciertos pérfidos tratos de los infan- 
»tes de Cardón, los denunció á su amo. 

»Quando esta falsedad dicen los de Carrión, 
>Un moro latinado bien ge lo entendió. 

»De este dato colige el Sr. Martínez Maria- 
»na que á fines del siglo xi era común y vulgar 
»en Castilla el lenguaje latino; pero á nuestro 
»juicio, ni en las Castillas, ni en la Bética, ni en 
»otra provincia alguna se hablaba ya el latín, 
»sino un lenguaje vulgar que conservaba el 
»nombre de su lengua madre. Finalmente, á un 
» romance vulgar y no al latín clásico aluden 



239 

» ordinariamente los escritores arábigo-hispa- 
»nos cuando citan vocablos pertenecientes á la 
» aljamía del andalus'.» 

En la historia de la Medicina, correspon- 
diente á los tiempos anteriores al siglo xii, no 
es raro encontrar nombres de medicamentos, 
instrumentos de Cirugía, lexiones, detalles de 
Anatomía topográfica, apositos, enfermeda- 
des, etc., completamente romanceados, lo cual 
es muy significativo, porque en aquellos tiem- 
pos todavía no existía la ciencia médica como 
profesión organizada civilmente^ y por punto 
general su ejercicio estaba en manos de gentes 
vulgares. 

D. Modesto Lafuente'' cita, para prueba de 
lo mismo, la escritura de fundación del monas- 
terio de Obona, año 780, en que se hallan las pa- 
labras «vacas, tocino, río, peña»; una donación 
de Alfonso el Católico al santuario de Cova- 
donga, que comprende «duas campanas de fe- 
rro y tres casullas de syrgo», y un documento 
de Ordoño I con las voces «verano, iverno, ga- 
nado, carnicería, caballo, etc.», cuyas voces 
podemos llamar de las fases embrionarias del 
romance escrito. 

Andando el tiempo, las palabras romancea- 



^ Simonet. «Glosario de voces ibéricas y latinas», pá- 
gina XXXVI. 

* «Historia de España», tomo I, pág. 215. Barcelo- 
na, 1886. 



240 

das se entresacan en mayor número entre los 
documentos de fechas sucesivas. Llegados al 
siglo XIII, hablando con propiedad, no son ya 
las palabras en romance las que pueden entre- 
sacarse del escrito, sino las latinas interpuestas 
entre el romance. 

Esta manera de expresarnos hacérnosla ex- 
tensiva al comienzo del romance en Castilla y 
Aragón. Discuten los doctos si la génesis del 
romance fué más medrada en la primera ó en 
la segunda región; pero todos convienen en que 
no hay documentos del siglo xi ni de los pri- 
meros tercios del xii. D. Aureliano Fernández 
Guerra no halló entre los de aquella época do- 
cumento alguno en el archivo de la Real Aca- 
demia de la Historia. 

Durante el siglo xti, los documentos fecha- 
dos en Zaragoza y los redactados en Toledo 
acusan paralelismo de incremento con ligeras 
diferencias de forma. Estas diferencias, recono- 
cibles actualmente en el lenguaje del vulgo, no 
consisten en otra cosa sino en la mayor incli- 
nación habida por parte de Aragón hacia el 
arcaísmo: por lo menos tuvo Aragón, y sigue 
teniendo todavía, conservación más viva y tenaz 
del arcaísmo común con Castilla. El lenguaje 
del pueblo en Aragón recuerda, mucho más que . 
el de Castilla, el habla de los españoles antes de 
aparecer los documentos escritos. Por cada, 
diez veces que en la primera de las dichas re- 



241 

giones se dice «agora, begada, mesmo, ñudo, 
truje, etc.», en la segunda se oye sólo una. 

Hecho viable el romance escrito, tardó algún 
tiempo á confirmarse su empleo, y durante mu- 
chos años hubo en la escritura cierta especie de 
lucha latente entre el latín y el romance. 

Por lo que se refiere á antigüedad y uso del 
último en Segorbe, nos proporciona alguna luz 
el erudito canónigo de Valencia Sr. Chabás. 
Este estudioso prebendado publicó en el to- 
mo IV de «El Archivo», pág. 297, un docu- 
mento de fecha 30 de Enero de 1232. En este 
documento, Zeit-Abuceit hizo ciertas donacio- 
nes á D. Jaime I en Valencia, y existe copia 
legalizada de él en el Archivo de la Corona de 
Aragón (pergamino de D. Jaime I, núm. 375). 
Esta copia fué sacada el V de las kalendas de 
Mayo del 13 19 por el notario de Segorbe Mi- 
guel Pérez de Heredia, que á su vez la sacó de 
un traslado directo del original hecho por Pe- 
dro Carbonell, notario de Barcelona, el IV de 
las nonas de Agosto de 1274. 

No ofrece interés á nuestro objeto el texto 
de este documento que Chabás publicó con 
motivos muy distintos; á nuestro fin, lo intere- 
sante son las signaciones y legalizaciones del 
instrumento, que aparecen en la siguiente 
forma: 

«Sigfnum Guillelmi scribe qui mandato do- 
minj ageyd hanc cartam scripsit loco die et 



242 

era prefixis. Sigfnum Bernardj de caderica not. 
Qui pro teste subcrivo. Sigfnum Nicholai de 
Samanes not. 

» Sigfnum petri Carbonellj not. publici bar- 
chinone. Qui hoc trascribí fecit fideliter et clau- 
sit iiij nonas augusti anno dni. M-CC.*" LXX° 
quarto. 

»Sigfnum Nicholai de capraria justitia civi- 
tatis segurbij qui huic traslato auctoritatem 
suam prestitit et decretum. 

» Sigfnum de Martinj lupi de morta not. pu- 
blici Segurbij nomine eiusdem pro Nicholao de 
capraria que auctoritatem dicti justicia eius 
jussu in hoc transíate aposuit et scripsit die et 
anno prefixis. 

»Sigfno de Rodrigo Santacruz, not. público 
de Segorbe. 

»Sigfno de Miguell Pérez de Heredia, not. 
público de sogorbe, é por actoridad del Se- 
nyor Rey por toda la su tierra y senyoría 
que de la original bien et lealment aqueste 
traslat fago escriuir et con el dicho original lo 
aprouo é con el día é año desús dicho le 
gerro. > 

La legalización que hicieron los notarios de 
Segorbe Rodrigo Santacruz y Miguel Pérez de 
Heredia en el año 13 19 tiene gran solemnidad, 
no sólo por el hecho de poner su signo al docu- 
mento, sino por la elevadísima jerarquía de las 
partes contratantes que aparecen interesadas en 



243 

él. Hecha la copia para figurar probablemente 
como pieza documental en algún litigio de inte- 
rés, excusado es decir que había de ser leída 
y examinada principalmente por personas ver- 
sadas en letras y no vulgares. Los notarios de 
Segorbe, cualquiera que fuese su ilustración, 
debieron fijarse más en esta legalización que en 
otras, y cuando al signar escribieran en roman- 
ce fué sin peligro de que este hecho diese lugar 
á ser calificados de rudos é incultos. También 
es de suponer que en esta ocasión no introdu- 
cirían los notarios de Segorbe novedad tan lla- 
mativa, y escribir en romance sería práctica y 
liso establecido en años muy anteriores al 
de 13 19. El conjunto, como se ha visto de las 
sucesivas legalizaciones, demuestra gráficamen- 
te que, por lo menos, en 13 19 el romance al- 
ternaba con el latín en la esfera oficial'. 



* Que quedaron numerosas palabras latinas en el roman- 
ce español, lo reveló más ingeniosamente que nadie Fernan- 
do Pérez de Oliva. Siendo éste todavía un niño, en el 
año 1 5 18 escribió un diálogo en lengua castellana y latín. La 
composición fué hecha en honor de la Aritmética, y figura 
en la obra de esta ciencia que publicó Siliceo, á la sazón 
maestro de Oliva. Este género de escritura puede verse en 
los párrafos que copiamos á continuación: 

«Siliceus: O quan profundas imaginaciones appraehendó: 
considerando quanto precio tu, novilisima Arithmetica vales, 
quae personas Ínfimas niagníficamente coronas. Tu subtiles 
contemplaciones revelas, obscuros errores clarificando. Tu, 
ingeniosas conclusiones mostrando, pomppsametjte triüA- 
pha3. Quando tan altas recreaciones cognosco, culpo te 'mi- 



244 

Admitido el romance ai uso oficial, ocurrió 
á los notarios de la región valenciana en el 
siglo XIV que al redactar documentos en len- 
guaje castellano-aragonés, usaron términos que 
unos quieren sean palabras lemosinas y otros 
del lenguaje hispano antiguo. Así pasó en la 
carta-puebla de la villa de Alcora otorgada 
en 1333. No debemos insertar íntegro este do- 
cumento por su mucha extensión y por ser su- 
ficiente á nuestro objeto que copiemos algunos 
de sus párrafos para confirmar lo dicho': «Do 
et otorgo a poblar la vila mia que es dicha la 



sera ignorantía, tenebrosa insipientia, que falsas vias procu- 
ras. O tu floridissima Arithmetica, quae inmortales fines 
pensando perpetuos honores procuras, tu de última me- 
moria me salva, tu de mala fama me conserva. 

^Arithmetica,.. Si contra tam impetuosas aclamaciones 
proterva resisto, justamente me culpas. Voluntaria te amo, 
notando, quantas gracias, quales perfectiones, quam concor- 
des doctrinas sustentas. 

»Siliceus...Tu sola una dignissima Arithmetica, de eviden- 
te doctrina me adornas altissimas consideraciones manifes- 
tando. Si tu ante odiosas intenciones, ante venenosos ánimos, 
ante invidiosas murmuraciones de discordia me salvas, 
excellentissimos favores sustentas. Arithmetica,,, De sola 
prudencia tu cura discretas personas imitando. 

T^Siliceus,.. De sola escandalosa discordia me fatigo, 
quando apprehendo divisiones, inclinaciones diversas, opi- 
niones contrarias, prósperas fortunas contra miserias, cons- 
tantes ánimos, contra malas fortunas, duras persecuciones 
contra ánimos constantes...» 

* Pergamino que se conserva en el Archivo municipal de 
la villa de Alcora. Existe de este pergamino una copia literal 
en el Memorial ajustado de autos de un pleito entre el conde 



245 

Puebla de Alcora dalcalaten, con todo el térmi- 
no de aquella, y con casas y cassals, et huertos 
et hortals, et viñas, et viñals, et con todas plan- 
tas, et con todas tierras ansin labradas como 
yermas, et son aguas Zudes, et sequías ansi de 
Ríos como de fuentes... La cual Puebla luos po- 
bladores et ayades luos, et los vuestros a fuero 
de Aragón... con todos melioramientos feitos ó 
facederos, a dar et a vender, et a empeñar, et 
a facer a todas uestras propias voluntades, 
salvo a caualleros e infanzones et a ordenes; sin 
todo contradimiento de mió... que no seyades 
tenidos de dar Diezmos de pollinos ansin caua- 
Uinos, como de mulatos ni de asnos, ni de be- 
cerros... Do a vos y a los uestros el Peso y Me- 
sura en lo que vosotros pesades... En cara do 
et otorgo que en la dita Puebla podades coser 
al vuestro fuego pan, a la vuestra voluntat em- 
pero dando a mi o a los mios la pueya... que 
ayades francament. Pasturas fustas ansin ver- 
des como secas, leñas verdes y secas, piedras 
calcinas algepsfacer... todos otros ademprios 
por toda la mi Tenencia et térmeno de Alcala- 
tem e de Lucena...» 

Los párrafos anteriores son notables desde 
el punto de vista lingüístico y ocupan un buen 
lugar entre los escritos aragoneses de los co- 



de Aranda y el pueblo de Alcora. Imprenta de Peris. Valen- 
cia, 1788. 



246 

mienzos del siglo xiv. Ofrecen señales de in- 
fluencia provenzal, ó cuando menos se percibe 
en su redacción la acción del lenguaje gótico 
meridional. 

Las provincias tarraconense y narbonense 
estuvieron durante muchos años en la época 
visigoda sometidas á un señorío común, y mu- 
chas palabras que tenemos por lemosinas quizá 
pasasen de España á Francia cuando la inva- 
sión sarracena, y volviesen después á su patria 
ibérica traídas por los francos, conquistadores 
de Cataluña, ó por las huestes de D. Jaime I. 
De haber ocurrido así, sería muy lógico deducir 
la identidad originaria entre el lenguaje hispano 
usado por los visigodos, el gálico meridional y 
el provenzal. 

No todos ios documentos redactados en ro- 
mance español durante el último tercio del 
siglo xni y en el transcurso del xiv ofrecen el 
mismo grado de progreso. Nuestra comarca fué 
de las que más se adelantaron en perfeccionar 
el nuevo idioma, lo cual podrá verse leyendo 
documentos pertenecientes al señorío de Jérica. 
La casa del señorío de Jérica iba en la avanza- 
da de los reformadores del idioma en España. 

Presididos por D. Pedro de Jérica, se re- 
unieron los honrados D. Vicente de Paracue- 
llos, D. Juan Pérez de Sigüenza y Juan, escri- 
bano y notario, representantes de Segorbe, con 
los de la villa de Castelnovo D. Ramón Gil 



247 

Daivar, D. Gil Navarro y Domingo Fillach, ha- 
llándose todos presentes en la villa de Jérica en 
la tcapiella de la casa del dito noble D. Pedro 
señor de Exerica dia do7ningo nueve dias contados 
del mes de Octubre ano Domini MCCCXLV». 
D. Jaime Bayo, escribano del noble D. Pedro 
de Jérica en todo el reino de Aragón, publicó 
la concordia concertada entre los representan- 
tes de ambas poblaciones. 

Se refiere dicha concordia al uso que habían 
de hacer Segorbe y Castelnovo de las aguas de 
la fuente de Aurín, regularizando su aprovecha- 
miento y determinando la manera y forma de 
utilizarle. El lenguaje en que se consignó todo 
esto fué en castellano-aragonés, muy digno de 
ser conocido por lo adelantado que estaba en 
su formación, como lo demuestra el siguiente 
recorte: «quels azudes do toman lagua para los 
» términos de Castellnou sean e finquen en el 
»stado e en la forma que agora e en todos los 
»tiempos passados an stado. 

»E1 que las aguas de la Rambla e rio vayan 
»daqui auant según D. Guillen de Loria lo or- 
»deno en el azut... anin que en aquel finque 
»portiello por el qual salgua todo tiempo aque- 
»lla agua que el dito D. Guillen ordeno en el 
»tiempo que les serán restringidas o por sequa 
»foren menguadas*.» 

* Copiado del pergamino original que se guarda en el 
Archivo de la villa de Castelnovo. 



24S 

Dos años antes de morir D. Juan Alfonso de 
Jérica otorgó carta de población á favor de 
Juan Aznar, Guillem Pineda, Domingo Simón y 
otros doscientos cristianos para que poblasen la 
villa de Viver, dándoles términos, libertades 
del diezmo por ganados, gallinas y hortalizas, 
concediéndoles propuesta de juez en terna y 
aforándolos al fuero y costumbres de Aragón, 
«al cual fuero nos femos la dita población». De 
la perfección que alcanzaba en el año 1367 el 
romance, son una excelente muestra los capí- 
tulos de la expresada carta-puebla, que dicen 
así: 

«ítem queremos e otorgamos que vos á los 
» nuestros pobladores o los succehidores puedan 
»bastir y edificar casas y cambras, cillero, por- 
»ches, bescambras en el dito lugar e término, 
»cada uno en lo suyo, do bien visto le será 
» francamente sin todo contrasto. 

»Item otorgamos e queremos que podades 
» beber vino en el dito lugar de qual part ó 
» lugar querades, entretanto que de vuestra co- 
»gida no cojades prou. E encara queremos e 
» otorgamos que podades facer iglesias, orgtias, 
»o fossar e fossares o ciminterio alli do mejor 
» provecho sera o bien visto vos sera. 

»Item queremos e otorgamos que vosotros 
»e los vuestros e los ditos pobladores, e los 
» ditos succihidores usedes de los fueros, e del 
» cocer del pan e de los molinos, e del maguirar 



249 

» según que lo usan los de la dita villa de Exé- 
»rica. 

»Item queremos e otorgamos que los moline- 
»ros e íorneros que serán en el dito lugar sehan 
» tenidas de moler a diez y seis: que el cocer 
»del pan sean de treinta panes, uno de poya; e 
»del trigo, e del panizo de veinte y uno'.» 

A la misma época, pero revelando una ele- 
gancia del lenguaje apenas conocida en aquel 
tiempo, corresponde la notable respuesta que 
dio á los unidos de Valencia D. Pedro de Xéri- 
ca; debiendo notarse que los jurados de aquella 
ciudad se le habían dirigido en lenguaje lemo- 
sín, contestándole él, entre otras cosas, según 
lo ha dado á conocer por vez primera el erudi- 
to Sr. Quinto, lo siguiente: 

«A la qual letra bien entendida vos respon- 
»do que me semexa que es bueno que requira- 
»des al Señor Rey e supliquedes que vos serve 
» fueros, e previlegios e libertades, e buenos 
»usos, e que si alguna cosa ha feitto contra 
» aquellos, que lo quieran tornar a testamento 
»debido, assí como aquestas cosas deben de- 
» mandar e requerir a Señor mas no por mane- 
»ra de unión.» 

Los documentos anteriores los hemos trans- 



* De la colección de documentos inéditos para la Histo- 
ria de España, tomo XVIII, inserto en el libro de «La pro- 
vincia de Castellón», por D. Juan Antonio Balbas, pág. 107. 
Castellón, 1892. 



2 50 

crito para hacer ver con ellos lo temprana que 
fué la aparición del romance escrito en la co- 
marca de Segorbe. Todos los referidos docu- 
mentos los calificamos de redacción aragonesa, 
pero debemos de advertir que en el siglo xiv 
hallábase confundida el habla de Aragón y Cas- 
tilla; y decimos esto, dejando á un lado la difícil 
cuestión de origen del lenguaje aragonés. Basta 
manifestar sobre este punto que en tiempos an- 
teriores al expresado siglo, Aragón anduvo más 
adelantado que Castilla en la formación del ro- 
mance común, y se detuvo cuando era lógico 
conservar lo adquirido. Castilla fué de espíritu 
lingüístico más movible. Así que las diferen- 
cias que hoy tienen ambas regiones apenas bos- 
quejadas en la época dicha, tomaron relieve 
después. 

La comarca de Segorbe sintió la acción del 
romance español muy principalmente por con- 
ducto de Aragón; por ello el carácter aragonés 
del lenguaje es demostrable recogiendo el cau- 
dal de voces comunes'. 



^ Pueden verse ciertos documentos en los archivos ecle- 
siásticos y municipal de Segorbe, redactados en el trans- 
curso de los siglos XVI y xvii, los cuales fueron escritos en 
dialecto valenciano. Ello es debido á motivos enteramente 
oficiales é hijos de la dependencia de Segorbe al virreinato 
de Valencia. Durante aquellos siglos, el régimen feral, con 
sus prácticas regnícolas, llevó á nuestras curias, oficinas y 
protocolos algunos textos valencianos. Pero este no era el 
lenguaje de la comarca de Segorbe. Así lo demuestran los 



251 

Algo hemos intentado hacer en este senti- 
do, coleccionando uñas novecientas voces ara- 
gonesas usadas en Segorbe. Debemos de ad- 
vertir que se nos han ocurrido muchas más; 
pero después de examinadas, hemos desechado 
gran número de ellas. 

En nuestra colección no figuran voces que 
no hayan sido declaradas aragonesas por auto- 
ridad respetable. A las voces usadas en Segor- 
be, para calificarlas de aragonesas, impusimos la 
condición de figurar como tales en el Dicciona- 
rio de la Academia ó entre los provincialismos 
aragoneses admitidos en el Diccionario de Ro- 
que Barcia y Echegaray; aceptamos también los 
aragonismos que figuran en los «Apuntes», de 
Rojas Clemente, y sobre todo incluímos las 
muchas palabras que, usadas en Segorbe, tienen 
la mejor de las facturas aragonesas, esto es, figu- 
rar en el «Diccionario de voces aragonesas». 



expedientes, que contienen informaciones testificales ó de- 
claraciones de testigos, en las cuales los declarantes se ex- 
presaban constantemente en lenguaje castellano-aragonés. 
En confirmación de lo mismo, podemos citar un testamento 
otorgado el año 1680 en la villa de Almedíjar, el cual con- 
tiene el preámbulo ó encabezamiento y la fórmula final del 
documento redactados en valenciano, y la institución de he- 
redero y los legados en romance español. De los tiempos 
posteriores á la abolición del fuero valenciano, ó sea des- 
pués del primer tercio del siglo xviii, no hemos visto testa- 
mento que contenga parte alguna de su redacción escrita 
en dialecto valenciano. 



252 

de Borao. No son pocas, entre todas estas vo- 
ces, las que su aragonismo le encontramos con- 
firmado por todos los testimonios citados, y 
algunas de ellas se encuentran en los Dicciona- 
rios castellanos, particularmente en el de Do- 
mínguez, sin calificativo de provincialismos ara- 
goneses ó de voces originarias de dicha última 
región. 

Dicho lo que antecede, tenga en cuenta el 
lector las varias apreciaciones que en este libro 
se han hecho respecto al lenguaje lemosín, y 
con ello sabrá á qué atenerse respecto á ciertas 
palabras aceptadas por nosotros como aragone- 
sas, no obstante figurar como valencianas en el 
«Diccionario valenciano», de Escrig. 

La colección de voces aragonesas usadas en 
Segorbe que ofrecemos al lector es la siguiente: 

Ababol: amapola. Abrevador: abrevadero. 

Abasto (dar): bastar; ser bas- Abrigo: abrigado; y así suele 

tante ó suficiente á alguna decirse: «estar abrigo», por ir 

cosa, por ejemplo: «tres ama- abrigado, 

nuenses no daban abasto á co- Acacharse: agacharse, 

piar tanto como escribía; no Acaloro: acaloración. 

daba abasto á cortarle pan. > Acaudillar: z\x\Xx\^x\ así se 

Abaratar: se usa en las fra- dice: «acaudilla más tierra de 

ses«á abarata canciones», pa- la que puede.» 

ra denotar á vil precio, á bajo Acantalear: llover mucho, 

precio. diluviar. 

Abatojar: golpear los noga- Acerarse los dientes: den- 
les para que suelten las nue- tera . 
ees. Aclocarse: clocarse. 

Abellota: bellota . Aconsolar: consolar. 

Abonico: con tiento, bajito. Aconsolaio: el egoísta que 

Aborrecer: molestar, cansar, por nada se aflige ni molesta, 

importunar; y así se dice: ^ile Acontentar d uno: dejarle sa- 

aborreció con tantas pregun- tisfecho. 

tas; ya me aborrezco con tanto Acotolar: aniquilar, 

limpiar la casa. » Acudidero: cosa ó atención 



precisa que exige cumplimien- 
to inmediato; así se dice: «aun- 
que tengo regulares rentas, 
¡son tantos los acudideros! » 

Acurcullarse: ponerse enco- 
gido como un ovillo . 

Adinerar: hacer efectivos los 
valores; atesorar. 

Adote: dote. 

Adusto: tieso, inflexible. 

Agramar: machacar lino ó 
cáñamo. 

Aguachinar: empaparse de 
agua los frutos, particularmen- 
te los higos. 

Aguadera: rocío de la ma- 
ñana. 

Aguárdente: aguardiente. 

Aguja: alfiler; también se lla- 
ma al alfiler aguja de cabeza; 
la púa tierna del árbol que sir- 
ve para injertar. 

Ahorro: dícese del que cami- 
na solo, sin peso encima. 

Ahoramismo: verbigracia. 

Ajada: azada. 

Ajadón: azadón. 

Ajoarriero: guiso particular 
de bacalao, que consiste en 
deshacerlo á menudas rajas y 
servirlo con ajo y especies. 

Aladro: arado . 

Alambrado: alambrera. 

Alatonero: almez. 

Alagardera: sarmiento que 
se deja sin podar para amugro- 
narle. 

Alabancias: elogios. 

Albada: alborada; música ca- 
llejera en las aldeas, acompa- 
da de canto, y usada particu- 
larmente la noche de Navidad. 

Albarán: papeleta que acre- 
dita el cumplimiento parro- 
quial. 

, Albardar: en la frase «no 
dejarse albardar», significa no 
dejarse imponer: 

Albe: acuestas. 

Albellón: albañal. 

Alborcera: madroño. 

Alcahuete: chismoso. 



253 

Alcahuetear: chismear. 

Alicanca7io: piojo gordo. 

Alicorto: el que por algún 
motivo no tiene el ánimo ó 
resolución que antes tenía. 

Almenara: zanja por donde 
sale el agua sobrante al río; 
abertura en las acequias para 
regar los campos. 

Algezar: yesar. 

Algecería: yesería. 

Algecero: yesero. 

Algezón: yesón. 

Algez: yeso. 

Almacera: almazara. 

Almudi: almudín. 

Aluda: piel para guantes. 

Alum: alumbre. 

Alzado: robo, hurto; así se 
dice: «se há alzado con el san- 
to y la limosna», para denotar 
que hizo sustracción maliciosa 
de cuanto al santo pertenecía. 

Alzarla: alzada ó altura. 

Amagar: esconder. 

Amanta: mucho; así se dice: 
«tengo fruta amanta» y «tengo 
novios amanta.» 

Amasador: el que amasa pan, 
cal, yeso, etc. 

Ambrazos: en brazos. 

Amerar: merar; empapar de 
agua los vajillos dé madera; 
llenarse de agua los poros de 
las obras de barro; así se dice: 
«amerar la olla, amerar los la- 
drillos.» 

Amero: en la frase «sudado 
como un amero», equivale á 
bañado de un sudor copioso. 

Amorgonar: amugronar. 

Amparo: pizca; así se dice: 
«no han quedado uvas para un 
amparo.» 

Amprado: lo que se tiene ó 
lleva de prestado . 

Amprar: tomar ó pedir pres- 
tado. 

And: así que. 

Ancharla: anchura. 

Ancheza: muy ancho. 

Andada: gran caminata. 



254 

Andaderas: la gran resisten- 
cia de un sujeto para hacer 
largo camino. 

Andador: andén; calle ó pa- 
seo en los jardines. 

Andurriales: paraje fuera de 
camino y muy extraviado. 

Anganillas: jamugas. 

Anieblado: entontecido, ale- 
lado, suspenso, atontado. 

Animalada:h^st\2i\iádíá 
grande. 

Antorchera: velón de cobre. 

Antojo: aseó. 

Añadijo: añadidura. 

Añero: se aplica á los árbo- 
les que un año dan mucho fru- 
to y otros poco ó ninguno; 
vecero. 

Apañar: remendar ó compo- 
ner lo que está roto. 

Apaño: remiendo, compos- 
tura. 

Aparatero: el que pondera 
con exceso la importancia de 
una cosa. 

Aparatos: grandes extre- 
mos en cosas que no merecen 
importancia . 

Aparejo redondo: el traje 
propio de nuestras labrado- 
ras. 

Apenar: intimar una pena 
ya señalada de antemano; úsa- 
se principalmente contra los 
que entran ó hacen entrar ani- 
males de pasto en propiedad 
ajena. 

Apetencia: apetito. 

Aplegar: recoger; así se dice: 
«aplegar por Dios; aplegar oli- 
vas. » 

Apocilgarse: aficionarse de- 
masiado á alguna cosa y ape- 
nas salir de ella. » 

Aqziebrazarse: formarse grie- 
tas en las manos ó' piel. 

Aquel: «no tener ese aquel > 
que es necesario, por carecer 
de juicio ó del talento conve- 
niente. 

Arañada: arañazo. 



Arañan: arañazo . 

Arbelldn: desaguadero en ca- 
lles y patios. 

Arclprestado: arciprestazgo. 

Arguellado: desmedrado fí- 
sicamente. 

Arguellarse: quedar desme- 
jorado y enfermizo; no blan- 
quear la ropa lo que debiera. 

Arguello: suciedad; carga de 
censos sobre una hacienda. 

Arguelluz: desmedrado, en- 
canijado, rancio. 

Arienzo: la décima parte de 
una onza. 

Ama: polilla. 

Aro\ en la frase «echar por 
el aro», comer, engullir, em- 
baular. 

Arramblar: llenar de grava 
los arroyos la tierra que han cu- 
bierto en una avenida; llevar- 
se uno con codicia muchas co- 
sas ó todas las de una especie. 

Arrajic adero: el sitio ó línea 
de donde parten los caballos 
que corren en competencia; la 
parte más gruesa del cañón de 
la escopeta. 

Arre: caballería de monta ó 
de tiro. 

Arrear: andar, marchar, par- 
tir, por ejemplo: «arre á la es- 
cuela.* 

Arrematar: rematar; dar tér- 
mino ó fin á alguna cosa. 

Arreo: se dice «echar un 
arreo», por un turno ó vuelta 
de beber! 

Arréu: de cualquier modo. 

Arrimadillo: friso pintado 
en la pared. 

Arróbela: medida de aceite 
de 24 libras . 

Asestadero: sesteadero ó lu- 
gar donde sestea el ganado . 

Asina: así (en Castilla anti- 
cuado). 

Asnada: majadería. 

Asolarse: aclararse los lico- 
res bajando al fondo las par- 
tículas más gruesas. 



Aspeado: maltratado por la 
fatiga del camino. 

Atabladera', tabla que, tira- 
da por caballerías y puesta de 
plano, sirve para allanar la 
tierra ya sembrada. 

Atajoi rezago del ganado 
más endeble á quien se condu- 
ce á pasto más cercano y abun- 
dante. 

Atan liar el contenido de 
un fardo ó paquete. 

Atarantarse: aturdirse, que- 
dar fuera de sí. 

Atarugado: encogido, falto 
de soltura en los modales. 

Atollarse la tierra: otoñarse. 

Aturar: hacer asiento algu- 
na cosa. 

Anchar: azuzar. 

Aun: escasamente , difícil- 
mente, á duras penas; se dice: 
«podrá tener ella unos quince 
años, y aun . » 

Avinar: empapar de vino 
los toneles. 

Avispado: agudo, vivo, en- 
tendido, activo. 

Ajobar: ajuar. 

Azacanado: el que va hecho 
un azacán. 

Azar olla: serba ó acerola. 

Á^ud: presa para sacar agua 
del río. 

Badage: tonto, necio ó tor- 
pe, pero no de buenas inten- 
ciones . 

Badallas: bostezar. 

Badina: balsa ó charca de 
agua detenida en los caminos. 

Badinal: el sitio ó paraje 
donde con frecuencia se for- 
man las charcas. 

Baga: cuerda con que se 
asegura la carga sobre las ca- 
ballerías. 

Baladre: adelfa. 

Balda: cerradura en forma 
de barra. 

Baldragas: persona perezo- 
sa y desinteresada, á la par 
que falta de energía. 



255 

Balsa de sangre: la mucha 
sangre acumulada en el suelo 
durante una hemorragia. 

Barbado: sarmiento con raí- 
ces dispuesto para la planta- 
ción. 

Barbaridad: gran cantidad. 

Bar chilla: la duodécima par- 
te de un cahiz de grano. 

Bar ral: redoma de vidrio. 

Barranquear: no ir muy de- 
recho . 

Barraftquera: se aplica á 
cualquier género de peonza 
que, por tener mal limado el 
clavo ó la punta, da vueltas 
con poca suavidad. 

Barras: las cuatro listas ó 
palos rojos con que blasona el 
reino de Aragón. 

Barredera: se usa en la ex- 
presión «echar la barredera*, 
para denotar que se ha decidi- 
do bruscamente la cuestión, 
que se ha dado una salida, que 
ya no admite más opiniones. 

Barrera: corral de ganado 
al descubierto. 

Barreño: jofaina. 

Barriguera: especie de cin- 
turón de correa ó cincha. 

Barros: lodos; ambas son 
castellanas; pero tratándose de 
la suciedad de las calles, en 
Aragón se preñere la primera 
y en Castilla la segunda. 

Basta: hilván. 

Baste: especie dé albarda ó 
aparejo á propósito para afian- 
zar la carga. 

Bateaguas: paraguas. 

Batir: vertir, arrojar, dese- 
char, sepultar; así se dice; «ba- 
tir de casa á la suegra; batir al 
suelo el regalo de su novio; 
no te cargues tanta fregada, 
que la vas á batir. > 

Batueco: huevo huero. 

Beber la toca: incomodarse, 
irritarse, impacientarse, par- 
ticularmente con los niños. 

Belén: desorden, confusión; 



256 , 

persona insípida; así se dice: 
«se armó el gran belén; está 
en Belén», como si dijéramos, 
«está en Babia.» 

Bengala', bastón. 

Berganto ó berdanco'. carde- 
nal producido por un golpe 
sobre la piel. 

Berniz: barniz. 

Bezón\ mellizo, gemelo. 

Bigardón: el que es desme- 
suradamente alto. 

Birlos: juego de bolos. 

Blanco: especie de embuti- 
do abundante en grasas y muy 
aderezado. 

Blanquero: blanqueado i*. 

Boca: la abertura que deja 
un tumor al ulcerarse ó venir 
á supuración. 

Bofo: fofo. 

Bogiieia: sardineta. 

Boira: niebla muy espesa. 

Bolado: azucarillo espon- 
jado. 

Bolchaca: faltriquera. 

Bolea: mentira; pelota juga- 
da al aire. 

Bolinche: persona de mucho 
vientre; cierta especie de judías. 

Bolo: almohadilla oblonga 
donde se hacen los encajes. 

Bolsear: formar pliegues ó 
arrugas las telas. 

Bollinada: agua que sale con 
fuerza después de represada. 

Bombona: cántara de tierra 
ó vidrio de algunas arrobas á 
propósito para guardar aceite . 

Botadero: higo sin la sazón 
que debe tener para comerse. 

Bromera: espuma. 

Borrón de la vid y otras 
plantas: botón. 

Botarga: monigote. 

Botiga: tienda de mercader. 

Botifarrones: morcilla pe- 
queña; es un diminutivo de la 
palabra catalana «butifarra.» 

Boti7iflón: hinchado . 

Boto: pellejo para vino, acei- 
te, etc. 



Bornizo: vastago estéril de 
los árboles frutales. 

Bozo: bozal. 

Braga: lienzo que se pone 
á los niños bajo el pañal. 

Bragueta: se usa en la frase 
«más serio que la bragueta de 
un ciego.» 

Brasa: ascua de fuego. 

Brazal: sangría que se hace 
á un río ó acequia para regar 
los campos. 

Brisa: los despojos de la 
uva después de prensado el 
mosto. 

Bramera: espuma. 

B rozos o: persona torpe ó 
desmañada. 

Brutaña: grosero, indecoro- 
so, abrutado. 

Bufa: vejiga de cerdo. 

Bufido: soplo. 

Burra: callosidad, general- 
mente en las manos, efecto de 
golpes ó rozaduras ñiertes. 

Cabal: peculio; «no tiene 
cabal » , es que remató con cuan- 
to tenía. 

Caballón: lomo de tierra que 
subdivide los campos según 
las conveniencias del riego y 
cultivos. 

Cabecero-, el que hace frente 
al pago de varios, ó cobra y 
ajusta el trabajo de muchos. 

Cabezudo: hombre de buena 
cabeza. 

Cabrear: entre jugadores, 
los últimos que juegan para 
ver quién paga la ganancia de 
los demás. 

Cacha: epvite falso en cier- 
tos juegos de naipes. 

Cachirulo: fleco ú adorno, 
generalmente muy colorido; 
especie de cometa de figura 
exagonal. 

Cacho: gacho. 

Cagazas: miedoso, pusilá- 
nime. 

Ca güera: cagalera. 

Calcerio: calzado. 



257 



Caldoso', el que se ostenta 
mucho ó se ciñe demasiado á 
una compañía. 

Caletre-, fisonomía. 

Calmudo: calmoso, reposa- 
do, perezoso. 

Calorina: calor fuerte. 

Caloyo', recental. 

Callizo', callejón ó calle- 
juela. 

Cambra: monte pío. 

Campar: lucir el garbo. 

Canalera: canal en el teja- 
do, y el agua que cae por ella 
cuando llueve. 

Candileiear: ir de una parte 
á otra visitándolo todo por 
pura curiosidad y no por pre- 
cisión. 

Candiletero: ocioso y curio- 
són, que quiere estar en todo. 

Cañuto: alfiletero. 

Capacidad: poder, y así se 
dice: «no hay capacidad para 
hacerle trabajar; no hay capa- 
cidad para tenerle en casa por 
la noche. > 

Caparra: garrapata, alcapa- 
rra. 

Caparras: caparrosa. 

Capazón: capadura. 

Capel: capullo. 

Capitulo: cabildo. 

Capucete: el acto de meter 
la cabeza en el agua por un 
momento, y aun también todo 
el cuerpo. 

Caracola: caracol con en- 
voltura membranosa. 

Car callada: carcajada. 

Carasol: paraje abrigado del 
viento y protegido por el sol. 

Cárcavo: capacidad interior 
de los puentes en los molinos. 

Carcular: calcular. 

Carga: medida de peso equi- 
valente á diez arrobas. 

Cargazón: gravamen impues- 
to á una finca; así se dice: «la 
casa tiene diez libras de carga- 
zón para misas. > 

Carnuz: carne podrida ó fofa. 



Carraña: ira, enojo; perso- 
na propensa á estas pasio- 
nes. 

Carta de gracia: pacto de 
retroventa, en virtud del cual 
el vendedor puede volver á 
adquirir la cosa vendida siem- 
pre que entregue el precio. 

Casca: cascara de huevo, 
nueces, etc. 

Cascamujar: quebrantar una 
cosa machacándola. 

Cascar: dedicarse con pre- 
ferencia á una cosa, como se 
ve en las frases «cascarle al 
pan, cascarle á las matemáti- 
cas.» 

Castañetas: castañuelas; me- 
tafóricamente se dice «tener 
muchas castañetas», por ser 
poco mirado ó muy osado. • 

Casera: la mujer ó ama de 
gobierno que sirve á un hom- 
bre solo, particularmente si es 
sacerdote. 

Cavilar: ahorrar. 

Cazcarrias: hombre ó mu- 
jer sucios á quienes no moles- 
tan las muchas manchas. 

Censal: censual. 

Censalista: censualista. 

Cera: miedo; así se dice: «le 
entró cera cuando vio venir á 
la Guardia civil.» 

Cereal: aro de las cubas . 

Cerol: especie de pegote he- 
cho con cera y pez, que sirve 
para enderezar el hilo con que 
cosen los zapateros la suela del 
calzado. 

Ciento en un pie: clavel me- 
nor que el ordinario, el cual 
brota en grupos cual una ñor 
compuesta. 

Cisco: pendencia, discordia. 

Clarearse: en la frase «cla- 
rearse de hambre», por tener 
mucho apetito y ser ésta po- 
cas veces satisfecha. 

Clavijero: en las frases «es- 
tar ó hallarse al último clavi- 
jero», quiere decir que es in- 
17 



258 



mínente la ruina ó suerte de 
una persona. 

Clisar', apocar. 

Glosar, ultimar, cerrar. 

Clocar se: ponerse en cuclillas 

Cloquetas (en): en cuclillas. 

Clugir: crujir. 

Cobar: incubar. 

Coca\ nuez; cualquiera golo- 
sina que se ofrece á los niños. 

Cocí O', cuenco. 

Coger: caber; «coger el tien- 
to ó tomar el tiento», equiva- 
len á tomar el corriente. 

Comiquian comenzar los ni- 
ños de pecho á comer algún 
alimento sólido; comer peque- 
ñas cantidades los convale- 
cientes y las personas inape- 
tentes. 

Compás: distancia; «marcha- 
ban todos al compás», por 
guardar las distancias corres- 
pondientes á la categoría de 
cada cual. 

Comprero'. comprador. 

Concarar. confrontar; jun- 
tarse dos personas para ulti- 
mar un asunto ya iniciado por 
otras. 

Co7tdenado\ perverso; vio- 
lento con relación al genio, 
carácter, maña, voz, etc. 

Confitado: aborrecido, y sue- 
le decirse: «ya me tiene confi- 
tado con tanto prometer y no 
dar; esperando heredar, antes 
morirá ella confitada, que falte 
el viejo.» 

Confitar: cocer las frutas en 
almíbar. 

Consiente: consciente, que 
se hace cómplice. 

Consonante (al): se usa del 
siguiente modo: «allí todos los 
gastos son aJ consonante; te- 
nía buen caballo, buen perro, 
buena escopeta, y todo así, al 
consonante.» 

Contornar: revolver la parva 
para que se vaya trillando toda 
por igual. 



Contra: cuanto, y así se dice: 
«contra más pobre, más gene- 
roso; contra más le castigan, 
más se rebela.» 

Contrafirma: inhibición con- 
traria á la firma. 

Contraparientes : parientes 
de parientes. 

Convenienzudo: el poltrón, 
amigo de demasiadas comodi- 
dades. 

Corea: carcoma. 

Corearse: se dice de la ma- 
dera cuando la roe el gusano. 

Corrigüela: planta enreda- 
dera ó trepadora. 

Correndero: el que muestra 
diligencia cuando no es pre- 
ciso. 

Correntida: corrida. 

Corriente: «tomar el corrien- 
te», por tomar el tiento. 

Corrinche: corrincho; círcu- 
lo de gente. 

Corro: corrincho; ganado de 
toros que se lidia en las calles 
y plazas de los pueblos. 

Corromper: aburrir, impor- 
tunar, disgustar; así suele de- 
cirse: «me corrompe para que 
le venda la casa: es cosa que 
me corrompe tener que ves- 
tirme ahora. » 

Cortada: rebanada de pan, 
melón, jamón, etc. 

Cortezón: costra que cubre 
ciertas úlceras ó heridas lige- 
ras. 

Coscón: hombre entrado en 
años y marrullero. 

Costal: porción atada de 
mieses, leñas, etc. 

Coto: entre jugadores, el nú- 
mero de partidas estipuladas. 

Criadilla: patata. Antes de 
conocerse la patata en Espa- 
ña, dábase el nombre de ccria- 
dilla» á una especie de hongo 
sin raíz, globuloso, sólido, par- 
do por ftiera, blanco-rojizo y 
algo oloroso por dentro. Se 
cría bajo tierra, y guisado es 



sabroso. Cuando trajeron á 
España las primeras patatas, la 
semejanza de éstas con aquel 
hongo dio lugar á que las lla- 
masen también en Aragón y 
Valencia criadillas . 

Qr ibero', criba pequeña para 
limpiar el arroz poco antes de 
cocerlo. 

Cr/í?: niño; también se dice 
«cría», sin diferencia de sexo. 

Cuajada: composición con 
leche endulzada y coagulada. 

Cuartear: cuartar, sacar la 
cuarta parte . 

Cubrecama: tela de tejido 
ligero ó de punto que se pone 
sobre los abrigos de la cama. 

Cuco: cuclillo; hombre tai- 
mado, experto y solapado. 

Cucharero: zurrón en que 
los pastores llevan, no sólo 
las cucharas de palo, sino tam- 
bién otros útiles para comer. 

Cuchareta: renacuajo; mu- 
chacho entremetido. 

Cucharetear: meterse en 
todo. 

Cujón: la bolsa que forma la 
manta de los labradores. 

Culeca: Clueca. 

Culera: la parte del panta- 
lón corrrespondiente á las apo- 
Sentaderas. 

Culo de pájaro: para indicar 
que uno se encuentra desnudo. 

Culpante: culpable. 

Curro: zurdo, manco. 

Curruca: conjunto de perros 
que cazan juntos, ó sea jauría. 

Currutaco: señorito. 

Curio: rabón. Son muy usua- 
les en el Alto Aragón y Nava- 
rra las frases «alábate curto, 
que la cola te crece», y «alá- 
bate curto, que el rabo se te 
cae», para denotar qué no hay 
motivo para engreírse ó ala- 
barse. 

Chafar: machucar; dejar á 
uno burlado con una salida 
que no esperaba. 



259 

Chafarrear: hablar sin dis- 
creción. 

Chaf arretes: hombre ó mu- 
jer muy habladores y diche- 
ros. 

Chamorro: especie de trigo. 

Chaparrudo: se aplica al que 
es grueso, fornido y bajo de 
estatura, y no deja de tener 
conexión con las palabras cas- 
tellanas chaparro y chaparra, 
que significan, la primera, «co- 
che ancho que tenía muy bajo 
el cielo», y la segunda, «mata 
de encina de mucho follaje y 
poca altura . » 

Charraire: hablador, jactan- 
cioso. 

Charrar: charlar. 

Chepa: jorobado. 

Chiba: jiba. 

Chibar: jibar. 

Chirigol: pisto; «darse chiri- 
gol» es ciarse charol ó pisto. 

Chiquiralla: conjunto de mu- 
chachos traviesos y bulliciosos. 

Chisnete: chichón. 

Choto: berrinche; «cogerle 
un choto», es llorar con coraje 
el niño. 

Chu flete: chiflo ó silbato . 

Chulla", chuleta. 

Churro: aragonés (entre los 
valencianos). 

Deja: manda testamentaria; 
legado. 

Desasentarse: ausentarse del 
pueblo; retirarse ó dejar de 
pertenecer á una cofradía, so- 
ciedad, etc. 

Descomido: inapetente. 

Desembuñigarse: d e s e n r e- 
darse de trampas ó deudas. 

Desespero: desesperación. 

Desembelecar: quitar estor- 
bos. 

Desfachatadamente: desver- 
gonzadamente. 

/)^j/<3!¿r/t¿z/¿z¿f¿7: descarado, in- 
solente. 

Desfachatez: desvergüenza. 

Desgana: desmayo, congoja^ 



26o 



Desgarr abandera : persona 
resuelta y poco cuidadosa de 
su aseo. 

Desecho', desgobierno, des- 
orden, calamidad, y así se dice: 
«esa casa es un desecho.» 

Desmayo: sauce. 

Desocupo", desocupación, y 
asi se dice: «¡qué desocupo de 
mujer, estar todo el día com- 
poniéndose! s> 

Despartidero', punto de con- 
vergencia ó cruce de dos vías 
cualesquiera. 

Despedida: salida; desagua- 
dero. 

Desterrarse: ausentarse mu- 
cha gente en busca de alguna 
diversión ó espectáculo, y así 
se dice: «:Zciragoza toda se ha 
desterrado para ir á ver las 
maniobras; Segorbe entero se 
desterró por ir á la fiesta de 
Altura. > 

Destroza: destrozo. 

Dica: hasta. 

Digendas: dichos, hablillas. 

Disprecio: desprecio. 

Dita: el tanto que se ofrece 
cuando se subasta algo. 

Doncel: agenjo. 

Dotorear: dar parecer y opi- 
nión sobre cosas difíciles y de 
especial competencia. 

Drape: holgazán é inapli- 
cado. 

Dula: Vecería. 

Echadazo: tendido por pol- 
tronería. 

Ejecutor, albacea. 

Elástico: almilla. 

Elor: frío. 

Emhafar: empalagar. 

Embastar: hilvanar. 

Embelecar: llenar de estor- 
bos. 

Emblanquinar: enjalbegar. 

Emboticar: estorbar; decir 
mentiras. 

Empajada: mezcla de paja 
mojada y sal para dar á las ca- 



ballerías en determinadas en- 
fermedades. 

Empastrada: desacierto, ma- 
jadería, torpeza que acarrea 
perjuicios. 

Empedradura : especie de 
flemón producido por el roce 
del calzado mal ajustado á la 
medida ó por la presión en las 
manos de las kerramientas del 
trabajo; llámasele también en 
Aragón «sentadura.:^ 

Empelle: injerto. 

Empentón: empujón. 

Encabezado: vino mezclado 
con aguardiente ó alcohol. 

Eftcantillo: lugar donde se 
venden las cosas ya usadas. 

Encomienda: encargo, depó- 
sito. 

Enchizar: hechizar. 

Enfilar: dirigir un asunto; 
tomar una dirección recta. 

Enfurrusc arse: enfurru- 
ñarse. 

Engafetar: abrochar. 

Engarronar: pisar á otro el 
talón, descalzándole el pie. 

Engullidor: sumidero. 

Eíirebuñado : oxidado. En 
algunas localidades de Aragón 
y en Segorbe dicen «robe- 
llado.» 

Enreligarse: enredarse, en- 
trelazarse; enmarañarse. 

Enruna: el conjunto de es- 
combros, cascotes y desperdi- 
cios que salen de las obras. 

Enrunar: echar enruna en 
algún sitio. Metafóricamente 
se dice de alguno: «es tan rico, 
que nos puede enrunar á on- 
zas de oto,'s> 

Ensimesmado: el que está 
distraído, metido en sí mismo 
y absolutamente extraño á lo 
que pasa en torno suyo. 

Ensobinarse: caer una caba- 
llería en postura tal, que el 
lazo que la retenía le ahoga ó 
la pone en peligro de perecer 
estrangulada. 



26 1 



Entalegado', persona que, 
metida en un saco, compite 
con otras en correr á saltos, 
habiendo algún premio señala- 
do para los que sobresalen en 
este ejercicio. 

Entrecavar-, limpiar de hier- 
ba la hortaliza. 

Estafar-, evaporar. 

Esbarrar: asombrar; espan- 
tar la caza, caballerías, etc. 

Esbromaderai espumadera. 

Escalera-, escalón, peldaño; 
así se dice: «cayó de seis esca- 
leras, brinca cinco y las sube 
de dos en dos. 

Escalñdo-, florecido. 

Escaparrar', «mandar á es- 
caparrar», para denotar que se 
le despide de mala cara ó que 
se le contesta agriamente. 

Esclafar: machucar, chafar, 
quebrantar; también se dice 
«esclafar los huevos, por cas- 
carlos, partirlos ó abrirlos. 

Escocido-, escarmentado. 

Escomenzar; comenzar. 

Escopetada-, escopetazo. 

Esc osear: esmollar, descor- 
tezar. 

Escorchón: desolladura. 

Escorredor: escorredera. 

Escornarse-. se usa en la 
frase «escuérnate como pue- 
das», en significación de com- 
ponte como puedas; «me es- 
come estudiando >, por hice un 
estudio largo y pesado. 

Escrismar: descrismar. 

Escuageringado : deshecho 
de fatiga. 

Esgarran: rasgón, desgarro. 

Esmerar: conseguir la dis- 
minución de un liquido por la 
ebullición. 

Esmorrillado: esportillado, 
cuando se trata de cacharros, 
y rozado cuando de telas. 

Espanturriar: sacudir, par- 
ticularmente las moscas. 

Esparteñas: calzado, no sólo 
de esparto, como dice la Aca- 



demia, sino también de cual- 
quiera otra substancia vegetal, 
como cáñamo, lino, etc. 

Espatarrarse: despatarrarse. 

Espeso: el que se ciñe mu- 
cho á una compañía ó á un 
negocio. 

Esponjado: azucarillo. 

Espichar: morir. 

Esputar: prorrumpir, lanzar 
fuera de sí, por ejemplo: «es- 
píe tó á llorar, espletó mil im- 
properios, espletó el saram- 
pión, espletó á orinar», etc. 

Espumar: chisporrotear. 

Esqueje: irónicamente se di- 
ce del niño pequeño y mal 
educado. 

Esquilador: en la frase «po- 
nerse como el chico del esqui- 
lador», denota que se ha co- 
mido, bebido ó tenido otro 
goce hasta el exceso. 

Estefiazas: tenazas. 
. Espiazar: despedazar. 

Estora: estera. 

Estrebedes: trébedes. 

Estrenas: gratificación ob- 
sequiosa. 

Estripacue?itos\ el que suele 
interrumpir inoportunamente 
al que lleva la palabra . 

Estropicio: ú^sp^xí^ctOf des- 
orden. 

Esturdecido: aturdido ó des- 
mayado por efecto de golpes. 

Esturrufao: descompuesto, 
particularmente el cabello. Es- 
ta frase figura en los fueros dé 
Aragón. 

Esbararse: resbalarse. 

Esbernizar: rozar hiriendo 
ligeramente una superficie, 
particularmente la piel. 

Exigidero: exigible. 

Exporga: expurgo. 

Exporgar: expurgar; soltar 
los árboles y las vides parte 
de su fruto en flor. 

Fajar: poner á los niños la 
envoltura. 



202 



Falaguera'. deseo imperti- 
nente. 

Falca', cuña. 

Falordia: fábula, cuento. 

Falsa: desván, solana; puer- 
ta excusada; pauta para escri- 
bir. 

Falsía: culantrillo- 

Famoso: injurioso, infama- 
torio, y suele decirse: «famoso 
sujeto me citan», para deno- 
tar que se trata de persona 
poco recomendable. 

Fandango: pendencia, riña, 
confusión, y así se dice: «¡se 
armó el gran fandango!» 

Fanfarria: fanfarrón. 

Farfalloso: tartamudo. 

Femado: abonado con es- 
tiércol. 

Fematero: el que recoge y 
acarrea el estiércol. 

Fet Ulero: melindroso con la 
comida. 

Figurante: persona de apa- 
rente gravedad, posición ó 
ciencia. 

Finja: finca. 

Filindrajo: andrajo. 

Flojar: aflojar. 

Flojo: falto de salud; conva- 
leciente. 

Florada: entre colmeneros, 
el tiempo que dura una flor. 

Florear: elegir lo mejor en- 
tre las muchas cosas de un 
mismo género. La Academia 
da á esta palabra significado 
muy distinto. 

Florecido: enmohecido; cu- 
brirse de moho alguna eosa. 

Forano: forastero. 

Fregadera: fregadero. 

Friolenco: friolento. 

Frior y friores: frío y frial- 
dad. 

Fuchina: escapatoria; par- 
ticularmente se dice de los ni- 
ños cuando se ausentan furti- 
vamente de casa los padres ó 
hacen falta á la escuela. 

Fulero: se aplica á lo que no 



es de recibo, á la persona de 
malas mañas y á las prendas 
de vestir que no son de buen 
gusto. 

Fulla: mentira. 

Furris: tramposo, embro^ 
llón. 

Gafarrón (ave): pardillo; se 
dice de los niños que hablan 
mucho. 

Gafete: corchete. 

Gajo: porción de manzana, 
naranja, etc. 

Galce: marco ú aro rebajado. 

Galdufa: peonza. 

Gallinero: localidad de en- 
trada general en el teatro. 

Gallos (á): se usa en la frase 
«hervir á gallos», para expre-, 
sar un hervor fuerte. 

Gandumbas: hombre de ge- 
nio blando ó carácter poco ac- 
tivo. 

Gana: extremos de la he- 
rradura, reja ó azada; las aber- 
turas que tienen los peces á 
los lados de la cabeza. 

Garba: gavilla de mieses, á 
distinción de la de sarmientos, 

Garbar: formar la garba ó 
recogerla. 

Garbear: afectar garbo en lo 
que se dice ó hace. 

Garbo (de): con abundancia 
y derroche; así se dice: «gastó 
de garbo en el bautizo.^ 

Garnacha: cierta especie de 
uva. 

Garra: en la frase «estirar 
la garra», significa morir. 

Garrampa: calambre. 

Garras: piernas. 

Garrear: patalear; agitar y 
mover descompuestamente las 
piernas por enfermedad ó por 
coraje. 

Garrofa: algarroba. 

Garro feral: algarrobal. 

Garro fin: el grano ó si- 
miente de la algarroba; niño 
pequeño poco medrado y muy 
ágU. 



Garrón: calcañar, y así, al 
que lleva las medias caídas, se 
dice que las lleva al «garrón»; 
codillo de la res. 

Carroso: patituerto. 

Gabia: expresión para mo- 
tejar á uno de loco, travieso ó 
calavera. 

Gayata: cayado. 

Geribequts: gestos, guiños, 
visajes, contorsiones. 

Geta: grifo. 

Getazo: bofetón. 

Gínjoh azufaifa. 

Gordaria: grosor. 

Gorrmera: choza en que se 
encierran los cerdos. 

Gorrino: puerco ó cochino; 
en Castilla, puerco que no lle- 
ga á cuatro meses. 

Gorroftera: agujero cilindri- 
co en que entra el gorrón ó 
espiga de la puerta de calle, 
construida con este giro y no 
con bisagras, 

Glope: buche, sorbo, boca- 
nada. 

Grilla: mentira. 

Grillo': en la frase «se las 
grilló», indica que uno se au- 
sentó con aires de huida. 

Gr ilion: el hijuelo que brota 
de una simiente, del cual hace 
después la planta nueva. 

Gris: tiempo frío- 

Gruñón: gruñidor. 

Guaja: bribón solapado. 

Guajar ó cuajar: echar mu- 
cho grano la espiga. 

Guapo: se emplea para de- 
notar asentimiento; así se dice: 
«¿quiere usted pasear? > «Gua- 
po», esto es, conforme. 

Güeso: cuesco, hueso. 

Guantazo: guantada, bofe- 
tón. 

Güeñas: especie de embu- 
tido. 

Guilinduges ó guilindainas: 
adornos impropios en el traje 
de la mujer; fingidas razones 
para excusar que se procedió 



263 

de manera distinta á la que 
era de esperar ó se había pro- 
metido. 

Guipar: atisbar, brujulear, 
descubrir. 

Guisopo: hisopo. 

Guita: dinero en abundan- 
cia. 

Guitón: picaro *. 

Gusanado: lo que está daña- 
do ó agujereado por los gusa- 
nos. 

Hablada: hablillas. 

Habladuría: hablilla. 

Hacer: en la frase «hacer 
leña* , por cortarla. 

¡Hala!: exclamación ó in- 
terjección equivalente á la de 
¡vamos!, ¡arriba! 

Hartar: precisar, obligar, 
vencer; así se dice: «le harté á 
palos; me harté de pegarle.» 

Hartazón: hartazgo. 

Helor: tiempo de hielos. 

Herejía: cualquier falta, aba- 
so, exceso de precio, etc., que 
se separa de lo razonable . 

Historiado: todo lo que tie- 
ne mucho ornato, ya sea mue- 
ble ó prenda de vestir. La 
Academia lo aplica sólo á la 
pintura. 

Huerta: tierra de regadío. 

Huevatera: la mujer que 
vende huevos, rogando que se 
los compren de puerta en 
puerta. 

Ifi fiarse: morirse. 

IscOy i se a: hombre ó mujer. 
En el texto hebreo del «Gé- 



1 Borao incluye esta palabra entre 
las aragonesas. Echegaray la conside- 
ra holandesa, y dice de ella que se 
emplea para designar al picaro por- 
diosero que, con capa de necesidad, 
anda vagando por lugares y chozas 
sin quererse sujetar ni trabajar. El 
nombre de «Pería de Guitón» que lleva 
la peña que hay á la orilla del paseo de 
Sopeña, procede del albergue que to- 
mase alguno de estos pordioseros en 
la cueva que forma el declive de dicha, 
peña. 



204 



nesis» ya se nombra así á la 
mujer. Apenas vio Adán á 
Eva, dijo con luz superior: tve 
aquí un hueso de mis huesos y 
carne de mi carne; su nombre 
ha de ser Isca, esto es, hem-, 
bra humana»*. 

Ivierno', invierno. 

Jabeda: juego de muchachos 
en que linos forman cadena 
cogidos de las manos y otros 
corren perseguidos por los 
primeros. 

Jabegón: red gruesa de es- 
parto con ancha malla que sir- 
ve para llevar paja. 

Jada: azada. 

Jarmentear: sarmentear. 

Jasco', desabrido, seco. 

Juncar', junqueral. 

Jazminero: jazmín. 

Jetazo', mojicón. 

Joparse-, irse, largarse. 

Jovenzano', joven recién ca- 
sado. 

Julepe', se usa en las expre- 
siones «llevar un julepe», para 
significar haber sufrido mucho 
ó haberse dado un mal rato. 

Justillo', corsé ajustado en 
las mujeres. 

Labor-, simiente de gusanos 
de seda. 

Lamín', golosina; úsase mu- 
cho en sentido de cebo ó atrac- 
tivo cuando se dice: «al lamín 
de la dote cayó en la trampa.» 

Laminear', lamer, golosi- 
near. 

Laminero: goloso. 

Lanza: «echar la lanza» equi- 
vale á cortar de un árbol las 
ramas al nivel del plano ver- 
tical que se supone levantado 
sobre la línea colindante que 
separa dos campos vecinos. 

Lapo: bofetón. 

Latonero: almez. 



1 Asi lo dice Fr. José del Salva- 
dor. «Pláticas dogmático-morales», to- 
mo I, pág. 79. Madrid, 1803. 



Lengudo'. l^ngvisxsz', largo de 
lengua* 

Leñazo: garrotazo. 

Ley: cariño, fidelidad, amor, 
y así se dice: «tener poca ley; 
no tener ley al pan que se 
come.» 

Legona: azada en forma de 
pala, y usada más para recoger 
la tierra suelta que para re- 
mover la firme. 

Lesna: lezna. 

Lomillo: solomillo. 

Lorza: pliegue que se hace 
en los vestidos para alargarlos, 
si conviene. 

Luna: patio descubierto. 

Lloradera: especie de par 
sión de ánimo que se resuelve 
en copioso llanto, imposible 
de contener; el acto de llorar 
desesperadamente, por ejem- 
plo: «al saber la muerte de su 
padre, le entró una lloradera 
que llegó á darnos cuidado. > 

Madera: se usa en la frase 
«tener mala madera», para in- 
dicar el estado accidental de 
debilidad orgánica ó nerviosa, 
ó de displicencia y flojedad de 
ánimo. 

Madrija: pez de río; cosa 
pequeña entre las de su gé- 
nero. 

Majencia: se dice de las fa- 
milias ó casas cuyo caudal y 
buen gusto andan aparejadas. 
Esta palabra aragonesa guarda 
cierta afinidad con majestad. 

Majo: lujoso, elegante, bien 
puesto de traje. En Castilla se 
refiere principalmente al des- 
garro ó libertad de maneras. 

Malmandado: inobediente. 

Malo: mal, en sentido de 
adverbio; por ejemplo: «me 
sabe malo repetir dos veces 
las cosas.» 

Maltrabaja: haragán, pere- 
zoso para el trabajo. 

Manar: brotar agua de al- 
gún manantial ó filtración. 



Mancha: fuelle. 

Manchadon el que mueve 
los fuelles. 

Manchar: manejar ó dar 
aire á los fuelles. 

Manchoso: se dice de lo que 
por su color delicado ó por 
cualquier otra causa recibe 
con facilidad ó, por mejor de- 
cir, no suelta la suciedad ni 
las manchas. 

Mandria: haragán, egoísta; 
en Castilla, cobarde. 

Mandarria: bandurria. 

Mangrana: granada. 

Manta: la prenda que com- 
pleta el traje de abrigo en los 
labradores. 

Mantornar: dar segunda la- 
bor á la tierra. 

Manzana: con las varieda- 
des «comadre, helada, sanjua- 
ñera, morro de vaca> y otras. 

Mañanica: principio de la 
maiSana. 

Maño: hermano. 

Marcear: reinar tiempo ven- 
toso. 

Mar daño: camero padre, 
morueco. 

Márfega: jergón de tela 
tosca. 

Mari: palabra que se ante- 
pone á otras muchas para de- 
notar frecuencia en alguna co- 
sa; así se dice: «mariprisas, 
marienredos, mariapuros», co- 
mo si dijéramos, el hombre de 
las prisas, enredos ó apuros. 
. Aldrrega: jergón. 

Marro: sorpresa desagrada- 
ble, chasco; así se dice: «toda 
la vida esperando heredar, y el 
difunto les dio marro.» 

Mas: casa de campo y la- 
branza; úsase en sustitución de 
«tan> en las frases «qué pan 
más blanco, qué queso más 
duro», etc. 

Masada: masía; también se 
usa la palabra «masadero> por 



265 

el colono ó vecino de la masía; 
lo que se amasa de una vez. 

Masdr: amasar. 

Mascara: tizne. 

Mascarar: tiznar. 

Máselo: hombre; leemos en 
Blancas: «el Arzpbispo, levan- 
tándose en pie, respondió: — 
Empero si á Nuestro Señor 
Dios pluguiese dar á V. A. 
fijo ó fijos máselos legítimos>; 
animal macho. 

Masero: lienzo en que se 
acomodan los panes para lle- 
varlos á cocer. 

Mastuerzo: majadero; per- 
sona negada ó muy inútil. 

Mata de pelo: crencha. 

Matacahra: granizo menu- 
do que cae en el invierno. 

Matacán: escamonea falsa. 

Matapuerco: las faenas con- 
siguientes al mondongo. 

Meadina: meada. 

Mediero: el que va á me- 
dias en la administración de 
tierras ó en la cría de anima- 
les. 

Medrana: miedo, pavor, y 
se dice: «le entró una medra- 
na cuando vio los alguaciles. > 

Mejer: mecer; dar vuelta ó 
remover la brisa á poco de 
fermentada. 

Melón de agua: sandía- 

Melsa: bazo; flema, calma, 
poltronería. 

Memoria: se dice «caer ó 
dormir de memoria>, para de- 
notar que «en posición su- 
pina.» 

Mereftdola: merendona. 

Mermar: disminuir las subs- 
tancias expuestas al calor. 

Me pena: lo siento. 

Mesmamente: adverbio deri- 
vado de «mesmo» ó mismo con 
igual significación, verbigracia: 
«yo mesmamente se lo dije>, 
por yo mismo; significa tam- 
bién, precisamente ó puntual- 
mente; verbigracia: «mesma- 



266 



mente aquel día no estaba yo 
en casa.» 

Miajitina : diminutivo de 
«miaja.» 

Mida-, Medida. 

Micha: bazo. 

Milenta', gran número. 

Milocha : cometa ; apodo 
contra la persona demasiado 
alta y delgada . 

Aliramar: mirador ó torre 
en las casas de recreo. 

Mitadenco', trigo mezclado 
con centeno. 

Morar: sonar. 

Mócete: jovenzuelo. 

Modoso: se aplica á la per- 
sona de moderación y tem- 
planza en sus acciones y pala- 
bras. 

Momos: gestos; visajes que 
se hacen para burla de alguno. 

Mona: gusano de seda que 
no continúa formando el ca- 
pullo 

Monero: fisgón. 

Monda\ despojo de piel ó 
corteza de frutas ó legumbres. 

Moñaco: muñeco. 

Mora: el fruto apiñado que 
da la zarza silvestre. 

Moradura: mancha lívida en 
la piel, causada por golpes ó 
hemorragicis capilares; equimo- 
sis. 

Mor cacho: morcajo. 

Morcas: heces del aceite . 

Morgaño: ratón campesino. 

Morgón: mugrón de vid. 

Morgonar: tender los sar- 
mientos para que arraiguen. 

Morreras: eritema ó grietas 
alrededor de los labios. 

Morro: enfado, berrinche . 

Morrocotudo: grande, formi- 
dable, terrible; se usa sólo 
vulgarmente en las frases «ca- 
pital morrocotudo; juego mo- 
rrocotudo; dista cuatro leguas 
morrocotudas», etc. 

Morrón: calificativo de cier- 
ta variedad en los pimientos. 



Morrudo: el que se apercibe 
pronto de un buen condimen- 
to; el que de ordinario está 
enfadado. 

Mortajar: amortajar. 

Mose'n: título ó tratamien- 
to equivalente á Don, y que 
hoy sólo se da á los clérigos. 

Motilar: cortar el pelo. 

Nano: enano. Se dice tam- 
bién «año de la nanita» para 
denotar mucha antigüedad. 

Naya: galería en palacio, 
iglesia ó casa de importancia. 
«Naya», según el Diccionario 
valenciano de Escrig, palco. 
El vocabulario valenciano-cas- 
tellano de Cabrera admite 
también el diminutivo «naye- 
ta» para designar la especie 
de entresuelo que tienen los 
pisos bajos de algunas casas 
de comercio. En Segorbe se 
usa solamente en la acepción 
aragonesa, y D. Manuel Gó- 
mez dijo á este propósito: 

Si esta «naya» mía fuera, 
¡Cuan lucida la pondría! 
¿Qué «naya».> No lo comprendo. 
<Esta «naya»? Galería. 

Nazareno: voz familiar que 
señala al que anda sucio de 
sangre, polvo ó con traje des- 
compuesto . 

Nebleros: moldes para ha- 
cer las hostias. 

Nevaterla: sitio donde se 
vende la nieve . 

Nevatero: el hombre que 
vende nieve. 

Niéspola: fruto del níspero. 

Niquitoso: dengoso. 

No-cosa\ nada; poca cosa. 

Nublo: en las frases «tocar á 
nublo», viene á ser como «pre- 
dicar en desierto», y así se 
dice: «mandar á los niños que 
callen, es como tocar á nublo.» 

Nuncio: alguacil de la curia 
eclesiástica. 

Ocheno: la octava parte de 
ocho. 



Oleaza: agua sucia sobrante 
después de sacado el aceite de 
la pila. 

Oliva: aceituna. 

Olivera: olivo. 

Otri: otro. 

Pagentar: apacentar. 

Pachuchada: dicho ó hecho 
que no vale la pena y que de- 
nota sandez ó tontería. 

Paja: «trabajar por la paja», 
denota haber hecho alguna 
cosa con poca ó ninguna utili- 
dad: hay quienes hacen con 
sus caballerías la faena de la 
trilla de mies ajena, reserván- 
dose para si toda la paja. 

Paja-humo: en la frase «hu- 
mo de paja», denota que un 
asunto ó persona se coloca 
fuera de juego. 

Pajarilla: insecto que des- 
truye la cebada. 

Pajarolear: hacer vida ale- 
gre, ociosa y disipada. 

Pajuz: paja medio podrida. 

Panderete: pandereta. 

Panel: voz de carpintería. 

Panizar: sembrado de maíz. 

Panizo: maíz. 

Pansa: pasa. 

Pa7tsido: seco, marchito, sin 
jugo. 

Pantasma: fantasma. 

Pataca: mentira. 

Parar: disponer, preparar, 
y así se dice: «parar la mesa», 
en sentido de cubrirla con los 
manteles, ó como dice la Aca- 
demia de ponerla. 

Parra: «subirse á la parra >, 
ofenderse; picarse de alguna 
alusión . 

Parranda: jolgorio, ociosi- 
dad, pasatiempo. 

Parvada: gran cantidad. 

Pasadas (á todas): «enajena- 
ción absoluta sin condiciones 
de retracto», es frase que se 
usa en oposición á carta de 
gracia . 



267 

Patalea: reunión de gente 
ociosa y descarada. 

Pavana: «salida de pavana» 
es expresión que significa ré- 
plica intempestiva, insuficiente 
ó grotesca; desenlace poco de- 
licado en algún asunto. 

Peal: úsase en la frase «po- 
ner á uno como un peal», equi- 
vale á «poner á uno como un 
trapo.» 

Pebre: guindilla fuerte; en 
la frase «pica el pebre», equi- 
vale á mucho precio. 

Pedrera: mina de piedra ó 
cantera. 

Pelacahas: viento fuerte y 
frío. 

Pelele: pobrete; falto de in- 
teligencia. 

Peleja: mujer de defectos 
capitales. 

Pelindusca: ramera. 

Peluchón: pelo descompues- 
to; se dice también del que lo 
lleva. 

Pellejero: el que se dedica á 
comprar pieles de desecho ó 
de reses mortecinas. 

Penar: pesarle á uno; arre- 
pentirse. 

Pendonear: disipar el tiem- 
po; callejear; concurrir á toda 
distracción. 

Pendonero: haragán, vago; 
amigo de pasatiempos. 

Peneque: borracho. 

Perdigana: perdiz sin plu- 
marse por completo. 

Perejil: «ser como el pere- 
jil», paxa indicar que uno se 
multiplica en todas partes. 

Pero: tiene alguna vez ofi- 
cios de partícula afirmativa 
equivalente á «sí»: como «es 
fácil, pero muy fácil.» 

Pes calero: pescadero; el que 
vende pescado. 

Petate: dar el petate; aban- 
donar el pueblo en que se 
vive. 

Petrusos: terreno peñascoso. 



268 



Picaporte: llavín con que se 
abre la puerta. 

Picar, machacar, desmenu- 
zar. 

Picazo: picotazo. 

Picor: escozor. 

Picotear: ir comiendo de 
poco en poco. 

Pie: medida para la acei- 
tuna. 

Pigre: tardo, negligente. 

Pilla: pillaje. 

Pilma: bizma. 

Pimentón: pimiento. 

Pinada: pinar. 

Vinchar: punzar. 

^ingo: sucio, desmedido, de 
maneras libres; se aplica co- 
múnmente á la mujer. 

Vintiir rutean' pin torear. 

Pipirijaina: compañía ó tro- 
pa de malos comediantes. 

Pisazo: pisotón, pisada. 

Pitorro: hombre calculador 
y de agilidad extraordinaria. 

Yitez: viveza. 

hitaste ó petaste: hombre 
importuno, desmañado, que 
sueje estorbar con su presen- 
cia. 

Vizco: pellizco. 

Vlantar cara: presentarse 
en ademán de resistencia. 

Vla?ttaina: llantén. 

Vlañir: sentir, deplorar, por 
ejemplo: «no se plañe él por 
cien duros más ó menos. > 

Vlegador: el que recoge li- 
mosna para alguna cofradía ó 
comunidad. 

Voder: úsase en la frase «es 
cosa que me puede >, como di- 
ciendo que me incomoda. 

V ore he: soportal. 

Vorreta: en la frase «que- 
darse en porreta», significa 
haber perdido toda la hacien- 
da y también despojarse de 
toda prenda de vestir. 

Voso: parte gruesa que de- 
positan los líquidos. 

Vote: Bote. 



Votrear: molestar, apurar, 
cansar; aburrir á uno. 

Vresa: puchero de enfermo. 

Vresco: melocotón. 

Vresquilla: bresquilla. 

V restar: dar de sí las telas. 

Vrieto: mezquino. 

Vrobar: catar. 

Vrobatina : ensayo , tenta- 
tiva. 

Vropio (de): como de in- 
tento. 

Vrou: bastante. 

Vudir: heder. 

Vudor: hedor. 

Vtiga: púa. 

Vunchar: punzar . 

Vunchazo: punchada . 

Vunchón: punzón. 

Vuntilloso: el que tiene mu- 
cho puntillo ó una susceptibi- 
lidad exquisita. La Academia 
admite «puntoso» y «pun- 
tuoso 

Vunza: espina. 

V uñazo: puñada, puñetazo. 

Vurna: chispa; «tener malas 
purnas», ser de poco aguante, 
mal genio ó no admitir chan- 
zas. 

Quebrazas: grietasdelapiel. 

Quejón: quejumbroso. 

Quijal: muela. 

Rabada: rabadilla. 

Rabagallos: mujer propensa 
á suscitar riñas y pendencias 
ruidosas. 

Rabal: arrabal. 

Rader: raer. 

Radido: miserable, mu- 
griento. 

Raedor: rasero . 

Rafe y rafel: alero del te- 
jado. 

Rallado: se dice «rallado de* 
viruelas» al que quedó seña- 
lado de ellas. 

Rampa: calambre. 

Ramucha: ramuja; ramiye 
inútil; ramiza. 

Raspajo: escobajo de la uva; 
rampajo. 



Reblar, titubear, retroceder; 
hincar en la madera la punta 
de un clavo; aplastar el extre- 
mo de un hierro. 

Rebornecen bastardear, de- 
generar. 

Rebuchar: recusar. 

Rebutido: lleno. 

Recibidor: sala de recibi- 
miento. 

Rechichivado: guisado que 
se pasa de fuego; también se 
aplica á la persona á quien se 
le apura la paciencia. 

Redolar: caída de algún ob- 
jeto, persona ó animal dando 
vueltas por un declive. 

Refilar: sortear una mone- 
da, palillo, pelota, etc. 

Refirmar: apoyar la estabi- 
lidad mecánica de un muro, 
puntal, etc. 

Refitolero: indiscreto. 

Refrían: enfriamiento in- 
tenso. 

Re frotar: frotar. 

Regadora: regadera. 

Regañao: el que tiene los 
párpados contrahechos y vuel- 
tos algo por fuera . 

Regla: listón de los que 
usan los albañiles para las ali- 
neaciones. 

Remugar: rumiar. 

Rendrija: rendija. 

Renegón: renegador. 

Retólicas: retóricas . 

Repaso: la segunda prensada 
de la aceituna. 

Replegar: alzarse con todo; 
así se dice: < antes de irse de 
casa, replegó cuanto en ella 
había de frutos, muebles», etc. 

Reposte: despensa. 

Requilorios: exceso de ador- 
nos; rodeos ó atavíos en la 
conversación. 

Respetudo: dícese de la per- 
sona que inspira gran respeto 
por su exterior. 

Respingo: en la frase «pegar 



269 

un respingo», significa tomar 
ánimo. 

Respulero: respondón; úsase 
mucho en femenino . 

Restregón: estregón . 

Restrojo: rastrojo. 

Retastinarse: pasarse de 
fuego. 

Revés: bofetón . 

Revisalsear: registrar, entre- 
meterse. 

Revisalsero: curiosón. 

Rezago: ganado endeble. 

Riada: avenida de río . 

Rebullen es: setas . 

Rispo (á): hombre ó mujer 
listos. 

Rodancha: equimosis; lonja 
de pan, queso, tocino, etc. 

Rolde: círculo . 

Romana: «correrse la roma- 
na», equivale á exagerar. 

Roncha: lonja de tocino, 
pan, etc.; equimosis. 

Rónego: descarnado. 

Roñar: regañar. 

Ronón: regañón. 

Roñoso: llorón, tacaño. 

Rosada: escarcha. 

Roscada: colada. 

Rosigar: roer; murmurar por 
lo bajo. 

Royo: rubio, rojo. 

Royura: (véase moradura). 

Ruejo: rodillo de molino; 
«comulgar á uno con ruejos 
de molino», querer convencer- 
le de una cosa increíble. 

Rufo: rozagante, vistoso, 
bien adornado . 

Rugiada: golpe de lluvia. 

Rugiar: rociar con agua. 

Rujio: rocío. 

Rusiente: candente. 

Rustir: asar hasta tostar. 

Sanjuanada: los días próxi- 
mos, antecedentes y subsi- 
guientes á la Natividad de 
San Juan Bautista. 

Saque: se dice de uno «que 
tiene buen saque», para deno- 
tar que es comedor ó bebedor. 



270 



Saquera', aguja de coser sa- 
cos. 

Sargantana y sargantena: la- 
gartija. 

Sal morra: salmuera. 

Saltadera: «estar á la salta- 
dera», es hallarse una mujer 
preñada dentro del noveno 
mes. 

Sarria: esportón. 

Sastresa: la mujer del sastre. 

Secados: secos; no se dice 
como en Castilla higos secos, 
sino secados. 

Secano: se dice «abogado de 
secano > al hombre sin estu- 
dios que se entremete en lo 
que no entiende. 

Semejante: extremado en 
magnitud, número ó lujo, y 
así se dice: «ha hecho seme- 
jante fortuna; ha venido con 
semejante traje; trajo seme- 
jante caudal. 

Semo: hueco, sin jugo; ra- 
quítico . 

Sentido: «costar un sentido> , 
es costar mucho. 

Serreta: cadenilla que se po- 
ne al freno en los animales de 
monte para refrenarlos. 

Sinjusticia: injusticia. 

Sinfinidad: multitud. 

Sobré-barato: muy barato. 

Sobre-bueno: excelente. 

Sofoco: el acto de apasio- 
narse ó disgustarse vivamente. 

Solanar: el día caluroso y 
de horizonte despejado; el 
aposento ó paraje que recibe 
el sol de lleno. 

Sol de caracoles: el de poca 
fuerza. 

Somardón: marrullero, re- 
servado, egoísta. 

Sondormir: dormir con sue- 
ño ligero; dormitar. 

Sopapo: revés . 

Sopas: «llegar á sopas he- 
chas», es que se acudió cuan- 
do todo estaba hecho . 

Sotobar ó estoban mullir . 



Sudar: en las frases «sudar 
pez, sudar el quilo», sigoiñca 
sudar copiosamente. 

Sumsido: lo mermado y aun 
seco. 

Surtida: salida en sentido 
de acometida. 

Subidor: subidero . 

Tablero: mostrador. 

Taca: mancha. 

Tajadera: compuerta para 
detener ó desviar el agua. 

Tajo: «un tajo de cosas >, 
por muchas; «acudir al tajo», 
por acudir al sitio donde se 
trabaja. 

Talegazo: costalada . 

Talegal d talegtiera: cereza 
de carne más dura que la or- 
dinaria. 

Tamborinazo: caída, golpe. 

Tapera y taperott: alcaparra 
y alcaparrón. 

Tapia: «sordo como una 
tapia», para ponderar la suma 
sordera de un sujeto. 

Tardano: tardío. 

Tarquín: cieno en el fondo 
de las aguas. 

Tarumba: el que se halla 
confundido, aturdido á anona- 
dado. 

Teda: tea. 

Teja de agua: la cuarta par- 
te de una fila. 

Tejedor: insecto que anda 
con gran velocidad sobre las 
aguas . 

Tejugo: tejón. 

Tenaja: tinaja. 

Tentón: á tientas. 

Terna: el ancho de las telas; 
así se dice: «una sábana de 
tres ternas, vestido de cinco 
ternas.» 

Tiberio: bulla, escándalo, 
confusión, desorden. 

Tierra blanca: la de sem- 
bradura . 

Tinglado: tablado alto y ar- 
mado á la ligera. 

Tío ó ña: hombre ó mujer; 



271 



en la frase «no hay tu tía» y 
en la de «no hay tío pásame 
el río», indican que no valen 
excusas ó que no hay que es- 
perar perdón . 

Titada: monería; acción afe- 
minada; remedio impertinente. 

Tobo: hueco, mullido. 

Tocadura: especie de llaga 
producida en las bestias de 
carga por el roce de los apa- 
rejos. 

Tocárselas: en la frase «to- 
cárselas», significa marcharse 
disimuladamente. 

Tocata: sonata; pieza de 
música: tunda. 

Tongada: capa de tierra, 
sal, azúcar, etc. 

Tontina: tontería, tontada. 

Toquitiar: diminutivo ó ate- 
nuante de tocar. 

Tozar: topar el carnero; por- 
fiar neciamente. 

Tozolada: tozolón. 

Tozudo: testarudo. 

Tozudear: porfiar demasia- 
do y obstinarse. 

Trancada: trancazo. 

Trascolar: trasegar. 

Trasmudar', trasegar. 

Trazar: sustantivo aplicado 
en plural al hazañero que es 
todo apariencias; úsase mucho 
en los diminutivos «tracillas» 
y «trace tas.» 

Trena: trenza; «meter en 
trena»; sujetar á uno. 

Trencha: pretina. 

Triarse: agriarse la leche; 
escoger; y se dice: «tríate lo 
que quieras; tría el arroz», etc. 

Trifulca: gran bulla, diver- 
sión, contienda. 

Trinchar: saltar, correr. 

Trinquis: trago. 

Tripas: se usa en las frases 
«tener malas tripas», para de- 
signar persona cruel ó venga- 
tiva. 

Tronzado: cansado, tullido á 



consecuencia de una marcha 
penosa . 

Truco: úsase en la frase «co- 
mo si dijeras truco», para sig- 
nificar que una persona no 
consigue nada de otra . 

Untura: enjundia. 

Vajillo: cacharro, cuba, to- 
nel. 

Valerse: tener valor alguna 
cosa, y así se dice: «este año se 
vale mucho el trigo . » 

Varear: esponjar, mullir. 

Vareador: el que tiene por 
oficio varear la lana. 

Vedado: espacio comprendi- 
do entre la glotis y la epiglo- 
tis. 

Villutero: el que trabaja en 
seda. 

Ve7ideduria: vendería. 

Vendema: vendimia. 

Ventano: ventanico ó ven- 
tanillo; la Academia sólo ad- 
mite estos diminutivos, pero 
no su respectiva voz radical. 

Vera: orilla. 

Verdad: se dice mucho en 
sentido de eternidad ó de la 
otra vida, por ejemplo: «le ha- 
llé inmóvil, sin color, frío, y 
creí que ya estaba en la ver- 
dad.» 

Verde: forraje. 

Ver güero: alguacil; macero. 

Veta: trenzadera ó cinta de 
algodón. 

Viciar: mimar. 

Vicioso: educado con sobra- 
da libertad. 

Vigüela: guitarra. 

Vislay: soslayo. 

Volada de aire: ráfaga de 
viento. 

Vueltas: bovedillas. 

Yerba: alfalfa; se toma el 
género por la especie. 

Zafrán: azafrán. 

Zagueramente: últimamente. 

Zamarrazo: golpe; desgra- 
cia que uno sufre en su salud, 
en su carrera ó su fortuna, y 



272 

así se dice de uno que ha que- greña>, en lugar de ir á la 

dado cesante: «hoy le ha lie- greña. 

gado el zamarrazo.» Zote\ ignorante. 

Zapatero-, el que en algunos Zucrerta-, confitería, 

juegos no hace tanto ó baza. ' Zuro: corcho. 

Zarpa\ «andar á zarpa la i 

?i 
II ^ 

Tan cabal idea del aragonismo en Segorbe 
como dan las voces que anteceden, se encuentra 
en la construcción gramatical y maneras de ha- 
blar de la labranza aragonesa. D. Luis M.^ Ló- 
pez AUue, de la ciudad de Huesca, ha publicado 
recientemente' en la Revista de Aragón una no- 
velita de costumbres aragonesas, la cual ha sido 
muy favorablemente juzgada por la prensa de 
Zaragoza. Es un trabajo muy á propósito para 
que tomemos de él algunos párrafos, los que 
parecen, tanto como oídos á labradores de 
Huesca, recogidos entre los del propio gremio 
en Segorbe. 

Titúlase la novela «Pedro y Juana». El au- 
tor de la obra emplea en ella, de cuando en 
cuando, palabras de los tipos populares que 
figuran en la composición, escribiendo algún 
diálogo en lenguaje baturro. Este lenguaje coin- 
cide en tanta manera con el del vulgo en Se- 
gorbe, que nadie dudará de su identidad origi- 
naria; atienda ahora el lector al padre de Juana, 
hablando de su hija en estos términos: «Lásti- 
»ma que mi Juanica no haiga nacido en un pa- 

^ Revista de Aragón^ año 1902. 



273 

lacio ú no sea la hija de algún deputao, por- 
que sabría hacer su papel con toda la verdad y 
el aquel del señorío. Me juego una onza á que 
si la ponen con muchos volantes y ciúticas en 
cualquier balcón del Coso de Zaragoza, naide 
la tomará por hija de un labrador de par de 
güeyes. Por supuesto — añadía con acento va- 
nidoso, — de raza le viene al galgo. A mi agüe- 
la le oí decir que, siendo chiquitica, había en 
su casa del valle de Broto más de tres mil ca- 
bezas de ganado lanar; pero cuando la guerra 
de los gabachos no quedó estaca en paré, por- 
que todo lo redotaron aquellos granujas.» 
No dejaba Juana de aspirar con fruición el 
humo de tales alabanzas, pues al fin era mujer; 
pero nadie le sorprendió en flagrante delito de 
soberbia, ni siquiera de vanidad. 

Muerta la madre de Juana, las cavilaciones 
secretas y los pensamientos íntimos del viudo 
eran el casamiento de su hija. Dos eran los as- 
pirantes á la mano de Juana; aunque el uno 
por exceso de vanidad y el otro por falta de 
decisión, ninguno de los dos había expuesto á 
la sazón sus pretensiones á la moza. Andrés 
llamábase el primero, y era, como suele decirse, 
de los de manta y trabuco, el mejor plantado 
de toda la comarca bailando la jota ó tañendo 
la vihuela de punteado: era un estuche; las mo- 
zas se desvivían por bailar con él, y todas daban 
oídos á sus requiebros, pues era decidor y ga- 

Í8 



274 

lante á su manera. El otro pretendiente llamá- 
base Pedro, y era el reverso de la medalla, tan- 
to por la figura como por el carácter y sus afi- 
ciones; en las fiestas y firancachelas apenas se 
notaba su presencia. Más aún: los días de pre- 
cepto se aburría soberanamente porque sus 
gustos y aficiones lo encaminaban al trabajo. 

Ni el uno ni el otro pretendiente habían pa- 
sado á la sazón de los trabajos preliminares 
cerca de Juana; cuando Pedro, en una tarde 
antes de ponerse el sol, se fué al encuentro del 
padre de aquélla, que se hallaba cavando en una 
viña, entablaron el siguiente diálogo: 

« — Buenas tardes, sino Manuel (este era el 
^nombre del padre) — dijo Pedro cuando se 
» acercó al padre de Juana. 

» — ¡Hola, Perico! — respondió éste con mar- 
iscadas muestras de cansancio. 

» — ¿Cómo vivimos? 

» — ¿Cómo quiés que viva? Como una casa 
» cuando se cae. 

» — ¿Y la tierra, qué tal está? 

» — Nada más que talcualica. Con este seque- 
»ro se pone muy cotaza (seca ó costrosa), de 
»modo y manera que me engaña la volunta. En 
» otros tiempos esta viña la remataba por un 
»regular hasta el mediodía, y hoy, en fin, ya lo 
»ves, se va á esconder el sol y aun me queda 
»tajo pa mañana. ¡Esto se acaba, Pedro! — aña- 
»dió el viejo con acento resignado. — La jada 



275 

»pesa mucho, los años pesan más que la jada, y 
»los huesos paice que se me güelven vidrio. 

» — Pues no hay que apurarse por la presen- 
>>te, sino Manuel — dijo Pedro quitándose la 
> chaqueta. ^ — Vayase á echar un traguico, mien- 
»tras que yo remato lo que falta. 

» — ¡Quiá, hombre! Si no me apuro por tan 
>poca cosa. Dende que nací, no hi tuvido más 
» oficio que el que ves. 

» — Que se asiente, le digo — interrumpió el 
»otro arremangándose las mangas de la camisa, 
»y al dar el primer golpe con la azada en tierra, 
idijo: — Pa eso estamos los jóvenes, pa descan- 
^>sar á los viejos.» 

Concluida la faena, y de regreso hacia el 
pueblo, Pedro expuso á su manera sus preten- 
siones hacia Juana, que el viejo escuchó con la 
prudencia sagaz de los montañeses. Son dignas 
de anotarse las palabras empleadas por Pedro 
al declarar al señor Manuel el amor que sentía 
por su hija: 

« — Yo no sé lo que me sucede con Juanica, 
»pero es el caso que no la puedo separar de 
»mis adrentos». Y más adelante dice: «Por eso 
»hi venido á su encuentro esta tarde, pa con- 
»tale lo que me sucede; porque si usté no me 
» disprecia, aunque se ajunte el cielo con la 
»tierra, me caso con ella». Diciendo después: 
«Yo tengo siñaladas á la raya de veinte onzas, 
» pagaderas en tres años». Cauteloso el viejo en 



276 
contestar á Pedro, sólo le dijo: «Ya hablaremos 
»de este negocio más despacio, porque naide 
»nos aprecisa, y estas cosas se deben platicar 
» después de bien pensadas.» 

Con bellísimas frases y muy adecuados pen- 
samientos describe el novelista la sorpresa des- 
agradable con que Juana recibió las noticias que 
su padre le comunicó, terminando la conversa- 
ción entre padre é hija de la siguiente manera: 

« — Déjate estar de bromas — le dijo el señor 
»Manuel. — El mozo no tiene más que valer, y 
»en esta casa se necesita un hombre así, treba- 
»jador y de buenos sentimientos. 

» — ¿Pero usté se ha fijao en sus trazas? — 
» interrumpió Juana con nervioso acento. 

» — No, ni falta que me hace, porque arrepa- 
»ro más en sus modales y en las tierras que 
»tribaja todo el año. 

» — Vaya, padre, que no me gusta miaja ese 
»hombre. Tres ó cuatro veces he bailao con él^ 
»y tenía que sacarle las palabras del cuerpo á 
»empentones. Me paice más bruto que el eos- 
» pillo (ó pinol). 

» — Y tú — agregó el viejo malhumorado — me 
»paice que tienes muchos pajaricos en la cabeza 
»pa que puedas entender este negocio. Más 
»vale Pedro sin pizca de conversación, que 
»otros con muchas retólicas y majencias.» 

El ánimo de Juana quedó algo soliviantada 
con las últimas palabras de su padre, sospe» 



277 

chando que tantos elogios pudiesen convertirse 
en imposición. 

No proseguimos ocupándonos de esta pre- 
ciosa novela dando á conocer su brillante des- 
enlace, porque esto sería extractar ó bibliogra- 
íiar la obra. Lo que de ella hemos tomado basta 
como ejemplo del lenguaje serio y formal del 
pueblo aragonés. Los párrafos transcritos ofre-. 
cen además puntos de comparación para juzgar 
los diálogos de Gómez y de Mundina. 

Llevando nuestra atención á las cosas de 
los niños, encontramos en los cuentecillos in- 
fantiles pruebas del aragonismo en Segorbe. 
Dejando á un lado la materia y analogía de 
estos relatos, hay entre Aragón y Segorbe ab- 
soluta identidad en lo que pudiéramos llamar 
fórmula final: todos los cuentecillos concluyen 
en Aragón y Segorbe de esta manera: «Cuen- 
tico arremaíao, por la chimenera si fué al tejaoy>. En 
Castilla lo más usual es decir: «Colorín colora- 
do, este cuento está ya contado.» 

De Aragón vino á Segorbe el juego de mu- 
chachos que conocemos con el nombre de A la 
limón: este es corrupción de «hola, lirón». Los 
niños de las principales ciudades de Aragón, 
remedando las escenas de la obra de Miguel 
Santos, titulada «La guarda cuidadosa», dieron 
en cantar y danzar como habían visto en la co- 
media, y cogidos con sus manecitas unos de 
otros, entonaban por todos los paseos: 



37S 

— ¿Hola, lirón, lirón! 
¿De dónde venís de andaré? 
— No tenemos dinero. 
—Nosotros los daremos. 
— ¿De qué son los dineros? 
— De cascaras de huevos, etc. 

Ningún niño ha dicho en Segorbe que ha 
jugado al juego que en Castilla llaman La galli- 
na ciegUj y que, según el Diccionario de la Aca- 
demia, consiste en vendar los ojos, alternativa- 
mente, á uno de los muchachos que en la diver- 
sión intervienen, hasta que coge á otro ó le 
conoce cuando le toca. Coger, tocar y conocer 
el muchacho con los ojos tapados á cualquier 
otro de los compañeros de diversión, es buscar 
por aquél quien haga sus veces. La sucesiva 
tarea de buscar con dificultad un niño á otro 
entre los varios, es la delicia de los muchachos- 
El juego está reducido á buscarles, y buscarles^ 
en un subdialecto aragonés del Pirineo, se dice 
busquedos. Jugar á Savibuscarlos me parece de- 
nominación más expositiva que jugar á La ga- 
llina ciega; pero lo llamativo del caso está en 
emplear la palabra busqiudos por buscarlos, di- 
ciendo jugar á Savibusqticdos. 

Cumple incluir entre los datos indicadores 
de aragonismo en Segorbe el Códice del siglo xv> 
que se custodia en el Archivo municipal de 
esta ciudad; fué escrito por Gonsaltw (Gonzalo)^ 
de la caballería de Zaragoza, el menor de aquel 



279 

Colegio, y lo dedicó á los jurados, Capítol e con- 
seyo de la Ciudad de ^aragoga. 

Trata su texto, doctrinalmente, asuntos de 
Antropología, Derecho público, Moral social, 
Higiene, etc. Como libro de consulta para el 
Concejo de Segorbe, debió difundir en esta po- 
blación las doctrinas y teorías elevadas por 
Gonsaluo á la estimación del Concejo de Zara- 
goza'. 



^ La índole del siglo xiv y su civilización se refleja en 
todos los capítulos de este Códice. Entre ellos son muy ori- 
ginales los que, traducidos al lenguaje actual, llevan los si- 
guientes títulos: 

«Qué nos es común con los animales, y en qué cosas se 
diferencia el hombre de la bestia. • 

»De qué cosas nace lo honesto. 

»De la mutación de los tiempos, por los cuales se mudan 
los oficios. 

»De los oficios que se deben reservar para aquellos de 
quien hemos recibido injuria. 

»Las guerras que se hacen por querer imperio, deben 
ser menos crueles. 

» Contra los bajos debe ser observada la justicia. 
. »Que las cosas de la ciudadanía no son menores que las 
de la guerra ó de las armas. 

»De los oficios de los regidores en las ciudades y de los 
ciudadanos pigricios. 

»Que los viejos deben menguar los trabajos corporales 
y acrecentar los mentales. 

»Que las partes vergonzosas del cuerpo deben ser ocul- 
tadas. 

»De las maneras de andar por la ciudad. 

>^Por qué cosas los hombres se hacen dignos de honor, 
y por qué cosas se da fe á los hombres? 



28o 

Es Oportuno detenernos un instante en filiar 
algunas pinturas de gran belleza que se trabaja- 
ron en Aragón durante los siglos xiv y xv, y de 
las que tiene Segorbe ejemplares espléndidos y 
geniales. Todas las relevantes pinturas que se 
conservan en Segorbe de los siglos anteriores á 
Joanes (padre), son de aquella escuela aragone- 
sa que precedió en España á la aparición en 
Italia de los dulces frescos de Rafael. 

El retablo que se admira en la sacristía de 
la iglesia de las monjas Agustinas, y la magní- 
fica bandeja gótica que forma el altar del aula 
capitular, son los mejores ejemplares que pue- 
den verse en otras partes dentro de la aludida 
calificación aragonesa. 

El nunca bastante ponderado altar del ora- 
torio episcopal es de igual estilo, pero de traza 
más primorosa que el retablo de Calatayud y 



>De las causas por que fueron instituidos los reyes y las 
leyes. 

» Que la justicia es necesaria á todos, aun á los malos. 

»^-Por qué razones de amistad suelen ser perturbados los 
oficios? 

>Que la cosa fea, aunque esté oculta, no puede ser ho- 
nesta.» 

Tanto en estos capítulos como en el resto de los que 
contiene el Códice, su autor actúa de filósofo peripatético. 
Pero no es Aristóteles su único inspirador: la filosofía socrá- 
tica y de Platón, con los dichos de los demás sapientes de • 
Atenas, informan con frecuencia las ideas expuestas en el 
Códice que nos ocupa. 



2Sl 

que las tablas de la colección Carderera del 
Museo de Huesca, y hasta supera en mérito á 
las tablas de este carácter existentes en el Mu- 
seo Arqueológico Nacional. 

Y si en el siglo xvi Segorbe se apartó de 
las ciudades aragonesas no adoptando el arte 
plástico para el altar mayor de su catedral, pre- 
firiendo (á mi juicio con acierto) las pinturas de 
Joanes (padre), no por ello dejó de tener vida y 
calor entre segorbinos la escultura alabastrina 
empleada en los grandes retablos de las iglesias 
aragonesas. 

Un paisano nuestro, Juan de Segorbe, fué 
el artista que, muerto su principal, cubrió los 
compromisos del difunto maestro, terminando 
el grandioso retablo alabastrino de la Seo de 
Zaragoza, tan detallado en filigranas y calados, 
y del que dice Valverde ser una maravilla de 
góticas creaciones. 

Pero cuando la escultura aragonesa dio ga- 
llarda muestra de primorosa labor en Segorbe 
fué en el siglo xvm con la venida desde Huesca 
de D. Nicolás Camarón. 

Las tallas de la sillería del coro en nuestra 
catedral y las de los altares del crucero en la 
iglesia del Seminario, atestiguan el talento artís- 
tico é inspiración de aquel aragonés. Las labo. 
res ejecutadas por el escultor Camarón, dentro 
del churriguerismo dominante en su tiempo, 
son menos abultadas y de relieves menos hen- 



282 

chidos que los de los tallistas valencianos y ca- 
talanes de aquella época. 

Este Camarón, su cuñado mosén Eliseo Bo- 
ronat, su hijo D. José y sus nietos presidieron ^ 
los gustos artísticos en Segorbe hasta el primer ^ 
tercio del siglo xix, y dejaron en sus obras per- 
ceptible sabor aragonés. 

Del Aragón primitivo procede la costumbre 
arraigadísima en Segorbe de dividir la hora en 
medias y cuartos, cual hacen en Castilla, al me- 
dir vino ó pesar carne. Pero no es exclusivo de 
Aragón y Segorbe hacer unidades de tiempo 
las medias y los cuartos; por toda la antigua co- 
ronilla anuncian carteles públicos funciones de 
teatro á las ocho y media, y en esquelas de invi- 
tación á funerales ó aniversarios suele escribir- 
se: «la ceremonia se celebrará á las nueve y 
cuarto, á las nueve y media ó á las diez menos 
cuarto de la mañana. 

Finalmente, y para poner término á las 
muchas causas determinantes ó reveladoras de 
aragonismo en Segorbe que pudieran alegarse, 
diremos: la piadosa devoción que Aragón con- 
sagra con tanto celo á la Virgen del Pilar tras- 
ciende á Segorbe. Al sonar las doce del día en 
esta ciudad, si nos encontramos en el seno de 
una familia de hábitos religiosos, creeremos ha- 
llarnos en una población aragonesa, porque á la 
salutación angélica preceden casi constante- 
mente estas palabras: «Bendita y alabada sea la 



283 

hora en que la Virgen Santísima llegó en carne 
mortal al Pilar de Zaragoza.» 

III 

Lo expuesto en este trabajo persuade á 
reconocer en Segorbe tradiciones hispanas aná- 
logas á las de Aragón. Por ello es lógico que el 
antiquísimo lenguaje de esta región fuese análo- 
go al de la comarca de Segorbe. Perdida litera- 
riamente el habla aragonesa en las márgenes del 
Ebro, quedó este lenguaje sin representación en 
la escritura en Segorbe. Conservado en Aragón 
por el pueblo en el uso familiar y del vulgo, sub- 
sistió también en la misma forma en Segorbe. 

Que esta comarca participe en gran manera 
del lenguaje de Aragón, no debe ser para los 
segorbinos motivo de fastidio, sino de compla- 
cencia. Son muchas las excelencias del habla 
aragonesa y notable la superioridad de algunas 
palabras sobre sus correspondientes castellanas. 

Los nombres aragoneses bateaguas ^ justillo y 
tapapiés que leemos en unas cartas dótales otor- 
gadas en la villa de Castelnovo en el año 1780, 
cumplen y explican mejor el uso de los objetos 
que sus equivalentes castellanos paraguas, corsé 
y guardapiés. En una causa criminal incoada 
en el lugar de Almedíjar en el siglo xviii, decla- 
ró un testigo que un hombre que estaba senta- 
do, al enderecharse fué agredido; en este caso la 
palabra enderecfiarse, de condición aragonesa, 



284 

cumple mejor que la castellana enderezarse. En 
las palabras botinflado y lloradera tiene Aragón 
locuciones que, por lo expresivas, son inmejo- 
rables. Arrmiadillo está más en armonía con 
nuestro mecanismo doméstico y más cerca del 
genio del idioma, que las palabras castellanas 
zócalo y iriso. Hay palabras, como ababol^ que, 
no desmereciendo en suavidad de sus corres- 
pondientes castellanas, obedecen más á su 
etimología. Hay otras, como cortada y hiievatera, 
muy superiores á sus análogas corte y huevera, 
que en castellano son ambiguas y confusas por 
sus diversas acepciones. Como palabras de To- 
nismo rápido y casi sincopadas, pocas aventa- 
jarán á las aragonesas rónego, márfega y tápara. 
Son de muy excelentes condiciones asnada^ 
brisa y caloyo] de composición muy perfecta 
son, por ejemplo, ajo-arriero , matacabra y 7nata- 
can; los tiempos de los verbos aragoneses alosar, 
entrecavar y amprar, tan comúnmente usados en 
Segorbe, son insustituibles. Del verbo ojnprar 
dijo D. José Jimeno Agius: 

«Si hubiera en francés el verbo ernprer ó 
y>a7nprer, seguramente ya andaría en labios de 
» todos el verbo amprar, por cuanto nos hace 
» falta un vocablo que, sin necesidad de circun- 
»loquios, exprese el acto de tomar prestado; 
»pero como si bien tenemos los españoles este 
» verbo, figura en el Diccionario como provin- 
»cialismo aragonés, es rechazado con desdén^ 



285 

»si no con desprecio, y no falta quien prefiera 
»al verbo español amprar^ á la palabra aírance- 
»sada emprestar^ ,->-> 

Si tratásemos de reunir voces aragonesas 
usadas en Segorbe que no tengan rigurosa 
equivalencia castellana con las anteriores y las 
muchas más que pudiéramos tomar de nuestra 
colección, ocuparían un buen lugar las palabras 
ajovar, borroso, boto, brazal, cabecero, capacear, co- 
rrentida, encabezado, hablada, lorza, mantornar^ 
mañanada, ?nasobera, modoso, picotear, tardada^ 
taste^ tinglado y vellutero. El conjunto de todas 
ellas es de esperar alcance algún día el lugar 
que ya les cupo á las palabras pajel, pajarel,, 
polla de agua, picaraza, tordo y verderol, que, usa- 
dos de inmemorial en Aragón y Segorbe, pene- 
traron al principio del siglo xix en el Dicciona- 
rio de la Academia para unirse y formar en la 
masa común del idioma cual si fuesen caste- 
llanas. 

En elogio del dialecto aragonés dijo, con 
aplauso de los doctos, D. Jerónimo Borao: 
«Puesto que lejos de perfeccionarse ni aun con- 
» servarse estos dialectos, amenazan confundir- 
>se poco á poco en el idioma general, bueno 
> fuera que la lengua conquistadora utilizara 
»en beneficio común esos restos lingüísticos, 



^ «Reforma de la Ortografía castellana», por J. Jimeno 
Agius, cuarta edición, pág. 209. IMadrid, 1896. 



286 

»que de otro modo han de perderse, y enton- 
»ces ya el vocabulario aragonés ni se conser- 
>vara sino en libros como éste ú otros de 
> mejor desempeño, ni sirviera sino como una 

> curiosidad filológica, contribuyendo por lo me- 
»nos á enriquecer el acervo común de la sin 
»par lengua española; y á cambio de tantas glo- 
»rias abdicadas en favor de la unidad ibérica, 
» conservaría Aragón la de haber mejorado con 
»su hermoso dialecto el habla rica de Cervan- 
»tes'.» 

Pero tratándose de voces usadas en Segor- 
be, sentimos verdaderamente no poder ofrecer 
en este lugar una colección de palabras celti- 
béricas. Estamos persuadidos que podría for- 
marse. Muchas entre las aragonesas nos pare- 
cen de aquella condición, pero retrocede nues- 
tro ánimo á señalarlas en particular ante el 
temor de incurrir en equivocaciones. 

Lo que nosotros no nos determinamos á 
hacer hoy, alguien lo hará en los tiempos veni- 
deros. Menéndez Pelayo, ocupándose de los 
estudios bibliográficos, ha dicho justificadamen- 
te: «Crezca en nosotros el amor á las glorias de 
muestra provincia, de nuestro pueblo y hasta 
»de nuestro barrio, único medio de hacer fe- 

> cundo y provechoso el amor á las glorias co- 



^ Borao, «Diccionario de voces aragonesas», pág. 138. 

Zaragoza, 1885. 



287 

» muñes de la patria, y sea posible contrarrestar 
»esa funesta centralización á la francesa que pre- 
»tende localizar en Madrid cuanto de vida lite- 
>raria existe en todos los ámbitos del suelo es- 
» pañol, borrando por ende toda diferencia y 
»todo sello local'.» 

Aludiendo más directamente á estudios de 
la índole del nuestro, dijo muy oportunamente 
el sabio rector de la Universidad de Salamanca 
Sr. Unamuno: «Esperamos que renazca el estu- 
>dio de las hablas regionales y populares, y así 
»se recogerá tanta y tanta cosecha lingüística 
» diseminada por nuestros campos, y servirá á 
»la vez para quebrantar cierto supersticioso res- 
>peto á lo académico. No debe desecharse — 
» añade — ninguna voz popular á pretexto de 
»que es una corrupción, pues no pocas veces 
> están más cerca del origen que las formas 
» académicas y casi siempre las explican^» 

Y damos por terminado este trabajo, di- 
ciendo: Si el lector se convence tan por entero 
como lo estamos nosotros de que las pequeñas 
desviaciones del lenguaje castellano usado por 
el pueblo de Segorbe dependen principalmente 
de la influencia aragonesa, habremos consegui- 



^ «La ciencia española», por el Dr. D. Marcelino Menén- 
dez Pelayo, catedrático de Literatura española en la Univer- 
sidad de Madrid, tomo I, pág. 79. Madrid 1887. 

^ Tomado de las «Cantas baturras», por García-Arista, 
página 124. Zaragoza, 1901. 



288 

do el objeto que nos propusimos al escribir este 
libro. 



NOTAS 



El nombrar á Segóbriga repetidas veces en 
este trabajo, nos ha movido á decir algo en que 
los críticos no han reparado. 

Segóbriga vino al terreno de la discusión de 
una manera preternatural. 

En el siglo xiii se negó y dudó, por quien 
tenía vital interés en ello, que Segorbe fuese la 
antigua Segóbriga. No nació la discusión en las 
serenas esferas de la indagación histórica, sino 
en el campo de la pasión y porfía de un pleito. 
Ni en la corte de Aragón ni en la curia romana 
prevalecieron las artificiosas argucias ingenia- 
das por litigantes equivocados ó de mala fe. El 
asunto estaba ya reducido al recuerdo de un 
litigio de resonancia, en el que tantas travesu- 
ras forenses se pusieron enjuego cuando Zurita 
en el siglo xvi suscitó de nuevo la discusión. 

El cronista de Aragón negó que Segorbe 
fuera la antigua Segóbriga, y Mariana y Ma- 
yáns, con cuantos le han seguido, no se fijaron 
en la situación de ánimo de que estaba poseído 
Zurita al hacer aquella declaración. No han tra- 
tado este particular los autores, pero hay moti- 



289 

VOS para creer fué esta discusión hija de com- 
petencias de amor propio ó alardes de erudición 
por parte de Zurita ante el arzobispo de Tarra- 
gona D. Antonio Agustín. 

Reparando con cuidado el fondo de las car- 
tas del eruditísimo cronista de Aragón al sabio 
arzobispo Agustín, encontramos en ellas cierta 
tensión de relaciones difícilmente contenida. En 
ocasión en que el arzobispo pretendió de Zurita 
hiciese un discurso, contestóle éste en la forma 
siguiente: «En las oraciones (arengas) que se 
» pudieran poner, yo fío muy poco de mi retó- 
»rica, y demás de esto soy muy enemigo dellas 
»y me desagradan en extremo las de Guichar- 
»dino, aunque sean muy elegantes, y las de 
»Xernando del Pulgar, y nosotros los aragone- 
»ses en esta parte, señor ilustrísimo, tenemos 
» algún reparo y voces propias de nuestra 
» tierra.» 

Las obras de Fernando del Pulgar las apre- 
ciaba el arzobispo de muy distinta manera, y 
parece que el menosprecio de Zurita hacia 
aquel insigne autor era una reticencia dirigida 
al expresado arzobispo. Téngase en cuenta que 
Zurita se había criado en la corte de D. Fer- 
nando el Católico, de quien fué médico su pa- 
dre y después protomédico de Carlos I, había 
estudiado en Alcalá y desempeñado de muy 
joven altos cargos en la administración pública, 
habiendo casado en Valladolid con D.^ Juana 

19 



290 

de Olivan. Los cargos de Contador mayor de 
Hacienda, de Cronista de Aragón y de secreta- 
rio de la Inquisición en unos tiempos en que 
los maestrazgos se incorporaron á la corona, 
se conquistó Granada y se descubrieron las 
Indias; creáronse derechos, empleos, intereses 
y beneficios que daban lugar á una profusión de 
escritos y de documentos, sobre los cuales era 
Zurita como la última instancia. Era autor de 
la monumental obra «Anales de Aragón» y de 
otras muchas más, que algunos hacen ascender 
al número de cuarenta. 

En un hombre de tan inmensa actividad, de 
hábitos cortesanos y de tan extraordinarios co- 
nocimientos, se nos hacen sospechosas las pro- 
testas de modestia excesiva con que pretende 
excusar la pretensión de que fué objeto. Zurita 
recordó su naturaleza aragonesa, presentándola 
como un reparo, cuando en sus obras era muy 
raro usase vocablos que no fuesen castellanos'; 
este recuerdo hecho á otro aragonés, cual lo era 
el arzobispo, también parece escrito con segun- 
da intención. 

Pero la carta que ahora nos interesa dar á 
conocer es la que escribió Zurita al propio arzo- 
bispo, diciéndole: «A lo que V. S. dice que cree 
»que tengo por cierto que Segorbe no es Segó- 



^ «Biografía de Zurita», por D. Cayetano Rosell. Ma- 
drid, 1879. 



291 

briga y hago burla del pleito de Valencia, que 
no se sabe si con Segorbe ó con Cartagena, y 
desea saber qué pueblo creo que es Segóbriga, 
digo que tengo por certísimo que Segorbe, que 
llamaron Xegort, no es ni puede ser la Segó- 
briga, pues entre Segorbe y la Celtiberia está 
parte de la Edetania, y Murviedro está dentro 
de la Edetania, y aun la ciudad de Valencia, y la 
Segóbriga estaba en el principio de la Celtibe- 
ria, in capite Celtibérica, como dice Plinio; yo he 
hecho harta inquisición por saber las ruinas de 
ella, y no la puedo descubrir; aunque si fuese 
al nacimiento del Tajo, que, como V. S. sabe, 
nace en la Celtiberia, y discurriese por él has- 
ta seis leguas, me persuado que cerca de las 
riberas de aquel río, y no muy lejos de Alba- 
rracín, sino como hasta seis leguas de aquél ó 
poco más, se descubrirían sus ruinas, y estoy 
muy dudoso de creer que sea el lugar de Cel- 
da, que está á cuatro leguas de Teruel, de 
sitio muy excelente y con grandes ruinas an- 
tiguas, y dentro de él hay algunos pavimentos 
romanos en algunas casas y tiene una fuente 
maravillosa. La causa es porque está metida 
en la Edetania y fuera de la Celtiberia. Apiano 
hace mención de una batalla que se dio, á lo 
que creo, por Mételo y Pompeyo en la guerra 
sertoriana que dice haberse dado entre Bíbilis 
y Segóbriga, y fuera disparate, si Segorbe 
fuera Segóbriga, poner en tan gran distancia 



292 

»dos lugares por señal del lugar donde se dio la 
»batalla, porque, á lo que creo, hay del uno al 
»otro más de veintitrés leguas. 

»Tajo no está en Calatayud á Bíbilis sino de 
»doce á catorce leguas arriba, y así, estando en 
»el sitio que yo imagino, estaba dos leguas muy 
» famosas no tan lejos, entre las cuales se puede 
» decir que se dio aquella batalla'.» 

Se deduce de la carta anterior que el arzo- 
bispo tuvo alguna noticia sobre el particular 
sentir de Zurita respecto á Segóbriga, y pregun- 
tándole á éste, recibió la contestación que aca- 
bamos de transcribir. No deja de ser llamativo 
el calificativo de «certísimo», adjetivando Zuri- 
ta su particular manera de pensar cuando el 
arzobispo lo dejaba en cierto. 

Los escritos de Zurita al Arzobispo revelan 
en aquél algo como si escribiera con ánimo 
atropellado y salido de su natural manera de 
escribir. 

El arzobispo presumía que Zurita no podría 
darle una contestación cumplida y categórica 
sobre las partes de esta cuestión, y parece quiso 
aprovechar la ocasión para hacerle divagar. Y 



^ Esta carta la publicó D. Juan Francisco Andrés de 
(Jstarroz en su obra titulada «Progresos de la Historia en 
Aragón y elogios de Jerónimo Zurita>. Zaragoza, 1680. De 
este libro la tomó Antillón primero y después Pruneda, este 
último para llevarlo á la «Crónica general de España». 



293 

á nuestro juicio consiguió el intento que le atri- 
buímos. 

No fueron tan hartas como pudieran ha- 
berlo sido las inquisiciones que hizo Zurita 
para indagar las ruinas de Segóbriga, pues no 
menciona en la carta las que hiciera en Segor- 
be, siquiera fuese para desecharlas, lo cual en 
el siglo XVI hubiese tenido importancia, y es 
muy de extrañar que tampoco las hiciera, como 
el mismo Zurita da á entender, en las riberas 
del Tajo, cerca de Albarracín, ni en los alrede- 
dores de esta población. 

Nada dice la carta de inspecciones docu- 
mentales. La inquisición, si la hubo, no debió de 
ser muy harta; de serlo, es probable hubiérale pa- 
recido formidable la fortaleza de Segorbe. Cuan- 
do menos, un pergamino existente en el Archi- 
vo municipal de esta ciudad, en el cual se ordena 
la manera de atender á la reparación y cuidado 
de muros y valles, dan razón de unas fortifica- 
ciones que á muchos han pasado inadvertidas. 

Por anómalo tenemos hayan pasado sin con- 
tradicción por los historiadores los comentarios 
de Zurita á la noticia de Apiano sobre una ba- 
talla dada por Mételo y Pompeyo entre Bíbilis 
y Segóbriga. Dice Zurita que sería disparate la 
manera de señalar Apiano el lugar donde se dio 
la batalla de ser Segorbe Segóbriga. 

Sería disparate si se hubiera dicho ó dado 
á entender por Apiano; los ejércitos de Mételo 



294 

y Pompeyo tomaron posiciones ó se pusieron 
en orden de batalla entre Segorbe y Calatayud. 
Pero tratándose de grandes masas beligerantes 
como las que en aquella guerra actuaban, no 
tiene nada de particular la manera de citar 
Apiano el lugar de la batalla, interpretándose 
rectamente su dicho. Si un ejército salió de Se- 
gorbe y el otro de Calatayud, y después de tres 
ó cuatro jornadas tuvieron un choque, ¿tiene 
nada de particular que se dijera que entre Se- 
gorbe y Calatayud se dio una batalla? Dichos 
semejantes á aquél en orden á las distancias, 
los leímos repetidas veces durante la guerra 
franco-prusiana. Hallarse un ejército entre Ma- 
guncia y la frontera francesa, entre Strasburgo 
y Metz, entre Metz y París, etc., fueron noticias 
telegráficas dadas por la prensa. 

Hemos comentado esta carta de Zurita en 
la forma que acaba de verse, porque nadie que 
sepamos se ha hecho cargo de tales extremos. 

Ahora debemos ocuparnos de lo dicho por 
el cronista de Teruel D. Pedro Pruneda cuando 
escribió el tomo correspondiente á la provincia 
de Teruel para la obra «Crónica general de Es- 
paña», publicado en el año 1869. Esta obra es 
muy conocida en toda España y tuvo cierto 
éxito editorial, pero hay en ella algún error de 
los que después nos ocuparemos'. 

^ Quadrado, en la obra «España y sus monumentos», 
tomo de Teruel, reproduce lo dicho por Pruneda. 



295 

En todo lo que se refiere á negar que Se- 
gorbe fué la antigua Segóbriga, ha entrado en 
mucho más la gran autoridad de Zurita que lo 
substancial de sus razones. Sólo así se explica lo 
dicho por el expresado Pruneda en la «Crónica 
general de España» al escribir lo siguiente: «El* 
t presentimiento del insigne Zurita quedó en 
1 parte confirmado por las exploraciones que 
>hizo D. Isidoro de Antillón á fines del siglo 
t pasado*. Estas exploraciones lo que hicieron, 
á nuestro entender, fué confirmar las vacilacio- 
nes y dudas de Zurita, y demostrar que el cro- 
nista de Aragón no hizo las inspecciones que 
dijo en su carta tan hartas como algunos histo- 
riadores han entendido. 

Pruneda tomó partido porque Segorbe no 
es Segóbriga, y dijo que ésta debió estar en la 
Muela de San Juan. Para apoyar su dicho, co- 
pió á D. Isidoro de Antillón en los términos 
siguientes: «Que Segóbriga haya estado en 
>la diócesis de Albarracín no es demostrable, 
tpero sí tiene á su favor todas las razones y 
t conjeturas que en materia tan obscura se pue- 
tden dar. Su sitio parece se ha de señalar en la 
t Muela de San Juan, sobre los pueblos de Gua- 
tdalaviar y Griegos y cerca de las fuentes del 
»Tajo. 

t Primero, porque terminando la Celtiberia 
t hacia medio en las aguas del Tajo, y estando 
»situada Segóbriga, según Plinio, en el punto 



296 

»más meridional de la Celtiberia, respecto de 
»Clunia, parece debe colocarse en la Muela de 
»San Juan. Allí se ven ruinas de edificios, mo- 
»nedas é inscripciones romanas que existían 
»en 1 58 1 , según el proceso de demarcación. En 
•»el año 1795, hacia el mes de Julio, en que an- 
»duve investigando y recorriendo este sitio, no 
»vi inscripción alguna, pero sí rastros y ruinas 
»de edificios por un espacio tan vasto que ma- 
»nifestaban ser, no de población pequeña, sino 
»de una ciudad populosa, pues llegan, aunque 
»con interrupción, desde la cima de la Muela 
» hasta el sitio donde hoy se ven los lugares de 
» Griegos y Guadalaviar, los cuales mismos están 
» sobre las ruinas ó se formaron de ellas. 

> Segundo: según Plinio, en el libro 36, ca- 
»pítulo XXII de su historia, nos pondera la 
» abundancia de lapis specularis á cien pasos de 
»Segóbriga. En Segorbe no se encuentra tal 
» piedra, según el P. Traggia; pero yo puedo 
«asegurar que el territorio de Albarracín abun- 
»da mucho en piedra especular ó yeso de espe- 
»juelo y de muchas semicristalizaciones de esta 
«substancia, que hacen brillar el suelo por todas 
» partes.» 

El P. Traggia, D. Isidoro de Antillón y don 
Pedro Pruneda, nada dicen que no sea repetir 
lo dicho por Zurita. 

Indeliberadamente y tan á ojos cerrados 
como otros historiadores, aceptaron el bastardo 



297 

fruto que el cronista de Aragón ofreció al arzo- 
bispo de Tarragona, y lo gracioso del caso es 
que al intentar ellos sazonarle, le hicieron menos 
digerible. 

Zurita había dicho «que no muy lejos de 
Albarracín se descubrirían las ruinas de Segó- 
briga», pero no hizo inspección ocular de aquel 
terreno. D. Isidoro <ie Antillón, que lo hizo, no 
encontró inscripción alguna, pero sí rastros de 
ruinas de edificios por un espacio vasto. 

Estas ruinas saben muy bien los lectores de 
la «Crónica general de España» que, cuando 
son romanas, es muy difícil confundirlas con 
otras, si se trata de murallas ó de torres, y en el 
campo son más permanentes, porque su derribo 
para aprovechamiento de materiales, sobre ser 
costoso, da un cascote menos utilizable que las 
piedras del campo. 

Si hubiera habido fábrica de sillería^ Anti- 
llón no se lo hubiera callado. Aquellos restos de 
edificios, pensamos que no fueron nada más que 
de cabanas ó cierres de ganados, muy numero- 
sos en todos los siglos por aquella parte en de- 
terminadas épocas del año. Antillón visitó estos 
parajes en el mes de Julio, probablemente por 
el excesivo frío que se siente en ellos en otras 
épocas. La vegetación en aquel clima sólo es 
á propósito para pinares y pastos'; los hielos 



* El trigo que siembran suelen segarlo por el mes de 
Septiembre. 



298 

duran la mayor parte del año, y los míseros 
habitantes de Griegos y Guadalaviar trashuman 
con el ganado durante el invierno. ¿Era posible 
en este clima, propio de la Siberia, la existen- 
cia de una gran ciudad romana? 

Respecto al término de la Celtiberia, repe- 
tiremos lo dicho en otras partes de este libro, 
estaba en la Sierra de Espadan. 

Lo dicho por el P. Traggia y repetido como 
argumento formidable por Antillón respecto á 
las piedras especulares, lapis specularis como las 
llamó Plinio, es un grande error con aparien- 
cias de engaño. Las rocas y peñas del monte 
de San Blas, sobre el que se recuesta parte, de 
la población de Segorbe, se encuentran muy 
comúnmente revestidas de carbonato de cal 
cristalizado en romboedros. Esta forma no fre- 
cuente de cristalizar dicho carbonato, y cuyo 
yacimiento concuerda con la distancia de cien 
pasos de Segóbriga, como dijo Plinio, es indu- 
dablemente el lapis specularis citado por el geó- 
grafo antiguo. 

Si el P. Traggia hubiera vivido eri nuestros 
días, le hubiéramos remitido algunos ejemplares 
de este mineral, del que tenemos coleccionadas 
variadas agrupaciones de cristales. Haber su- 
puesto que á Plinio le. llamara la atención el 
yeso de espejuelo y sus semicristalizaciones, es 
una candidez infantil. Los yacimientos de yeso, 
más ó menos cristalizado, son muy comunes en 



299 

todas partes: apenas se encuentra, fuera de los 
terrenos graníticos, lugar que no los tenga, y ha- 
cer Plinio mención de los de Albarracín, es su- 
poner una tontería muy impropia de aquel sabio 
de la antigüedad romana. 



U 

Dijimos en la página 1 1 2: «El hablar sesean- 
do es la característica de nuestro lenguaje local. 
«No es este carácter absoluto, y mucho menos 
tiene el seseo máxima localización geográfica 
entre nosotros. En media España y gran parte 
de las repúblicas hispano-americanas se comete 
este vicio de pronunciación. Desde este punto 
de vista, en igual caso se hallan el dicho de un 
labrador del inmediato pueblo de Soneja, cuan- 
do dijo: «la grasia de una donsella está en la sm- 
turay>, que «mi delisia mayor es casar siervos», 
que dijo aspirando las eses un elegante sportman 
de Buenos-Aires. 

Del seseo se habló ya en el célebre «Diálogo 
de las Lenguas». Esta obra se creyó durante 
muchos años compuesta por anónimo autor; al 
presente atribuyese á Juan de Valdés, uno de 
los pocos españoles de la corte de Carlos I que 
abrazaron la reforma luterana. La escena de la 
conversación aparece en una quinta de Ñapó- 
les, y Marcio, uno de los interlocutores, pre- 
guntó: «¿De dónde viene que algunos españoles 



300 

len muchos vocablos, que por el ordinario es- 
t cribes con z, ellos ni la pronuncian ni la escri- 
»ben?» A lo cual contestó Valdés: «Ese es 
t vicio particular de los tales, que no les sirven 
»para aquella asperilla pronunciación de la z, y 
» ponen en su lugar la s; por hacer, dicen haser; 
»por razón, rasón, y por rocío, rosto, etc.»'. Y 
no debía darse en aquel tiempo gran importan- 
cia á este vicio de pronunciación, ya que el 
propio Valdés añadió: «¿No os parece que po- 
»dría pasar dondequiera por bachiller en ro- 
» manee y ganar vida con estas bachillerías?» 

No escribimos esta nota cual si fuese una 
ejecutoria de nobleza para el seseo en Segorbe. 
Nada de esto; todas las censuras hechas por los 
buenos hablistas á los seseadores de España y 
América, las consideramos enteramente aplica- 
bles á las de Segorbe. Y copiando á un autor 
moderno, diremos: «El seseo y ceceo constituyen 
»el primer vicio de pronunciación que los pa- 
»dres y profesores deben corregir con cuidado 
» constante y exquisito »^ 



^ «Orígenes de la Lengua Española», obra compuesta por 
varios autores, recogidos por D. Gregorio Mayáns, publica- 
dos en 1737 y anotados por D. Eduardo de Mir, pág. 72. 
Madrid, 1873. 

^ «Curiosidades gramaticales», por D. Eduardo Martínez 
García, profesor normal y ex director de la escuela pública 
superior de Puerto Rico, pág. 303. Madrid, 1896. 

UNIV. 



ERRATAS MÁS NOTABLES 



Página 


Linea 


Dice 


Debe decir 


2 


6 


romano 


romance 


29 


I 


Zam 


Zaén 


59 


19 


sarracenos 


serranos 


63 


25 


carta 


corte 


68 


15 


Cervera ' 


Corvera 


75 


3 


XII 


XIII 


89 


28 


Antiñón 


Antillon 


134 


30 


Cuadrado 


Cabrera 


253 


35 


Alagardera 


Alargadera 


257 


36 


Cereal 


Cercol 


266 


15 


Morar 


Mocar 


279 


I 


Capítol 


Capirol